Los científicos avanzan hacia un sistema que podría permitirles determinar, casi de inmediato, la influencia que el calentamiento global ejerce sobre un fenómeno extremo
Este artículo se ha publicado en el diario australiano The Age y forma parte del acuerdo Climate Publishers Network, una red de diarios liderados por EL PAÍS y The Guardian para colaborar en la cobertura del cambio climático.
Una ola de calor azota la ciudad. Las temperaturas superan con creces los 40 grados durante varios días seguidos. Las vías del tren se deforman. Los árboles se ponen mustios. Hay vidas en peligro.
Está claro que los veranos en la ciudad suelen ser cálidos. Pero este
parece un poco más intenso que la mayoría ¿Es por el cambio climático?
Esto se preguntan cada vez más a menudo los ciudadanos de todo el mundo,
mientras las sequías, las olas de calor y las inundaciones llevan la
devastación hasta sus puertas.
Durante mucho tiempo, los climatólogos han dudado a la hora de
responder. El tiempo meteorológico está sujeto a variaciones naturales
que lo vuelven caótico y, por tanto, hacen que resulte difícil
discernir, en medio del ruido del sistema, la función que desempeña el
cambio climático en un acontecimiento extremo concreto. Pero cada vez hay más investigaciones que están cambiando por completo ese hecho.
Y los científicos avanzan hacia un sistema que podría permitirles
determinar, casi de inmediato, la influencia que el cambio climático
ejerce sobre un fenómeno meteorológico extremo.
Heidi Cullen, del grupo de comunicación científica Climate Central,
con sede en Estados Unidos, dice que se trata de algo más que un
ejercicio académico. “Los ciudadanos y los responsables políticos son
cada vez más conscientes de que el tiempo se está volviendo más extremo,
y quieren saber por qué”, afirma. Cullen coordina una red mundial de
climatólogos, conocida como proyecto de Atribución de Fenómenos Meteorológicos Mundiales, cuyo trabajo consiste en detectar las huellas del cambio climático en el tiempo meteorológico actual.
Se sitúa a cierta distancia del estudio climatológico, más conocido,
de las temperaturas medias mundiales a largo plazo, la subida del nivel
del mar y la desaparición del hielo polar, todos los efectos a largo
plazo comprobados del calentamiento global. Esta es una prueba de la
medida en que el cambio climático afecta a la vida de la gente corriente
ahora mismo, no dentro de varias décadas.
De la red de atribución de fenómenos meteorológicos forman parte
científicos de la Universidad de Oxford, la Universidad de Melbourne y
otras instituciones. En el resto del mundo hay otros grupos de
investigación que trabajan en estos mismos asuntos de manera
independiente.
Todo ello se suma a una década de trabajos sobre la atribución de los
fenómenos meteorológicos. Comenzó con un estudio de 2004 mediante el
que unos científicos de la Oficina Meteorológica de Reino Unido
descubrieron que el cambio climático había duplicado el riesgo de que se
produjese la devastadora ola de calor que azotó Europa el año anterior y
se cobró más de 70.000 vidas humanas.
Los ciudadanos y los responsables políticos son cada vez más conscientes de que el tiempo se está volviendo más extremo, y quieren saber por qué”
Llegaron después numerosos proyectos centrados en otros fenómenos,
que contaron con el estímulo de los avances técnicos de los complejos
modelos informáticos empleados para realizar los análisis. Lógicamente,
hay que ser cautos. La climatóloga Suzanne Rosier, del Instituto
Nacional de Investigación Hídrica y Atmosférica de Nueva Zelanda, se
apresura a advertir que los resultados no son definitivos y se basan en
probabilidades.
El proceso conlleva la ejecución de dos simulaciones paralelas con
modelos climáticos. Una tiene en cuenta los gases de efecto invernadero
que se han acumulado en la atmósfera a causa de la actividad humana,
mientras que la otra devuelve el sistema climático a la época
preindustrial. Rosier explica que, a continuación, se ejecutan ambas
simulaciones miles de veces, aunque en cada ocasión se modifican para
que contemplen la variabilidad del sistema meteorológico.
A partir de ahí, se comparan los resultados de ambas situaciones para
determinar la frecuencia o la magnitud con la que se ha producido un
fenómeno concreto bajo las circunstancias actuales, frente a lo que
habría sucedido en un planeta sin exceso de emisiones.
Los resultados son más claros cuando se trata de olas de calor y temperaturas extremas, pero menos si son sequías y lluvias
Esto no significa que los científicos puedan afirmar que “el cambio
climático ha provocado esta ola de calor”. Pero pueden empezar a decir
que un fenómeno es 5, 10 o 20 veces más probable como consecuencia del
cambio climático. En algunos casos, este estudio no ha hallado pruebas
de que el cambio climático haya influido sobre un acontecimiento
extremo, como las inundaciones que se produjeron en Europa Central en
2013. En otros, el cambio climático redujo, de hecho, la probabilidad de
un fenómeno extremo.
También depende de lo que se analice. Los resultados son más claros
cuando se trata de olas de calor y temperaturas extremas, pero menos si
son sequías y lluvias. Estudiar la influencia del cambio climático sobre
la frecuencia de los acontecimientos extremos es más fácil que
analizarla en relación con la magnitud de un fenómeno. Pero a lo largo
del camino, también se han producido muchos hallazgos concretos. Un
ejemplo ahora famoso es el registro de las temperaturas máximas de
Australia en 2013, sobre las que dos estudios llegaron a la conclusión
de que habrían sido "prácticamente imposibles" sin la influencia humana.
Uno de los científicos que participaron en aquel trabajo, el
catedrático de la Universidad de Melbourne David Karoly, dice que
todavía no hay criterios claros que permitan decidir qué fenómeno es lo
bastante extremo para ser analizado. No obstante, se tiende a
seleccionar acontecimientos que puedan simularse bien con los modelos
climáticos actuales y que tengan repercusiones importantes para las
personas o los bienes.
Pero, una vez que se selecciona un acontecimiento extremo y se
ejecutan los modelos, todavía pueden pasar meses hasta que se publiquen
los resultados, lo que supera con creces el recuerdo vivido de la
mayoría de los fenómenos meteorológicos.
Los científicos pueden empezar a decir que un fenómeno es 5, 10 o 20 veces más probable como consecuencia del cambio climático
Karoly dice que el proyecto de Atribución de Fenómenos Meteorológicos
Mundiales intenta reducir el tiempo que se necesita. En el caso de un
fenómeno individual, puede que pronto sean capaces de obtener y publicar
los resultados en una semana. Si se trata de las temperaturas de un
periodo más largo, como una primavera muy cálida que se haya registrado,
la rapidez puede aumentar a medida que las probabilidades de batir ese
récord ya se hayan definido gracias a la aplicación previa de los
modelos.
“El ciclo de los medios de comunicación es de una semana o menos.
Nuestro objetivo consiste en hacerlo en ese mismo plazo”, añade Karoly.
De hecho, Cullen afirma que, en el caso de ciertos fenómenos como el
calor extremo, ya es posible hacerlo. Pero la validación de los modelos
sigue siendo fundamental. “Por encima de todo, queremos acelerar el
proceso para ofrecer una primera respuesta óptima cuando el problema
climático sea una prioridad”, explica Cullen.
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