Article publicat a La Vanguardia
El desempleo y el empuje de la digitalización alientan el debate sobre la renta básica universal, una posibilidad que divide a los economistas
El concepto de renta básica universal se aleja poco a poco de planteamientos utópicos y cobra fuerza en los círculos de discusión económicos, impulsado por un mayor conocimiento desde la ciudadanía.
La segunda es condicionada. Tiene como objetivo garantizar unos ingresos mínimos para toda la población. 10.000 euros, por ejemplo. Si un trabajador gana más de esa cantidad, no recibe la renta. Si gana menos, recibe un complemento hasta el mínimo.
Sí, es cobrar por la simple existencia, si se hace un ejercicio de simplificación máxima.
¿Es factible?
En términos generales, como en cualquier tema, hay voces a favor y en contra de la renta básica universal. El economista Miquel Puig directamente la ve irrealizable y plantea dos grandes obstáculos. El primero, el presupuesto necesario. “Es un importe muy elevado que tendría que pagar la clase media”. Además, afirma que no se puede implementar en países con gran heterogeneidad cultural o étnica. “Al final, de manera subconsciente se cree que los que pagan son unos y los que se benefician son otros”. En Estados Unidos la clase media-alta blanca piensa, en ciertos casos, que mantiene con subsidios a los afroamericanos y latinos, ejemplifica. Un planteamiento que, según entiende, se reviviría con una renta básica universal.
"De manera subconsciente se cree que los que pagan son unos y los que se benefician son otros”
Daniel Raventós, presidente de Red Renta Básica, asociación que plantea y difunde su viabilidad, desmonta esos argumentos. Respecto al coste, ha sido partícipe de un estudio en el que se demuestra la posibilidad de una renta básica universal en España gracias a una reforma del IRPF y del ahorro en otras prestaciones. La intención es que sirva para vivir por encima del umbral de la pobreza, lo que permitiría erradicarla.
Fábrica de desempleados
Los críticos de la renta básica universal plantean que la gente, al tener asegurados unos ingresos que garanticen una vida digna, dejaría de trabajar. Las fuentes consultadas coinciden en que no sería así. “No hay una evidencia clara de que fomente la desocupación”, indica Sergi Jiménez-Martín, del departamento de Economía de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), que se apoya en implementaciones a escala local.
Seguir trabajando
Solo el 4% de los europeos encuestados dejarían de trabajar si se impone la renta básica universal
Aun así, Jiménez-Martín es conservador y expone que “está por ver qué consecuencias tiene recibir esta renta sobre el comportamiento de las personas, qué le ayuda, qué no le ayuda”. “Puedes plantear si recibir el cheque y ya está –que se lo gasten como quieran- o incentivar programas de inclusión. Pero se debe aceptar que siempre habrá un pequeño porcentaje que no quiera saber nada de inclusión”, prosigue.
Los robots, ¿el mejor aliado?
Más que el deseo de los gobiernos de implementar una renta básica universal, el detonante que permita que se haga realidad puede ser el empuje de la digitalización. En un futuro, es posible que la robotización del trabajo deje a millones de personas sin empleo e ingresos. Una sociedad sin consumidores. Ahí tendrán que actuar los gobiernos, lanzando algo similar a la renta básica universal para garantizar la vida digna de la población.
Los informes que alertan de la futura destrucción de empleos por la robotización son cientos. El más citado, elaborado por Carl Frey y Michael Osborne en la Universidad de Oxford, afirma que el 47% de los empleos de Estados Unidos se perderán por la automatización en un máximo de dos décadas, algo extensible al resto del mundo occidental. La OCDE rebaja el riesgo al 9%. Argumenta que el proceso será lento y costoso.
La robotización creciente
Según un estudio de la
Universidad de Oxford, el 47% de los empleos en Estados Unidos están en
riesgo de ser automatizados en un periodo relativamente cercano
Ese balance neto de pérdidas de trabajo lo apoya Raventós. Pero no lo secundan ni Puig, que mantiene que la robotización “hace perder muchos empleos a corto plazo, pero a largo plazo la capacidad de inventar nuevos trabajos es ilimitada”, ni Jiménez-Martín, que considera que “desaparecen trabajos y aparecen nuevos”. Incluso no lo ve “como un elemento clave para acelerar la renta básica universal”.
¿A qué se espera?
Si la amenaza de la pérdida masiva de empleos es real, su asimilación presupuestaria es mínimamente factible y se erradicaría la pobreza, ¿a qué se espera para imponer la renta básica universal? Es tan sencillo como que no todos pueden hacerlo, al menos de momento. Vuelve a asomar el coste para las arcas públicas.
Para Ferràs, de la UVIC, “sólo una economía extremadamente competitiva puede permitírselo”. “Lo primero que hay que hacer es crear una economía rica, intensiva en gasto en I+D o en digitalización”. Pocas naciones responden a ese perfil. Una de ellas es Suiza. Allí, hace apenas unos meses los ciudadanos rechazaron una renta básica universal de 2.260 euros mensuales. Los impulsores valoraron más que un 23% se mostrara a favor que el hecho de que el 77% votara en contra. En su opinión, se puso el tema en el centro del debate público y ganó notoriedad. Uno de los argumentos de peso de la campaña del ‘no’ fue el elevado coste de la medida.
El economista Miquel Puig insiste en su posición. “La renta básica universal puede parecer algo bonito, algo atractivo, pero es incompatible con la sociedad en la que vivimos”. Se muestra más cercano a un modelo de Estado del bienestar como el actual.
Lo único cierto e innegable es que el debate sigue abierto. Con argumentos a favor y en contra, la renta básica universal es cada vez menos utópica, pero no por ello está más cerca de producirse.
En el fondo, todo depende de la voluntad política. Pero los políticos “son los últimos en enterarse de los cambios importantes”, concluye Raventós. Hasta entonces, la idea de tener ingresos sin trabajar seguirá aparcada.
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