Traducció per N.C.
Ante el empeoramiento de las crisis ecológica y económica y la continua privación
social, las dos últimas décadas han visto emerger dos grandes tendencias entre los que persiguen la sostenibilidad, la
igualdad y la justicia.
En primer lugar están los enfoques de la
economía verde y el desarrollo sostenible que van a dominar la próxima
cumbre sobre el clima de París y los objetivos de desarrollo sostenible
post-2015 (ODS). Hasta la fecha, estas medidas no han logrado ofrecer una
armonización del crecimiento económico, bienestar social y protección del
medio ambiente.
Los paradigmas de la ecología
política, por el contrario, abogan
por cambios más fundamentales,
desafiando el predominio de desarrollo orientado al crecimiento basado en los
combustibles fósiles, el capitalismo neoliberal y las formas relacionadas de la llamada democracia representativa.
Las falsas respuestas de la economía verde
Si nos fijamos en la política ambiental internacional de las últimas cuatro
décadas, el radicalismo inicial de la década de 1970 ha desaparecido.
El documento final de la Cumbre Río 2012 + 20, El Futuro Que Queremos, no
identificó las raíces históricas y estructurales de la pobreza, el hambre, la
insostenibilidad y la inequidad. Estas incluyen: la centralización del poder
del Estado, los monopolios capitalistas, el colonialismo, el racismo y el
patriarcado. Sin diagnosticar de quién es o a qué se debe la responsabilidad, es inevitable que cualquier
solución propuesta no sea lo suficiente
transformadora.
Aun más, el informe no reconoció que el crecimiento infinito es imposible
en un mundo finito. Conceptualizó el capital natural como un "activo
económico fundamental", abriendo las puertas a la mercantilización (el
llamado capitalismo verde), y no rechazó el consumismo desenfrenado. Se puso
muchísimo énfasis en los mecanismos de mercado, la tecnología y una mejor
gestión, lo que socava los cambios políticos, económicos y sociales
fundamentales que el mundo necesita.
En contraste, una diversidad de movimientos por la justicia ambiental y
nuevas visiones del mundo que tratan de lograr transformaciones más
fundamentales han ido surgiendo en diversas regiones del mundo. A diferencia
del desarrollo sostenible que cree
falsamente que puede ser de aplicación universal, estos enfoques
alternativos no pueden ser reducidos a un solo modelo.
Incluso el Papa Francisco en la encíclica “Laudato Si “, al igual que otros
líderes religiosos como el Dalai Lama, ha sido explícito en la necesidad de
redefinir el progreso: "Existe una necesidad de cambiar" los modelos
de desarrollo global "; [...] Con frecuencia, de hecho, la calidad de vida
de las personas en realidad está disminuyendo [...] en medio del crecimiento
económico. En este contexto, hablar de
un crecimiento sostenible por lo general se convierte en una forma de distraer
la atención y dar excusas. Absorbe el idioma y los valores de la ecología
dentro de las categorías de las finanzas
y la tecnocracia, y la responsabilidad social y ambiental de las empresas a
menudo se reduce a una serie de medidas de marketing y de mejora de la imagen".
Alternativas radicales
Pero la crítica no es suficiente: necesitamos nuestras propias narrativas.
Desmontar el desarrollo abre la puerta a una multiplicidad de ideas y visiones
del mundo nuevas y viejas. Estas incluyen el buen vivir (sumak kawsay o suma
qamaña o), una cultura de la vida con diferentes nombres y variedades que vienen
de los pueblos indígenas de diversas regiones de América del Sur; Ubuntu en
Sudáfrica, con su énfasis en la reciprocidad humana ("Yo soy porque
nosotros somos"); democracia radical ecológica o swaraj ecológico en la India, con un
enfoque en la autonomía y el autogobierno; y el decrecimiento, la posibilidad de poder vivir mejor con menos y en común ,
en los paises occidentales.
Estas visiones del mundo difieren marcadamente de la noción actual de
desarrollo, oponiéndose a la creencia
dogmática del crecimiento económico y proponiendo en su lugar la noción de
bienestar. Internamente son diferentes, pero expresan valores fundamentales
comunes, como la solidaridad, la armonía, la diversidad y la unidad con la naturaleza.
Existen ya miles de iniciativas que ponen en práctica elementos de dicha
transformación socio-ecológica: la recuperación de los territorios indígenas y
de las formas de vida en América, los movimientos zapatista y kurdo por el
autogobierno, las economías solidarias, las cooperativas de productores, las
ciudades en transición y las monedas comunitarias en Europa, la tierra, los
bosques y los movimientos de democracia directa en América Latina y en el sur
de Asia, la rápida expansión de la agricultura ecológica y la energía renovable
descentralizada en todo el mundo, entre
otros.
Muchos de ellos forman una base para la política de transformación,
potencialmente apoyados por el caso de Syriza en Grecia y de Podemos en España.
Es lo que se ha llamado el plan C, un proyecto revigorizado, de abajo hacia
arriba, de los bienes comunes y la
solidaridad comunitaria. Esta sería una alternativa al fallido plan A
(austeridad) y el no probado pero fallido plan B (crecimiento keynesiano basado
en un mayor endeudamiento).
La incapacidad o falta de voluntad de los procedimientos de la ONU para
reconocer los defectos fundamentales del sistema económico y político dominante
en la actualidad y para prever una agenda verdaderamente transformadora hacia
un futuro sostenible y equitativo, es decepcionante. A pesar de que la sociedad
civil presiona para tener el mayor espacio posible dentro de la agenda de los
objetivos del desarrollo sostenible ODS post-2015, debe también seguir
imaginando y promoviendo fundamentalmente visiones y caminos alternativos.
Es poco probable que las ideas sobre el bienestar radical se vayan a imponer en el escenario actual, pero no es
un sueño imposible. Como las crisis entrelazadas aumentan e incluso con la
economía verde no hay una respuesta - como no puede ser de otra forma -
la gente en todas partes se resistirá y
buscará alternativas válidas.
Ashish Kothari es miembro de Kalpavriksh (Pune, India) y co-autor de Churning
the Earth (Penguin, 2012). Alberto Acosta es profesor de la Flacso (Quito,
Ecuador) y autor de El Buen Vivir (Icaria, 2013). Federico Demaria es miembro
de Research & Degrowth, investigador del ICTA de la UAB (Barcelona,
España) y co-editor de Decrecimiento: vocabulario para una Nueva Era
(Routledge, 2014).
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