Octubre 27/2016
Nos llegan noticias del futuro que cuentan que la
Inteligencia artificial y los robots están listos para reemplazar en gran
medida la fuerza laboral de hoy en día. La mayoría de profesionales
creativos, o que precisan un punto de vista intuitivo e interpretativo como
médicos, abogados, diseñadores y otros, creen que van a resultar indemnes a esa
sustitución masiva. Se suele repetir que los trabajos amenazados son los
repetitivos, los rutinarios. Tareas que puedan ser asumidas por máquinas y que
permitirá siempre que la creatividad siga en manos de los seres humanos.
La Harvard Business
Review está trabajando en publicar todos los estudios y
análisis que ponen en guardia esas afirmaciones de nuevo. Consideran que en
apenas un par de décadas, justo en el punto exacto en que nuestros niños entren
en la subasta laboral, todas esas profesiones habrán sido desmanteladas tal y
como las conocemos ahora y, peor aún, como se las estamos presentando a los
profesionales del futuro. Existen ocho campos profesionales vinculados a la
salud, el derecho, la educación, la auditoría, los impuestos, la
consultoría, el periodismo, la arquitectura y, como novedad, la religión. El
diagnóstico de la Harvard Business Review es parecido al que muchas veces
comentamos aquí. La evidencia de que el cambio radical en la
sustitución tecnológica del trabajo profesional ya está en marcha y
avanzando de un modo exponencial.
Más de 60 millones de
desacuerdos entre los comerciantes de eBay se resuelven mediante ‘resolución de
conflictos en la red’ en lugar de entre abogados y jueces. Tres
veces el número de demandas presentadas cada año en todo el sistema judicial
americano. Las autoridades fiscales de Estados Unidos en 2014 recibieron
las declaraciones de impuestos electrónicos de casi 50 millones de personas que
habían confiado en el software de preparación de impuestos online en
lugar de profesionales de impuestos humanos. En WikiHouse,
una comunidad digital diseñó una casa que podría ser ‘impresa’ y montada por
menos de 50.000 euros. En 2011 el Vaticano concedió la primera impronta
digital a una aplicación llamada ‘confesión’ que ayuda a la gente a prepararse
para confesar sus pecados y recibir las instrucciones para redimirlos. La
Iglesia considera que Dios está online.
La Harvad Business Review considera que estos indicadores,
entre casi un millar más que en su espacio web publican regularmente, son la
muestra de que el desafío más determinante al que se ha enfrentado la
humanidad en cuanto a su modo de vida, ya ha empezado y nada lo va a
detener. Cuentan que los médicos están utilizando listas de comprobación, los
abogados se basan en los precedentes, y los asesores trabajan con metodologías.
Todos bajo un prisma de automatización y sustitución como nunca antes habíamos
pensado y cuya adopción se ha acelerado en los últimos cinco años de manera
exponencial. Cosas impensables hace 6 meses están en marcha de manera
natural en muchos despachos.
La afirmación de que algunas profesiones ‘son inmunes a
los desplazamientos por la tecnología’ generalmente se basa en dos
supuestos. El primero se refiere a que los ordenadores deberían ser incapaces
de ejercer un juicio, ser creativos o sentir empatía. Cualidades
indispensables en la prestación de un servicio que, digamos, se sitúa en
territorio puramente humano. Sin embargo esa afirmación ya no se aguanta. Ahora
sabemos que cuando el trabajo profesional se desglosa en varios componentes,
muchas de las tareas que implica llegar a una resolución no dejan de ser
rutinarias y basadas en procesos. La Inteligencia Artificial y la
gestión masiva de datos no estructurados logran simular la creatividad al
dividir procesos en partículas. Logran algo parecido al ‘juicio’ en base a
un método interpretativo que no tiene nada que ver al modo en el que los
humanos razonamos.
Existe otro problema que es de tipo conceptual. La
insistencia en que los resultados de asesores profesionales sólo pueden ser
alcanzados por los seres humanos que son creativos y empáticos, por lo general
se basa en la idea de que la única manera de conseguir máquinas para superar a
los mejores profesionales humanos sería copiando la forma en que trabajan estos
profesionales. El error aquí es no reconocer que los profesionales humanos ya
están siendo superados por una combinación de fuerza bruta de procesamiento con
inmensas cantidades de datos y resoluciones derivadas de algoritmos notables.
Estos sistemas no replican el razonamiento humano ni
nuestro pensamiento. Estos sistemas ya vencen a los mejores seres humanos en
juegos difíciles, predicen la probabilidad de fallos en los tribunales
con mayor precisión que los abogados, o resuelven de modo más exacto las probables
epidemias permitiendo a los sistemas sanitarios actuar independientemente de
órdenes humanas. La idea de que los sistemas piensan como humanos es
un error conceptual.
La conclusión que nos sugieren es que nos preparemos y
dejemos de lanzar balones fuera. No es ‘inteligente’ afirmar que todo eso no va
con nosotros o que sucederá en un futuro lejano. Ya está pasando y llegará toda
su intensidad en apenas una década. No atender esa llamada del futuro será un
trágico error. Abrazar la automatización no será cómodo si se hace de improviso
y precipitadamente. Existen pruebas de que no necesariamente se debe destruir
empleo. Sabemos, analizando como se están industrializando algunos países que
han ingresado en la Cuarta Revolución con mayor intensidad que otros, que el
empleo no desaparece, se transforma.
Si se diseña un modo para compaginarlo todo, para atender
a un mundo con una ocupación distinta, menor en algunos campos, superior en
otros, con una economía circular y con una reinvención del concepto empleo
que distinga entre ocupación y productividad, lograremos vivir en un mundo
robótico, automático y tecnológico que nos permitirá ser más humanos,
sociales y solidarios con nuestro entorno.
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