First we take Manhattan trata sobre la gentrificación de barrios emblemáticos en España y el mundo desde el punto de vista de un urbanista y un sociólogo
De Manhattan a Ruzafa, de Malasaña y Lavapiés al SoHo londinense, para comprobar las huellas de este proceso
"Debería empezar contando cómo ocurrió. Es
decir, contar cómo me sentía vagando durante meses por Nueva York,
buscando un espacio para una obra con la misma escala de las que he
hecho en otros sitios, aunque nunca en esta ciudad", comentaba el
artista, también arquitecto, Gordon Matta-Clark sobre la dificultad de
encontrar en la Gran Manzana un lugar donde realizar sus famosas
intervenciones sobre edificios.
"Según se avanza
hacia el muelle, conduciendo por la autopista vacía, se divisa un
increíble y animado conjunto de fachadas de épocas distintas y
personalidad diversa. Quería intervenir en una de ellas y cortar la
fachada. Las primeras que encontré se las habían apropiado los gays y
sadomasos, ya se sabe, ese mundillo del sadomasoquismo del puerto...".
La historia que narra es un relato en primera persona de todo lo que
allí sucedió en la década de los 70: la ocupación de la degradada isla
de Manhattan, por parte de la escena artística.
Unas intervenciones inocentes que ayudaron a dotar de
nuevos usos a espacios industriales abandonados y a que los barrios del
lugar comenzaran a tener una nueva vida. Lo que Matta-Clark -un artista
comprometido y con una fuerte implicación social- no se imaginaba, es
que tras él vendrían los grupos de inversión, la regeneración
urbanística y un largo proceso de cambio económico que transformó el lower east side en una de las zonas más caras del planeta.
De EEUU a España
El texto recorre casos concretos de cada fase dentro de un proceso de
gentrificación que muchas ciudades están sufriendo a día de hoy:
abandono, estigma, regeneración, mercantilización y resistencia. "Al
principio, cuando los inversores privados ven un barrio muy devaluado,
tienen temor de meter el dinero allí", comenta el sociólogo sobre el
papel clave que juegan estos grupos. "En el caso español se espera a que
las administraciones públicas primero hagan una labor de pacificación
del espacio, adecentándolo para los estándares de las clases medias".
Este tipo de reajustes hace que las primeras personas que lleguen, sean
personas con un alto capital cultural, estudios universitarios y estilo
de vida alternativo, pero con una cierta precariedad económica.
"En el comienzo se produce una mezcla social que resulta atractiva. Sin
embargo, con su llegada comienza a cambiar el perfil del vecino del
barrio y, de este modo, es menos arriesgado para un inversor jugarse el
dinero", relata Sorando. De esta manera comienza la transformación en
los comercios y la subida de los alquileres. "En algunos lugares se
están dado cuenta de que la llegada de esas primeras personas, conlleva
un grave peligro para la población con menos recursos y están comenzando
a tomar medidas", sentencia.
Barberías, tiendas de ropa vintage,
sitios de bocadillos vietnamitas, panaderías artesanas o comercios
especializados en repostería para perros son sólo algunos signos de la
gentrificación de un lugar. La profesora de sociología Sharon Zukin lo
ha denominado la domesticación por el capuccino. Si cambiamos capuccino
por cupcake, quizás lo entendamos mejor. En el
momento en el que aparece un establecimiento de venta de este tipo de
productos, sabemos que ese área está siendo gentrificada.
Colonización tras colonización
Para Sorando y Ardura la gentrificación acaba por matar a la gallina de
los huevos de oro: "Ciertos lugares que son atractivos para
determinadas clases medias, porque son diferentes, terminan haciéndose
todos iguales en el proceso". Esta colonización obliga a que los que
llegaron primero, sean sustituidos por personas con más capital
económico. Algo que también ocurre con los comercios, lo que antes eran
locales con encanto, alternativos y modernos, son ocupados por
franquicias. "Acaban convirtiéndose en no lugares. Espacios donde es
fácil para cualquier persona manejarse, por que están completamente
estandarizados". Así son los centros de la mayoría de capitales a nivel
mundial.
Los procesos de regeneración urbanística que muchos
políticos han llevado a cabo a lo largo de estos años, permiten entender
mejor lo que ha ocurrido. "La política debe intervenir en espacios para
cambiar espacios, no personas", aclara Sorando. "Una política de
regeneración urbana cambia los indicadores sociales de un barrio, no
porque las personas que allí vivían antes mejoren sus condiciones por
esa intervención política, sino porque como resultado de la intervención
cambian las personas que residen allí". Al final, los problemas
sociales no se resuelven, sino que se desplazan. "A eso se le llama
regeneración. La propia palabra no es inocente, sino que es una manera
de legitimar esa actuación", continúa.
No resulta
sencillo cambiar estas dinámicas. Ardura comenta el caso de la nueva
gerencia de urbanismo de Barcelona, cuyos esfuerzos para crear vivienda
social, uno de los puntos clave para evitar la subida de precios, están
resultando muy complicados. "Es necesario realizar un marco normativo,
estatal o autonómico. En el caso de los apartamentos turísticos hay una
desregulación que veremos, si no vamos a acabar pagando". En todo caso,
concluye en que los nuevos partidos han traído "una intención de cambio.
Hay una enorme diferencia con lo anterior".
El libro
termina poniendo la mirada en nuestros actos. Una llamada de atención a
todos aquellos que residimos en barrios gentrificados. "Hay que ser
conscientes de los procesos en los que estamos participando y entender
cómo podemos contribuir en una dirección o en otra", explica Sorando.
"Se trata de comprender que antes de nosotros había otra gente y que sus
problemas, también son nuestros problemas en el momento en el que
empezamos a residir en el mismo lugar".
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