09/11/2016 |
Michael Roberts
La idea de una renta básica ha ganado una gran
popularidad y no sólo entre la izquierda sino también en la derecha
política procapitalista. La renta básica se reduce a que el Estado haga
un pago mensual a cada ciudadano para cubrir las “necesidades básicas”
tanto si esa persona está o no en paro e independientemente de la
circunstancia. Como la define Daniel Raventós en su reciente libro,
"La renta básica es un ingreso pagado por el Estado a cada miembro de
pleno derecho o residente acreditado de una sociedad, independientemente
de si desea aceptar o no un trabajo remunerado o si es rico o pobre o,
en otras palabras, de cualesquiera otras fuentes de ingreso que esa
persona pueda tener y a pesar de los arreglos de cohabitación en la
esfera doméstica" (Renta básica: las condiciones materiales de la libertad).
Enumera varios puntos en su favor: aboliría la pobreza, nos permitiría equilibrar mejor nuestras vidas entre el trabajo doméstico, voluntario y pagado, empoderaría a la mujer y “ofrecería a los trabajadores un fondo de resistencia con el que mantener huelgas que actualmente son difíciles de prolongar a causa de las reducciones salariales que conllevan”.
Libros recientes como Inventing the Future de Nick Srnicek y Alex Williams, y Postcapitalism de Paul Manson han destacado también esta cuestión. Estos autores plantean que la demanda de una renta básica universal por el trabajo debería ser parte de una lucha por avanzar hacia el post-capitalismo y debería ser una demanda clave para proteger a los trabajadores de un mundo capitalista cada vez más dominado por los robots y la automatización, donde los seres humanos caerán cada vez más en el desempleo.
Pero la “renta básica” es también popular entre algunos economistas y políticos de derecha. ¿Por qué? Porque se cree que pagar a cada persona un ingreso “básico” en vez de salarios y beneficios sociales es un manera de “ahorrar dinero”, reducir el volumen del Estado y de los servicios públicos; en otras palabras, reducir el valor de la fuerza de trabajo y aumentar la tasa de plusvalía (en términos marxistas). Sería un “subsidio” para empresarios con aquellos trabajadores que no reciben ningún ingreso extra de prestaciones sociales bajo presión para aceptar salarios que no sean mayores a la “renta básica”, que sería muy inferior al salario medio. Como Raventós ha señalado (en el American Journal of Economic Issues de junio de 1996, con Catherine Kavanagh): “separando parcialmente los ingresos del trabajo, los motivos de los trabajadores para luchar contra las reducciones salariales se rmenguan considerablemente, haciendo así más flexibles el mercado laboral. Esto permite a los salarios, y por ello a los costes de trabajo, a ajustarse más fácilmente a las cambiantes condiciones económicas”.
Ciertamente, el peligro está en que la demanda de una renta básica pueda sustituir la demanda del pleno empleo o de un trabajo con un salario suficiente para vivir. Por ejemplo, se ha calculado que en EE UU, la actual economía capitalista podría permitirse sólo una renta básica de alrededor de 10 000 dólares al año por persona adulta. Y eso reemplazaría a todo lo demás: el Estado del bienestar al completo, incluyendo el sistema de pensiones, desaparecería en ese pago de 10 000 dólares por persona adulta.
La demanda de renta básica es parecida a la idea que circula entre los keynesianos y otros economistas de izquierda de un mayor gasto público financiado por el “dinero de helicóptero”. Esta política no implica una reforma sustancial de la economía sino una distribución de dinero para aumentar los ingresos y estimular la economía capitalista. Ciertamente, es por esto por lo que el economista griego de izquierda, Yanis Varoufakis, tiene una buena opinión de la idea de una renta básica. Varoufakis nos dice que un ingreso mínimo igual para todos es la manera más efectiva de combatir las tendencias deflacionarias que manifiestan la incapacidad del capitalismo de equilibrarse por sí mismo. Crear un ingreso mínimo desconectado del trabajo, afirmaba, aumentaría la demanda efectiva sin aumentar substancialmente los ahorros. La economía volvería a crecer y lo haría de forma mucho más equilibrada. La suma de ese ingreso mínimo, se convertiría en un nivelador simple, único, para los planificadores económicos del siglo XXI.
La demanda de renta básica da aquí una respuesta a las crisis del capitalismo, sin reemplazar el modo de producción capitalista, en el sentido keynesiano tradicional o postkeynesiano, poniendo fin al “subconsumo”. Pero ¿qué pasa si este subconsumo no es la causa de las crisis y hay una contradicción más fundamental en el capitalismo que una “renta básica” para todos, aumentada gradualmente por los planificadores del gobierno, no puede resolver?
Raventós responde a este este argumento diciendo: “Algunas personas se quejan de que la renta básica no pondrá fin al capitalismo. Por supuesto que no. El capitalismo con renta básica será capitalismo, pero un capitalismo muy diferente del que tenemos ahora, igual que el capitalismo que siguió inmediatamente a la II Guerra Mundial era substancialmente diferente al que vino después de finales de los 70, la contrarreforma que llamamos neoliberalismo. El capitalismo no es sólo un capitalismo, igual que ’el mercado’ no es sólo un mercado”.
En su libro, Why the Future is Workless, Tim Dunlop dice que “el enfoque que debemos adoptar no es encontrar formas en las que podamos competir con las máquinas —esa es una batalla perdida—, sino encontrar formas con las que la riqueza pueda ser distribuida por medios diferentes al salario. Esto casi con seguridad, implica algo así como una renta básica universal”. Pero, ¿es este el enfoque que debemos adoptar? ¿Encontrar formas de “distribuir” la riqueza “por medios diferentes al salario” o controlar la producción de esa riqueza para que pueda ser organizada hacia necesidades sociales y no al beneficio?
En anteriores posts he discutido en detalle qué impacto tendría la robotización y la inteligencia artificial para el trabajo bajo el capitalismo. Y a partir de eso, vemos una ambigüedad en la demanda de la renta básica. Está dirigida tanto a proporcionar una demanda para el trabajo que luche, bajo el capitalismo, por mejorar las condiciones de los trabajadores mientras los trabajos están desapareciendo por la automatización, y quiere también un ingreso básico como forma de pagar a la gente en un mundo “postcapitalista” de humanos sin trabajo, en el que toda la producción la hagan robots (¿pero habrá aún propietarios privados de robots?).
Y cuando pensamos en esta ambigüedad, podemos ver que estamos realmente ante una cuestión de propiedad de la tecnología, no del nivel de ingresos de los humanos sin trabajo. Con propiedad común, los frutos de la producción robótica pueden ser planificados democráticamente, incluyendo horas de trabajo para todos. Además, bajo una economía planificada con propiedad común de los medios de producción (robots), sería posible extender bienes y servicios gratis (como servicio público de salud, educación, transporte y comunicaciones) a las necesidades básicas y más allá. Así, la gente trabajaría unas pocas horas y obtendría mayores bienes y servicios, no sólo serían compensado por la falta de trabajo con una “renta básica”.
En un mundo postcapitalista (al que prefiero llamar “socialismo”, en vez del afectado “postcapitalismo”), el objetivo sería acabar (gradual o rápidamente) con la ley del valor (precios y salarios) y pasar a un mundo de abundancia (bienes y servicios gratis por pocas horas de trabajo). Ciertamente, esto es lo que los robots y la automatización ofrecen ahora como posibilidad técnica.
La renta básica es demasiado básica. Como reforma del trabajo, no es tan buena como la demanda de trabajo para los que lo necesiten, con un salario con el que poder vivir, la exigencia de la reducción de la semana laboral mientras se mantiene el salario o proporcionar pensiones decentes. Y bajo el socialismo, sería redundante.
23/10/2016
Traducción: VIENTO SUR
https://thenextrecession.wordpress.com/2016/10/23/basic-income-too-basic-not-radical-enough/
Enumera varios puntos en su favor: aboliría la pobreza, nos permitiría equilibrar mejor nuestras vidas entre el trabajo doméstico, voluntario y pagado, empoderaría a la mujer y “ofrecería a los trabajadores un fondo de resistencia con el que mantener huelgas que actualmente son difíciles de prolongar a causa de las reducciones salariales que conllevan”.
Libros recientes como Inventing the Future de Nick Srnicek y Alex Williams, y Postcapitalism de Paul Manson han destacado también esta cuestión. Estos autores plantean que la demanda de una renta básica universal por el trabajo debería ser parte de una lucha por avanzar hacia el post-capitalismo y debería ser una demanda clave para proteger a los trabajadores de un mundo capitalista cada vez más dominado por los robots y la automatización, donde los seres humanos caerán cada vez más en el desempleo.
Pero la “renta básica” es también popular entre algunos economistas y políticos de derecha. ¿Por qué? Porque se cree que pagar a cada persona un ingreso “básico” en vez de salarios y beneficios sociales es un manera de “ahorrar dinero”, reducir el volumen del Estado y de los servicios públicos; en otras palabras, reducir el valor de la fuerza de trabajo y aumentar la tasa de plusvalía (en términos marxistas). Sería un “subsidio” para empresarios con aquellos trabajadores que no reciben ningún ingreso extra de prestaciones sociales bajo presión para aceptar salarios que no sean mayores a la “renta básica”, que sería muy inferior al salario medio. Como Raventós ha señalado (en el American Journal of Economic Issues de junio de 1996, con Catherine Kavanagh): “separando parcialmente los ingresos del trabajo, los motivos de los trabajadores para luchar contra las reducciones salariales se rmenguan considerablemente, haciendo así más flexibles el mercado laboral. Esto permite a los salarios, y por ello a los costes de trabajo, a ajustarse más fácilmente a las cambiantes condiciones económicas”.
Ciertamente, el peligro está en que la demanda de una renta básica pueda sustituir la demanda del pleno empleo o de un trabajo con un salario suficiente para vivir. Por ejemplo, se ha calculado que en EE UU, la actual economía capitalista podría permitirse sólo una renta básica de alrededor de 10 000 dólares al año por persona adulta. Y eso reemplazaría a todo lo demás: el Estado del bienestar al completo, incluyendo el sistema de pensiones, desaparecería en ese pago de 10 000 dólares por persona adulta.
La demanda de renta básica es parecida a la idea que circula entre los keynesianos y otros economistas de izquierda de un mayor gasto público financiado por el “dinero de helicóptero”. Esta política no implica una reforma sustancial de la economía sino una distribución de dinero para aumentar los ingresos y estimular la economía capitalista. Ciertamente, es por esto por lo que el economista griego de izquierda, Yanis Varoufakis, tiene una buena opinión de la idea de una renta básica. Varoufakis nos dice que un ingreso mínimo igual para todos es la manera más efectiva de combatir las tendencias deflacionarias que manifiestan la incapacidad del capitalismo de equilibrarse por sí mismo. Crear un ingreso mínimo desconectado del trabajo, afirmaba, aumentaría la demanda efectiva sin aumentar substancialmente los ahorros. La economía volvería a crecer y lo haría de forma mucho más equilibrada. La suma de ese ingreso mínimo, se convertiría en un nivelador simple, único, para los planificadores económicos del siglo XXI.
La demanda de renta básica da aquí una respuesta a las crisis del capitalismo, sin reemplazar el modo de producción capitalista, en el sentido keynesiano tradicional o postkeynesiano, poniendo fin al “subconsumo”. Pero ¿qué pasa si este subconsumo no es la causa de las crisis y hay una contradicción más fundamental en el capitalismo que una “renta básica” para todos, aumentada gradualmente por los planificadores del gobierno, no puede resolver?
Raventós responde a este este argumento diciendo: “Algunas personas se quejan de que la renta básica no pondrá fin al capitalismo. Por supuesto que no. El capitalismo con renta básica será capitalismo, pero un capitalismo muy diferente del que tenemos ahora, igual que el capitalismo que siguió inmediatamente a la II Guerra Mundial era substancialmente diferente al que vino después de finales de los 70, la contrarreforma que llamamos neoliberalismo. El capitalismo no es sólo un capitalismo, igual que ’el mercado’ no es sólo un mercado”.
En su libro, Why the Future is Workless, Tim Dunlop dice que “el enfoque que debemos adoptar no es encontrar formas en las que podamos competir con las máquinas —esa es una batalla perdida—, sino encontrar formas con las que la riqueza pueda ser distribuida por medios diferentes al salario. Esto casi con seguridad, implica algo así como una renta básica universal”. Pero, ¿es este el enfoque que debemos adoptar? ¿Encontrar formas de “distribuir” la riqueza “por medios diferentes al salario” o controlar la producción de esa riqueza para que pueda ser organizada hacia necesidades sociales y no al beneficio?
En anteriores posts he discutido en detalle qué impacto tendría la robotización y la inteligencia artificial para el trabajo bajo el capitalismo. Y a partir de eso, vemos una ambigüedad en la demanda de la renta básica. Está dirigida tanto a proporcionar una demanda para el trabajo que luche, bajo el capitalismo, por mejorar las condiciones de los trabajadores mientras los trabajos están desapareciendo por la automatización, y quiere también un ingreso básico como forma de pagar a la gente en un mundo “postcapitalista” de humanos sin trabajo, en el que toda la producción la hagan robots (¿pero habrá aún propietarios privados de robots?).
Y cuando pensamos en esta ambigüedad, podemos ver que estamos realmente ante una cuestión de propiedad de la tecnología, no del nivel de ingresos de los humanos sin trabajo. Con propiedad común, los frutos de la producción robótica pueden ser planificados democráticamente, incluyendo horas de trabajo para todos. Además, bajo una economía planificada con propiedad común de los medios de producción (robots), sería posible extender bienes y servicios gratis (como servicio público de salud, educación, transporte y comunicaciones) a las necesidades básicas y más allá. Así, la gente trabajaría unas pocas horas y obtendría mayores bienes y servicios, no sólo serían compensado por la falta de trabajo con una “renta básica”.
En un mundo postcapitalista (al que prefiero llamar “socialismo”, en vez del afectado “postcapitalismo”), el objetivo sería acabar (gradual o rápidamente) con la ley del valor (precios y salarios) y pasar a un mundo de abundancia (bienes y servicios gratis por pocas horas de trabajo). Ciertamente, esto es lo que los robots y la automatización ofrecen ahora como posibilidad técnica.
La renta básica es demasiado básica. Como reforma del trabajo, no es tan buena como la demanda de trabajo para los que lo necesiten, con un salario con el que poder vivir, la exigencia de la reducción de la semana laboral mientras se mantiene el salario o proporcionar pensiones decentes. Y bajo el socialismo, sería redundante.
23/10/2016
Traducción: VIENTO SUR
https://thenextrecession.wordpress.com/2016/10/23/basic-income-too-basic-not-radical-enough/
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