Article publicat a Público.es
19 Jul 2016
Manuel Escudero
Economista
Es un clamor que va creciendo: la izquierda necesita construir
urgentemente un nuevo paradigma. Para ello, añado yo, tiene que
sacudirse el “buenismo”, muchos tópicos de lo que es políticamente
correcto, y enfrentarse sin prejuicios a la cruda realidad. “Epater les
bourgeois!”, la caracterización que utilizaban los jóvenes del 68,
puede que vuelva ahora a ser necesaria.
Es frecuente escuchar en la izquierda que la revolución digital es un
tema tecnológico, extraño y ajeno, que tiene un efecto neutro sobre el
empleo, porque se siguen generando tantos empleos, o más, de los que
destruye, y que la prueba del nueve de su escasa relevancia es que no ha
producido los efectos de productividad que se esperaban de ella. Pero
los datos no se corresponden con estas afirmaciones y negar la
importancia de la revolución digital, ciega a la izquierda una de las
avenidas más importantes para construir esa alternativa que tanto se
demanda.
Por supuesto se ha hablado mucho de la “paradoja de la
productividad”, es decir, que el rápido ritmo de innovación tecnológica
digital no ha coincidido con ganancias importantes de productividad.
Pero los bien pensantes de la izquierda deberían echar una segunda
mirada a los datos en los EEUU (que es en los que se basan): esa
paradoja y el debate correspondiente en torno a la misma, se produjo en
las dos últimas décadas del siglo XX, cuando Robert Solow acuñó su
famosa frase de “Vemos ordenadores por todas partes menos en las
estadísticas de productividad”.
Lo cierto es que el estancamiento de la productividad terminó en los
años 90. Si el crecimiento de la productividad (US Bureau of Labour
Statistics) fue como media de 1,7% en 1971-80, y del 1,5% en 1981-90,
pasó a 2,3% en 1991-2000 y 2,4% en 2001-2010. Las estadísticas del
Department of Labor de los EEUU lo confirma: si entre 1973 y 1995 la
productividad creció 1,5, en 1995-2004 lo hizo al 3,1. Por ello, hablar
del estancamiento de la productividad como demostración del escaso
impacto de la digitalización económica no es una afirmación basada en
datos empíricos existentes.
Pasemos a la cuestión de si las tecnologías digitales, como algunos
aseguran, no tienen un efecto apreciable en el trabajo porque no
destruyen más empleo del que se crea en otros sectores de la economía.
Para responder otra vez con brevedad, examinemos la evolución de la
productividad y el empleo entre 1972 y 2012 en los EEUU. Nos
encontraremos con una gran sorpresa: desde comienzos de los años 2000 se
produce un desacoplamiento entre el crecimiento de la
productividad del trabajo, que continúa creciendo, y la creación de
empleo, que se estanca y retrocede– mucho antes de la gran recesión de
2008.
La sorpresa sería aún mayor si proyectáramos esta serie hacia atrás durante los últimos 200 años. Comprobaríamos entonces que ese desacoplamiento no se ha producido nunca hasta ahora.
Yo entiendo que es muy fuerte apostar por dar fe a una tendencia
reciente, de apenas 12 años, frente a 200 años de la tendencia
contraria. En este terreno, además, la izquierda defiende que el
neoliberalismo trajo consigo desde comienzos de los años 90 la
destrucción del poder organizado de los trabajadores y con él la
aparición de salarios a la baja, el retroceso de las rentas de las
clases trabajadoras y la aparición del trabajo que empobrece, el
“precariado”.
Yo comparto esa visión, por otra parte ampliamente documentada. Pero
esa realidad política debería haber producido como resultado un
crecimiento a la baja de la productividad y un aumento del empleo, en la
forma del precariado. Sin embargo, la productividad ha crecido debido a
la digitalización de la economía y el empleo comienza a ser destruido
(no vía estadísticas de empleo, sino de población activa, que es lo que
está ocurriendo en los EEUU)! La única explicación posible es que ambas
realidades, el modelo neoliberal y los efectos de la digitalización de
la economía no son fenómenos excluyentes, sino complementarios: hoy nos
vamos enfocando, al mismo tiempo, a una sociedad en la que una parte
importante de los trabajadores son precarios y otra parte importante
parados tecnológicos.
Hasta aquí algunas reflexiones basadas en datos. Sin embargo, lo peor
de adoptar una posición desdeñosa frente a la revolución digital y sus
efectos en el trabajo, es que cierra las puertas a muchos temas
cruciales que deberían ser parte de la agenda de la izquierda. Estos
aspectos están muy bien reflejados en dos recientes trabajos que
deberían ser tenidos muy en cuenta desde la izquierda: “The Second
Machine Age de Brynjolfsson y McCaffee, y las nuevas tesis de Paul
Mason en “Postcapitalism: a Guide to our Future”.
Se pasa por alto muchas veces que frente a la primera revolución
industrial (la ocasionada por la máquina de vapor), y la segunda
(iniciada con la electrificación), la digitalización de la economía se
refiere a la utilización de un nuevo input productivo, la información,
con características muy especiales: la información es infinita y quiere
ser libre, porque su reproducción digital implica costes decrecientes
que tienden a cero.
Dicho de otro modo, y se me perdonará que aborde estos temas
taquigráficamente, la economía digital, en la medida en que va
penetrando el tejido económico, va destruyendo la necesidad del trabajo
en el mercado actual (capitalista). Naturalmente es una tontería decir
que el trabajo va a desaparecer, porque los humanos seguiremos
utilizando nuestra creatividad para producir valor social. Pero no es una tontería decir que la economía digital va a prescindir de una cantidad creciente de trabajo asalariado.
Si no lo remediamos, muchos de los expulsados del mercado seguirán
malviviendo con trabajos residuales y contratos basura: esa realidad es
tan omnipresente que, en el fondo, explica el estancamiento secular al
que se ve abocado el neoliberalismo hoy. Pero también en las sociedades
desarrolladas comienzan a aparecer segmentos importantes de ciudadanos
que combinan empleos parciales con nuevas formas de actividad
socialmente útiles, o se decantan por nuevas actividades que tienen poco
que ver con el capitalismo: Wikipedia, los “Creative Commons”, el
software libre y las nuevas iniciativas descentralizadas de economía
colaborativa, social y solidaria son, quizás, el embrión de un modo de
producción diferente y alternativo al capitalismo. Esta es una tesis
fuerte que, de confirmarse, abre la posibilidad de una transición a un
nuevo sistema productivo y es ahí donde se podría encontrar el núcleo
duro de un nuevo paradigma de la izquierda.
Para terminar, solamente si le concedemos a la digitalización de la economía el rango de característica sobresaliente de la nueva economía política del siglo XXI
podremos dar todo su sentido a demandas políticas cada día más
importantes, como la necesidad de reducir las horas de trabajo más allá,
incluso, de las 30 horas semanales, o el establecimiento de una renta
básica universal, que solamente en una perspectiva que tiene en cuenta
los efectos de la economía digital cobra todo su sentido…
El model de creixement insostenible i il·limitat que ens ha abocat a la crisi econòmica mundial és també la causa de la crisi ambiental en la que estem immersos. Aquest és un model antieconòmic perquè ha deixat ja de ser positiu per a nosaltres. Els beneficis que d’ell n’obtenim no superen el perjudicis que ens comporta en forma de pèrdua irreversible d’espècies i de recursos naturals, de contaminació i degradació ecològica, de costos personals i de injustícia social.
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