dimarts, 28 de juliol del 2015

El desarrollo sostenible está fracasando pero hay alternativas

Article de Federico Demaria publicat a The Guardian
Traducció per N.C.  

Ante el empeoramiento de las crisis ecológica y económica y la continua privación social, las dos últimas décadas han visto emerger dos grandes tendencias  entre los que persiguen la sostenibilidad, la igualdad y la justicia.

En primer lugar están los enfoques de la  economía verde y el desarrollo sostenible que van a dominar la próxima cumbre sobre el clima de París y los objetivos de desarrollo sostenible post-2015 (ODS). Hasta la fecha, estas medidas no han logrado ofrecer una armonización del crecimiento e­conómico, bienestar social y protección del medio ambiente.

Los paradigmas  de la ecología política, por el contrario, abogan  por  cambios más fundamentales, desafiando el predominio de desarrollo orientado al crecimiento basado en los combustibles fósiles, el capitalismo neoliberal y las formas relacionadas  de la llamada democracia representativa.

Las falsas respuestas de la economía verde

 

Si nos fijamos en la política ambiental internacional de las últimas cuatro décadas, el radicalismo inicial de la década de 1970 ha desaparecido.

El documento final de la Cumbre Río 2012 + 20, El Futuro Que Queremos, no identificó las raíces históricas y estructurales de la pobreza, el hambre, la insostenibilidad y la inequidad. Estas incluyen: la centralización del poder del Estado, los monopolios capitalistas, el colonialismo, el racismo y el patriarcado. Sin diagnosticar de quién es o a qué se debe la  responsabilidad, es inevitable que cualquier solución propuesta no sea lo  suficiente transformadora.

Aun más, el informe no reconoció que el crecimiento infinito es imposible en un mundo finito. Conceptualizó el capital natural como un "activo económico fundamental", abriendo las puertas a la mercantilización (el llamado capitalismo verde), y no rechazó el consumismo desenfrenado. Se puso muchísimo énfasis en los mecanismos de mercado, la tecnología y una mejor gestión, lo que socava los cambios políticos, económicos y sociales fundamentales que el mundo necesita.

En contraste, una diversidad de movimientos por la justicia ambiental y nuevas visiones del mundo que tratan de lograr transformaciones más fundamentales han ido surgiendo en diversas regiones del mundo. A diferencia del desarrollo sostenible que cree
falsamente que puede ser de aplicación universal, estos enfoques alternativos no pueden ser reducidos a un solo modelo.

Incluso el Papa Francisco en la encíclica “Laudato Si “, al igual que otros líderes religiosos como el Dalai Lama, ha sido explícito en la necesidad de redefinir el progreso: "Existe una necesidad de cambiar" los modelos de desarrollo global "; [...] Con frecuencia, de hecho, la calidad de vida de las personas en realidad está disminuyendo [...] en medio del crecimiento económico. En este contexto,  hablar de un crecimiento sostenible por lo general se convierte en una forma de distraer la atención y dar excusas. Absorbe el idioma y los valores de la ecología dentro de  las categorías de las finanzas y la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas a menudo se reduce a una serie de medidas de marketing y de mejora de la imagen".

Alternativas radicales


Pero la crítica no es suficiente: necesitamos nuestras propias narrativas. Desmontar el desarrollo abre la puerta a una multiplicidad de ideas y visiones del mundo nuevas y viejas. Estas incluyen el buen vivir (sumak kawsay o suma qamaña o), una cultura de la vida con diferentes nombres y variedades que vienen de los pueblos indígenas de diversas regiones de América del Sur; Ubuntu en Sudáfrica, con su énfasis en la reciprocidad humana ("Yo soy porque nosotros somos"); democracia radical ecológica  o swaraj ecológico en la India, con un enfoque en la autonomía y el autogobierno; y el decrecimiento, la posibilidad de poder vivir mejor con menos y en común , en los paises occidentales.

Estas visiones del mundo difieren marcadamente de la noción actual de desarrollo, oponiéndose a  la creencia dogmática del crecimiento económico y proponiendo en su lugar la noción de bienestar. Internamente son diferentes, pero expresan valores fundamentales comunes, como la solidaridad, la armonía, la diversidad y la unidad con  la naturaleza.

Existen ya miles de iniciativas que ponen en práctica elementos de dicha transformación socio-ecológica: la recuperación de los territorios indígenas y de las formas de vida en América, los movimientos zapatista y kurdo por el autogobierno, las economías solidarias, las cooperativas de productores, las ciudades en transición y las monedas comunitarias en Europa, la tierra, los bosques y los movimientos de democracia directa en América Latina y en el sur de Asia, la rápida expansión de la agricultura ecológica y la energía renovable descentralizada en todo el mundo, entre  otros.

Muchos de ellos forman una base para la política de transformación, potencialmente apoyados por el caso de Syriza en Grecia y de Podemos en España. Es lo que se ha llamado el plan C, un proyecto revigorizado, de abajo hacia arriba,  de los bienes comunes y la solidaridad comunitaria. Esta sería una alternativa al fallido plan A (austeridad) y el no probado pero fallido plan B (crecimiento keynesiano basado en un mayor endeudamiento).

La incapacidad o falta de voluntad de los procedimientos de la ONU para reconocer los defectos fundamentales del sistema económico y político dominante en la actualidad y para prever una agenda verdaderamente transformadora hacia un futuro sostenible y equitativo, es decepcionante. A pesar de que la sociedad civil presiona para tener el mayor espacio posible dentro de la agenda de los objetivos del desarrollo sostenible ODS post-2015, debe también seguir imaginando y promoviendo fundamentalmente visiones y caminos alternativos.

Es poco probable que las ideas sobre el bienestar radical se vayan  a imponer en el escenario actual, pero no es un sueño imposible. Como las crisis entrelazadas aumentan e incluso con la economía verde no hay  una  respuesta - como no puede ser de otra forma - la gente en todas partes se resistirá  y buscará alternativas válidas.

Ashish Kothari es miembro de Kalpavriksh (Pune, India) y co-autor de Churning the Earth (Penguin, 2012). Alberto Acosta es profesor de la Flacso (Quito, Ecuador) y autor de El Buen Vivir (Icaria, 2013). Federico Demaria es miembro de Research & Degrowth, investigador del ICTA de la UAB (Barcelona, ​​España) y co-editor de Decrecimiento: vocabulario para una Nueva Era (Routledge, 2014).

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