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diumenge, 22 de maig del 2016

El quirófano de Brufau

Article publicat a El País 

¿Tiene razón el presidente de Repsol cuando afirma que es falso que el coche eléctrico no emita CO2? La polémica está servida




Antonio Brufau, presidente de Repsol, ilustró el pasado viernes a los accionistas de la empresa que acudieron a la junta general con una serie de cuatro fotografías en las que aparecía un quirófano con sus médicos y enfermeros y todo el equipo completo que debe tener una instalación de ese tipo. A medida que se sucedían las fotos, el mismo quirófano iba perdiendo elementos hasta dejarlo vacío, casi a oscuras y al personal desposeído de muchos elementos.
Con esta parábola, el ejecutivo catalán quiso reseñar la importancia que tiene el petróleo en la vida diaria y que en un 40% de su consumo mundial está libre de emisiones porque se utiliza como materia prima en la fabricación de muchos productos de primera necesidad, tanto en el sector saniatrio, como en el quirófano, como en otros sectores. Y, de paso, trató de desmontar muchos tópicos sobre la descarbonización ligada a la industria renovable.
Para remarcar la historia Brufau se destapó con la afirmación rotunda de que “es falso que el coche eléctrico no emita CO2”. Dicho así genera perplejidad. Pero lo explicó inmediatamente: mucha electricidad que alimenta esos coches se genera con carbón y este combustible sí produce muchas emisiones contaminantes. Y, por dar más datos, en Alemania, donde se ha desarrollado el coche eléctrico abiertamente, el 42% de la generación eléctrica es de carbón, un sector que en ese país está muy subvencionado. En España, donde la producción de carbón ha disminuido paulatinamente sobre todo de carbón nacional, la cifra ronda el 20%.

La intervención de Brufau en la junta de accionistas va a marcar un antes y un después
Para abundar en el asunto, aportó el dato de que el sector eléctrico es responsable del 30% del total de emisiones mundiales de efecto invernadero, mientras que el transporte, alimentado por petróleo, se queda en el 16%. Y que las subvenciones dadas en España a las renovables han supuesto un coste de 230 millones en la pelea contra el cambio climático mientras que su empresa invierte con una rentabilidad de siete euros por toneladas.
La polémica esta servida. La intervención de Brufau, que era consciente de que la iba a armar, va a marcar un antes y un después. Hasta la fecha, nadie (o al menos nadie de forma tan contundente y públicamente) había cuestionado el coche eléctrico, una de las banderas de la política medioambiental y de la lucha contra el cambio climático frente a los motores de combustión. Es verdad, como precisó el propio Brufau, que no está contra el coche eléctrico. Está en contra del uso de combustibles contaminantes.
Llamó mucho la atención la arremetida contra el sector eléctrico, sobre todo cuando Repsol es propietario del 30% de Gas Natural Fenosa, compañía que cuenta con cuatro centrales térmicas alimentadas con carbón (Meirama, en A Coruña; La Robla y Anllares, en León, y Narcea, en Asturias) que tienen una potencia de 2.065 megavatios (MW) y suponen el 17% del total de la producción de la compañía.


Gas Natural, en la que Repsol tiene el 30%,
cuenta con cuatro centrales de carbón

No está muy claro que el discurso del ejecutivo de Mollerussa fuera conocido por los responsables de la firma gasista ni que incluso lo supiera Isidro Fainé, presidente de CaixaBank, propietario del 36% de Gas Natural y del 10% de Repsol. Fainé, que fue reelegido como consejero, es vicepresidente de la petrolera y estaba sentado muy cerca de Brufau, pero no movió ni una ceja al escuchar las palabras de este.
En todo caso, Brufau precisó que el carbón debe ser sustituido por centrales de ciclo combinado, alimentadas por gas natural. De ser sí, y se sustituyese el carbón por el gas, las emisiones se reducirían una tercera parte. Brufau trataba de barrer a favor de Gas Natural, de la que precisamente fue presidente entre 1997 y 2004 y fue artífice de la primera opa lanzada por la empresa para entrar en el sector eléctrico, sobre Iberdrola, que fracasó. Luego vendrías, ya con Salvador Gabarró al frente, la opa sobre Endesa (también fracasada) y la definitiva sobre Fenosa.
Del resto de las grandes compañías eléctricas españolas, Iberdrola apenas tiene centrales de carbón, pero Endesa tiene un parque más amplio que alcanza el 33% de este tipo de energía. De hecho, la entigua empresa pública comenzó su actividad como empresa generadora de electricidad y tenía una gran presencia en centrales térmicas. Fue después cuando se desarrolló en el ciclo completo (generación, distribución y comercialización) cuando amplió su mix entrando en las otras fuentes (hidráulica, nuclear y gas) y más recientemente en renovables, ya bajo la tutela de la italiana Enel.
Aunque el carbón es la quinta parte del mix nacional, en los últimos meses la actividad ha disminuido las horas en funcionamiento en las centrales térmicas en beneficio de la energía renovable, circunstancia esta que ha originado malestar y protestas en la minería nacional. En el consumo eléctrico se da preferencia a la energía procedente de renovables, que incluye la hidráulica, y nuclear, para luego dar paso al denominado hueco térmico, es decir, gas y carbón.


El talismán de la nueva Repsol


Hay una palabra que se ha convertido casi en el emblema de la “etapa de transformación” que Repsol asegura haber comenzado tras la compra de Talisman. Se trata de resiliencia, que es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. En eso está Repsol y tanto Antonio Brufau como Josu Jon Imaz la emplearon el viernes con frecuencia para remarcar los intentos del grupo para superar el bache de las pérdidas del año pasado (las primeras de su historia) y de volver a aumentar el dividendo, que el año pasado cayó de un euro a 80 céntimos. Para ello, sin duda, tendrá que aportar lo suyo el aumento de los precios del crudo, que a juicio de la empresa se producirá a partir de finales de 2016. Si se porlonga, será un problema para la empresa y para “la economía y la situación geopolítica”. Quizá con la desaparición de la OPEP como cartel, como pide Brufau, se da un paso importante.

dissabte, 21 de maig del 2016

Brufau asegura que es falso que el coche eléctrico no emita CO2

Article publicat a El País 

El presidente de Repsol pide que la OPEP "desaparezca como cartel"




El presidente de Repsol, Antonio Brufau, afirmó esta mañana, en la junta de accionistas de la empresa, que el coche eléctrico no es tan limpio como lo pintan y que si emite CO2 porque la electricidad que consume si produce emisiones. Asimismo pidió que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) “desaparezca como cartel” y el sector se rija por la oferta y la demanda. Brufau nucleó su mensaje en el cambio climático y en defender el petróleo frente a la generación de electricidad, que, según los datos que esgrimió, supone el 30% de las emisiones de CO2 frente al 16% del transporte. El grupo, que perdió el año pasado 1.227 millones por las latas provisiones de 2.957 millones, repartió un dividendo de 0,80 céntimos por acción.

Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, y Antonio Brufau, presidente de Repsol

“Es rigurosamente falso que el coche eléctrico no emita CO2, cuando se está subvencionando el coche eléctrico no se reducen las emisiones de CO2”, enfatizó Brufau ante un auditorio perplejo por una aseveración tan contundente. Se basó, para mantener esa teoría, en que gran parte de la electricidad que alimenta estos vehículos son producidos por carbón. Y puso como ejemplo Alemania, donde el 42% de la electricidad se produce con carbón. En consecuencia, la existencia de coches eléctricos en Alemania supone una emisión de casi el mismo CO2 (45%) que un vehículo tradicional que funcione con combustible.
En ese sentido, destacó que de las emisiones globales de origen antropológico la energía supone el 68% de las emisiones de CO2. La mayor parte de esas emisiones proceden del sector eléctrico, por encima del transporte, de manera que la generación de electricidad es responsable del 30% del total de emisiones, mientras el transporte se queda en el 16%. Y eso se debe, a juicio del ejecutivo de Mollerussa, a la presencia del carbón en la electricidad. Afirmación que el presidente de Repsol, que tiene el 30% de la eléctrica-gasista Gas Natural Fenosa, aprovechó para defender el gas natural como generador de electricidad: “Si se sustituyese el parque de carbón por ciclo combinado, las emisiones se reducirías la tercera parte”.

Al contrario de lo que pasa con la electricidad, casi el 40% del consumo mundial de petróleo no emite CO2, según Brufau. La explicación es que el petróleo se dedica como materia prima en la industria para la fabricación de muchos productos de la vida diaria.
Ante eso, Brufau resaltó que “si no hacemos nada, las emisiones no se incrementará, pero tampoco se reducirían de forma importante”. “Si queremos que no aumente la temperatura en más de dos grados [como se concluyó en la cumbre de París], en 2050 deberíamos haber bajado las emisiones un 50%, es decir, a 450 partículas por millón, que es como en 1975”, recalcó. Eso significa que solo puede crecer en energía un 0,4% anual hasta 2035.
En esas perspectivas, todas las fuentes de energía serán necesarias en el futuro, pero un papel creciente del gas y una paulatina reducción del petróleo, aunque entre ambas aportarán más del 50% de la demanda final. El 50% de la contribución de la eficiencia energética para alcanzar escenarios compatibles con el acuerdo de París.
Ante eso, Repsol se declara comprometida con esos objetivos energéticos y medioambientales del siglo XXI. Hay cuatro retos que no se pueden abandonar, según Brufau: seguridad de suministro, la energía debe ser competitiva, sostenibilidad del planeta y accesibilidad y universalidad (todo el mundo tiene derecho a tener energía).
El presidente de la petrolera, que no hizo ninguna mención a la situación política del país ni al proceso electoral, comenzó su discurso subrayando la volatilidad de los precios que ha caracterizado el sector en los últimos años, con una caída prolongada de los precios del crudo y del gas por dos causas: la crisis mundial y la sobreproducción porque la OPEP ha dejado de actuar como un cartel. No obstante, observa una paulatina recuperación en 2016, gracias a una evolución favorable del tipo de cambio por la fortaleza del dólar y un panorama también a favor para el downstream.
Para Brufau “lo mejor es que la OPEP desaparezca como cartel y que en el sector se juegue a la oferta y la demanda y no esté sometido a lo que dicen unos señores”. Según el presidente de Repsol ese es uno de los paradigmas que han cambiado en el sector. Además del cambio que ha experimentado la organización de productores de petróleo que durante años ha dominado el mercado, según Brufau el horizonte de escasez es más lejano, las grandes fluctuaciones en el precio del crudo ya no son tantas y ha cambiado la geopolítica tanto en el flujo de transporte como en el dinero.
En ese entorno mundial se espera que continuará creciendo la demanda de energía en todos los escenarios. En 2015 se produjo un desajuste de casi dos millones de barriles diarios entre oferta y demanda (96,5 millones de oferta por 94,7 de demanda), quedando la producción OPEP determinada por los incrementos en Irak y Arabia Saudí. Para 2016 se espera la estabilización de la oferta y el crecimiento de la demanda, dejando la diferencia en 600.000 barriles más de oferta. También se prevé una recuperación de los precios desde finales de este año.
La junta aprobó las cuentas del ejercicio, en las que la empresa perdió 1.227 millones tras realizar unas fuertes provisiones de 2.628 millones. El resultado neto ajustado, antes de provisiones, se situó en 1.860 millones. El dividendo del año asciende a 80 céntimos, 20 menos que el año anterior. Para la empresa, 2015 marca la transformación del grupo, centrada en el cierre de la compra de Talismán y la puesta en marcha de un plan estratégico hasta 2020 en los que prevé el ahorro de 2.100 millones (de los que ya ha realizado la mitad en 2016) y una producción anual de 700.000 barriles diarios.

divendres, 31 d’octubre del 2014

Hacia un nuevo orden petrolero global

Article publicat a El País
  •  La caída del precio del crudo empieza a perfilar nuevos equilibrios geopolíticos. EE UU se convierte en productor de referencia y Europa reduce su factura energética

El mercado del petróleo se ha visto sacudido por una especie de tormenta perfecta, una combinación de exceso en la oferta, de demanda más débil de lo previsto y de fortaleza del dólar (la divisa de referencia para el mercado petrolero) que ha provocado la caída del 25% en los precios del crudo desde junio. Después de un periodo de relativa estabilidad, con el barril situado por encima de los 100 dólares prácticamente desde 2011 —115 dólares alcanzó en junio pasado—, parece que los precios se están estabilizando en una banda considerablemente más baja, entre los 70 y los 90 dólares, según distintos expertos, lo que introduce nuevas y profundas variables en el mercado del petróleo.
Entre esas variables, quizás la más relevante es el cambio de fuerzas en el escenario geopolítico que se empieza a dibujar. A diferencia de otras ocasiones, Arabia Saudí ha descartado recortar la producción como vía para intentar sostener los precios e incluso ha aceptado rebajar los precios a sus clientes asiáticos para mantener cuota de mercado. Otros miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) han pedido medidas, pero casi nadie confía en un acuerdo para recortar la oferta del cartel en la reunión del 27 de noviembre. “Si la OPEP no recorta producción para sostener los precios, ¿quién lo hará?”, se pregunta Kevin Norrish, de Barclays. “La OPEP ya no actúa como el productor de referencia del mercado y la oferta de petróleo de esquisto de Estados Unidos está llamada a ocupar ese lugar”, defienden los analistas de Goldman Sachs.
Los altos precios del petróleo han hecho posible la explotación de pozos que exigían técnicas costosas, como la usada en aguas profundas o la fractura hidráulica (fracking). Gracias a eso, Estados Unidos ha podido aumentar su producción de petróleo a un ritmo anual de entre 1,2 y 1,4 millones de barriles diarios desde 2011, lo que le ha permitido avanzar mucho hacia la autosuficiencia energética y convertirse en lo que los expertos denominan productor bisagra, aquel que dicta el rumbo del mercado. De esta forma, los productores de fuera de la OPEP, con EE UU a la cabeza, han sido capaces de cubrir el aumento de la demanda global, lo que ha diluido considerablemente la influencia de la OPEP. “No hay precedentes históricos de que un país pueda mantener durante tanto tiempo semejantes aumentos de producción. Eso ha cambiado por completo el mercado”, explica Antonio Merino, director de la Secretaría Técnica de Repsol y uno de los mayores expertos del mercado energético. “Lo que ahora se está tanteando es el nivel de precios al que EE UU puede mantener no ya la producción petrolera, que ronda los 5,5 millones de barriles diarios, sino los aumentos de oferta de estos últimos años. Yo creo que ese nivel está más cerca de los 85 o 95 dólares por barril que de los 70 dólares”, explica.
Hay otros factores que presionan a la baja los precios. Libia, con una producción inexistente en septiembre de 2012, logra colocar actualmente en el mercado entre 800.000 y 900.000 barriles diarios. La toma de varios pozos petroleros en Irak a manos de los yihadistas del Estado Islámico no ha supuesto una interrupción de la producción, de unos tres millones de barriles diarios. Irán ha anunciado su intención de aumentar su oferta hasta los cuatro millones de barriles en marzo de 2015 si logra un acuerdo para eliminar las sanciones internacionales. Todo ello en medio de un fuerte frenazo de la demanda global, que llevó a la Agencia Internacional de la Energía a recortar en septiembre sus previsiones de incremento del consumo en un 25%, coincidiendo con la alerta lanzada por el Fondo Monetario Internacional del riesgo de una tercera recesión en Europa. El nerviosismo del mercado no se hizo esperar.
El precio del barril de Brent, el de referencia para Europa, ha llegado a caer 31 dólares, el mayor descenso desde mediados de 2012. Antes de eso hay que remontarse a la crisis financiera de 2008, cuando la cotización se desplomó un 75%, para encontrar una caída tan pronunciada y tan rápida en los precios. “No creemos que vayamos a ver nada parecido a aquello”, admite Norrish. Entonces, el barril de Brent cayó hasta los 36 dólares.
Sin llegar a esos niveles, lo cierto es que el descenso del coste de la energía tiene un impacto notable sobre la economía, en forma de ahorro en la factura energética, de corrección de los desequilibrios externos y de menor presión inflacionista. “El saldo neto es positivo para la economía mundial”, asegura Andrew Kenningham, de Capital Economics, en uno de sus últimos informes. “Una caída de 10 dólares en el precio del petróleo equivale a una transferencia del 0,5% del PIB mundial de los países productores a los países consumidores y estos siempre acaban aumentando el gasto. Si asumimos que los consumidores gastan la mitad de lo que se ahorran, una caída permanente del precio del petróleo de 10 dólares impulsaría la demanda global entre un 0,2% y un 0,3%”, argumenta Kenningham. Es decir, una inyección de unos 320.000 millones de dólares a la economía mundial si, como calcula Capital Economics, los actuales niveles del petróleo en torno a los 85 dólares se mantienen hasta finales de 2016.
Tradicionalmente, un descenso en el precio del crudo anima el consumo. Los analistas de Goldman Sachs calculan que el precio del petróleo bajará un 15% en 2015, lo que supondrá una demanda añadida de 200.000 barriles diarios. También propicia un aumento de la confianza y de la actividad a nivel global. Estados Unidos ya se beneficia de unos costes de producción considerablemente más baratos, gracias al gas extraído mediante fracking. Pero “la situación en la eurozona es muy diferente. Lo primero porque una caída del precio de las materias primas va a exacerbar el temor a la deflación en la región y a un nuevo episodio de la crisis de deuda”, advierte Kenningham, de Capital Economics. “En esas circunstancias, el impacto sobre el consumo de un petróleo más barato apenas se va a notar y reforzará, en todo caso, los argumentos para un programa de compra a gran escala de bonos por parte del Banco Central Europeo”, recalca. Claro que ahí ya entran en juego otras derivadas.

diumenge, 15 de juny del 2014

Vientos de cambio

Post publicat al web d'Antonio Turiel The Oil Crash


jueves, 12 de junio de 2014



Queridos lectores,

Durante las dos últimas semanas se han producido varias noticias de gran impacto en el mundo de la energía, todas las cuales merecerían tener un puesto destacado en la primera página de los diarios y algunos minutos en los noticieros televisivos, cosa que por supuesto o bien no ha pasado o bien se ha disfrazado de otra cosa. Todas estas noticias implican una creciente angustia y preocupación por el futuro no ya de la energía sino de la economía mundial, y anticipan que el declive energético puede entrar en una nueva fase más rápida, en una caída más precipitada. Hagamos una revisión rápida de estos sucesos:

  • El World Energy Investment Outlook de la Agencia Internacional de la Energía: Como hace 11 años, la Agencia ha sacado un informe sobre las necesidades de financiación y oportunidades para inversores en el sector de la energía global. El informe ha causado un gran revuelo entre la comunidad concienciada con la crisis energética por dos motivos: porque indica que se necesitarán 48 billones (¡españoles!) de dólares en inversión en energía de aquí a 2035, y porque dice que el sistema europeo de precios para la electricidad garantizan que la red eléctrica europea no es sostenible. Respecto a la primera de las amenazas, hay que ponerla en contexto: 48 billones a gastarse en 22 años implica un gasto medio de 2,18 billones al año (comenzando por 1,5 billones este año y acabando por 2,5 billones el año 2035). Entiendo que todas estas cifras se dan en dólares constantes. Comparado con el PIB actual (2012) del planeta Tierra (unos 71,8 billones de dólares) ese gasto medio anual representa un 3% del PIB; significativo, pero no impresionante; incluso los 2,5 billones del 2035 representarían sólo el 3,5% del PIB de hoy en día. El problema, como apunta Gail Tverberg, es que la AIE está asumiendo un crecimiento de la economía mundial del 3,6% anual, cosa que viendo el actual frenazo económico parece cada vez más difícil y, lo que es peor, teniendo en cuenta el indisimulable ocaso del petróleo que conlleva que esta crisis no acabará nunca, en ese período tan dilatado de tiempo el PIB del planeta comenzará a contraerse. Lo cual es grave porque, aparte de que las previsiones de necesidades de inversión de la AIE son seguramente optimistas, en una situación de PIB menguante el peso del coste energético será cada vez mayor. Recordemos que, como indica James Hamilton, cuando el coste final de la energía excede del 10% del PIB una economía entra en recesión. Y los 48 billones que indica la AIE no son el coste total de la energía, sino sólo la inversión total necesaria (según ellos) para que siga fluyendo (y eso asumiendo que la OPEP cogerá el relevo de la fallida aventura americana del fracking, que el propio informe muestra que tiene las alas muy pequeñas). Es por ello fácil suponer que el precio de la energía es un porcentaje mayor del PIB global que ese 3% de costes de producción, y en una economía que no crece será muy fácil superar ese umbral de dolor del 10% del PIB, a partir del cual la economía entrará en una barrena irrecuperable  puesto que la recesión implicará menos inversión en energía y un aumento de precio de la misma que aún hundirá más la economía en una espiral mortal y por primera vez global. Con respecto al segundo riesgo que apunta la AIE, poca cosa hay que decir: el sector eléctrico europeo (recordemos, no obstante, que la electricidad representa un porcentaje minoritario, de alrededor del 20%, de todo el consumo de energía final en economías desarrolladas y sólo un 10% a escala global) está en crisis y las eléctricas no tienen demasiado interés en invertir en su mantenimiento y expansión; parece por tanto que los apagones serán inevitables en las próximas décadas. Para un análisis más en profundidad recomiendo el excelente artículo de Gail Tverberg en Our Finite World y también este otro de Richard Heinberg traducido al castellano.
  • El documento sobre la Estrategia Europea de Seguridad Energética: Hace dos semanas la Comisión Europea sacó una luz un documento de estrategia energética cuyo objetivo es el de preparar a la Unión a una posible interrupción repentina en el suministro de gas natural a Europa. Aunque no se dice abiertamente, el choque entre Occidente y Rusia por el caso de Ucrania está detrás de este planteamiento estratégico. La Comisión considera verosímil que pueda haber problemas este mismo invierno y ha encargado que se hagan a la menor dilación pruebas de estrés (stress tests) para ver la capacidad del sistema europeo de resistir a estas interrupciones. Aunque se habla mucho de gas natural, no se habla poco de petróleo, y en principio las pruebas de estrés son para todo el sistema energético, o sea que también se contempla una interrupción del suministro de petróleo;  aunque se enfatiza lo mucho que depende Europa del petróleo ruso, se le quita hierro a esta posibilidad dejando claro que Rusia hasta ahora ha dependido mucho de los refinados que le enviamos desde aquí  - pero, claro, hoy en día los movimientos de los países son cada vez más imprevisibles. Para combatir estos riesgos y en el breve plazo que resta - meses de aquí a invierno - los medios son favorecer interconexiones, apelar a la solidaridad entre los Estados miembros y apoyar la producción energética autóctona mediante renovables (ignorando todas las limitaciones de éstas últimas y que de hecho no están funcionando demasiado bien a nivel europeo, ya no en el caso particularísimo de España, sino en Alemania).
  • La producción de petróleo crudo y condensados de planta, descontando el tight oil de fracking, está cayendo ya: Matthieu Auzanneau se hace eco de este hecho en el último artículo de su blog, de donde tomo esta gráfica:
    Como Matthieu hace notar en la gráfica de arriba, la caída no se justifica ni descontando los países donde se está observando problemas serios (ahora hablaremos de ellos), con lo que la conclusión es que realmente la OPEP ya no puede más (cosa que se disfraza diciendo que "el mundo está bien abastecido" a pesar de la abundancia de evidencia en contrario). En particular, Arabia Saudita ha puesto a plena producción el campo de Manifa, cuyo petróleo fuertemente contaminado de vanadio y muy sulfuroso es muy difícil de refinar, y coloca este mal producto en mezclas de precio más barato. Era ya su última bala, no le queda nada más. Mal asunto, cuando el informe de la AIE que comentábamos al principio hacía reposar sobre los hasta ahora amplios hombros de la OPEP la responsabilidad de aguantar (petroleramente) al mundo.
  • La interrupción de las exportaciones de petróleo libio: Hace días transcendía la noticia de que Libia dejaría de exportar los exiguos 200.000 barriles de petróleo diarios que aún era capaz de producir para abastecer sus necesidades nacionales. Lo cierto es que después de la guerra relámpago de hace 3 años el país no se ha estabilizado sino que ha ido progresivamente colapsando, convirtiéndose en un reino de taifas, como evidencia la siguiente gráfica de producción petrolífera (casi la única exportación del país), sacada también del artículo de Matthieu Auzanneau:
    Antes de la guerra el país era capaz de producir más de 1,6 millones de barriles de petróleo diarios (Mb/d); ahora prácticamente nada. Las potencias occidentales no tienen capacidad para implantar su voluntad sobre un tablero de juego cada vez más grande y complejo, y los países, en vez de quedar controlados, colapsan. Y en una situación en que la producción de petróleo está en su máxima capacidad y bajando, los 1,6 Mb/d de Libia no son nada despreciables. O no lo eran.
  • La guerra civil en Irak: El paradigma de colapso incontrolado está viniendo del país que más tiempo llevaba bajo el nuevo orden petrolero del mundo: Irak, el eterno Eldorado del petróleo cuya producción debía pasar de los 3 Mb/d actuales a los 6 Mb/d en unos años e incluso llegar a 12 Mb/d algún día, resulta que también está colapsando. La guerra civil nunca cesó por completo y con la retirada de las tropas de los EE.UU. se fue agravando. El conflicto civil en la cercana siria ha favorecido que un movimiento yihadista que se mueve entre los dos países haya tomado fuerza y ahora haya conquistado la ciudad de Mosul, ciudad clave para el control del petróleo del Kurdistán por su refinería y por el paso del oleoducto Mosul-Haifa (situado bastante más al sur). Si el grupo armado sigue avanzando podrán tomar el control de una de las zonas más productivas del Irak y el sueño de la abundancia petrolera en el país se acabará para siempre; como demuestra el caso libio y la historia del propio Irak, cuesta décadas borrar las improntas de la guerra en una industria tan delicada como es la petrolera.
  • La inestabilidad general en algunos productores: La producción sigue cayendo en Angola y en Venezuela (en esta última, empujadas por las protestas y huelgas); el desastre ecológico del Delta del Níger tiene mucho que ver con el alzamiento de grupos como Boko Haram y hace huir algunos inversionistas del país, poniendo aún más en compromiso la producción; Yemen está a punto de colapsar, Egipto y Siria ya lo hicieron... la lista podría hacerse bastante más larga, pero creo que ya se hacen una idea.
  • El reconocimiento cada vez más sonoro de que las explotaciones de shale gas y shale oil con la técnica de fracking son completamente ruinosas económicamente: Hace poco más de un año abordamos aquí la escasa (o negativa) rentabilidad del fracking, y hace unos siete meses cómo se empezaban a manifestar los síntomas del hundimiento de esta burbuja financiera. Pues bien: parece que comienza a ser una verdad a voces.  Ahora es la mismísima Bloomberg quien ha hecho un análisis en profundidad de las pérdidas de las empresas del sector, llegando a la conclusión de que muchas de ellas desparecerán. No habrá, por tanto, salida al problema petrolero por aquí, aunque fuera provisional (hasta 2020, según reconocía la propia AIE). El modelo de importar energía exportando miseria, propiciado por la condición de moneda de reserva del dólar, ya no se sostiene más, y es que las compañías petroleras no pueden seguir invirtiendo en negocios de rentabilidad dudosa y se han lanzado a una agresiva desinversión con consecuencias nefastas para nuestro futuro inmediato. Esto ocasionará no que no aumente la producción de petróleo en un futuro inmediato, sino que el colchón que nos daba actualmente el fracking prácticamente se desvanezca en cuestión de meses. Añadido a todo lo comentado arriba pone en una nueva y más inquietante perspectiva el informe de la AIE, y hace comprender que su lenguaje moderado oculta una realidad cada vez más inquietante.


Después de tal colección de nefastas noticias, con malos augurios para nuestro futuro, ¿qué vemos? En vez de sonar las lógicas señales de alarma, lo único que se oye por estas latitudes y por muchas otras son las bocinas de los aficionados al fútbol, disfrutando como nunca de uno de los últimos campeonatos mundiales de este deporte. Habiendo fútbol, ¿quién tiene interés en ver que el mundo se desmorona? Y sin embargo, una parte de la muy futbolera población de la anfitriona del campeonato, Brasil, sale a la calle a decir que eso no, que así no...


Quizá son ellos la última esperanza de que no todo está perdido.

Salu2,
AMT