Nueva York |
4 de
Mayo de
2016
Como Bernie Sanders,
Richard Wolff (1942) ha pasado toda su vida adulta hablando y
escribiendo sobre las mismas cosas. Hasta no hace mucho su feroz crítica
al capitalismo se podía oír en el programa de radio Economic Update y
leer en numerosos libros y ensayos, pero tenía poca resonancia fuera de
ciertos nichos de la izquierda. Sin embargo, en los últimos meses, en
paralelo al ascenso en las encuestas del senador de Vermont, su voz se
ha amplificado de manera notable. Cuando Wolff, economista marxista
formado en Harvard, Yale y Stanford, recibió a CTXT en una cafetería
cerca de su oficina en la New School for Social Research de Manhattan
hace un par de semanas, estaba preparando un viaje a Kentucky para dar
conferencias en varias universidades. “Nunca he estado en Kentucky”,
contaba admirado, “¡y me van pagar para que hable del desastre del
capitalismo y de qué se puede hacer para cambiarlo!”. Wolff señala al
movimiento Occupy Wall Street como la fuerza que ha puesto teorías como
las suyas o las de Sanders encima de la mesa. En su peculiar tono --a la
par didáctico y contundente-- Wolff habla de la situación actual de la
economía estadounidense, de la competencia a nivel global, y de los
entresijos de la solución que propone en su libro Democracy at Work: A Cure for Capitalism (Haymarket Books, 2012) (Democracia en el trabajo: una cura para el capitalismo), inspirada en la cooperativa vasca Mondragón.
Parece que en este lado del Atlántico las cosas
marchan mejor económicamente que en Europa o en la mayoría del mundo. Y
aún así usted describe la situación económica estadounidense como
desalentadora, incluso como un desastre. ¿No viven una recuperación los
Estados Unidos, con menos desempleo y un crecimiento sostenido?
Hay que entender que Europa es diferente porque son muchos
países. En EE.UU. hay muchas ciudades y estados, pero son tamaño de los
países europeos. Allí está Grecia, aquí Puerto Rico. Me gustaría
llevarle a Detroit para enseñarle algo que ni siquiera existe en
Europa.
¿Qué pasa en Detroit?
Un tercio de la ciudad está abandonada. Una de cada dos
casas está quemada. Los perros salvajes representan un verdadero
problema social. Repito: perros salvajes. Hace veinte o treinta años
Detroit constituía el mejor ejemplo del capitalismo americano. Cuando el
rey de España o el primer ministro inglés visitaban los Estados Unidos,
el presidente les llevaba a Detroit para que vieran las fábricas, los
trabajadores que tenían buenos sueldos porque eran miembros de un
sindicato fuerte, el UAW. Ahora no hay nada de eso. El UAW casi ni
existe. En 1970 Detroit tenía dos millones de habitantes. Ahora tiene
700.000. Más de la mitad, 1,3 millones ya no están.
¿Qué pasó?
Ford, General Motors y Chrysler se fueron. Ganan más
dinero fabricando coches en México, Canadá y ahora también en China. Eso
es todo. Le dijeron ´que os jodan´ a la clase trabajadora. La ciudad
está en bancarrota. Podría pasarme tres horas poniendo ejemplos de la
desaparición de la clase media americana. ¿Es cierto que hemos reducido
el número de desempleados de 15 millones a siete u ocho? Sí, pero lo que
ocurre es que la mitad ya no forman parte de la población activa, es
decir, ya no buscan empleo.
Quiere decir que los bajos niveles de desempleo ocultan una realidad económica dura para la mayoría de los americanos…
Nuestra economía se ha reorganizado. Casi todos los buenos
trabajos --bien pagados, con pensión, cobertura sanitaria y todo eso--
se han reducido drásticamente. Quizá se hayan reducido a la mitad. Toda
esa gente ha sido recolocada como trabajadores del sector servicios.
Trabajan en gimnasios, en Amazon, transportando paquetes, camareros en
Starbucks. Tienen empleo, un salario bajo, ninguna prestación, y ningún
futuro, nada. Pero están trabajando. Eso no es una solución económica.
Por eso, aunque tengamos poco paro nuestra economía no va a ninguna
parte. No tenemos crecimiento ni bienestar. La brecha sigue creciendo
porque antes toda esa gente formaba parte de familias que tenían buenos
sueldos, que cumplían esa especie de sueño americano de tener una casa,
un coche, de poder mandar a sus hijos a la universidad. Ahora ya no lo
pueden hacer. La gente joven ni se casa ni tiene hijos. Ni siquiera
saben cómo van a pagar los préstamos que pidieron para estudiar.
¿A quienes atribuyen esa situación a la creciente competencia a nivel global?
En los últimos 40 años la relación entre capital y trabajo
se ha alterado radicalmente. Después de la caída de la Unión Soviética y
del cambio de la atmósfera política en China, el capitalismo occidental
ha visto incorporarse a sus filas un enorme número de trabajadores.
China puede ofrecer mano de obra muy bien preparada y muy mal pagada a
cualquier empresa europea o americana. India, Brasil, o Europa del este
pueden hacer lo mismo. Pensemos, por un momento, en ello con mentalidad
capitalista: de repente contamos con muchísima más mano de obra. Y, si
tus trabajadores tienen salarios a nivel europeo o americano te
preguntas: ´¿para qué necesito a esta gente? Cierro la fábrica de
Barcelona, París, Cincinnati o Chicago y la abro en Shanghái, en
Hyderabad o en Sao Paulo´.
Algunos afirman que esto está suponiendo un cambio
de las condiciones de vida para el Hemisferio Sur. Dicen que las
periferias están creciendo y que se acercan a occidente gracias al
desarrollo. En definitiva, que la riqueza se está moviendo desde el
centro hacia la periferia. ¿Qué opina?
Pensar que esto va a ser beneficioso para el Hemisferio
Sur es una ilusión. Los que toman las decisiones siguen siendo los
mismos. Enfrentarán a Brasil contra India como enfrentaron a Estados
Unidos con China. Volverán a moverse. Irán a donde les convenga.
Entonces, ¿estamos ante una competencia a la baja?
Sí, pero no se trata de una conspiración. Podemos verlo
con las marcas de ropa. Desembarcaron todas en China. Ahora muchas se
están marchando porque en los últimos años los sueldos han aumentado un 5
o 6%. Se van a Vietnam o a Malasia. Ese es su trabajo. Todos compiten.
También ocurre en EE.UU. Pero aquí se enfrentan una ciudad contra otra,
un estado contra otro. Esta es una de las razones por las que tenemos
una pésima estructura fiscal, que acaba poniendo todo el peso sobre los
hombros de la clase media y baja.
Hablemos de la solución que propone en su libro.
¿Por qué cree que las cooperativas o, como usted prefiere llamarlas,
empresas autogestionadas por sus trabajadores, son la solución para
nuestros problemas?
Todo tiene que ver con la organización del trabajo y, con
este modelo, los trabajadores no solo son empleados, sino que también
son la cúpula directiva.
Lo que significa que son dueños del fruto de su trabajo y deciden cómo trabajar...
Ellos dirigen la empresa. Hacen en su empresa lo mismo que
la Junta Directiva hace en una sociedad mercantil. Deciden qué
producir, cómo hacerlo-- con qué tecnología, en qué condiciones –, y
dónde hacerlo. También qué hacer con los beneficios. Las plusvalías que
generan los trabajadores les pertenecen y deciden qué hacer con ellas.
No hay capitalistas.
Pero siguen teniendo que vender en el mercado, ¿no?
Solo si el mercado es la institución de distribución.
Pero ¿no percibe al mercado como origen del problema?
Hay un problema más básico. La estructura de una empresa
es una cosa, el mecanismo de distribución de los productos o servicios
es otra. En EE.UU. el capitalismo se define como libertad de empresa y
mercado. El socialismo es empresa pública y planificación. Pero Marx
nunca hizo eso. En Marx no hay nada sobre planificación. La cuestión es
quién produce la plusvalía y quién se queda con ella. En la esclavitud
el esclavo produce la plusvalía y el amo se la queda. En el feudalismo
es el siervo el que genera plusvalía y el señor feudal el que se la
queda. En el capitalismo, el empleado genera la plusvalía y el
propietario se la queda. En el comunismo, el trabajador la produce y se
la queda. Esto es lo que dice la teoría. En mi opinión, la
materialización de esa teoría es una empresa en la que los trabajadores
no solo generan la plusvalía, sino que se adueñan de ella. Esto lo
diferencia de la esclavitud, del feudalismo y del capitalismo.
Muchos progresistas ponen el énfasis en la preponderancia del mercado. ¿Hay demasiado mercado en este momento?
El hecho de que haya gente de izquierdas enfadada con los
mercados significa que hay algo que se ha perdido. Es un análisis
desnortado, que camina hacia atrás. Que en la cultura burguesa no se
hable del horror de la explotación en el trabajo y sí de los mercados
resulta sospechoso. Están trabajando a favor de su enemigo.
Hablemos, pues, de producción. Dice que una democracia no está completa si no tiene instituciones económicas democráticas.
¿Completa? No hay democracia… Creo que la idea de que Estados Unidos es democrática es absurda.
¿Por qué?
Porque el lugar donde casi todos los adultos pasan la
mayoría de sus vidas es en el trabajo, y en el trabajo no hay
democracia. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Como mucho podríamos
decir que hay democracia en el lugar en el que resides --en tu casa, en
tu barrio-- – porque votas a un alcalde, a un senador, a un gobernador.
Pero no votas a tu jefe. Incluso si equiparas la democracia al mero
ejercicio del voto --cosa que yo no hago-- esta no existe donde pasas
más tiempo, que es en el trabajo.
Si no hay democracia ¿qué hay entonces en el trabajo?
Una dictadura. Es obvio. El lugar de trabajo es
fundamentalmente, no solo no democrático, sino una institución
antidemocrática. Cuando llegas al puesto de trabajo, cruzas la puerta y
te dicen lo que hay que hacer, cómo hacerlo, y dónde hacerlo. Cuando
terminas, vuelves a casa y otros se apropian de lo que tú has producido.
Tú no tienes nada que decir al respecto.
¿En qué medida resulta más democrático su modelo, basado en las empresas autogestionadas?
Todas las decisiones importantes se tomarían por voto
mayoritario. Una persona, un voto. Una decisión colectiva. Se propone,
se discute, y se decide. Por ejemplo, ¿vamos a desplazar la producción
de Ohio a China? Eso es una conversación corta porque sé la respuesta, y
tú también. No. ¿Qué grupo de trabajadores destruiría su propio
trabajo, comunidad y futuro? Es de locos. Otro ejemplo. A la hora de
repartir las ganancias ¿crees que le darían millones de dólares a unos
pocos mientras el resto no podría ni mandar a sus hijos a la
universidad? Eso no ocurriría.
Sobre esto último, utiliza como ejemplo a la cooperativa Mondragón.
Sí. En el caso de Mondragón, la persona mejor pagada no
puede recibir 8,5 veces lo que gana el de menor sueldo. En este país la
proporción de lo que gana un Director General y el peor pagado en una
empresa es de 300 a 1, de media. En algunos casos de 600 a 1. El
problema no es cómo distribuir la renta. Esa es la peor manera de
afrontar el problema. Estamos creando conflicto y animosidad. Por eso
los que pueden evaden impuestos. Un método mucho más inteligente sería
no distribuir de manera desigual de entrada.
Supongo que la gente que aboga por la implicación
del estado y la redistribución desde arriba está preocupada por el
problema de la escala. ¿Qué se puede hacer para que esto funcione para
la mayoría de la gente, sobre todo en cooperativas que no compiten con
empresas que deslocalizan la producción?
Creo que el capitalismo es una organización social y
presenta un problema social. Para solucionar un problema social se
necesita un movimiento social. Uno puede imaginarse a todas las
empresas, pequeñas, medianas y grandes pasando por una transición hacia
el modelo de la autogestión. Pero creo que antes de que ese proceso
concluya habrá un conflicto. Los capitalistas van a verlo como una
amenaza. ¿Cómo van a seguir pagando poco a los trabajadores y mucho a
los ejecutivos si la cooperativa de enfrente no permite esas prácticas?
Necesitamos un partido político que defienda a los trabajadores de
cooperativas y cuya estructura de base sea la de los trabajadores de
cooperativas, que apoyan y fomentan su crecimiento. Por cierto, esto es
una réplica del nacimiento del capitalismo. Los primeros capitalistas
también necesitaron un movimiento social para arrebatarle el control al
gobierno feudal del rey. Tuvieron que luchar para desarrollar los
partidos políticos, el parlamento. Creo que tanto republicanos como
demócratas son agentes del sistema capitalista. Tendremos
que tener un agente del sistema alternativo y políticas para estos
sistemas alternativos, algo de lo que ahora carecemos.
Entonces, quienes ven en el Estado la herramienta para dotar de soluciones a los problemas sociales que plantea, ¿se equivocan?
No tiene nada que ver que el estado sea más
intervencionista con que cambie el sistema de producción. La Unión
Soviética representa el estado erigiéndose en gestor del sistema de
producción. No era la idea inicial, pero lo que terminaron haciendo fue
deshacerse del modelo de capitalismo privado y sustituirlo por el
estado. Pero el modelo era el mismo. El trabajador trabajaba de lunes a
viernes, llegaba a las ocho, hacía su trabajo y se iba a casa. Otros
tomaban las decisiones. Si el capitalista es el Estado y sus
funcionarios, entonces hay capitalismo de Estado.
¿Qué significa para usted el modelo Mondragón?
Uso el ejemplo de Mondragón para varias cosas. Uno: el
modelo es realizable; se puede hacer. Dos: para constatar que se puede
resolver el problema de pasar de ser un grupo pequeño -- en 1956 el
Padre Arizmendiarrieta contaba con seis personas-- a ser una gran
empresa con 80.000 o 100.000 trabajadores, con su propia cadena de
supermercados y todo el resto. Tres: muchas de las cooperativas de
Mondragón tuvieron que competir con empresas capitalistas en sus
sectores. Hay quienes han dado el salto y lo han logrado. Que no me
digan que una cooperativa no puede competir con una empresa
capitalista.
Habla de las redes de financiación de Mondragón como ejemplo a seguir.
Sí. Mondragón destina un porcentaje de los beneficios de
cada cooperativa a la Caja Laboral y ese dinero sirve para poner en
marcha una nueva cooperativa. Así es cómo se autofinancia el movimiento
cooperativo. Es muy importante. Es una forma de colaboración que
resuelve el problema financiero para el desarrollo y crecimiento de las
cooperativas. La mayoría de quienes me escuchan nunca ha oído hablar de
Mondragón y, cuando les digo que es el séptimo grupo empresarial más
grande de España, no saben qué pensar.
Los movimientos sociales actuales no suelen
centrarse en la producción como hace usted. Muchos ponen el énfasis en
el hecho de que trabajamos demasiado, que deberíamos tener más tiempo
para el disfrute, más ocio, menos trabajo, también por motivo
ecológicos. ¿Cómo propone lograr el cambio social centrándose, una vez
más, en la producción cuando muchos de sus supuestos aliados ven el
trabajo como algo que querrían hacer menos tiempo, y no como una fuente
de identidad?
Es un problema ideológico. La sociedad de la que queremos
escapar es la que nos da forma. Esto no puede desaparecer de la noche a
la mañana. Es absurdo debatir qué es más importante o que viene antes,
si cambiar de mentalidad o cambiar las condiciones materiales. Las dos
cosas tienen que cambiar. Por ejemplo: una empresa autogestionada puede
decidir usar su plusvalía para incrementar el tiempo dedicado al ocio.
Son los trabajadores quienes toman las decisiones. Tienen poder de
decisión y por eso pueden destinarla a su tiempo libre, para estar más
con la familia, para pintar, para cantar, para pasear, o para lo que les
apetezca. O pueden inclinarse, otro ejemplo, por el medioambiente. No
quieren contaminar el río y deciden producir menos, trabajar menos y
destinar a eso la plusvalía.
Eso necesitaría una cierta coordinación, ¿no? ¿Algún tipo de gobernanza política política por encima del nivel empresarial?
Por supuesto tiene que haberla. Las decisiones de una
empresa --una fábrica, una oficina, una tienda-- tienen un impacto en
la comunidad. El sistema político tendrá que evolucionar para que las
empresas y la comunidad sean co-determinantes. Cada una deberá tener
poder de veto sobre la otra. De lo contrario, no hay una verdadera
democracia. Por supuesto la democracia no está limitada por el lugar de
trabajo. Eso solo sería posible si el lugar de trabajo estuviese
separado de la comunidad, lo que nunca pasa. Ahora sucede algo similar:
el alcalde se sienta con el ejecutivo de la empresa y toman las
decisiones. Lo que ocurre es que trabajadores están excluidos de ese
proceso.
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