01/19/2015
Posted by Energia.ds.uva
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El hecho de que
el precio del petróleo esté cayendo en los últimos meses no debería hacernos
olvidar que la crisis energética sigue avanzando por debajo de las
fluctuaciones del mercado. Los cambios tecnológicos y sociales profundos
requieren décadas, y desde esa perspectiva deberíamos ver la crisis energética:
estudiando el agotamiento de los combustibles fósiles décadas antes de su
inicio y buscando alternativas también con décadas de adelanto.
La mejor forma
de conocer cuánta energía nos queda realmente es dejar de lado la inmediatez de
la prensa y las declaraciones interesadas de las compañías energéticas, y echar
un vistazo a las publicaciones científicas. Para ello, el Segundo Congreso sobre el Pico del Petróleo organizado
recientemente por la UNED en Barbastro es un escaparate privilegiado
que, además, puede consultarse en diferido en los vídeos y documentos de su
página web.
En este
congreso, el sueco Mikael Höök, uno de los
mayores expertos en petróleo y gas del mundo, proporcionaba datos de los 38
estudios científicos de estimaciones de agotamiento del petróleo publicados
hasta la fecha en revistas científicas sujetas a revisión por pares, los 18
publicados para el gas natural y los también 18 publicados para el carbón. Los
datos se despliegan en diferentes curvas debido a la incertidumbre y la cautela
que suelen acompañar los resultados científicos, pero la mayor parte de estas
curvas indican el estancamiento y posterior declive de la extracción mundial de
petróleo en torno a 2020, sobre 2030 para el gas, y en torno a 2040 para el
carbón (figuras 1, 2 y 3).
Se pueden ver
ya, además, algunos hechos que confirman estas previsiones. La propia Agencia
Internacional de la Energía ha reconocido que el petróleo convencional -es
decir, el barato, de buena calidad y fácil extracción-, alcanzó su techo en
2006 y su extracción ha empezado a disminuir. También se puede observar en los
datos históricos (figura 1, línea negra) que la producción de petróleo ha
sufrido un estancamiento desde esa fecha (que no se debe a la falta de demanda
por crisis económica, ya que el consumo de carbón y gas natural siguió
creciendo en esas fechas a buen ritmo -figuras 2 y 3) mientras los tímidos
aumentos de extracción de petróleo que se han realizado desde 2006 se deben al
uso en EEUU y Canadá de la fractura hidráulica y las arenas asfálticas:
tecnologías caras, contaminantes y con bajo retorno energético.
Figura 1: Estimaciones
de extracción de petróleo de diversos autores aparecidas en revistas
científicas revisadas por pares (fuente: M. Höök, II Congreso sobre el Pico del
Petróleo, Barbastro 2014).
Figura 2: Estimaciones
de extracción de gas natural de diversos autores aparecidas en revistas
científicas revisadas por pares (fuente: M. Höök, II Congreso sobre el Pico del
Petróleo, Barbastro 2014).
Figura 3: Estimaciones
de extracción de carbón de diversos autores aparecidas en revistas científicas
revisadas por pares (fuente: M. Höök, II Congreso sobre el Pico del Petróleo,
Barbastro 2014).
Ante estos
datos, la pregunta que inmediatamente una se hace es si existen energías
alternativas que puedan cubrir el hueco que van a dejar los combustibles
fósiles. El estudio que presentamos –en
este mismo Congreso de Barbastro–aborda esta cuestión y lo hace con un modelo
matemático que nos sirve para reunir gran cantidad de datos sobre combustibles
agotables y energías renovables. Este estudio utiliza curvas similares a las
recopiladas por Höök y además presta especial atención a los ritmos de
sustitución. No sólo nos interesa saber, por ejemplo, si una tecnología
renovable funciona, sino también si vamos a poder implantarla a tiempo y si va
a servir para los usos en los cuales utilizamos ahora el petróleo, el gas o el
carbón. Aunque a largo plazo nadie puede saber cómo va a evolucionar la
tecnología, a corto plazo sí sabemos que su desarrollo requiere tiempo y su
introducción en el mercado también, de forma que podemos estimar hasta qué
punto alternativas como la energía fotovoltaica, la eólica, los biocombustibles
o los vehículos eléctricos, van a poder cubrir la demanda que requeriría una
economía mundial en continuo crecimiento cuando las energías fósiles se vayan
agotando.
Las
conclusiones que se extraen de nuestro estudio no son demasiado halagüeñas. Una
de las cosas que más claramente observamos es que no tenemos tiempo para
sustituir el declive del petróleo, especialmente en el sector del transporte.
En la actualidad, prácticamente todo el transporte mundial depende de
combustibles líquidos extraídos del petróleo y las posibles alternativas como
los vehículos eléctricos o de hidrógeno son muy débiles desde el punto de vista
tecnológico. En la figura 4 se puede ver el resultado de comparar la energía
disponible para el transporte y la demanda que requeriría la economía mundial
bajo dos escenarios: el BAU (business as usual, una extrapolación de las
tendencias actuales) y el escenario 2, un escenario “tecno-optimista” con
fuerte desarrollo de alternativas como los vehículos híbridos, eléctricos y de
gas, combustibles líquidos extraídos del gas y el carbón y una fuerte apuesta
por la eficiencia. Se puede ver que, incluso en el escenario más optimista, las
curvas de energía disponible y demanda para el transporte dejan de coincidir
antes de 2020 (figura 4). No llegamos a tiempo de evitar el declive del
petróleo en esta década porque las alternativas no están creciendo al ritmo necesario.
También se ve
claramente que el papel de la energía nuclear es irrelevante. Por una parte, no
es una energía crítica, ya que apenas proporciona el 6% de la energía comercial
consumida y sólo se utiliza para el sector que menos problemas tiene (la electricidad).
Por otra parte, un desarrollo a gran escala de la actual energía de fisión
encontraría pronto el límite del agotamiento de las reservas de uranio; además,
tecnologías como la fusión o las llamadas nucleares de cuarta generación no se
prevé que puedan estar en el mercado en las próximas décadas y, por ello, no
entran dentro de nuestro horizonte temporal del estudio.
El modelo
también nos muestra que en el sector de la electricidad los problemas son menos
acuciantes, ya que el declive del carbón es un poco más tardío y existen
tecnologías renovables con potenciales de desarrollo importante (figura 5).
Todavía estaríamos a tiempo de sustituir buena parte del consumo de
electricidad mundial con energías renovables, pero para ello deberíamos comenzar
a invertir en esta década y, al no ser el eléctrico un sector problemático en
estos momentos, corremos el peligro de no realizar las inversiones necesarias.
A pesar de todo
ello, el modelo también muestra que el cambio climático no deja de ser un
problema. Aunque algunos de los peores escenarios de emisiones previstos por el
IPCC no son compatibles con los límites de los combustibles fósiles, sí existen
escenarios muy preocupantes que lo son.
Los resultados
que hemos obtenido con este modelo dibujan un panorama mucho más sombrío del
que suele presentarse en los medios de comunicación y, probablemente, del que
la mayor parte de las personas tienen en mente (incluso más pesimista que el
que teníamos nosotras/os antes de realizar el estudio). Aunque ningún modelo es
un oráculo ni debe ser tomado como tal, los modelos son herramientas muy útiles
para mostrar aspectos que quedan ocultos entre la abundancia de datos. Es
posible que las fechas y datos concretos que prevemos varíen debido a los
errores que todo estudio lleva consigo, pero ello cambia muy poco las
conclusiones básicas.
Los datos
científicos apuntan a que, en las próximas décadas, el continuo crecimiento del
consumo de energía que hemos disfrutado desde mediados del siglo XVIII se va a
acabar. Vamos a tener que realizar una gran transición hacia una sociedad que
no dependa de los combustibles fósiles y cada vez más científicos/as estamos
alertando de que ésta no va a poder basarse únicamente en cambios tecnológicos.
En esta misma década, para poder reaccionar frente al pico del petróleo, vamos
a tener que emplear herramientas de todo tipo: sociales, económicas, políticas,
etc., medidas que casan muy mal con nuestra economía de mercado y que van a
requerir importantes niveles de conciencia ciudadana y voluntad política.
La crisis
energética es uno de los problemas más importantes a los que nos enfrentamos y
no podemos esperar a que la escasez de energía sea evidente para empezar a
solucionarlo. Si esperamos unos años hasta estar completamente seguros de que
las predicciones de los geólogos se cumplen, nos encontraremos en un escenario
de energía escasa, crisis económica y conflictos por los recursos en el cual
será muy complicado invertir en tecnología y emprender medidas colectivas.
Debemos empezar la transición energética ahora. Al fin y al cabo, si nos
adelantamos y realmente hubiera más energía fósil de lo que los científicos
decimos, es muy poco lo que perdemos; pero, si llegamos tarde, el resultado
será, sin duda, catastrófico.
Marga Mediavilla.
También publicado en Eldiario.es
Figura 4: Estimaciones de la energía de diversas fuentes disponible para el transporte comparadas con la demanda bajo dos escenarios: BAU, que extrapola las tendencias actuales, y escenario 2, con fuerte desarrollo de las alternativas tecnológicas (Fuente: Capellán-Pérez, I. y col. Fossil fuel depletion and socio-economic scenarios: An integrated approach. Energy, Volume 77, 1 December 2014, Pages 641–666 2014).
Figura5: Estimaciones de
la energía de diversas fuentes para la generación de electricidad comparadas
con la demanda bajo dos escenarios: BAU, que extrapola las tendencias actuales,
y escenario 2, con fuerte desarrollo de las alternativas tecnológicas (Fuente:
Capellán-Pérez, I. y col. Fossil fuel depletion and socio-economic scenarios:
An integrated approach. Energy, Volume 77, 1 December 2014, Pages 641–666
2014).
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