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dijous, 16 de març del 2017

Desigualdad y predistribución



Article publicat a El País

Garantizar el Estado de bienestar para todos exige que quienes sufragan con sus impuestos el grueso del gasto social colaboren. Sociedades donde la pobreza y la exclusión requieren asistencia pública son propicias para el populismo de derechas

De repente nos hemos puesto a hablar de desigualdad, insistentemente. Pero no siempre con el rigor debido. Hace dos meses, Julio Carabaña, en un ejercicio de sana provocación, sorprendió a propios y extraños argumentando en estas mismas páginas que la desigualdad no había aumentado significativamente. Al profesor Carabaña no le faltaban motivos ni evidencias para sugerir que algunos diagnósticos se habían exagerado. Pero creo humildemente que mi admirado colega nos cuenta tan solo una parte de lo que necesitamos saber acerca de la evolución de la desigualdad.

La desigualdad sí ha aumentado, notablemente. No tanto en la forma en que es finalmente experimentada (la desigualdad de renta disponible, a la que se refiere Carabaña) como en la desigualdad de partida, generada por las relaciones económicas que se producen en el mercado. Lo que se ha hecho más desigual es la distribución de ingresos derivados del empleo asalariado, el autoempleo y las ganancias de capital. El Estado de bienestar se ha encargado tradicionalmente de reducir la desigualdad de mercado con sus políticas fiscales y de transferencias monetarias (pensiones, prestaciones de desempleo, rentas mínimas, etc.). Es lo que se conoce como redistribución. Para evitar que un aumento de la desigualdad de mercado se traduzca en mayor desigualdad de renta disponible, el Estado debe incrementar su esfuerzo redistributivo.

Hacerlo tiene costes importantes, que capas crecientes del electorado se muestran reacias a aceptar. A medida que el Estado tiene que gastar más para garantizar el bienestar de todos, incluidos los colectivos más desfavorecidos, resulta más difícil conseguir que los segmentos de la población que sufragan con sus impuestos el grueso del gasto social colaboren en el empeño, lo que ocasiona conflictos distributivos: colectivos que se sienten ninguneados, territorios que se consideran fiscalmente maltratados, élites que desvían sus rentas a paraísos fiscales, etc. El auge de muchos populismos de derechas se nutre, en buena medida, de esta insatisfacción, exacerbada en sociedades con marcadas fracturas étnicas, donde la pobreza y la exclusión que requieren asistencia pública se concentran fundamentalmente en una infraclase particularmente vulnerable formada por minorías y poblaciones inmigradas.

En España, el coeficiente de Gini que mide la desigualdad de mercado (en una escala donde 0 representa una sociedad en la que todos tienen lo mismo y 100 una en la que uno lo acapara todo) ha pasado de 43,4 en 2007 a 50,8 en 2014, y en la zona euro de 49 a 51,9. El deterioro de este coeficiente en España durante los años de crisis es el más pronunciado en la UE tras Chipre.
“No tenéis derecho a quedaros lo que yo me he ganado”, repite el Tea Party
El Estado de bienestar todavía consigue reducir considerablemente estos índices (llevándolos aproximadamente a 34-35 en España). Pero en muchos casos se comienzan a tensar las costuras. Por un lado, algunos sectores sociales no encuentran alivio suficiente al sufrimiento provocado por la privación económica. Por otro, aparecen grupos que se sienten injustamente ignorados por las políticas sociales. Algunas de las mejores obras que se han escrito sobre el caldo de cultivo social que ha aupado a Trump a la presidencia de Estados Unidos (las de John B. Judis, J. D. Vance o Arlie Hochschild) retratan el descontento de una “clase media radical” (fundamentalmente blanca), situada entre una élite económica cosmopolita que se distancia a pasos agigantados del “americano medio” (en términos de renta, estilo de vida y valores) y una clase desfavorecida (generalmente perteneciente a minorías) a la que creen que se prodiga atenciones “inmerecidas”. Un eslogan del Tea Party recoge bien ese sentimiento: “no tenéis derecho a quedaros lo que yo me he ganado”.

En este contexto algunos académicos e intelectuales progresistas reclaman una nueva aproximación a la lucha contra la desigualdad, que pueda ayudar a reflotar la estrategia socialdemócrata. Es el llamado enfoque de la predistribución. Sus partidarios comparten la preocupación por corregir las desigualdades ex–ante, cuando se originan en el mercado, y la necesidad de preparar a la ciudadanía para lidiar con ellas (empoderarla).

Sobre la mesa se han puesto básicamente dos modalidades de propuestas de predistribución. Una primera reclama intervenir en el funcionamiento de los mercados para corregir activamente las ineficiencias que produce una desregulación excesiva. Es lo que Jacob Hacker, uno de sus principales promotores intelectuales, denomina “acertar con la macroeconomía” (getting the macroeconomy right). En lo últimos tiempos se ha evidenciado que el capitalismo laissez faire produce importantes externalidades negativas cuyo coste no es internalizado por quienes lo generan. Se evidencia también que en sociedades muy desiguales, donde las élites económicas disfrutan de una gran capacidad para comprar voluntades y favores políticos, la extracción de rentas es endémica, y los mercados realmente existentes se parecen poco a los modelos estilizados que aparecen en los manuales de macroeconomía.

La lucha contra los desequilibrios puede ayudar a reflotar la estrategia socialdemócrata
Dentro de esta modalidad de predistribución, en el menú de políticas públicas admisibles, se admite espacio para cierto margen de ineficiencia económica, de efectos limitados y controlables, si ayuda a corregir la desigualdad: regulando el acceso a ciertos bienes básicos, fijando el salario mínimo o algunas prestaciones en relación a umbrales de referencia actualizados, otorgando protagonismo a los procesos de negociación colectiva en la determinación de salarios, limitando los salarios más altos. Se argumenta, y existe evidencia al respecto, que la mayor igualdad finalmente conseguida puede propiciar crecimiento económico.

La segunda modalidad de predistribución propuesta está encaminada a promover la capacitación y el empoderamiento de los individuos en un mundo más incierto y volátil, donde van a estar expuestos a vaivenes de la economía, episodios disruptivos en su vida personal y familiar, y riesgo de precariedad. En el centro de la agenda estaría la idea de dotar a los individuos de competencias que les permitan manejarse en la adversidad, evitando que puedan quedar “relegados” o atrapados en ciclos perversos que erosionen sus oportunidades vitales. Las políticas de apoyo a la primera infancia, la educación, las ayudas a la emancipación, la formación a lo largo de la vida, las políticas de activación se convierten, en este marco, en estrategias prioritarias.

Está por ver si los programas de predistribución y empoderamiento pueden contribuir a robustecer el músculo electoral de la socialdemocracia, pero parece claro que las propuestas conectan con un diagnóstico ajustado de lo que está sucediendo con la evolución contemporánea de las desigualdades. Algo que en tiempos de cólera populista se echa muy en falta.

 Pau Marí-Klose es profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza.

diumenge, 8 de maig del 2016

La clase media pierde tres millones de personas por la crisis

Article publicat a El País 

Los hogares con renta más baja crecen al pasar del 31,2% al 38,5% del total







Fuente: Fundación BBVA EL PAÍS / Atlas
La clase media ha menguado con la crisis. Las personas que en 2004 vivían en hogares con un nivel de renta medio llegaban al 59%. Tres años más tarde el porcentaje creció. Llegó al 60,6% y tocó techo. A partir de ahí no ha dejado de caer. En 2013, bajó al 52%, según un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y la Fundación BBVA. En total, en esos nueve años la clase media habría perdido cerca de 3,5 millones de personas.
La crisis ha traído un descenso de la renta disponible de las familias. Hasta 2007 crecía, llegó a acercarse a una media de 28.000 euros. Ese año tocó techo. Desde entonces no ha hecho más que caer. En 2013, último año comprendido por el estudio, ha quedado en poco más de 22.000 euros, un 20% menos que seis años antes.
Esta reducción no ha sido uniforme. La distribución de personas según el nivel de renta de los hogares en que residen lo muestra con claridad. En 2007, el 60,6% de la población española, formaban parte de familias que se podían considerar de clase media. En la clase baja, el 26,6%. El resto, 12,8% en la alta.
Seis años después —el estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y el BBVA analiza el periodo comprendido entre 2004 y 2013— la parte de abajo de la pirámide había crecido significativamente. Las personas que se podían considerar clase baja habían pasado a 38,5%.
Los integrantes de hogares con rentas medias bajaron en más de ocho puntos porcentuales, hasta el 52,3% y cayeron hasta poco más de 24 millones. En seis años, este colectivo ha menguado en unos 3,5 millones de personas.
La metodología seguida por el catedrático de Análisis Económico, Francisco Goerlich, y su equipo para clasificar a los hogares según su nivel de ingresos comienza por hallar la mediana, los ingresos que dividen a la población en dos mitades exactas según tengan una renta mayor o menor. Una vez hallada la medidana establece la división en tres grupos: los que disponen ingresos menores al 75% de la mediana, los que ingresan entre el 75% y el 200% de la mediana y los que se sitúan por encima del último dato.

Sube la desigualdad

La consecuencia ha sido el incremento de la desigualdad. Según el índice Gini (un termómetro que mide la igualdad en la sociedad en el que cero sería la igualdad absoluto y 100 la máxima), se aprecia que entre 2004 y 2013 ha subido de 32,2 puntos a 35,4.
“El principal origen de estos resultados es lo sucedido en el mercado de trabajo”, señala Francisco Goerlich, “la impresión que predomina es que las políticas públicas han perdido fuerza redistributiva, pero en realidad lo que ha ocurrido es que no han compensado por completo los cambios que la crisis y el deterioro del empleo han provocado en la distribución de la renta entre los hogares”.
“El factor más importante es el cambio en la intensidad de trabajo: aumento del desempleo, del trabajo temporal y del trabajo a tiempo parcial”, abunda la presentación del estudio. “Tres cuartas partes del incremento en la desigualdad se deben a la disminución en la intensidad de trabajo de parte de los hogares”, continúa Distribución de la renta, crisis económica y políticas redistributivas.
Explican los investigadores del IVIE que la caída de ingresos ha sido más importante en los hogares con menores niveles de renta, “lo que, además, ha empeorado su posición relativa debido, en especial, a factores relacionados con el deterioro del mercado de trabajo”, insiste.
Una de las conclusiones sobre salarios a las que llega el estudio es que “la distribución salarial es cada vez más homogénea en estos años si se comparan solo los ingresos de los asalariados a tiempo completo, porque la crisis expulsó del mercado a una proporción mayor de empleados con bajos salarios”. “La heterogeneidad aumenta cuando se incluyen en la comparación los asalariados a tiempo parcial y, sobre todo, los autónomos, un colectivo entre cuyos miembros hay una gran disparidad de ingresos”, zanja.




El impacto de las políticas redistributivas


Las políticas públicas contribuyen a aliviar los efectos que la crisis ha producido sobre la desigualdad en España, especialmente las de transferencias monetarias. Según los cálculos del IVIE y la Fundación BBVA, esta es un 45,7% menor de lo que es actualmente gracias a ellas.
El mayor impacto procede de las pensiones. Detrás de ellas están las prestaciones y los subsidios de desempleo y la educación. Completan el elenco el desembolse sanitario y las exenciones sobre los impuestos directos.

dilluns, 11 d’abril del 2016

El falso auge tecnológico puede estar condenándonos al estancamiento económico

Publicat a MIT Technology Review
A pesar del atractivo de las 'apps' y las redes sociales, las tecnologías digitales contribuyen poco a la prosperidad global de la que disfrutaron generaciones anteriores
  • VIERNES, 8 DE ABRIL DE 2016
  • POR DAVID ROTMAN
  • TRADUCIDO POR TERESA WOODS
Publicaciones analizadas 
Hacia finales de 1879, Thomas Edison probó la primera bombilla eléctrica, Karl Benz inventó un motor de combustión interna operativo, y un inventor británico llamado David Edward Hughes transmitió una señal a través de varios cientos de metros. Todo eso pasó en tres meses y representa solo alguno de los increíbles avances que, según el economista de la Universidad de Northeastern (EEUU) Robert J. Gordon, dieron lugar al"gran siglo", experimentado entre 1870 y 1970, un período de crecimiento económico y mejora en el nivel de vida de muchos estadounidenses sin precedentes.

El libro intenta refutar las opiniones de los que Gordon denomina "tecnoptimistas". Se refiere a aquellos que creen que actualmente vivimos una época de esplendor gracias a los nuevos inventos digitales, capaces de redefinir nuestra economía y mejorar sustancialmente nuestro modo de vida. Para el autor, esto es absurdo. Sólo hemos de considerar los datos económicos: no hay pruebas de que se esté produciendo tal transformación.
Para la mayoría de los estadounidenses, los sueldos simplemente no están manteniendo el ritmo. Los ingresos se han reducido entre 1972 y 2013. Y no van a mejorar, según las predicciones de Robert Gordon.
El aumento de la productividad, que permite que las empresas y naciones crezcan y florezcan y permitiría que los trabajadores ganen más dinero, ha sido pésimo durante más de una década. Aunque parezca que se están produciendo muchas innovaciones, "la ralentización [de la productividad] es un hecho", según me explicó el economista del Banco de la Reserva Federal de San Francisco (EEUU) John Fernald. En un trabajo reciente, Fernald y sus compañeros rastrearon esta desaceleración hasta el año 2004, y encontraron que los últimos cinco años han sufrido el aumento más lento de la productividad jamás registrado en Estados Unidos (los datos se remontan hasta finales del siglo XIX).
Fernald afirma que la tecnología y la innovación representan "una gran parte de la historia". Algunos tecnoptimistas han sugerido que los beneficios de las apps, la computación en nube y las redes sociales no están reflejados en las medidas económicas. Pero incluso de ser así, su efecto total no tiene tanta relevancia. Fernald encontró que cualquier crecimiento impulsado por tales avances digitales ha resultado insuficiente para superar la carencia de unos progresos tecnológicos más amplios.

Gordon no es el primer economista que parece poco impresionado por las tecnologías digitales actuales. Tyler Cowen de la Universidad George Mason (EEUU), por ejemplo, publicó El gran estancamiento (The Great Stagnation) en 2011, en el que advertía que lasapps y las redes sociales estaban teniendo un impacto económico limitado. Pero el libro de Gordon destaca por el contraste entre la ralentización actual con los avances radicales e impresionantes de las primeras tres cuartas partes del siglo XX. Durante el transcurso de más de 750 páginas, describe cómo las vidas estadounidenses fueron transformándose gracias a la electrificación de las casas, la ubiquidad de los electrodomésticos, la construcción de extensos sistemas de trenes subterráneos y algunos avances médicos como el descubrimiento de los antibióticos.
Foto: El gráfico muestra la evolución de la productividad total. Alcanzó su nivel máximo durante la década de 1940 y se mantuvo fuerte hasta la década de 1980. Cada barra representa el crecimiento medio durante la década anterior a la fecha mostrada (la última barra comprende desde el año 2011 hasta 2014). Crédito: Robert J. Gordon, 'The Rise and Fall of American Growth'.
De alguna manera, puede que la historia más interesante e inquietante sea la que Gordon cuenta con cifras. Los economistas generalmente definen la productividad como la producción total de los trabajadores durante una hora. Depende de las aportaciones de capital (como equipos y software) y la mano de obra; ya que la gente es más productiva si dispone de más herramientas y habilidades. Pero las mejoras en esas áreas no reflejan todos los aumentos de productividad producidos con el paso del tiempo. Los economistas atribuyen el resto a lo que denominan "la productividad de todos los factores".
Este concepto representa una especia de cajón de sastre que engloba todo, desde nuevos tipos de máquinas hasta prácticas empresariales más eficientes. Pero, como escribe Gordon, es "nuestra mejor herramienta para medir el ritmo de la innovación y de los progresos técnicos". Entre 1920 y 1970, la productividad estadounidense de todos los factores creció al ritmo del 1,89% al año, según Gordon. Entre 1970 y 1994, siguió subiendo a un ritmo del 0,57%. Entonces las cosas se vuelven más interesantes. Entre 1994 y 2004, volvió a subir hasta el 1,03%. Esto se debió al gran impulso de las tecnologías de la información (IT, por sus siglas en inglés), concretamente, los ordenadores conectados a internet ,y las consiguientes mejoras en nuestra forma de trabajar.
Pero la revolución IT fue breve, sostiene Gordon. Y allí, concluye, es probable que nos quedemos, avanzando a un lento ritmo de progresos tecnológicos que nos limitará a un decepcionante crecimiento económico a largo plazo. Estas cifras importan. Tal crecimiento desgastado de productividad imposibilita una rápida expansión económicay las mejoras del nivel de vida, describe el economista. La falta de una fuerte productividad para impulsar el crecimiento económico, junto con lo que Gordon denomina como los "vientos en contra" a los que se enfrenta el país, como la creciente desigualdad y los descendientes niveles educativos, ayudan a explicar el dolor financiero sufrido por muchos. Para la mayoría de los estadounidenses, los sueldos simplemente no mantienen el ritmo. Salvo en el caso de los mejores remunerados, los ingresos reales de hecho se redujeron entre 1972 y 2013. Y Gordon asegura que no van a mejorar. Predice que los ingresos disponibles medios crecerán a un deprimente ritmo del 0,3% anual hasta 2040. 
Conseguir que Estados Unidos sea grande de nuevo
No es de extrañar que muchos estadounidenses estén disgustados. Perciben que nunca disfrutarán de la misma seguridad económica que sus padres o abuelos. Y lo que resulta más preocupante para algunos es que sus hijos también tendrán que luchar por asegurar su futuro. Gordon cree que probablemente tienen razón. Si los robustos progresos económicos de la primera mitad del siglo XX ayudaron a generar un ánimo nacional de optimismo y fe en los progresos, ¿han generado décadas de un crecimiento de productividad mucho más lento una era de malestar y frustración? Gordon proporciona algunas ideas acerca de esa cuestión, pero las pistas nos rodean.
Foto: El gráfico muestra el crecimiento medio anual de la productividad. Crédito: Robert J. Gordon, 'The Rise and Fall of American Growth'. 
El enfado a causa de la economía desde luego se está manifestando en las actuales elecciones presidenciales. El candidato republicano líder se compromete, de forma algo abstracta, a "hacer que Estados Unidos sea grande otra vez". Y las campañas demócratas hacen eco de unos vagos sentimientos similares, especialmente el plan económico de Bernie Sanders que propone lograr un crecimiento de productividad de un 3,1%, un nivel que no se observa desde hace décadas.
También existen pistas de que la falta de crecimiento económico a largo plazo está afectando negativamente a los estadounidenses. A finales del año pasado, los economistas de la Universidad de Princeton (EEUU) Anne Case y Angus Deaton describieron una inquietante tendencia entre 1999 y 2013 entre hombres blancos entre las edades de 45 y 54 años de edad: un aumento sin precedentes de la morbilidad y mortalidad.
Este grupo de estadounidenses estaba experimentando más suicidios, sobredosis y alcoholismo. Los motivos no están claros. Pero los autores sugirieron con cautela una posibilidad: "Después de la ralentización de la productividad a principios de la década de 1970, y con el aumento de la desigualdad, muchos miembros de la generación del baby boom son los primeros en encontrarse en la mediana edad con que no llegarán a alcanzar una situación más aventajada que sus padres".
Especular sobre cómo la falta de progresos económicos han afectado al ánimo del país sería arriesgado. También se han visto intensos enfados políticos durante períodos de fuerte crecimiento económico, como la década de 1960. Y el pantano económico actual no puede ser atribuido totalmente al pobre crecimiento de la productividad, ni siquiera a la desigualdad. Aun así, ¿es posible que la falta de progresos tecnológicos nos esté condenando a un futuro preocupante, incluso en un momento en el que celebramos nuestros últimos dispositivos y capacidades digitales - y convertimos en héroes a nuestros tecnólogos líderes?
¿Cómo saberlo?
Mientras que la disposición de Gordon para especular acerca de lo que nos deparará el futuro representa uno de los puntos fuertes de su libro, su escepticismo generalizado acerca de las tecnologías de hoy a menudo parece injustificado, e incluso arbitrario. El autor califica de limitado el potencial de avances digitales como la impresión 3D, la inteligencia artificial y los coches autónomos para mejorar la productividad.
También obvia el impacto potencial de recientes avances en la edición genética, la nanotecnología y otras áreas. No hace falta ser un tecnoptimista para creer que unas tecnologías con potencial para cambiarnos la vida no representan algo del pasado. En su libro, ¿Está muerta la innovación? (Is Innovation Over?), Tyler Cowen reconoce el "estancamiento de los progresos tecnológicos" pero concluye que existen amplios motivos de esperanza para el futuro. Según el autor, "hay más gente dedicada a la ciencia que nunca, más ciencia que nunca. En [la inteligencia artificial], la biotecnología y [los tratamientos] para las enfermedades mentales se divisan grandes avances". Cown continúa: "No sugiero que se vayan a producir mañana mismo, podrán ocurrir dentro de 15 o 20 años. Pero, ¿cómo se podría saber que no sucederán?".
De algún modo, el libro de Gordon representa una contrapartida útil de la opinión popular de que nos encontramos en medio de una revolución tecnológica, según el economista Daron Acemoglu del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU), que lo considera "un debate sano". Acemoglu asevera: "Los tecnoptimistas han disfrutado de una época demasiado larga sin llegar a ser cuestionados". Pero, considera que resulta difícil aceptar el argumento de Gordon de que estamos experimentando una ralentización de la innovación. Según sus palabras: "Bien puede ser que estas innovaciones no se hayan traducido en productividad. Pero si consideramos sólo las tecnologías que han sido inventadas [recientemente] y que se encuentran tan cerca de implementarse durante los próximos cinco a 10 años, son increíblemente ricas. Simplemente resulta muy difícil pensar que nos encontramos en una era de escasez de innovación". El experto considera que "para asegurar a plazo aún más largo que no traduciremos esas innovaciones en un crecimiento de la productividad no es un argumento que resulte fácil de defender". Una de las limitaciones del libro de Gordon, según Acemoglu, es que no explica los orígenes de la innovación, tratándola como "maná caído del cielo". Resulta fácil "afirmar que la productividad nace de la innovación. Pero, ¿de dónde viene la innovación, y cómo afecta a la productividad?", se pregunta.
Si estamos condenados a un futuro de duros momentos económicos será determinado en parte por cómo empleemos la innovación y compartamos los beneficios de la tecnología. 
Mejores respuestas a tales preguntas podrían ayudarnos a entender no sólo cómo los avances técnicos de hoy podrían impulsar la economía, sino también a asegurar que implementemos estas tecnologías de forma que maximicen sus beneficios económicos. Si estamos condenados a un futuro de duros momentos económicos será determinado en parte por cómo empleemos la innovación y compartamos los beneficios de la tecnología. ¿Invertiremos en la infraestructura que sacaría el mayor provecho a los coches autónomos? ¿Proporcionaremos acceso a la medicina avanzada a una parte amplia de la población? ¿Desarrollaremos nuevas herramientas digitales al creciente segmento de la fuerza laboral con trabajos dentro de la atención médica y los restaurantes, permitiendo así que sean empleados más productivos? Puede que Gordon tenga razón: los grandes inventos de finales del siglo XIX cambiaron nuestras vidas hasta un grado que nunca podrá ser igualado. Ni se volverán a observar muchas de las circunstancias que fueron tan favorables a los progresos económicos durante esa era. Pero si logramos un mejor entendimiento del potencial de las invenciones de hoy, que ya son bastante increíbles, podríamos generar políticas e inversiones que permitan que sean plena y justamente implantadas, al menos tendremos una oportunidad de alcanzar de nuevo un robusto crecimiento económico.

diumenge, 18 d’octubre del 2015

AMPLIACIÓ:La Taula del Tercer Sector aposta per un “impost de la renda negatiu” per a aquelles persones sense ingressos

Notícia publicada a Vilaweb
 
Oriol Illa, president de la Taula del Tercer Sector -que agrupa tres mil entitats socials de Catalunya-, ha demanat la creació d’una nova figura en la declaració de la renda que permeti a les persones sense ingressos fer una “declaració de renda negativa” i rebre una prestació per cobrir necessitats bàsiques. A l’espai “l’Entrevista del diumenge” del canal 324, Illa ha lamentat que tant a Catalunya com a l’estat espanyol “el nostre sistema no és capaç de redistribuir la riquesa i de protegir a les persones que estan en risc d’exclusió social”, tot i que s’ha detectat durant “set trimestres consecutius” un creixement econòmic. Dissabte es commemorava arreu el mel Dia Internacional Contra a Pobresa.
Oriol Illa troba “inadmissible” que gairebé el 21% de la població estigui sota el llindar de la pobresa. “Cal una reforma fiscal”, ha instat Oriol Illa, “caldria recuperar cinc dels vuit punts que s’han rebaixat en els tipus marginals per a les rendes més altes i revertir-los en les persones que no tenen cap ingrés. Econòmicament és viable”, ha valorat.Illa ha comentat que la Taula del Tercer Sector ja ha consultat amb els sindicats de tècnics de l’Agència Tributària, que creuen que l’impost de la renda negatiu no solament és factible, sinó desitjable. Sobretot perquè contribuiria a fomentar el consum de béns de primera necessitat, fet que afavoriria la reactivació de l’economia. Un dia després de la commemoració del Dia Internacional de Lluita contra la Pobresa, el president de la Taula del Tercer Sector ha deplorat el decret que el govern espanyol vol aprovar per tal que el 0,7% de l’IRPF dedicat a finalitats d’interès social vagi exclusivament a entitats socials d’àmbit estatal. Si s’aprova, la meitat de les entitats socials catalanes que reben fons de l’IRPF deixarien de percebre’ls, ha assenyalat Illa.

diumenge, 12 d’abril del 2015

El FMI atribuye al paro y al bajo poder sindical el aumento de la desigualdad

Article publicat a  El País

 El Fondo premia un informe de sus técnicos que apunta a la dispersión de sueldos como motor de la brecha social


Un grupo de personas buscan en bolsas de basura alimentos a las puertas de un centro comercial en la calle Alberto Aguilera, en Madrid, en una imagen de archivo. / Luis Magán

El aumento de la desigualdad se debe sobre todo en la creciente brecha de los sueldos -y esta, al ritmo escopeteado de los salarios más altos- y no tanto al hecho de que las rentas del trabajo pierdan peso frente al capital. Y las diferencias de los ingresos se reducen cuanto mayor es el poder de los sindicatos, cuanto más formada está la población y cuanto más fuerte es el Estado del Bienestar. Estas son las conclusiones de un informe elaborado por técnicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y que la institución acaba de premiar esta semana.i

La brecha social en el mundo, tanto en países emergentes como en desarrollados, se ha colocado en el centro del debate de la política económica después de una Gran Recesión que ha polarizado la riqueza y un modelo de recuperación que también reparte los progresos de forma poco equilibrada. El trabajo premiado, La distribución de los ingresos y su papel en la explicación de la desigualdad (elaborado por Carlos Mulas, miembro del departamento fiscal del FMI y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, junto a Maura Francese) usa una combinación de datos macroeconómicos y encuestas de ingresos familiares entre 1970 y 2013 medido por el índice Gini.

más información

Por cada 10% que aumenta la brecha salarial, la desigualdad medida por el coeficiente Gini (el sistema más extendido) sube un 9%, según el estudio. Eso no implica que el mayor peso del capital en el total de la riqueza no haya influido en la tendencia, pero sin ser lo decisivo. Si la participación de los sueldos en la renta nacional en los países del G7 ha bajado un 12% en las tres últimas décadas, la desigualdad lo ha hecho un 25% en tres décadas.

El factor más determinante de la desigualdad no es la proporción de riqueza que va al trabajo o al capital, sino la dispersión de los salarios, que se ha incrementado notablemente en el pasado como resultado del crecimiento de los salarios de la parte alta”, concluye el informe. Y esta dispersión tiene sus motivos: mientras “una mayor globalización financiera y desempleo se asocian a una mayor diferencias de salarios”, apunta el documento, “la mayor sindicalización en la industria, la mayor formación de los trabajadores y el mayor gasto del Estado” ayudan a reducir la distancia entre los sueldos más altos y bajos.

Si se toman los países con mayor y menor brecha del G7 en los últimos 30 años, el aumento de la desigualdad en los ingresos disponibles ha alcanzado el 25% en Estados Unidos y el 35% en Reino Unido, frente al 10% en Alemania. En cambio, en Francia la desigualdad es menor que en los 70 y mediados de los 80, y ha sido bastante estable desde los 90 con un repunte en los últimos años. En un ejercicio de descomposición de esta brecha, los autores concluyen que la dispersión de los ingresos explica el 75% del aumento de la desigualdad en Alemania y más del 90% y 95% en EE UU y Reino Unido, respectivamente, así como el 100% de la variación en Francia.

Una caída del 10% de la participación del trabajo en la riqueza, en cambio, solo conduce a un aumento de la desigualdad del 0,9%, y esto tiene peso sobre todo en las economías emergentes, frente a los países desarrollados, donde los salarios son cruciales.

El informe concluye que si los gobiernos quieren evitar aumentos de la brecha social deberán atender a la evolución de los sueldos, lo que incluye la influencia que puedan tener los cambios en los diferentes marcos laborales o en las instituciones. También las políticas públicas dirigidas a mejorar la formación resultan vitales así como las medidas de política fiscal que corrigen la desigualdad.

 


divendres, 23 de maig del 2014

Seguridad en la renta: ¿por qué los sindicatos deberían hacer campaña por una renta básica?



Traducció de l'article  Income security: why unions should campaign for a basic income

Guy Standing (por la traducción, Rafael Granero[i])

Summary
This article argues that because of the changing character of work and labour in the context of globalisation, progressives and particularly trade unionists could make a basic income a key part of their agenda. It considers the standard objections and then reviews the various advantages of moving in that direction, towards the realisation of a republican or claim right.

Resumen

En este artículo se argumenta que debido al carácter cambiante del trabajo y de la mano de obra en el contexto de la globalización, los progresistas y en particular los sindicalistas podrían hacer de la renta básica una parte clave de su agenda. Considera las objeciones estándar y luego revisa las diversas ventajas de avanzar en esa dirección, hacia la realización de un derecho republicano o de seguridad de ingresos [claim right]).

"Hay una marea en los asuntos de los hombres, Que, tomada en pleamar, conduce a la fortuna” (1)

La ansiedad, la inseguridad y la incertidumbre -estos son los sentimientos expresados por un gran número de trabajadores y mucha otra gente en todo el mundo. Existe un consenso cada vez mayor sobre las razones- la globalización, el capitalismo de consumo, las desigualdades de varios tipos, la inseguridad del empleo y el desempleo, los salarios flexibles, la erosión y la reestructuración del Estado de bienestar, la violencia social y la falta de redes de apoyo social (2).
En medio de todo esto, los sindicatos han tenido dificultades para mantener su poder de atracción. Muchos lamentamos el resultado, y sabemos con seguridad que la sociedad necesita organizaciones fuertes para proteger y promover los derechos de todos sus miembros, y que sin ellas las inseguridades se multiplicarán. Sin embargo, los sindicatos tienen que repensar la forma de atraer a la gente a medida que transitan su vida laboral. Mientras reflexionan, creo que los sindicatos deberían defender una renta básica como parte de una estrategia para la seguridad económica y la redistribución. Los sindicatos siempre han dado lo mejor de sí cuando han apelado a una visión del futuro, en lugar de aferrarse a los logros del pasado. Deberían estar dispuestos a ser la vanguardia de esta estrategia, que debería centrarse en los problemas de distribución de nuestro tiempo. Pido a los lectores ser lo más abierto posible a las nuevas ideas y repensar viejas ideas que podrían haber rechazado en otro momento.
Estamos experimentando una gran transformación en la forma en que funciona el sistema económico y en la relación entre las fuerzas económicas y la sociedad. En el pasado inmediato, magníficamente expuesto por Karl Polanyi, cada transformación ha creado un período de inestabilidad, donde se rompieron los viejos sistemas de regulación, de protección social y de redistribución. En los períodos estables, esos sistemas ayudaron a moderar las inseguridades y desigualdades, al menos lo suficiente para que la mayoría de la gente tolerara su suerte, por "la incorporación de la economía en la sociedad '. Dicho brevemente, cuando los sindicatos estaban en una posición de fuerza, entre 1945 y el año 1975, el tripartismo (Nota del autor: ¿Administración, partidos y sindicatos?) y el estado del bienestar realizaron esas tres funciones razonablemente bien. Desde entonces, las desigualdades e inseguridades se han multiplicado.
Da igual que el sistema antiguo fuera bueno o malo, no hay vuelta atrás. Ahora, el reto es identificar los nuevos sistemas de regulación, protección social y redistribución que moderará las inseguridades sin socavar el dinamismo económico que está impulsando la economía global.

El contexto global

Al reflexionar sobre la reforma viable y deseable de la política social, es esencial tener en cuenta dos grandes cuestiones que marcan el contexto. Para ser estable y próspera, toda sociedad necesita integrar las fuerzas económicas de la sociedad y moderar las inseguridades y desigualdades que enfrenta la mayoría de la gente común mediante un sistema de regulación, un sistema de protección social y un sistema de redistribución. La primera pregunta es: ¿Cuáles son los sistemas adecuados para un mundo con una economía abierta en pleno proceso de globalización?.
No es éste el lugar para tratar de dar una respuesta detallada. Pero es importante darse cuenta de qué no es una respuesta y ver qué opciones son factibles. En primer lugar, en una economía abierta el medio más eficaz y que empodera a los trabajadores y otros actores en todos los niveles de toma de decisiones y de negociación es la regulación contra las malas políticas y prácticas laborales y sociales, lo que significa órganos colectivos, y no sólo mecanismos individualistas informales, aunque éstos sean necesarios también. Es obvio para la mayoría de los observadores que dichos organismos colectivos no pueden confiar en los viejos modelos; los sindicatos deben mejorar su demanda de derechos de la ciudadanía y ser campeones del igualitarismo.
En segundo lugar, para la protección social, los regímenes de seguro social de estilo antiguo son limitados, costosos y posiblemente disfuncionales en sociedades caracterizadas por la flexibilidad del mercado laboral, la informalización económica y la fluidez de participación en la fuerza laboral. Planes de asistencia social y de comportamiento condicional con verificación de recursos tales como workfare son aún menos viables si se quiere promover la protección social universal (3). [Workfare es un programa de trabajo importado al Reino Unido del modelo estadounidense por el cual a las personas desempleadas de larga duración se les obliga a trabajar (como cualquier otro trabajador), adquirir experiencia y así poder reinsertarse en el mundo laboral, estas personas están obligadas a acudir a la llamada del trabajo no remunerado bajo amenaza de pérdida del subsidio.] Las deficiencias de los sistemas deben hacernos pensar en esquemas más universalistas, incluso aunque existan otros motivos para hacer lo que ahora se hace.
Por lo que hace al sistema más adecuado de redistribución, debemos reconocer que en una economía globalizada los impuestos directos progresivos poco puede hacer, e incluso los gobiernos progresistas los han abandonado como un medio de extender la redistribución. En realidad, la política fiscal se ha vuelto más regresiva, empeorando la desigualdad. Los impuestos sobre el capital se han reducido, el impuesto sobre el trabajo ha aumentado, mientras que los subsidios para el capital han aumentado y los subsidios para la mano de obra han caído.
Esto nos lleva a la segunda pregunta del millón. Cada gran transformación depende de la resolución del conflicto social sobre la distribución de los activos clave en esa época en particular. En una época de desmoronamiento del feudalismo, la lucha fue por la tierra; bajo el capitalismo industrial, la lucha era de los medios de producción, lo que llevó a enfatizar la nacionalización de los que detentaban una "alta posición dominante (commanding heights)" en la economía. ¿Cuáles son los activos clave en la era de la globalización? ¿Cuáles son los activos por los que los jóvenes progresistas del mundo -a los que las organizaciones colectivas debe apelar si quieren prosperar- desearán luchar para obtenerlos? Dicho sin rodeos, esos activos son sin duda el capital financiero, el medio ambiente (un espacio de calidad en el que vivir de forma saludable) y el tiempo (tiempo de calidad en el que desarrollarse a través del trabajo y el ocio, con control sobre el propio desarrollo), que en conjunto podrían prometer seguridad económica. La justificación de esta elección se proporciona en otro lugar (4). Baste indicar que si se acepta que estos son los principales activos de la época sobre la que queremos tener más control, entonces debemos evaluar las políticas y las instituciones en función de si éstas nos ofrecen o no la posibilidad de obtenerlos.
El mundo moderno se caracteriza por la búsqueda frenética de las ganancias y posesiones.
Los ingresos y la riqueza se concentran cada vez más en el capital financiero. Si queremos reducir la desigualdad, todos los ciudadanos deberían compartir ingresos y riquezas, lo que significa un renovado interés en la democracia económica. Los derechos económicos y la democracia seguramente estarán en el centro del pensamiento progresista en los próximos años. Entre las ventajas de la propiedad colectiva y individual generalizada del capital financiero estaría que el control social, incluyendo el control del comportamiento ecológicamente irresponsable de las corporaciones, sería ejercido sobre la rapacidad flagrante tan destacadamente demostrada por Enron y otros en los últimos años.
No es éste el lugar para desarrollar esa línea de pensamiento. Existe otro activo clave que sí es relevante aquí: tiempo de calidad. Hay una crisis singularmente moderna, la mercantilización de la existencia humana. La globalización no es sólo la financiarización del capitalismo, también se basa en la difusión de un consumo insaciable manipulado por una publicidad constante. Así, la instrumentación de la mano de obra triunfa sobre la ética de trabajo, ética que recogería la artsania, la creatividad y el trabajo reproductivo (cuidado de la familia). La sociedad de “empleados (tenedores de trabajo)”, tan temida por Hannah Arendt, está ganando terreno (5). [The jobholder society: Para Arendt, la sociedad de los empleados que ocupan puestos es la sociedad que "demanda de sus miembros un funcionamiento automático puro, como si su vida individual en realidad hubiera sido subsumida en el proceso general de la vida de las especies"; el empleo, para Arendt, se hace instrumental para el Capital: materia de oferta y demanda, y los empleados son expulsados de su condición cuando la demanda -o los salarios- cae (Arendt, The Human Condition, 1958, p. 322)] Los trabajos son principalmente instrumentales.
Cada vez para más y más personas se da algo similar a la vieja broma soviética, “Ellos fingen pagarnos, nosotros fingimos trabajar”. La variante emergente podría ser, “Ellos fingen que mi trabajo es importante, yo finjo creérmelo”. Consumir es la meta. Junto con el conocido aforismo: "Yo compro, luego existo", hay que añadir: "Yo trabajo, luego puedo comprar”. Existe un frenesí subyacente, para ganar más dinero, para trabajar más y con mayor intensidad, para llevarse el trabajo a casa y para llevarse la casa al trabajo. La intensificación del trabajo está amenazando nuestra capacidad de restituir la salud física y mental desgastada. No sólo los japoneses están sufriendo de karoshi (muerte por exceso de trabajo). Además existe una enfermedad moderna de presentismo, trabajando "en el puesto de trabajo ", incluso cuando sería aconsejable para la salud tomarse un tiempo libre. [http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/04/10/actualidad/1397159734_559709.html: “Los consultores e ingenieros franceses que desempeñan cargos de responsabilidad pueden respirar más tranquilos: estarán obligados a apagar durante 11 horas diarias los móviles y ordenadores que les conectan con la oficina. Y las empresas deberán supervisar que se cumple esa prohibición de estar online. Algunos expertos acogen esta medida como un mal menor que delata otro mayor: sobrecargas de trabajo cada vez más frecuentes y conectividad y disponibilidad —alentada por las nuevas tecnologías— sin freno que sobrepasa los límites de las jornadas de trabajo...”] Mientras tanto, los perdedores se quedan “lamiendo las ventanas" [expresión intraducible] y "solos en las boleras” de los centros comerciales, donde los adolescentes y las personas mayores “pasan el rato. Irónicamente, junto con la intensificación del trabajo se da una pasividad profunda, personificada por la observación de los reality shows de la televisión y los dibujos animados.
Todo esto es una exageración, por supuesto. Pero es lo que podría llamarse el estrés existencial, un tipo de ansiedad, de inseguridad. Cada vez más personas se sienten que nunca están satisfechas, que tienen necesidades insaciables, de dinero, de posesiones. Se nos insta a ser "competitivo" en casi cualquier cosa.
La educación se valora sólo por los puestos de trabajo que la educación y el capital humano puedan traer.
Yo trabajo para tener más, no para desarrollarme yo mismo o mis relaciones, y mucho menos para preservar la belleza de la naturaleza y de la sociedad que nuestros antepasados nos han legado. ¡Adquiera, posea, exhiba, deseche! Estas son las leyes del capitalismo de consumo global.
Todo conduce a un estrujamiento del tiempo. Y cuando los jóvenes esperan poder hacer aquello que sus padres o sus compañeros están haciendo, están sin duda en lo correcto si piensan que ese esperar no es un buen negocio. Dado que cada vez más personas no pertenecen a una comunidad funcional [nota del traductor: posiblemente quiera expresar una comunidad de intereses supraindividuales], surge lo que los sociólogos podrían llamar anomia existencial [nota del traductor: una existencia sin reglas comunes] en personas que están trabajando como un "conjunto" unificado [nota del traductor: unificado y diferenciado del resto], como un grupo ocupacional, como una unión, como un gremio, como una cooperativa u otra forma de unión. Puesto que [esas clases o uniones] no pertenecen a una comunidad colectiva en la que hay un espíritu de solidaridad social, no existen reglas contra el oportunismo y la irresponsabilidad social, y la reciprocidad entre el viejo y el joven, el matrimonio y el soltero, y entre los grupos religiosos y étnicos deviene débil.
Puede parecer una exageración, ¿no es así? Muy bien, pero la tendencia dominante nos empuja a una combinación de inseguridad, estrés y anomia, un frenesí de trabajo (exclusivamente por dinero) en un contexto de pasividad social y política, una forma moderna de "panem et circensis ", de MacDonalds, de centros comerciales y de ver futbol.
¿Qué respuesta han dado las principales elites políticas a esta era de inseguridad social y económica y al consiguiente aumento de las desigualdades? Las principales respuestas han sido las “terceras vías”, por parte de la socialdemocracia, y el conservadurismo compasivo, en el lado cristianodemócrata. El primero surgió en la década de 1990 cuando los nuevos socialdemócratas anhelaban el poder pero estaban traumatizados por una sucesión de derrotas electorales. Fue una tímida respuesta, aceptando el estado del mercado. La “tercera vía” ya no presenta una visión de la redistribución, sino de la acomodación, ofreciendo una "globalización con rostro humano reflejada en un afán de alcanzar un "consenso", "una patrocinio social", "un diálogo social" y otras consignas similares vagamente amenazadoras. Se hizo hincapié en la "integración social", en el que una tibia izquierda no supo oponerse a un consumismo individualista desatado por los neoliberales, pero trató de apelar a la conciencia de los ganadores de la competitividad para lograr una moderación de las fuerzas del mercado, presentado bajo la excusa de aliviar la pobreza.
En efecto, los nuevos socialdemócratas adoptaron la posición liberal de John Rawls, el pensador político más influyente del último cuarto del siglo 20, al decir que el objetivo social primordial era la reducción de la "pobreza", centrándose en los grupos que percibidos como los más desfavorecidos. Lo concibieron a través de un modelo moralista, por el cual hacen del reclamar la “prerrogativa [entitlements, diferente de rights]” a beneficios públicos un comportamiento "socialmente responsable".
Algunos predicaban "derechos [rights]", pero practicaban «prerrogativas [entitlements]» No era la lengua del pluralismo y la diversidad, sino la política de la conformidad y las normas (6). En la década de 1990, la política social se hizo más crítica, un proceso un tanto peculiar para aquellos situados en la izquierda política.
Los seguidores de la “tercera vía” esperaban que el estado lograra la integración social y el equilibrio de mercado (incluso pleno empleo, lo que todavía se puede escuchar de vez en cuando), mientras los conservadores compasivos, sus competidores políticos ente el "votante medio", decían que esto lo debe hacer la 'sociedad civil', las ONG (religiosas, generales y otras), todas ellas entidades que están jugando un papel cada vez más prominente en la política social.
$ % Y aquí, en la primera década del siglo XXI, es donde nos encontramos, sumidos en la inseguridad y la desigualdad, sin ninguna perspectiva de que estén siendo subsanadas, con los principales programas políticos ofreciendo sólo un conjunto de políticas moralistas y paternalistas, con impuestos más bajos, con más subsidios para el capital, y con nuevos alicientes para inversiones financieras .
Cualquiera que se siente incómodo con las dos variantes de respuesta política a la globalización de las corrientes principales, debería sin duda querer ofrecer una alternativa que pudiera alcanzar la seguridad básica para todos y una reducción sostenible de la desigualdad. Es en este contexto en el que una renta básica como derecho [que no privilegio o prerrogativa] de ciudadanía debería ser considerada. Lo siguiente comenta y revisa los principales argumentos en contra y para avanzar en la dirección expresada, se centra en la forma en que ayudaría a promover el trabajo en su sentido más positivo y deseable.

¿Qué es una renta básica?

Los sindicalistas, así como todos los que se cuentan como igualitarios y defensores de la solidaridad social, deberían apoyar una renta básica como un derecho inscrito en una moralmente buena sociedad, en la que el trabajo digno podrá florecer. Tradicionalmente, ha habido reticencia a ir en esa dirección. Sin embargo, los tiempos han cambiado.
En 1984, un grupo de jóvenes científicos sociales, todos afiliados a sindicatos de clase, creó una organización llamada BIEN, la Red Europea de la Renta Básica [por sus siglas en inglés: Basic Income European Network]. Desde entonces, esta organización ha atraído a un amplio sector de miembros desde todo el mundo. La afiliación a BIEN no obliga a nadie a adherirse a una visión particular. Pero en la práctica, la mayoría de los miembros creen en la conveniencia de avanzar hacia una sociedad en la que todo el mundo tenga derecho a la seguridad derivada de unos ingresos básicos. Aunque algunos miembros no estén de acuerdo con todos los detalles, a continuación definiremos a grandes rasgos lo que queremos decir.
Lo más importante es que estamos hablando de seguridad básica como un derecho económico y social.
Éste es un derecho esencialmente republicano o exigible, desarrollado por Rousseau, Thomas Paine y otros. Una derecho exigible implica que las políticas y las instituciones deben avanzar hacia la realización de ese derecho. Un derecho -y esto es importante dada la forma en que los debates de política social han evolucionado en los últimos años- es incondicional en términos de procedencia [procede o no recibir algo]. No se tiene un “derecho” si se tiene que hacer x, y, z con el fin de tener la prerrogativa de algo. Eso no es un derecho. Un derecho es un derecho.
En segundo lugar, estamos hablando de la seguridad básica. Básica significa que debe ser significativa, no un mero gesto, aunque no tanta que conduzca a la indolencia y a la pérdida de motivación para trabajar, desarrollarse. . . Pero por encima de todo, debe ser suficiente para convertirnos en ciudadanos capaces de tomar decisiones racionales. Debe ser algo básico y debe ser significativo.
En tercer lugar, para la seguridad de la renta básica, el ingreso tiene que venir de una forma que no se perciba como paternalista.
No se debe dar como un gesto discrecional, por la bondad del corazón de alguien; no es caridad. Debe dotarse de forma que el receptor pueda decidir cómo usarlo. Debe ser individual y debe ser igual, con suplementos para las personas con necesidades especiales, por discapacidades o debilidades. Debe recibirse de forma que la gente pueda tomar decisiones racionales.
En cuarto lugar, la renta básica debe ser considerada como la base de un sistema de protección social, coronando [y no sustituyendo] lo que debería ser suplementos para necesidades especiales (como la discapacidad) y una seguridad social [seguro social], así como aquellos beneficios laborales negociados colectivamente.
En quinto lugar, la transición hacia una renta básica debe ser vista como una evolución, una forma de continuidad, y no un proceso tan radical como algunos entusiastas transmiten y muchos críticos parecen creer. En muchos países, ya existen muchos de los elementos que la componen, y otros están surgiendo. Un factor clave es la integración de los sistemas fiscales y de prestaciones, que en esos países se está alcanzando rápidamente. La mayoría de los que creen que la renta básica debería ser la base de una estrategia redistributiva abogan por un enfoque paso a paso, unificando la multiplicidad de sistemas existentes en una base universal. Se han propuesto varias rutas de transición, de alguna manera como si viniera "por la puerta trasera" (7).
Algunos defensores creen que el importe pagado debe ser bajo en un principio, hasta llegar a un nivel decente, a medida que vaya siendo aceptado el incremento. Otros creen que la renta básica debe ser pagada inicialmente a aquellos grupos sociales seleccionados considerados especialmente vulnerables a la pobreza y la inseguridad, y luego irla extendiendo gradualmente a otros grupos. Ese es el camino que se ha tomado en Brasil, con sus esquemas de renda minima y de bolsa escola, que se han desarrollado bajo la bolsa familia durante el gobierno de Lula. Otros, como Sir Tony Atkinson, han abogado por una renta de participación (participation income) como un paso intermedio hacia una renta básica completa, en la que ciertos trabajos comunitarios serían condición para tener derecho a la renta básica, lo que contribuiría a legitimar el concepto ante la clase media. El punto clave es que los responsables políticos puedan adoptar un enfoque gradual, acorde con la naturaleza posibilista de los políticos modernos y de sus asesores.
Por último, el nombre no debe distraer la atención de lo esencial de la idea. El punto central es que estamos hablando de un derecho económico fundamental. Otros nombres a veces utilizados incluyen subvención ingresos para la ciudadanía y dividendo social. En Sudáfrica, donde la central sindical COSATU está haciendo campaña activamente para ello, ha sido adoptado el término Subvención de Renta Básica (8).
Con esos elementos definitorios en mente, también hay dos principios de política que deben guiarnos en la reflexión sobre las políticas re-distributivas y de protección. El primero, a partir de John Rawls, es lo que podría llamarse el "principio de la diferencia de seguridad": Una política o un cambio institucional es socialmente justo sólo si mejora la seguridad de los grupos menos seguros en la sociedad
El segundo principio es lo que llamo ‘el principio del test de paternalismo’. Este principio ha sido abandonado tanto por los asesores de política social como por los políticos en los últimos diez años en Europa y en otros lugares.
El principio del test de paternalismo es el siguiente: Una política o un cambio institucional es justo sólo si no impone sobre algunos grupos controles que no se imponen a los grupos más libres de la sociedad. Eso, por supuesto, se refiere a las políticas de prestaciones sociales condicionadas (“workfare”, Nota del traductor: se utiliza en ingles este término porque, usualmente, las condiciones para las prestaciones sociales están referidas a temas relacionados con el mundo del trabajo) y también a otras políticas que se vienen dando.

Los “contras”

Antes de considerar las ventajas de una renta básica, y las razones por la que los sindicatos deban adoptar un papel de liderazgo en sus actividades de promoción, vale la pena tratar brevemente las principales objeciones que se han hecho en los últimos años. Dado que esto se ha hecho en profundidad en otros lugares, esta sección será relativamente breve, revisando las objeciones en forma resumida.
Reivindicación 1: Una renta básica completa no ha sido establecida en ninguna parte, por lo que no debe ser correcta su implantación.
Respuesta:
(i) Esta objeción se ha hecho para toda reforma progresista, y como Hirschmann mostró, las reclamaciones de futilidad (no va a funcionar), peligro (que pondrá en peligro otros objetivos) y perversidad (tendrá consecuencias no deseadas) casi siempre ha sido realizadas… hasta que se ha introducido la reforma, después de lo cual las reclamaciones de alguna manera se evaporan (9). En los meses previos a que Mitterrand introdujera la Renta Mínima de Inserción (Revenue Minimum d’Insertion) en Francia, todos sus asesores y analistas dijeron que no podría ser introducida; unos meses más tarde fue aceptada por prácticamente todo el mundo.
(ii) Ya se han realizado movimientos hacia una renta básica. Además de la RMI en Francia y en otros lugares, también lo es el Fondo Permanente de Alaska, que paga un dividendo anual a cada residente del estado, así como la Bolsa Familia y programas similares en varios países de América Latina.
Reivindicación 2: Un ingreso básico costaría demasiado. Se requeriría mayores impuestos, minoraría (por desplazamiento) el gasto público y privado y afectaría la confianza extranjera en la economía.
Respuesta:
(i) Una renta básica reemplazaría muchos de los sistemas ya existentes, lo que implica que, en gran medida, sería simplemente una cuestión de la sustitución de unos gastos monetarios condicionados por otro incondicional.
(ii) Una parte del aumento en el gasto público neto vendría motivada por el hecho de que mientras que todos los gobiernos tienen un compromiso público con la erradicación de la pobreza de ingresos, en realidad operan esquemas que gastan menos de lo necesario, con un escaso uso de una política fiscal sobre beneficios monetarios supuestamente disponibles. Siendo esto lo que ocurre en casi todos los beneficios verificados.
(iii) El argumento de los costes se reduce por lo general a una cuestión de prioridades.
(iv) La afirmación de que el gasto en un ingreso básico significaría aumentar el gasto público, lo que reduciría la confianza internacional en la economía nacional, es a menudo engañoso, como por ejemplo en Sudáfrica. Reducir la pobreza de manera efectiva sería una buena forma de inducir una menor delincuencia y una mayor estabilidad social, por lo que induce una mayor confianza extranjera.
(v) Diversos cálculos de costes realizados en países ricos y en desarrollo han demostrado que incluso en supuestos restrictivos, la renta básica es asequible, y como máximo implicaría un pequeño aumento en el gasto público y / o un modesto aumento en las tasas de impuestos sobre los tramos de ingresos superiores a la media. Por ejemplo, en Sudáfrica, una modesta renta básica podría ser pagada simplemente invirtiendo los recortes de impuestos a los grupos de ingresos más altos desde que el ANC llegó al poder. En Turquía, una renta básica podría ser pagada a partir de sólo un extra de 1 % del PIB sobre al gasto asignado a protección social (10).
(vi) La mayoría de los regímenes de seguridad social existentes, como las prestaciones por desempleo, producen "trampas de pobreza" y "trampas del desempleo": un trabajo remunerado legal es rechazado porque el beneficiario de la prestación condicionada (“workfare”) ganaría muy poco o nada aceptando un trabajo mal pagado. Una consecuencia de la propagación de este tipo de esquemas ha sido el crecimiento en la extensión de la economía sumergida, lo que acaba resultando en una menor recaudación fiscal. Es casi seguro que una renta básica revertiría esa tendencia, lo que provocaría mayores ingresos fiscales, reduciendo el costo neto del cambio.
Reivindicación 3: Una Renta Básica aumentaría la inflación impulsada por su coste.
Respuesta:
(i) La mayoría de las respuestas al argumento de los costes también se aplicaran aquí.
(ii) Una renta básica induciría un cambio en la estructura de la demanda hacia bienes producidos en el país, en lugar de productos importados, lo que tendería a elevar el tipo de cambio y detener la inflación.
Reivindicación 4: Un ingreso básico socavaría el "principio de reciprocidad", que afirma que sólo aquellos que hacen una contribución a la sociedad merecen el apoyo de la sociedad
Respuesta:
(i) Este "principio" es arbitrario, pues no se aplique a los ricos ociosos ni a los que han heredado la riqueza, a los que nunca se les requiere para poner algo de su parte en la sociedad
(ii) No hay ninguna razón para suponer que sólo el trabajo remunerado 'contribuye '; otras formas de trabajo no retribuido, como la atención a terceros y el trabajo comunitario, deben contar, incluso si uno pensara que tal principio fuera justificable.
(iii) Es una afirmación paternalista: ¿Quién determina qué cuenta como deberes, y a quiénes se debería tener en cuenta?
Reivindicación 5: Un ingreso básico sería un desincentivo para trabajar, fomentando la ociosidad y la "dependencia".
Respuesta:
(i) La gran mayoría de la gente quiere trabajar y mejorar por sí mismos; es un insulto gratuito pensar que estarían satisfechos con un ingreso básico modesto.
(ii) Una renta básica pondría presión sobre las empresas para hacer más atractivo el empleo, en lugar de basarse en el miedo y en la obligación dea aceptar condiciones de trabajo precarias.
(iii) Facilitará la participación de la fuerza de trabajo por la reducción del costo de la búsqueda de empleo.
Un ejemplo es la experiencia con la bolsa escola brasileña. Las evaluaciones muestran que lo que equivalía a una renta básica para las mujeres con niños pequeños llevó a un aumento de su participación en la fuerza laboral, así como a una reducción en el trabajo infantil y la pobreza femenina.
(iv) Como se ha señalado con respecto a la reclamación de gastos, mediante la reducción de "trampas de pobreza" y "trampas del desempleo", una renta básica podría aumentar la oferta de trabajo legal, que afectaría tanto a los desempleados y como a los marginados de la fuerza laboral.
(v) En los EE. UU. , hace unos años se introdujo un impuesto negativo (NIT) experimentalmente en comunidades piloto. Antes de que las pruebas piloto se pudieron evaluar, perjuicios políticos intervinieron pronto para acabar con ellas, lo que refleja la existencia de efectos aparentemente liberadores de la política entre los pobres, cosa que disgustaba a ciertos grupos conservadores (11). Pero la muerte política de los experimentos no se produjo antes de que una gran cantidad de datos fueran recogidos sobre los efectos de la NIT en los trabajadores y sus familias. Fue una pena que los sindicatos no estuvieran suficientemente interesados en movilizarse en defensa de los experimentos, lo que posiblemente reflejaba su miedo al potencial liberador que a los trabajadores da la libertad económica real. De todos modos, los datos fueron posteriormente objeto de un extraordinario número de evaluaciones independientes. Los resultados mostraron que los cínicos estaban equivocados. Una revisión de 345 estudios encontró que no hubo un efecto global significativo en la oferta de trabajo en un sentido u otro (12).
(vi) Debido a que el efecto en los grupos de ingresos más altos puede a lo sumo significar una pequeña disminución en las horas remuneradas trabajadas, la medida podría realmente inducir alguna repartición del trabajo, en beneficio de los trabajadores y del mercado laboral.
Reivindicación 6: Una renta básica daría lugar a salarios más bajos, porque los empleadores podrían pensar que pueden pagar menos
Respuesta:
(i) Los salarios están determinados principalmente por la capacidad de negociación, y si una persona no está segura en su posición, sus salarios tenderán a actualizarse dramáticamente hacia abajo. Una renta básica mejora, como mínimo, la sensación de seguridad de una persona, y así fortalece su posición de negociación (resulta empoderada). Por otra parte, hablar de "salarios de eficiencia" significa que si un empleador paga salarios inferiores al nivel normal, los trabajadores ajustarán en consecuencia su esfuerzo y compromiso.
No hay ninguna razón para suponer que la renta básica tenga ningún efecto negativo en los salarios; por el contrario, y sobre todo en el extremo inferior del mercado de trabajo, podría ayudar a elevarlos.
Alegación 7: Una renta básica podría reducir la presión sobre los gobiernos para crear puestos de trabajo
Respuesta:
(i) ¡En la mayoría de los países, no existe hoy mucha presión! (ii) Los trabajos deben ser generados por la existencia de una demanda adecuada para esos trabajos y por la capacidad de la gente corriente para demandar bienes y servicios que generan oportunidades de obtener ingresos. Los empleos creados por sí mismos [Nota del traductor: de alguna manera la “keynessiana” fórmula de pagar por hacer agujeros y seguidamente volver a pagar para volveros a tapar] son artificiales, degradantes, por lo general son no sostenibles y a menudo propensos a inducir a la ineficiencia y "efectos de sustitución” (desplazando otros planes de empleo para parados).
Alegación 8: El pago de una renta básica supondría un inútil proceso iterativo: primero pagar a todo el mundo y luego exigir de nuevo a los contribuyentes que te devuelvan lo pagado a través de impuestos [Nota del traductor: es un libérrima traducción de: “Paying a basic income would involve useless income ‘churning’, paying out to everybody and then clawing it back from tax payers. ”].
Respuesta:
(i) Siempre existirá algún dinero de ida y vuelta, pero esta supuesta pequeña ineficiencia simplifica el proceso y lo hace más transparente y equitativo. Actualmente, ya se da la iteración en la "imposición sobre los beneficios de la clase media", y se hace porque esa “ida y vuelta (impuestos por servicios)” es más eficiente para operar los complejos esquemas que caracterizan a los sistemas de seguridad social.
(ii) La creciente integración de los sistemas fiscales y de prestaciones es una tendencia mundial, incluso en muchos países en desarrollo, por lo que los argumentos de su supuesta ineficiencia son cada vez más irrelevantes.
Reivindicación 9: El nivel de un ingreso básico sería no podría estar determinado de una vez por todas, y por ello sería políticamente manipulable, por ejemplo elevándolo justo antes de unas elecciones
Respuesta:
(i) Se trata de una cuestión de gobernanza que podría ser resuelto a través de la creación de una autoridad independiente, por lo que el nivel de la RB sería independiente del gobierno, como en estos días es la política monetaria. O podría estar vinculado automáticamente a los movimientos en la renta nacional o al promedio de los ingresos, como es el caso de muchos sistemas públicos de pensiones.
En suma, y con sólo que se desee hacerlo, las reclamaciones formuladas contra un proceso que permita avanzar hacia una renta básica pueden ser respondidas. Lo que es importante es que se debe evitar la reacción hostil basada en prejuicios, a la par que debemos pensar qué clase de "trabajo decente" debe basar la sociedad que queremos fomentar en los próximos años.

Los "pros"

Existen varias ventajas en la renta básica que los sindicalistas y los progresistas podrían seguramente desea promover. Vamos a relacionarlas, sin que el orden de aparición lleve implícito la importancia de las mismas.
Una renta básica sería una medida socialmente justa, y daría contenido a la Declaración de la ONU de los Derechos Humanos, en especial el artículo 23. Dotaría de sustancia a ese principio igualitario mencionado al principio, dando una seguridad económica básica para la igualdad. También corresponde a lo que hemos visto ser el sentimiento con más amplio apoyo entre las personas de todos los niveles de condición social, que todo el mundo debería recibir unos ingresos adecuados que les permitan sobrevivir (13). Una renta básica apela al sentido de justicia de las personas.
Al proporcionar una seguridad básica, también tiende a reforzar el sentido de solidaridad social.
La necesidad de reforzar la solidaridad no puede dejar de enfatizarse en este momento histórico.
Podría decirse que nunca hemos estado más amenazados o hemos sido más frágiles. Y a menos que podamos desarrollar los medios para fortalecer las diversas formas de solidaridad social, todos los órganos colectivos, incluidos los sindicatos, tendrán una mayor dificultad para convocar y atraer a miembros potenciales.
Se realizó una serie de experimentos psicológicos en Canadá, EE. UU. y Polonia, en la que se pidió a la gente elegir qué principio de justicia les haría sentirse más favorecidos. Una gran mayoría eligió una renta básica como forma de asegurar una “mínima base” social [Nota del traductor, libre traducción de “the floor constraint”]. Y esta mayoría creció cuando deliberaron sobre las opciones, lo que nos permite destacar la importancia de la "democracia deliberativa" (14).
Una renta básica también aumentaría la libertad real. En la verdadera tradición republicana, a la que la mayoría de los igualitaristas (y, por lo tanto, sindicalistas) pertenecen, la libertad no es posible sin la independencia de los individuos. Fue precisamente por fortalecer los derechos individuales la razón por la que Thomas Paine la apoyó. Lo que debería ser entendido por todos aquellos de la “Tercera Vía” es que la verdadera libertad es la única forma viable y equitativa de inducir un comportamiento socialmente responsable.
Una renta básica también sería una política muy adecuada para responder tanto a una de las mayores crisis de la era de la globalización y como a la redistribución de esos activos clave identificados en la introducción. Se animaría a las personas a obtener un mayor control personal sobre cómo utilizan su tiempo (15). Cualquiera que se coloca a sí mismo en 'la izquierda' debe estar dispuesto a políticas para que los pobres y los vulnerables ganen más control sobre los activos clave de la sociedad, y el tiempo es uno de ellos.
Por la misma razón, la concesión de una renta básica ayudaría a legitimar las formas de trabajo que no sean asalariadas, como el trabajo de cuidado y el trabajo comunitario. Esto es particularmente importante si queremos vivir en sociedades en las que cada vez más y más personas puedan ser trabajadores en el sentido más rico de ese término, combinando una variedad de tipos de empleo en diferentes estatus de trabajo (asalariado, no asalariado…).
Del mismo modo, facilitaría las formas más deseables de la flexibilidad del mercado laboral.
Una forma sería permitir emplear con baja remuneración a los hoy marginados de la fuerza de trabajo por su baja productividad. También significaría, como se ha señalado anteriormente, alentar a los empresarios a hacer los puestos de trabajo más atractivos, ya que los trabajadores podrían negociar con mayor fuerza (mayor empoderamiento) las condiciones de trabajo y retribución.
Hay otras dos ventajas que se pueden obtener de una renta básica. En realidad, podría impulsar el crecimiento económico, al cambiar la estructura de la demanda de manera que se aumentaría el gasto en bienes y servicios locales y, en las zonas de bajos ingresos, mediante la mejora de la salud, la nutrición y la moral de los trabajadores, resultaría en una mejora de la productividad. Y ahorraría costos administrativos, ya que sería un sistema fácil de gestionar y operar, con menos de formularios a cumplimentar, sin juicios discrecionales que deben tomar los burócratas locales, sin los consecuentes procesos de apelación y con una mayor individualización de las transferencias que reducirían la complejidad del sistema de beneficio fiscal.
Estas dos últimas consideraciones pueden entenderse de menor importancia en una estrategia global. Los puntos clave son que aumentaría la libertad real, igualaría la seguridad básica y facilitaría un modelo más flexible del trabajo. Hasta ahora, he hecho hincapié en el atractivo más amplio de avanzar hacia la seguridad derivada de la renta básica como un derecho. Por otra parte, el vínculo con el gran reto del desempleo es fundamental. La imagen de desempleo sigue siendo la que cristalizó en la Gran Depresión, los hombres despedidos caminando por las calles con tristeza, humillados y desesperados. Cosa que sucede todavía en casi todas partes. Pero la imagen se ha mezclado con muchos otras, que van desde la falsa imagen de unos adolescentes acostados en la cama escuchando música para "amas de casa" sin querer realmente un trabajo a tiempo completo, a la no menos falsa imagen de que los desempleados son alcohólicos y "vagos" socialmente enfermos que aunque no quieran son "empleables". Todas estas imágenes han sido utilizadas por ciertos políticos y comentaristas para menospreciar el desempleo y para justificar la transformación de la política social en acciones cada vez más paternalistas y enjuiciadoras de la persona y no del sistema.
Los sistemas de prestaciones de desempleo están siendo cercenados (16). En su lugar, las políticas de 'workfaretype' (políticas de prestaciones sociales condicionadas a encontrar trabajo) han proliferado. Muchas formas de inequidad han venido con ellas.
Las trampas de desempleo siempre han estado omnipresentes, y muchas personas han aceptado puestos de trabajo temporales a pesar de su interés a por trabajar de forma indefinida. Por supuesto, muchos funcionarios locales hacen un buen trabajo, muchos pueden tener presente en su pensamiento los intereses de sus desempleados "clientes". Pero mientras las políticas sean coercitivas o punitivas -perderás los beneficios si no haces lo que te decimos- son -o deberían ser vistas- como una limitación de la libertad del individuo.
Tener políticas para ayudar a los desempleados obviamente es deseable. Pero las políticas deben ser auténticamente voluntarias y no ser paternalistas o punitivas. Tener una renta básica como un derecho, no sería “abolir el desempleo” o descuidar la necesidad de políticas para la reducción del desempleo. Pero sería de gran ayuda para mejorar y racionalizar la búsqueda de empleo, dando a la gente una mayor sensación de dignidad y proporcionándole calma para tomar decisiones racionales de largo plazo para su carrera laboral o personal.

Reflexiones finales

Este podría ser un momento extraordinario para los progresistas del mundo. Hay momentos en que la derrota sucede a la derrota, en que se detiene la marcha hacia adelante o temporalmente se vuelve atrás.
En otros puedes intuir una camino hacia adelante, es cuando aparecen nuevos movimientos, el miedo cambia de bando, los ricos y los poderosos ceden concesiones y algo así como la visión de una utopía entusiasma a los progresistas de casi todas partes.
Algunas épocas son como esa misteriosa tranquilidad que ves en el mar cuando la marea está a punto de cambiar. La fuerza de la marea de algún un modo ha llegado a su fin, pero el reflujo todavía tiene que recuperar su propia fuerza. El pescador astuto sabe que es ahora cuando los peces empiezan a picar.
Nos encontramos en un momento así. Los progresistas avanzaron, intelectual y políticamente, entre finales de 1940 y principios de 1970. La década de 1970 fue un período de calma, en el que las ideas reaccionarias cristalizaron en una estrategia coherente. El período entre aproximadamente 1980 y finales del siglo 20 fue una de retirada progresivo de las políticas progresistas, cuando el thatcherismo y el reaganismo marcó el comienzo de un período dominado por el "neo-liberalismo", "el consenso de Washington " y la "economía de la oferta” [‘supply side economics’].
Finalmente los socialdemócratas respondieron, pero lo hicieron de una manera tibia, a la defensiva, característicamente llamando a su modesta agenda ' la tercera vía ', lo que generó la respuesta del 'conservadurismo compasivo'.
La marea anti-progresista siguió su curso. Pueden ganar elecciones, y la marea seguirá empujando más. Sin embargo, las inseguridades y desigualdades se han convertido en algo repugnante y corrosivo, fomentando la inestabilidad y las reacciones sociales que amenazan el crecimiento económico y el desarrollo humano. Intelectualmente, la voz progresista se está convirtiendo en más fuerte, porque los que quieren hablar ya no tienen miedo de ser barridos. La timidez en que se basaron los remiendos y los eufemismos de los socialdemócratas en la década de 1990 es hoy insuficiente para los desafíos de la época.
El período de calma entre las mareas aún está aquí. Sin embargo, tenemos una gran oportunidad para desarrollar una nueva visión progresista, si tenemos el valor de asumirla y de tener una mente abierta. Abierta incluso para opiniones que durante mucho tiempo han parecido ser sólo parte de una retórica progresista. En particular, y por el futuro de los sindicatos, tenemos que repensar qué trabajo que queremos promover y qué tipo de seguridad fomentará este trabajo. Para ello, debemos pensar con radicalidad. Este es un momento histórico, que sólo aparece cada pocas décadas. Existe el riesgo de que se pierda esta oportunidades para el pensamiento progresista. Pero no tengo dudas de que estamos a punto de ver un nuevo tirón hacia adelante. Una renta básica debe ser parte de eso.
Guy Standing
Director Socioeconómico Programa de Seguridad de la OIT. Este artículo está escrito a título personal.
Todas las opiniones son las del autor y no deben atribuirse a la OIT.


Notas

1 William Shakespeare, Julio César, IV, iii, L.11 - 12.
2 Para una evaluación completa, consulte la OIT de 2004.
3 Para argumentos, consulte Permanente 2002, en particular los capítulos 6 y 8.
4 Véase Standing 2002 y 2004a.
5 Véase Arendt 1957.
6 Recuerdo un asesor diciendo en un "retiro", "Si no se ajustan a un comportamiento socialmente responsable, se les deben negar los beneficios y el acceso a los servicios públicos." Sólo queda un pequeño paso para añadir "e incluso la ciudadanía".
7 Véase Atkinson 2004.
8 También he propuesto el término de Subvención de Solidaridad para enfatizar el contexto post-apartheid. Para una revisión de los costes y beneficios, véase Standing y Samson 2003 En África del Sur, además de los sindicatos, una amplia coalición de grupos están haciendo campaña para una renta básica, incluidos grupos de mujeres, iglesias, representantes de las personas con discapacidad y miembros de varios partidos políticos.
9 Véase Hirschman 1991.
10 Véase Bugra y Keyder 2004.
11 Una reacción similar se ha fijado con respecto al Fondo Permanente de Alaska Los republicanos se han coaligado para eliminarlo y convertir los activos financieros en fondos de unas pocas corporaciones favorecidas, a pesar de que el Fondo ha demostrado ser muy popular entre los residentes de Alaska y a pesar de su éxito durante más de una década (Goldsmith 2004).
12 Véase Widerquist 2004.
13 Así se desprende de nuestras Encuestas sobre la Seguridad de la Gente, hasta ahora llevadas a cabo en 15 países, que han conllevado entrevistas con cerca de 48.000 adultos (OIT 2004, capítulo 12).
14 Véase Frohlich y Oppenheimer 1992. Véase también los resultados del Proyecto Internacional de Justicia Social, recogido en el capítulo 12 del informe de la OIT de 2004,.
15 Esto se explica en otro lugar (véase Standing 2004b).
16 Para más información de este tendencia internacional, véase OIT de 2004, especialmente el capítulo 3.


References

Arendt, H. (1957) The Human Condition, Chicago: University of Chicago Press.
Atkinson, A. (2004) ‘How basic income is moving up the policy agenda: News from the future’, in G. Standing (ed.) (2004a), 41-52.
Bugra, A. and C. Keyder (2004) ‘Arguing for basic income in Turkey: Main challenges’, paper presented at Tenth BIEN Congress, Barcelona, 19-21 September, 2004.
Frohlich, N. and J. Oppenheimer (1992) Choosing Justice: An Experimental Approach to Ethical Theory, Berkeley: University of California Press.
Goldsmith, S. (2004) ‘The Alaska Permanent Fund Dividend: An experiment in wealth distribution’, in G. Standing (ed.) (2004a), 549-562.
Hirschman, A. (1991) The Rhetoric of Reaction: Perversity, Futility, Jeopardy, Cambridge, Mass.: Harvard University Press.
ILO (2004) Socio-Economic Security Programme, Economic Security for a Better World, Geneva: ILO.
Standing, G. (2002) Beyond the New Paternalism: Basic Security as Equality, London: Verso.
Standing, G. (ed.) (2004a) Promoting Income Security as a Right: Europe and North America, London: Anthem Press.
Standing, G. (2004b) ‘About time: Basic income security as a right’, in G. Standing (ed.) (2004a), 1-40.
Standing, G. and M. Samson (eds.) (2003) A Basic Income Grant for South Africa, Cape Town: University of Cape Town Press.
Widerquist, W. (2004) ‘A failure to communicate: The labour market findings of the negative income tax experiments and their effects on policy and public opinion’, in G. Standing (ed.) 2004a, 497-538.





[i] [Nota del traductor: todo lo que está entre corchetes, o bien es una ampliación, o bien es un comentario o bien es el término directamente en inglés ante la duda de cómo realizar una correcta traducción]