CHRISTIANA FIGUERES | Responsable de la ONU de cambio climático
Esta responsable de la ONU trabaja en el acuerdo que sustituirá al Protocolo de Kioto
“En la cumbre de París no se va a solucionar mágicamente el cambio climático”, reconoce
Manuel Planelles
Barcelona
28 MAY 2015 - 10:21 CEST
"En París, de repente, no se va a solucionar mágicamente el cambio climático". A seis meses de la conferencia internacional contra el calentamiento global que se celebrará en Francia, Christiana Figueres (Costa Rica, 1956) reconoce que no se logrará el objetivo de limitar, a final de siglo, el aumento de la temperatura a dos grados centígrados
con respecto a los niveles preindustriales. Existe un consenso
científico de que, a partir de ese punto, las consecuencias del
calentamiento son catastróficas. "Hoy ya podemos saber que la suma [de
los compromisos de mitigación de las emisiones] de todos los países no nos pone en la trayectoria de los dos grados", admite la responsable de cambio climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Pero Figueres asegura que en "París habrá acuerdo" y que los Gobiernos están "bien encaminados".
La conferencia de la capital francesa deberá fijar el convenio que sustituya al Protocolo de Kioto,
donde se quedaron fuera del control de las emisiones las dos
principales potencias económicas (y contaminantes): China y Estados
Unidos. "El Protocolo de Kioto fue bueno en su momento, pero hasta
cierto punto fue simplista en su construcción". Por ello, Figueres habla
ahora de "diversidad" y varias velocidades.
Cada Estado, antes de la cumbre de París, presentará sus objetivos de
reducción de las emisiones a partir de 2020. Estados Unidos, por
ejemplo, ya se ha comprometido a una bajada en 2025 de entre un 26% y un
28% (tomando como referencia las emisiones del 2005). "China no va a
poner una meta para toda su economía. Pondrá el tope de carbono para el
2020 y el tope para todas las emisiones de gases de efecto invernadero
en el 2030", indica Figueres. La propuesta de la Unión Europea es
reducir para 2030 un 40% sus emisiones respecto a 1990.
"Las tres economías más grandes del mundo en emisiones —China, EE UU y
la UE— son las que están tomando un liderazgo importante". Aunque cada
una se fije los objetivos que considere oportunos. "¿Hay espacio para
que todos los países hagan más esfuerzos?", se pregunta Figueres. "Por
supuesto. Pero esa no es la realidad tecnológica, política y financiera
que tenemos en este momento. Las metas que han tomado esos países son un
buen primer paso, pero no son el último".
Figueres recurre a una metáfora para explicar este futuro acuerdo de
París a varias velocidades: "Lo que se construye es una autopista ancha,
con diferentes carriles. La autopista lleva a la meta final que es el
restablecimiento del balance ecológico entre las emisiones y la
capacidad del planeta de absorberlas. Toda la autopista lleva a esa
meta. Pero tiene varios carriles, porque cada país tiene que progresar
de una manera diferenciada".
Hasta ahora, 37 Estados han presentado ante la ONU sus propuestas con las reducciones de emisiones que plantean.
El último en hacerlo, hace 15 días, ha sido Canadá. Figueres cree que
las contribuciones de los 194 países miembros de la Convención Marco de
las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático no estarán antes de la
cumbre: "Hay muchos países pequeños que están tratando aún de
desarrollar su capacidad de análisis. Pero, para el momento de París,
vamos a tener entre un 70% y un 75% de las emisiones globales cubiertas
por algún tipo de plan de manejo".
La secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas
sobre Cambio Climático considera imprescindible que los países
industrializados entren primero en el acuerdo y presenten sus programas
de reducción.
En París, detalla, también se tendrán que fijar instrumentos económicos. "Es posible", augura, que aumente la dotación del Fondo Verde para el Clima.
Considera que se debe "apoyar financiera y tecnológicamente a los
países en desarrollo para que den ese salto para seguir creciendo y
sacando a sus poblaciones de la pobreza pero sin una huella de carbono
tan profunda como los países industrializados". Al final, la cumbre
deberá marcar el camino hacia una "economía descarbonizada".
Pero, para lograr ese objetivo, deberían desaparecer determinadas
políticas que incentivan las energías más sucias. Figueres solo pierde
su tono reposado cuando habla de las ayudas de algunos Estados a los
combustibles fósiles, cuando recuerda que en todo el mundo "llegan a los
5,3 billones de dólares". Ese cálculo es del Fondo Monetario Internacional,
un organismo poco sospechoso de fomentar el ecologismo radical. "No
tiene ningún sentido seguir ahora con los subsidios a las fósiles",
opina Figueres. "Hay que bajar esos subsidios y aprovechar ese dinero
para otras cosas que favorecen a la parte baja de la pirámide y, sobre
todo, a los consumidores de bajos recursos".
La responsable de cambio climático de la ONU cree que ahora es el
momento de suprimir esas subvenciones, con los precios del petróleo en
mínimos. "El precio está tan bajo que bajar los subsidios no se notaría,
no lo notaría el consumidor. Ya hay diez países que han aprovechado
esta oportunidad para empezar a reducirlos".
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