sábado, 25 de junio de 2016
(Colaboración de Andreu Honzawa, Roger
Sallent, y Jordi Abadal)
Los sistemas
monetarios alternativos pueden ofrecer un gran impulso para las energías
renovables. Dentro de los posibles sistemas monetarios que puedan dar respuesta
a la problemática económica y ambiental cabe destacar aquellos que utilizan un
patrón energético. Del mismo modo que hace pocas décadas nuestro dinero podía
canjearse por oro, algunos autores destacan los hipotéticos beneficios de
utilizar una moneda canjeable por energía de origen renovable.
Actualmente
nuestra economía se mueve mediante dinero fiduciario, lo que significa que el
dinero no tiene un valor intrínseco más allá de la confianza de sus usuarios en
que una vez lo posean lo podrán intercambiar por productos o servicios de su
interés, a parte evidentemente de obligación de pagar impuestos en esa moneda
fiduciaria emitida por el estado.
No deja de ser
sorprendente que nuestro dinero (medio de intercambio, unidad de cuenta, y
reserva de valor) sea totalmente ajeno a los recursos reales de nuestro
planeta. Este sistema monetario fiduciario y las consecuencias que éste
acarrea, ha llevado a numerosos economistas a plantear la necesidad de volver a
utilizar un patrón monetario como el oro, una cesta de productos básicos o bien
una unidad energética (como el kWh).
A continuación
se detallan algunas de las ventajas de un patrón energético en comparación
con otras opciones como el oro o el sistema fiduciario actual:
- A diferencia del sistema fiduciario, la moneda tendría un valor intrínseco y 100% objetivo.
- La calidad del patrón no requeriría ser testeada como sucedía con el oro respeto a su pureza – los kWh son siempre iguales.
- La política monetaria sería independiente de cualquier uso partidista por parte de los gobiernos o los bancos centrales como sucedió con el oro y como viene sucediendo en el caso de la moneda fiduciaria.
- El volumen de moneda en circulación estaría estrechamente ligada a la actividad económica, en contraposición a lo que sucede con nuestra moneda actual.
- La distribución de los recursos para obtener el patrón (energía renovable) es mucho más equitativa que el oro y el coste de su generación es más estable desde un punto de vista geográfico.
Al final, y
esta es su principal motivación, el uso de este tipo de moneda contribuiría con
la rápida proliferación de centrales energéticas basadas en recursos renovables
y se aliviaría buena parte de la presión que actualmente ejercemos sobre
nuestro planeta. Este importante apoyo se realizaría sin la necesidad de
costosas (por bien que necesarias) partidas presupuestarias de gobiernos para
apoyar las renovables. Este aspecto es de especial interés dentro de la actual
coyuntura de crisis de deuda soberana.
Por último,
cabe destacar que a diferencia de los sistemas monetarios alternativos locales,
una moneda basada en kWh tendría la ventaja que se podría utilizar en cualquier
comunidad y para cualquier negocio, con lo que su aplicación se podría extender
rápidamente. Este característica no implicaría que la moneda energética
fuera sustitutoria de las alternativas monetarias locales, si no
complementaria.
EJEMPLO
PRÁCTICO
Shann Turnbull
describe en su artículo Money, Market and Climate Change un ejemplo
práctico muy concreto que intentó llevarse a cabo en EEUU para aplicar una moneda
energética. El autor identifica los costes financieros como una de las
principales barreras al desarrollo de las renovables, por lo que propone un
sistema que intenta minimizarlos. De acuerdo con sus hipótesis, las energías
renovables requieren una inversión inicial mayor que las energías
convencionales. Contrariamente, apunta que los costes durante el ciclo de vida son
sensiblemente inferiores en el caso de las renovables, debido a la ausencia de
combustible y a unos costes de mantenimiento menores.
Por
consiguiente, Turnbull opina que si se eliminaran los costes del dinero (es
decir, los tipos de interés de los créditos) en proyectos de renovables, estos
incrementarían su rentabilidad llegando incluso a superar la rentabilidad de
proyectos basados en fuentes energéticas convencionales. Para superar dicha
barrera financiera, el autor propone un sistema en el que el promotor (la
persona/empresa que se dispone a instalar placas solares, un aerogenerador…)
obtiene la financiación para su proyecto directamente de los futuros
consumidores de energía.
Para ello, el
promotor emite a sus futuros usuarios bonos canjeables por kWh (moneda
energética) a cambio del dinero que necesita para su proyecto. Una vez
finalizado el proyecto, el consumidor paga la electricidad a su distribuidor
eléctrico mediante los bonos. A su vez, el distribuidor paga la energía que ha
obtenido del promotor (que también ejerce como empresa generadora) mediante los
mismos bonos, por lo que el ciclo se cierra. Por lo tanto se crean prosumidores
de energía, entes que producen y consumen energía a la vez, con lo que se
promueve la resiliencia i la autonomía de las redes eléctricas locales.
El autor
propone además, que una vez el proyecto haya sido amortizado, el huerto solar,
aerogenerador a cualesquiera de las instalaciones renovables que se hayan
instalado pase a ser propiedad del consumidor, con lo que este pasaría a actuar
como empresa generadora.
Mediante este
sistema el promotor elimina los costes asociados a la obtención del dinero, que
alternativamente irían a manos de un banco (retorno del préstamo más un tipo de
interés) y reducirían la rentabilidad del proyecto. Desde un punto de vista
económico el sistema es asimilable a un crédito libre de interés. Dado que los
bonos ejercerían como moneda competitiva de la moneda “real”, el sistema no
repercutiría en una mayor inflación si no todo lo contrario, a la vez que se
conseguiría una mayor vinculación de la moneda con la economía real. Al mismo
tiempo se fomentaría la generación de energía en un nuevo modelo más
descentralizado, de acuerdo con la tendencia actual de ver en la generación
distribuida y el autoconsumo el modelo del futuro.
CONCLUSIONES
Los sistemas
monetarios alternativos pueden contribuir al cambio de modelo energético que
necesita nuestra sociedad. Además, algunos autores apuntan que esta
contribución sería mucho más eficaz que los planteados hasta día de hoy, como
el mercado de emisiones de CO2 o las políticas fiscales favorables
para la industria de las energías renovables.
El uso de una
moneda basada en kWh presenta ventajas comunes con el resto de monedas
alternativas, como el acercamiento de nuestro sistema monetario a la economía
real, la reducción del poder de los bancos centrales y, por último, una
positiva contribución contra la inflación al no someter la moneda a la emisión
costos como deuda bancaria con tipos de interés compuestos (es decir, con
costes financieros exponenciales, muy altos a largo plazo).
El uso de un
patrón energético repercutiría en un sistema monetario más vinculado al
desarrollo económico, a la vez que fomentaría la inversión en renovables. Este
hecho ayudaría a reducir la conflictividad internacional, a preservar el medio
ambiente, y a disponer de un suministro energético mucho más robusto y con
precios estables o decrecientes.
En el caso de
aplicar una moneda energética según el sistema propuesto por Turnbull, el
resultado daría lugar a una minimización de los beneficios del sector
financiero y, por consiguiente, a una mayor rentabilidad de los proyectos en el
sector de las energías renovables. Además, el modelo descrito por Turnbull
fomentaría la generación distribuida y el autoconsumo, apostando por un nuevo
modelo no centralizado basado en el ámbito local que acercaría al máximo
productores y consumidores. Por último, rompería el actual abuso de poder por
parte del actual establishment oligopólico de los productores energéticos.
(Basado en “Money, Markets and Climate Change” de Shann Turnbull)
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