Nantes
Entre adoquines, a los pies de una farola, en la mediana de una carretera de asfalto por la que circulan más bicicletas, autobuses y tranvías de la red del servicio público de transportes que coches particulares, crecen al libre albedrío plantas silvestres. Estas malas hierbas cubren de verde Nantes, la misma urbe que tiempo atrás se la conocía como una ciudad gris.
Los vecinos —y los forasteros cuando se lo explican— ya no tienen esa percepción de abandono, dejadez y descuido en relación a las malas hierbas, sino todo lo contrario. Ahora las aceptan como un elemento más en el jardín urbano. Jacques Soignon, director de los Servicios de los Espacios Verdes y Medio Ambiente de Nantes (SEVE) dice: “Nos han enseñado a considerarlas [a las malas hierbas] como plantas indeseables, que eran un signo de mal mantenimiento de la ciudad, pero en realidad nos ayudan contra la polución, filtran el agua de arroyada y evitan la erosión pluvial”. Para el Ayuntamiento es una ambición política para así restaurar su lugar en la naturaleza y biodiversidad en la ciudad. Autoridades locales y los propios habitantes comprenden que la vegetación también debe crecer en la ciudad, como apunta Claude Figureau, exdirector del Jardín Botánico de Nantes, quien apuesta por “la invención de materiales y construcciones capaces de recibir toda esta biodiversidad y así transformar la ciudad en campo”.
Tras la Cumbre de la Tierra en Rio en 1992, organizada por la ONU en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, tuvo lugar un cambio generalizado de la mentalidad ambiental de los nanteses que desde entonces no ha dejado de ser parte del ADN de esta ciudad. Sin embargo, la toma de conciencia de la importancia de las malas hierbas llegó en la década de los noventa, con la aplicación de la gestión diferenciada en los parques y modos de administración de este tipo de plantas silvestres. Tiphaine Eslan del Service Presse Ville et Nantes Métropole explica que “puso en evidencia que no todo debía ser tratado de la misma manera y que no era conveniente erradicar drástica y reiterativamente las malas hierbas en la ciudad”. Con la perspectiva que aporta el paso del tiempo hoy se puede afirmar que Nantes y sus servicios necesitaban de unos métodos de trabajo hechos a medida para llegar a buen puerto.
En el año 2011 se establece el plan municipal de deshierbe —con especial hincapié en la aceras—. A continuación las medidas adoptadas por las autoridades competentes de la ciudad se encaminaron a la concienciación, como así lo ilustran diferentes acciones con el objetivo de dar a conocer la integración de la naturaleza en la ciudad:
- Me rue en fleurs (Mis flores en la calle): desde 2013 y durante la primavera se distribuyen 4.000 semillas entre los residentes para que las planten en la calle y florezcan.
- Les jardins à quai (Los jardines flotantes): la vegetación suspendida en el agua del río Erdre al juntarse crea una isla verde que sirve de hábitat para diferentes especies de aves, insectos e incluso nutrias. Se trata de un experimento científico que tiene la intención de estudiar a la flora y fauna específica de la zona.
- Les belles de bitume (El asfalto hermoso): una iniciativa de Frédérique Soulard que consiste en nombrar las malas hierbas escribiendo su nombre sobre el asfalto para que de este modo existan y pueden ser identificadas por los ciudadanos.
“En mi barrio de Chantenay, en Nantes, un botánico erudito, tan sabio como anónimo, devolvió sus nombres a las hierbas salvajes de las calles. ¡Gracias amigo/a!”, escribía en su perfil de Facebook el usuario Luc Douillard el 20 de junio de 2014. Las fotos que se colgaron se compartieron 6.500 veces en 24 horas. A los cuatro días se identificó a la persona que ponía nombres a las plantas silvestres: la herborista Frédérique Soulard. La noticia se difundió en el periódico Terra eco y fue traducido al español en Noticias Positivas.
Esta iniciativa artística, ecológica y también educativa, es fruto de la obra poética de Frédérique Soulard, nieta de un herbolario y miembro de la asociaciónL'écume des mots. Aunque la visibilidad de su trabajo haya tenido lugar en 2014 ella comenzó a madurar la idea desde hacía más de diez años, mientras trabajaba en una herboristería. Durante ese lapso de tiempo se dio cuenta, por ejemplo, de que las amapolas que crecían en su barrio aprovechaban las pendientes para hacer rodar sus semillas y así extenderse poco a poco. O que la Ruina de Roma —nombre de una de esas malas hierbas— crece en las paredes más vetustas y que debe su nombre al hecho de que se usaba para decorar los muros de piedra del siglo XVIII.
Su labor consiste en registrar el nombre de las malas hierbas, los cuales escribe sobre el asfalto. De este modo les da vida —a las malas hierbas— ante los ojos de los habitantes. “Pienso que esto cambia la mirada de la gente. Puedo asegurarle que, cuando vuelven a sus casas, ven decenas de plantas salvajes en las calles”, dice la ideóloga de este proyecto. La municipalidad de Nantes en cuanto tuvo constancia de esta iniciativa no dudó en apoyarla subvencionado parte de la misma e instando a los trabajadores pertinentes del consistorio a que no borren los nombres escritos sobre el asfalto. Y es que la política del Ayuntamiento de Nantes en cuanto a la biodiversidad tiene como objetivo transformar la ciudad en un refugio que proteja a la naturaleza organizando su cohabitación con el espacio urbano.
La medida propicia el retorno de la biodiversidad urbana, proporcionando un hábitat potencial para una fauna específica, la creación de corredores y vías verdes, el resurgimiento de los ecosistemas urbanos y tiene una función descontaminante
Los nombres que se pueden leer son los comunes de cada una de las plantas, no los científicos. Frédérique Soulard lo justifica diciendo que es más fácil recordar diente de león quetaraxacum officinale, o la hierba carnicera que vergerette, por citar dos ejemplos. De esta manera los transeúntes que recorren diariamente las calles de Nantes van aprendiendo un poco más sobre su flora y hacen de su ruta cotidiana una amena lección de botánica callejera. Así pueden aprender que la mayoría de ellas son medicinales y otras comestibles.
Este tipo de iniciativas en Francia hacen que tengan eco en las altas esferas y se llegue a la adopción por parte del Parlamento del Zéro phytosanitaire —Tolerancia cero— en enero de 2014 y que supuso la prohibición del uso de los pesticidas en las zonas verdes —aplicable a partir de enero de 2017—. La misma ley incluye exenciones: por ejemplo, sí se puede hacer uso de los pesticidas en la red de ferrocarriles, las pistas de los aeropuertos y las carreteras, así como en caso de emergencia de la salud pública. Un proyecto de ley del senador ecologista Joel Labbé. Y es que Francia es uno de los países europeos que más uso de los pesticidas hace, a pesar de la Ecophyto que puso en marcha en 2008. En Nantes el porcentaje de reducción en el uso de pesticidas ha sido de un 97,5% en 13 años, según el Service Presse Ville de Nantes et Nantes Métropole: en 2002 se usaron fue de 4.147 litros para una superficie de 850 hectáreas aéreas verdes, mientras en 2015 fueron 104 litros para 1.070 hectáreas.
En la actualidad, los jardineros y demás trabajadores a la hora de cuidar las zonas verdes de la ciudad se valen de técnicas alternativas al uso de los pesticidas, así como limitar el riego: ejecutan un control sistemático de la maleza, en vez de su erradicación; establecen un plan de gestión específico en cada sitio; restablecen la vegetación provocada o espontánea.
Las consecuencias de estos nuevos hábitos derivan en que en vez abusar del riego se valen de una molienda de vegetales o empajado para conservar la humedad. Por otro lado, han sustituido los herbicidas por insectos para erradicar las plagas que provocan los áfidos o pulgones.
¿Qué beneficios le reportan a Nantes y a sus habitantes todas estas medias, cuidados y sensibilidad hacia las malas hierbas? Tiphaine habla de un valor añadido en el paisaje, de una floración natural, el retorno de la biodiversidad urbana, proporcionando un hábitat potencial para una fauna específica, la creación de corredores y vías verdes y el resurgimiento de los ecosistemas urbanos, además de una función descontaminante. A todos estos, Frédérique añade que alegran la ciudad y la vuelven viva. Por consiguiente, no entiende por qué habría que deshacerse de las plantas silvestres. A pesar de que no hay datos que justifiquen el impacto positivo de las plantas silvestres desde el Service Presse Ville et Nantes Métropole dicen que la contaminación fitosanitaria es menor.
Frédérique, que tiene un perfil en Facebook con las malas hierbas y sus nombres en las aceras, apunta que la vida no ha esperado al hombre para comenzar. “Ellas [las malas hierbas] llegan sin que se lo pida nadie. Crecen sin que se les siembre, allá donde el viento ha dejado una semilla. Solo necesitan el agua de la lluvia y se alimentan de las heces de los perros”. Y a continuación argumenta la idea de que si las plantas silvestres desaparecieran sería el fin de la vida sobre la tierra ya que sin ellas no había alimento para los herbívoros, ni para los carnívoros y ni para los humanos.
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