Por Ignacio Muro*, miembro de Economistas Frente a la Crisis
El balance de la legislatura no puede
ser más desalentador. La última EPA permite no solo hacer un balance del
año sino también de toda la legislatura. Y no solo del empleo generado y
su calidad sino también del conjunto del comportamiento del mercado
laboral, especialmente de la evolución de la población activa, es decir,
de las personas que está en edad de trabajar y busca activamente
trabajo.
Lo que nos dice la EPA es extraño. Y
terrible. Mientras los trabajadores mayores de 40 años que se han hecho
activos en la búsqueda de empleo ha crecido en casi un millón de
personas, el desánimo se instala entre los menores de 35 años, hasta el
punto de que 1,5 millones han dejado ya de buscar trabajo en España. Se
trata además de un comportamiento generalizado en todos los escalones de
edad: se desaniman y huyen los de 20 años, pero también los de 25, los
de 30 y los de 35. Huyen los hombres pero también las mujeres en una
extraña paridad.
Huían en 2011, en los peores momentos
de la crisis, pero siguen desanimándose y huyendo en 2015, casi 400.000
más, cuando la creación de empleo bate records, tanto en volumen y
precariedad. Quizás sea por eso.
El sistema productivo español incapaz de aprovechar los mejores perfiles laborales
Para ellos no hay trabajo en España. O
no lo hay, de la calidad que esperan para la formación recibida. Por
ello buscan en el exterior, en Europa pero también en Latinoamérica o en
Asia, los empleos que aquí no encuentran. Más de 200.000 jóvenes
menores de 35 años, han emigrado anualmente desde el 2011, según los
datos del INE.
Esa misma discriminación se percibe
entre los jóvenes que tienen empleo o esperan encontrarlo en España. El
balance de la legislatura recoge un ligero descenso en número de
ocupados si lo medimos en términos globales. Pero si descendemos a un
análisis por edades nos volvemos a topar con la misma realidad: mientras
que se ha seguido destruyendo empleo entre los jóvenes menores de 35
años, (casi un millón de personas, -993,6 mil desde 2011) el balance es
positivo por una cantidad similar para los mayores 40 años. (+966 mil).
La misma tendencia se ha mantenido en
2015. El 58% del empleo creado en el último año lo han ocupado lo
mayores de 50 años. Mientras tanto, se sigue destruyendo empleo para
menores de 35 años.
Es como si el sistema productivo
español hubiera definido un perfil del trabajador necesario y rechazado
al resto, justo el que se corresponde con los profesionales más
cualificados en las nuevas tecnologías y los nuevos conocimientos y
habilidades de la economía digital. Se desprecia a los nuevos saberes,
sobre los que debería descansar una economía mucho más productiva e
innovadora y se contratan a los poseedores de las viejas habilidades,
las que se identifican con los sectores de siempre que vuelven a
recuperar protagonismo: servicios de hosteleria y comercio, turismo y
construcción.
Síntoma de una profunda quiebra generacional
Como señala un reportaje en The Guardian con
motivo del Foro Económico Mundial en Davos, “una tormenta se está
gestando. La próxima gran choque podría ser no civilizacional, religiosa
o cultural, sino generacional.”
Aunque en España la situación es
especialmente intensa, los jóvenes están sufriendo y son los
perjudicados a escala global. A pesar de que están disminuyendo en
número por el envejecimiento de las poblaciones, a pesar de estar
especialmente adaptados a la nueva economía digital, también se hacen
más pobres y vulnerables por la crisis financiera mundial.
Son esos profesionales más cualificados
los que se desplazan y enriquecen otras economías, precisamente las del
centro del sistema europeo. Y a nivel global, la de EEUU. Los
emigrantes, históricamente, han demostrado ser los más innovadores y
creativos en su búsqueda de formas de reducir las brechas culturales y
tecnológicos. Cuando esas personas se mueven empobrecen las naciones que
abandonan para aportar sus mejores ideas en sus destinos.
Habida cuenta que su coste de formación
se estima en alrededor de 50.000€ cada uno, esa transferencia de
inteligencia es determinante para el futuro: por cada 100.000 emigrantes
se produce una transferencia de capital humano equivalente al 0.5% del
PIB español. De modo que España podría estar transfiriendo, cada año de
la crisis, una dotación de capital humano con un valor equivalente a un
1% del PIB.
Los datos más significativos de nuestro
mercado de trabajo, los que reflejan la letra pequeña de la EPA, suelen
permanecer ocultos. Reflejan simplemente la incapacidad de nuestro
sistema productivo parta aprovechar los mejores activos humanos.
Reflejan también una cadena de empobrecimiento de nuestro país, una
cadena inversa de transferencia de conocimiento a favor de los países
centrales de Europa.
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