Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Skidelsky. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Skidelsky. Mostrar tots els missatges

dilluns, 17 d’abril del 2017

“Una buena idea sería ralentizar la automatización. ¿Qué prisa tenemos?”

Article publicat a El País

El profesor emérito de Política Económica en la Universidad de Warwick cree que "la tecnología "va una velocidad enorme y es más destructiva”

El economista británico, Robert Skidelsky
El economista británico, Robert Skidelsky
Robert Skidelsky cree que la profecía que John Maynard Keynes lanzó en Madrid en 1930 de que los nietos de su generación trabajarían 15 horas semanales puede cumplirse con la revolución tecnológica. Este economista y lord británico, nacido en Manchuria en 1939, autor archipremiado por la biografía del gran economista inglés, piensa que esta vez los cambios que trae la digitalización no van a generar más empleo: “Va a una velocidad enorme y es mucho más destructiva [que anteriores avances tecnológicos]. Además, está penetrando en muchas ocupaciones y tareas mentales. Antes, en la revolución industrial era solo un suplemento físico. El coche es una mejora sobre el caballo, pero es un sistema de transporte y es solo un servicio para la actividad humana. Ahora [con la inteligencia artificial] mucho empleo cognitivo y mental de la clase media puede ser automatizado. No hay barreras ni obstáculos”.
Desarrolla sus ideas en una conversación en el patio de la cafetería de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Ginebra, donde este diario ha viajado invitado por el organismo internacional. Acaba de dar la conferencia inaugural del evento El Futuro del Trabajo organizado los pasados 6 y 7 de abril por la OIT, inmersa en un proceso largo y ambicioso de reflexión sobre hacia dónde se dirige el mundo laboral con la revolución tecnológica y la globalización que culminará en 2019, cuando este organismo tripartito (Gobiernos, sindicatos y empresarios) cumpla 100 años de existencia.
Está tan convencido de que esta vez la tecnología sí que va a destruir empleo que afirma que los luditas —los seguidores de Ned Lud que en el siglo XIX destruían máquinas porque temían perder su empleo— “no estaban completamente equivocados”. Entonces “hubo un gran aumento del desempleo”. Pero “en la segunda mitad del siglo XIX 30 ó 40 millones de europeos fueron a tierras deshabitadas del nuevo mundo. Los españoles fueron a Sudamérica y los ingleses y los alemanes a Norteamérica. Dónde van a ir ahora los desocupados”.
La velocidad a la que van los cambios ahora es una de los argumentos que repite. Y afirma: “La idea de ralentizar la automatización sería una buena idea. ¿Qué prisa tenemos?”.
Cree que ha llegado el momento de pensar qué hacer cuando baje el número de horas de trabajo: “La gente quiere trabajar, pero no cualquier número de horas. Tú puedes encontrar sentido a la vida sin trabajar 60 horas a la semana”, prosigue. “Necesitamos ser útiles, sentirnos útiles. El trabajo por un salario ha sido la forma tradicional en que la gente ha contribuido, pero hay otras formas”. Aunque admite, como ya había apuntado ante el auditorio, que en este argumento hay un problema: “La gente prefiere trabajar menos, pero siempre que no gane menos”. No obstante, rechaza que esto sea porque “las personas sean insaciables” sino por —y aquí toma una idea de otro gran economista del siglo XX, John K. Galbraith— el papel de la publicidad y su estimulo del consumo.
Y si la gente trabaja menos y cobra menos por ese trabajo, ¿cómo sustituir esos ingresos? “Una renta básica universal daría a la gente la posibilidad de elegir cuánto trabajar”. Mentar este argumento en la OIT, en su sede central, no es inocuo. Recibir un ingreso, “independientemente” de la renta o la edad, sin haber trabajado para recibir ese derecho, abriendo la posibilidad a pagar salarios más bajos o a desplazar determinados costes de la precariedad al erario público no suele gustar en una de las tres partes que componen la organización, los sindicatos, de la que procede su actual director general, el británico Guy Ryder. De hecho, este último se revolvió incómodo cuando en broma, jugando con su idea, el profesor emérito de Política Económica de la Universidad de Warwick propuso añadir al nombre de la organización la palabra “ocio”.
La financiación de esta puede salir “de una combinación de crecimiento y redistribución”. Porque Skidelsky ya no es partidario de un impuesto sobre los robots: “Es una idea atractiva, pero tiene la dificultad de decidir qué es un robot, que es humano y qué es un sistema mixto”.

 

dissabte, 16 de febrer del 2013

Una entrevista a Robert Skidelsky

ROBERT SKIDELSKY: "TODA LA ECONOMÍA FUNCIONA A BASE DE CODICIA. ¡Y NOS ENCANTA!"

Publicado originalmente por Marta Soria y Rebeca Gimeno en www.economiaendostardes.blogspot.com       el 29 de octubre de 2012.  

Al nostre bloc també hi ha un resum del llibre comentat:  decreixement amb arrels morals 
  El  llibre ha estat publicat a l'octubre de 2012 per l'editorial Crítica

Para los que tengan ganas de más Lord Robert Skidelsky, aquí va
 una versión extendida de nuestra entrevista con él y con su hijo Edward.  

¿Se imaginan un mundo en el que solo trabajáramos quince horas a la semana y 
dedicáramos el resto  del tiempo al ocio? Esta utopía (o no) la planteó el famoso economista 
John Maynard Keynes hace más de 80 años. El británico que revolucionó la teoría económica
en los años treinta pronosticó que el progreso permitiría a las generaciones futuras trabajar 
muchas menos horas. La profecía no se ha cumplido de momento. ¿Por qué? El biógrafo de
Keynes,  Lord Robert Skidelsky y su hijo, Edward Skidelsky, explican los motivos de este 
fracaso en su último libro “¿Cuánto es suficiente? Qué se necesita para una buena vida” 
(Editorial Crítica). Los autores argumentan que el capitalismo actual se basa en la codicia. 
Y Keynes erró en su visión porque subestimó la insaciabilidad y la capacidad del sistema
moderno de inventar y crear nuevas necesidades de consumo.

Antes de hablar de su libro, quería preguntarle: ¿cuánta austeridad es suficiente?

Robert Skidelsky: Hemos tenido mucha. Demasiada. Más que suficiente. La austeridad no 
es una estrategia de crecimiento. Supone recortar. Y si todo el mundo recorta, entonces no hay
 mercado y por lo tanto la economía se reduce, más gente va al paro. ¿Y cuándo se va a 
recuperar? La teoría es que se recuperará el día en el que todo el mundo se libre de sus deudas. 
¿Pero cuánto durará eso? Y mientras tanto, ¿qué haces con toda una generación? Es inmoral, 
ineficiente y se basa en una teoría equivocada.

Usted es un experto en Keynes, ¿por qué cree que se equivocó tanto cuando imaginó 
que íbamos a terminar trabajando 15 horas a la semana?

R.S.: Creo que subestimó la insaciabilidad y también subestimó la capacidad de invención del 
sistema moderno. Es muy, pero que muy bueno tentándote para que compres más y más 
aparatos y bienes de consumo. La insaciabilidad, la desigualdad… todo esto nos lleva a 
trabajar más horas de las que Keynes predijo. Para consumir más tenemos que trabajar más, 
así que estamos en una espiral.

Keynes también subestimó lo que ustedes denominan en su libro “necesidades relativas”. 
¿En qué consiste eso?

R.S.: Desde un punto de vista muy básico, significa que no quieres algo porque lo necesitas 
sino porque otro lo tiene. Y eso produce esta competición de necesidades. Siempre te estás
comparando con otros. El sistema actual ha desatado esto y lo hemos aceptado. Sin embargo,
en el pasado había restricciones morales a la codicia. ¡Ahora nos encanta! Toda la 
economía funciona a base de codicia.

Deberíamos controlar nuestro consumo pero para salir de la crisis no se habla más que
de eso: China debería consumir más, Alemania debería consumir más…


Edward Skidelsky: Es verdad que en el corto plazo existe un problema de falta de demanda. 
Pero de cara al largo plazo tenemos que plantearnos por qué tenemos que consumir más si
tenemos ya bastante en general. ¿Por qué tenemos que seguir consumiendo? No tiene sentido.

Crecer por crecer no tiene sentido, argumentan.

R.S.: Es algo muy obvio. Decir que mi objetivo en la vida es crecer, crecer y crecer es
igual que decir que mi objetivo cuando como es engordar, engordar y engordar. Si lo 
explicas así la gente te diría que estás loco.

¿Qué es lo que proponen exactamente ustedes en su libro?

E.S.: Proponemos varias medidas para conseguir reducir el número de horas trabajadas,
entre ellas está un impuesto al consumo progresivo. En lugar de gravar los ingresos
gravar el consumo para desincentivarlo. Los bienes más caros pagarían más impuestos.
También proponemos una renta universal, no una renta muy alta, para todos los ciudadanos
independientemente de su situación laboral, para que puedan elegir cuánto tiempo quieren
 trabajar. Y por último, abogamos por un reparto del empleo.


El ejemplo más cercano que tenemos de esto último son las 35 horas semanales en 
Francia y eso ya fue bastante controvertido.

R.S.: Por supuesto que será algo controvertido pero la cuestión es que se puede hacer. Esto
no es una idea revolucionaria de la que no hemos oído hablar nunca. La limitación
de horas de trabajo, las condiciones de trabajo, se aplica desde hace casi 200 años.

Pero, ¿lo que ustedes proponen no es un nuevo enfoque al capitalismo?

R.S.: No, no es algo nuevo. ¡Es antiguo! Nos hemos olvidado de él. Nos limitamos a pensar
en lo que ha ocurrido en los últimos veinte años. Hoy por hoy es la norma. Pero de hecho, 
el capitalismo ha pasado muchas fases, ¿no es así? Si vuelves la vista a hace 50 años te 
das cuenta de que había muchas más limitaciones a lo que los empresarios podían hacer, 
muchas más limitaciones también en la publicidad.

Cuánto es suficiente es una pregunta para los países ricos, ¿no?

E.S.: Sí. El problema de los países ricos no es un problema de crecimiento, sino de desigualdad;
 la distribución más equitativa de los recursos que ya existen.

¿Por qué deberían preocuparnos tanto las decisiones de la gente rica? Al fin y al cabo,
 solo representan el 1% de la población.
E.S.: La gente rica se gasta mucho dinero en bienes de lujo. Las personas en el siguiente nivel 
de renta sienten que tienen que emularlos, y así sucesivamente: es un goteo que llega hasta el 
nivel más bajo. Sí, deberíamos preocuparnos por lo que hacen los ricos.

¿Por qué no nos cuestionamos cuánto es suficiente?



E.S.: Porque creo que hemos perdido la noción de para qué es el dinero. El concepto antiguo
es que tú acumulas dinero para poder llevar una buena vida. Una vez lo has conseguido, dejas
de acumularlo. Hemos perdido la noción de lo que es una buena vida, así que la acumulación 
no tiene un fin natural.


Entonces ¿para qué sirve el dinero?

E.S.: El dinero es para tener una buena vida. Intentamos definir en qué consiste esto:
unas buenas relaciones personales, ocio para desarrollar tu personalidad, respeto, 
educación… Éstos son los bienes básicos para nosotros: una vez tienes dinero para esto, 
entonces ya tienes suficiente.Pero habrá gente que dirá que para ellos una buena vida 
consiste en tener un trabajo que te guste.E.S.: Nosotros no proponemos abolir el trabajo.
En el sistema que hemos imaginado la gente trabajaría menos. Quizá 15 horas a la 
semana.

¿Podremos vivir cobrando la mitad?

E.S.:No creo que tuviéramos que reducir nuestro nivel de vida a la mitad. Creo que 
podríamos trabajar mucho menos y mantener intacta nuestra calidad de vida.

diumenge, 6 de gener del 2013

Skidelsky i el decreixement econòmic amb arrels morals



JLNB, desembre 2012

¿Cuánto es suficiente? Qué se necesita para una buena vida.
 Robert Skidelsky i Edward Skidelsky Primera edició d'octubre de 2012 Editorial Crítica. Barcelona

Dintre de la creixent bibliografia sobre el decreixement econòmic l'obra de Robert Skidelsky y el seu fill destaca, sobre tot, perquè no es basa en l'argument de que els límits naturals faran impossible el creixement econòmic, sinó perquè degut a motius morals, l'home ha de reconduir el seu comportament cap a una austeritat que l'apropi a la bona vida.

Prenen com a punt de partida l'article de John M. Keynes Les possibilitats econòmiques dels nostres nets, treball de 1928, en el qual es preveia que en 100 anys la renda s'incrementaria en unes 8 vegades, desapareixeria el problema econòmic i només es necessitarie treballar 3 hores al dia.

La necessitat de treballar moltes hores

Keynes esperava que els humans preferirien l'oci al treball, i que una vegada aconseguit un cert nivell de benestar valorarien més el gaudir d'activitats no relacionades directament amb els béns pròpiament materials.

Hi ha un primer moment, després de la Segona Guerra Mundial, que sembla que s'està en el camí del compliment de la profecia, al menys pel que fa als països desenvolupats. La tendència era la reducció del nombre d'hores treballades i l'increment del salari hora. Però això va canviar, i en aquest moments s'ha invertit la tendència.

Aquest problema fa que Robert Skidelsky estudiï per què la gent treballa més enllà de cobrir les necessitats i obre la diferencia conceptual entre necessitat i desig, la qual ha estat amagada pels economistes neoliberals. Aquest fet, treballar més enllà de les necessitats, és important perquè implica per si mateix l'existència del creixement econòmic.

Hi ha tres causes que empenyen l'home a treballar, segons els autors: per plaer, per necessitat i per insaciabilitat.

Es parteix de l'idea de que el plaer que es troba en el treball no pot ser l'única raó que explica el fet de continuar treballant després d'haver satisfet les necessitats bàsiques, atès que no tots els treballs poden produir satisfacció o no a tothom li agrada treballar en si mateix, al menys més enllà d'un nivell acceptable (7, 8 hores?).Respecte de la causa de la necessitat: com ja s'ha dit abans, després de la Segona Guerra Mundial la tendència vigent era la reducció de les hores treballades. Per altra banda l'increment del salari hora es trenca a partir dels principis dels 80 i el resultat és un estancament del mateix quan no una reducció. Per tant si es vol mantenir la mateixa capacitat adquisitiva és necessari incrementar el nombre d'hores treballades. Arribem així a una explicació de l’existència de la necessitat dintre de l'abundància, com a causa de l'increment de les hores treballades. Juntament es creen necessitats noves, que fan que sigui un món de molt treball i moltes coses.

Finalment arribem a la insaciabilitat. Hi ha béns la característica dels quals és ser posicionals. El seu consum depèn de la nostra renta relativa. Es tracta de béns que no es poden reproduir, no són infinits i per tant sol alguns privilegiats podran accedir a la seva possessió o gaudiment. Cal treballar molt per disposar de més diners que els altres per accedir-hi.

Es viu finalment en una ètica de la cobdícia, que precisa una creació de riquesa continuada, la qual cosa es converteix en una peculiaritat del capitalisme.

La bona vida

En aquest assaig és fonamental el concepte de bona vida, per introduir-lo ens parlen dels fonaments filosòfics de la felicitat al llarg del temps i de l'espai. Cal dir que el fill de Robert Skidelsky, Edward, és filòsof i que això els ha permès superar, en aquest llibre, els límits de la disciplina econòmica.

Es pot concloure dels capítols dedicats a definir la bona vida, que un creixement il·limitat no portà a l'ésser humà a la felicitat. Que a partir d'un cert nivell , en el qual les necessitat bàsiques queden cobertes, un increment de la riquesa no millora el grau de felicitat.

En tota aquesta discussió sobre la mesura de la felicitat és interessant la crítica que es fa a la economia de la felicitat respecte als problemes de mesura de les variables. Entre altres es recull la següent: el PIB pot créixer una, dues,....moltes vegades, però la felicitat es mou entre uns valors fixes: completament infeliç en front de completament feliç. I això ho podem representar de moltes maneres, en quatre ítems o en una escala de 1 a 10, o com vulguem. Però la correlació que podem establir a partir d'aquí tindrà el problema de no poder multiplicar el grau de felicitat. Per tant un increment de 4 vegades del PIB no pot donar mai un increment de 4 vegades el grau de felicitat per a aquell que ja era completament feliç.

El límit al creixement no és natural.

Entrant ja en el nucli del plantejament de si els límits del creixement són naturals o morals, es remunta al que podríem considerar el primer decreixentista, Thomas Malthus. Contra la conclusió del seu Assaig sobre el principi de la població argumenta que Malthus no té en compte la combinació de les forces dels preus i de la innovació tecnològica. Quan les reserves de qualsevol matèria prima es redueixen, el seu preu s'incrementa. A partir d'aquí s'incentiva la cerca de noves reserves, s'exploten d'una forma més eficient i també s'exploren alternatives tant tecnològiques com de substitució d'unes matèries per unes altres. Amb aquestes premisses se suposa que és molt difícil que els humans es quedin sense menjar, energia o altres requisits per a la vida. De totes formes reconeix que la qualitat de la vida sí que es pot veure afectada.

Respecte a l'escalfament global s'afirma que no necessàriament implica deixar de banda el creixement. L'argument tant sols seria vàlid, segons els autors, si es poden conèixer els costos futurs de l'escalfament amb cert grau de certesa i aquests costos tenen el mateix pes si es pateixen ara o en el qualsevol altre moment futur. Respecte al primer argument s'afirma que és molt difícil fer una predicció dels resultats de l'escalfament global i que la visió catastròfica i de no retorn és rebutjada per la majoria dels científics. Per tant els arguments ecologistes per a la reducció del creixement no es poden explicar com una resposta pragmàtica a dades reals. I per altra banda la valoració igual dels costos futurs i dels actuals resta com antiintuïtiva. Tots voldrem salvar més a una persona que sigui coneguda, que una que viurà dintre de 100 anys.

Per tant el creixement ha deixat de ser una política sensata per gran part del planeta no per motius naturals sinó ètics. Ens diu que s'ha camuflat un ideal ètic sota un ardit, dir que es tracta d'una necessitat pragmàtica. L'explicació racional per tant és una simple excusa, la realitat és que els ecologistes ho són per raons quasi religioses.

Els autors ens proposen fer un salt i reconèixer el que s'amaga sota arguments racionalistes. Ens proposen com a alternativa un ecologisme de la bona vida, el qual s'anuncia que serà molt diferent de l'actual.

Atès que l'addicció al treball i al consum és en realitat l'oblit de la bona vida es concreta el que pot ser aquesta per la definició dels "béns bàsics" que la constitueixen. En primer lloc defineixen les seves característiques, que són quatre: es tracten de béns universals, finals, no formen part d'un altre bé i són indispensables.

Amb aquestes característiques proposen una concreció, es ressalta que es tracta d'urna proposta, en els següents: salut, seguretat, respecte, personalitat (autonomia), harmonia amb la natura, amistat, i oci. La pluralitat de béns bàsics implica que un no pot substituir a un altre.

Com s'arriba a la bona vida

Òbviament l'objectiu de la política econòmica no hauria de ser el creixement. Cal estructurar la nostra existència per aconseguir la bona vida, és a dir els béns bàsics, una vegada identificats els obstacles al compliment de la profecia de Keynes: la cobdícia i les relacions de poder que genera, així com la insaciabilitat dels desitjos humans.

Com ja s'ha dit més a dalt des del final de la Segon Guerra Mundial fins el finals o principis dels 80, va haver-hi la percepció de que es podria arribar a la profecia keynesiana.

Es produeix un canvi de consciència, un canvi radical que es veu estimulat per una crisis. Es tracta de la crisis de la economia Keynesiana, l'increment de l'atur i la inflació, que segons Milton Friedman es tracta de la conseqüència de la política de la plena ocupació. Situació agreujada per l’impacta de les crisis del petroli.

A partir d'aquí es produeix el ressorgir del capitalisme darwinista i el renaixement del fonamentalisme del lliure mercat.
La solució per als autors passa per posar a la virtut com a principi de l'acció humana. Concreten que per aconseguir els béns bàsics cal produir una quantitat suficient de béns i serveis per satisfer les necessitats bàsiques de tots, reduint la quantitat de treball necessari i alliberar temps per a l'oci.

Es planteja el problema de si en un estat liberal està justificat interferir en les decisions dels individus. A l'assaig es formula una solució d’equilibri entre el paternalisme no coercitiu i el que anomenen personalitat (autonomia). Es tracta d'encoratjar i desfavorir determinats models de conducta.

Les accions més concretes són la distribució del treball, la implantació de la renda bàsica, la reducció de la pressió a consumir, per tant reducció de la publicitat, i instaurar impostos al consum.

Amb tot això es pretén aconseguir una economia estacionaria i per tant lliure del creixement, dintre del pensament de economistes clàssics com John Stuart Mill o el mateix Keynes.

Es tracta d'un text molt argumentat, que sobta per fugir de les idees que s'espera d'un economista i posar per endavant un model de vida més auster que té com objectiu aconseguir la felicitat. Un llibre que com a mínim ens portarà a discutir.