Para explicar la evolución del precio del petróleo hay que
recurrir a múltiples elementos que hacen que la dinámica sea compleja y
para nada obvia
¿Está barato el petróleo?
Si respondemos a
esta pregunta mirando a las cotizaciones del petróleo actuales (rondando
los 30 dólares del barril), la respuesta sería más bien positiva. Pero
si abrimos la escala temporal la respuesta no es tan clara.
Entre 1900 y 2005, si descontamos las dos crisis
petroleras de los años setenta, que se produjeron por decisiones
políticas, el precio del petróleo ha tenido dos características: ha sido
barato (se ha movido aproximadamente entre 20 y 30 dólares el barril a
precios actuales, es decir, con la inflación corregida) y estable (sin
fluctuaciones apreciables descontando esas dos crisis petroleras).
Pero, desde 2005 el petroleo ha oscilado fuertemente y se ha movido en
precios notablemente mayores. Entre 2005 y 2008 subió hasta alcanzar
unos 140 dólares/barril. Después se desplomó llegando a unos 45
dólares/barril en 2009. Hasta 2011 volvió a subir. Entre 2011 y 2014
osciló entre 100 y 120 dólares/barril. Finalmente, bajó hasta la
situación actual.
¿Qué explica el cambio en el patrón de comportamiento del precio del petróleo y la situación actual?
Para explicar la evolución del precio del petróleo hay que recurrir a
múltiples elementos que hacen que la dinámica sea compleja y para nada
obvia. Entre ellos, nos vamos a centrar en los geológicos y financieros,
por considerarlos los más importantes actualmente, lo que no excluye
que existan otros.
El cambio de patrón en el precio
del petróleo se produjo en 2005 y en 2005 se alcanzó la capacidad máxima
de extracción del petróleo convencional. El pico del petróleo
convencional.
El petróleo convencional es el que es
más fácil extraer y tiene mejores prestaciones. Supone la inmensa
mayoría del petróleo extraído a nivel histórico y, todavía hoy, es el
85% del explotado. El no convencional es el que está en aguas
ultra-profundas, en el ártico, el embebido en rocas poco porosas que hay
que romper mediante técnicas como la fractura hidráulica (fracking),
las arenas bituminosas de Canadá o el petróleo extra-pesado de
Venezuela. Para que la explotación de los no convencionales sea
rentable, el precio del petróleo debe estar en torno a los 80-100
dólares/barril, pues su coste de extracción es alto.
El pico de una sustancia no renovable es el momento a partir del cual
empieza a descender la capacidad de extraerla. En la explotación de un
recurso minero la primera fase tiene forma de curva ascendente. Es una
etapa en la que cada vez se puede extraer más cantidad. En esta fase se
encuentran los yacimientos más accesibles y grandes y, con la
experiencia acumulada, se explotan otros de forma sencilla. Pero,
inevitablemente, llega un momento en el que la extracción empieza a
declinar. Este momento coincide, 'grosso modo', con la mitad de las
reservas. El punto de inflexión es el 'pico de la sustancia'. Durante la
segunda mitad de la curva de extracción, el recurso podrá conseguirse
en cantidades decrecientes, será de peor calidad (puesto que primero se
explotan los mejores) y más difícil de conseguir (ya que al principio se
eligen los emplazamientos de más fácil extracción y de mayor tamaño, y
además, la segunda mitad de las reservas de un recurso siempre son más
difíciles de sacar que las primeras). También requieren del uso de
técnicas más contaminantes y, por lo tanto, de más medidas paliativas.
De este modo, una vez sobrepasado el pico del recurso, lo que resta es
una extracción decreciente, de peor calidad y más difícil técnica y
energéticamente. Todo ello implica una tensión hacia al aumento del
precio del petróleo, salvo importantes reducciones en la demanda, hasta
chocar con el techo de precio asumible económicamente (lo que
abordaremos más adelante).
El pico del petróleo
también implica una menor capacidad de controlar el flujo puesto en el
mercado y, por lo tanto, una mayor facilidad para especular con él y con
ello exagerar más las fluctuaciones de precios. Esta posibilidad
especulativa se ha visto incrementada mucho fruto de las políticas de
fuerte desregulación de los mercados financieros, la mayoría de las
cuales sigue vigente después de la crisis financiera que se inició en
2007. Es decir, que el escenario pospico es de precios fluctuantes y
alcanzando cotas más altas. Es lo que vivimos desde 2005.
El 'bajo' precio del petróleo a día de hoy responde, al menos, a tres
factores. Por un lado, la oferta de líquidos combustibles que se
engloban en la categoría de petróleo ha aumentando (el pico todavía es
solo de petróleo convencional). Esto se ha debido, sobre todo, al
incremento de la fractura hidráulica en EEUU y a la extracción de arenas
bituminosas en Canadá. Si medimos este aumento en energía neta que se
proporciona a la sociedad (que es lo que debería importarnos) el
incremento no es tal, ya que son petróleos que requieren mucha más
energía para su extracción y refino que los convencionales. Pero, como
el único indicador que manejan los mercados es el del volumen, da la
impresión de un incremento de la oferta. En todo caso, desde 2015 la
extracción de petróleo de EEUU se está desplomando por la retirada
masiva de inversiones en empresas de fracking.
Para
explicar este aumento de la oferta es necesario responder a cómo es
posible que los precios del petróleo estén por debajo del coste de
extracción en muchos lugares del mundo y esta siga produciéndose. En lo
que concierne a las empresas privadas, esto es especialmente patente en
las de fracking. La clave no está en el campo productivo, sino en el
financiero. El negocio no estaba en la venta del petróleo, sino de los
activos financieros. A estas empresas les ha compensando sostener estos
déficits porque han podido apuntarse un aumento de sus reservas de
hidrocarburos y aumentar de forma sostenida la extracción. Esto les ha
hecho subir en bolsa y cosechar importantes beneficios financieros.
Desde 2010, el sector se convirtió en un fuerte atractor de inversiones,
lo que empujó aún más sus acciones, generándose una burbuja
especulativa. A pesar de las pérdidas en el apartado productivo, la
perforación de pozos continuó para sostener el flujo de petróleo y, con
él, el precio de las acciones. Esta burbuja empezó a estallar en 2015.
En el caso de las empresas públicas, hay varios factores que explican
el sostenimiento de la extracción a precios ruinosos. Probablemente, los
más importantes sean el intento de mantener la cuota de mercado y de no
rebajar aún más los ingresos a corto plazo, pues la situación económica
y social es complicada para muchos (Venezuela, Rusia, Brasil, Arabia
Saudí).
El segundo factor es la demanda. La Gran
Recesión, que comenzó en el 2007-2008, persiste. Entre los estados
emergentes, Brasil y Rusia están en una fuerte crisis y China está
reduciendo de forma muy importante su crecimiento (probablemente
bastante más de lo que muestran las cifras oficiales). La UE y Japón no
han conseguido salir del letargo económico. EEUU es el que tiene un
comportamiento algo más dinámico, pero sin cifras realmente importantes.
Un indicador claro de que nos encontramos en un escenario de crisis es
que el comercio internacional está en niveles menores incluso de los
alcanzados en 2008 (en el estallido de la Gran Recesión). Por lo tanto,
un aumento de la oferta (aparente) y un descenso de la demanda implican
una presión a la baja sobre los precios.
El tercer
factor es la especulación. El petróleo, como el resto de materias
primas, se negocia en los mercados financieros. En bolsas como las de
Chicago y en transacciones privadas en los mercados OTC. La OPEP no pone
los precios del petróleo, sino que intenta regularlos colocando más o
menos crudo en el mercado. Como con cualquier otro activo financiero,
con los derivados el petróleo se puede obtener beneficio cuando su valor
sube (eso parece obvio), pero también cuando su valor baja. Un
mecanismo habitual para este segundo caso es el 'alquiler', por ejemplo
de futuros de petróleo, a un precio relativamente alto. Después, se
ponen en venta esos futuros y se recompran más baratos obteniendo con
ello un beneficio. En muchos mercados financieros esta operación se
puede hacer incluso, por increíble que parezca, sin tener los activos
(se dice que se van a vender, se provoca una baja del precio por un
aumento de la oferta y se compran después más baratos). Es decir, que el
'desequilibrio' entre oferta y demanda se ve incrementado por la
especulación.
¿Cuál puede ser la evolución futura del precio del petróleo?
Probablemente, el precio del petróleo siga fluctuando de forma fuerte
en el futuro marcando el ritmo del recrudecimiento de la Gran Recesión
en las subidas y permitiendo leves (y ficticias como veremos)
recuperaciones en las bajadas. Esto sucederá durante unos cuantos años.
La siguiente fase podrá ser la de un precio elevado y estable. Sucederá
cuando exista una escasez de crudo manifiesta y sostenida, a no ser que
el desplome económico haya sido tan mayúsculo que la demanda sea muy
pequeña. O, dicho de otro modo, esto sucederá cuando el petróleo deje de
ser el motor energético de la economía y se parezca más a un artículo
de lujo.
¿Qué implicaciones tiene un precio del petróleo alto?
El crecimiento es indispensable para el funcionamiento del capitalismo.
Entre los factores para que exista el crecimiento, la disponibilidad
abundante de energía barata es central. Por eso, la energía útil usada
directa o indirectamente para generar un producto o servicio y el PIB
tienen una correlación casi lineal. Y, hablar de energía actualmente es
hablar de los combustibles fósiles (suponen alrededor del 90% de la
energía comercializada en el mundo). Entre ellos, el papel del petróleo
es absolutamente central, sobre todo en sectores tan estratégicos como
el transporte, la industria petroquímica y la explotación de otras
fuentes energéticas renovables y no renovables.
La
correlación entre energía y crecimiento se debe a varios factores que se
derivan de que, simplemente, no hay actividad económica sin energía:
- La disponibilidad energética es un elemento central del aumento de la productividad, al permitir que una persona genere más bienes por hora gracias el uso de máquinas.
- La subida del precio del petróleo implica que los costes de las materias primas, los productos manufacturados y el trasporte aumenten. Para intentar controlar la inflación, los bancos centrales suelen aumentar el precio del dinero, lo que tiende a limitar el crecimiento por falta de crédito.
- Este crecimiento de los precios, así como la bajada en la productividad, retrae el consumo en un escenario de crisis (paro, reducción salarial), lo que incentiva más la recesión.
- La relación entre el precio de la energía y el crecimiento también estriba en que los costes de extracción de los combustibles fósiles han estado notablemente por debajo de su valor económico, lo que ha permitido una etapa de crecimiento irrepetible.
- Con un alto precio de la energía, que es un gasto imposible de soslayar, simplemente queda menos dinero para desarrollar otras partes de la economía. La demanda total cae y la capacidad de inversión también. Además, este incremento de la factura energética no producirá más energía y materiales.
- En la medida que un territorio sea un importador de energía, esto también supondrá un empeoramiento de la balanza comercial y una mayor dificultad para encontrar financiación.
- Sin energía barata no hay transporte global, lo que reduce las posibilidades de una economía de escala y una alta especialización, que son elementos centrales del crecimiento.
- La energía abundante y barata es la que genera confianza en todo el sistema y permite la creación de dinero y deudas con la expectativa de que podrán ser recuperadas en el futuro.
De este modo, hay un precio del petróleo a partir del cual se dispara
la recesión en el capitalismo fosilista. Para EEUU, el umbral parece
estar con un barril de petróleo a 120-130 dólares/barril. En todo caso,
la cifra no es estática y depende de la estructura productiva del país y
del grado de complejidad (a más complejidad, más barato tiene que ser
el petróleo). Por ejemplo, fruto de la deslocalización de la industria
más consumidora de energía a las regiones emergentes, el umbral en las
centrales ha subido y el de las receptoras de esta industria bajado (se
pueden permitir una menor factura energética antes de entrar en crisis).
¿Y bajo?
Entonces, si la energía barata es un requisito básico para el
crecimiento, un barril a 30 dólares debería ser una buena noticia. Pues
no. Hubiera sido una buena noticia en 2001 (y por supuesto antes),
cuando las compañías petroleras requerían un barril a 9 dólares para
cubrir costes, no en 2016, cuando ese guarismo puede alcanzar incluso
los 120 dólares. Esto se debe a que los costes de extracción han
aumentado mucho fruto de haber pasado el pico del petróleo convencional.
En Arabia Saudí rondan los 25 dólares/barril, los 30 dólares/barril en
Iran e Irak, 60 dólares/barril en Venezuela, 70 dólares/barril en México
y China, 90-100 dólares/barril en EEUU y 120 dólares/barril en Canadá.
Además, la rentabilidad de las inversiones es decreciente: en 1998-2005
la industria petrolera gastó 1.500 millones de dólares en exploración y
extracción, consiguiendo 8,6 Mb/d adicionales. En 2005-2013, el gasto
fue de 4.000 millones de dólares y la ganancia de 4 Mb/d.
A esto se suma que cada vez es más difícil conseguir inversiones por factores como:
- La viabilidad de las compañías depende más de su atractivo especulativo que productivo (del valor de sus acciones). De este modo, las empresas desvían las inversiones a actividades como la recompra de sus acciones para sostener el valor, en lugar de a la construcción de nuevas plantas, el mantenimiento de la infraestructura o el desarrollo de nuevos campos. Esto, lejos de ser una coyuntura pasajera, es un imperativo del mercado.
- En los últimos años, los impuestos sobre la actividad petrolera han crecido considerablemente en la mayoría de los países extractores y no es probable que esto cambie conforme avanzan sus problemas fiscales.
- Los costes también aumentan por el incremento de accidentes fruto del cambio climático y de la menor accesibilidad de los recursos.
Todo
esto se plasma en una desinversión. Acoplada a la caída del precio del
petróleo entre 2008 y 2009, disminuyó la inversión en explotación hasta
un 20%. Ahora está sucediendo lo mismo: la inversión en exploración y
desarrollo de nuevos yacimientos se redujo un 15% en 2014 con respecto a
2013, y un 20% en 2015 con respecto al año anterior. Esto se traduce en
que, a nivel mundial, han descendido las cabezas perforadas en un 50%
desde que se inició el descenso de precios actual.
A
estos problemas se añade que el sector petrolero está fuertemente
endeudado (unos 500.000 millones de dólares en 2015), lo que no solo
dificulta enormemente llevar a cabo nuevas inversiones, sino que está
llevando a la quiebra a numerosas empresas del sector, empezando por las
centradas en la explotación del petróleo de roca poco porosa mediante
fracking y las arenas bituminosas. 81 empresas de servicios y
yacimientos petrolíferos se declararon en quiebra en 2015.
Esta situación afecta también a las compañías estatales. Muchas de
ellas arrojan pérdidas significativas (Pemex, Statoil, Petrobras).
Además, como la economía de sus países matrices depende en gran medida
del crudo (90% de los ingresos estatales en Arabia Saudí) y han
aumentado mucho sus gastos, el precio mínimo para cuadrar las cuentas
estatales es alto. En el caso de Arabia Saudí, este precio mínimo ronda
los 100 dólares/barril, en Venezuela se sitúa en 120-150 dólares/barril.
Ante esta situación, algunos sectores están apostando por abrirse a la
inversión extranjera y a las tecnologías de las compañías privadas
(México, Venezuela, Brasil, Argentina, Bahréin, Libia, Irán, Noruega e
incluso Arabia Saudí) para sostener el ritmo de extracción. Pero, las
grandes multinacionales del petróleo, las inversoras naturales, están
realizando el movimiento contrario.
Por si esto fuese
poco, reactivar la extracción no es algo sencillo y que se lleve a cabo
automáticamente conforme suben los precios. Primero por la degradación
de la infraestructura, segundo por los altos costes económicos y
temporales requeridos (que necesitan a su vez una estabilidad en los
precios) y tercero porque será más difícil que los/as inversores/as
vuelvan a confiar en la rentabilidad del petróleo tras un desplome.
De este modo, la mezcla entre desinversión y quiebra de empresas que
deja el escenario de bajos precios del petróleo augura un futuro con una
cantidad de petróleo disponible que bajará más rápido que la
disponibilidad geológica. Este análisis probablemente es el que esté
detrás de las recientes caídas de los mercados financieros con a la
bajada del precio del petróleo. Antes de 2005, los mercados hubieran
subido con un descenso en los precios del crudo.
¿No pueden hacer nada los Gobiernos?
Es verdad que los Estados y las economías, sobre todo centrales, tienen
cierto aguante. Poseen una (relativa) capacidad de pagar altos precios
del crudo durante un tiempo, como muestra que, tras el pico de precios
que desató, con otros factores, la Gran Recesión, la economía se
recuperó ligeramente, a pesar de que los precios se mantuvieron altos
hasta 2014. Esto se consiguió gracias a una inyección masiva de dinero
en el sistema mediante la “relajación cuantitativa”, que ha sostenido la
capacidad de compra de la población, los Estados y, sobre todo, las
empresas (además de hinchar la burbuja del fracking). Pero esta es una
política que no es sostenible en el tiempo. Por una parte, porque no
parece muy razonable bajar los tipos de interés por debajo de 0, que es
donde básicamente están. Por otra, porque el dinero ficticio creado
necesita espacios donde invertir para que pueda reactivar la economía,
lo que cada vez es más difícil. Y, lo que es más importante, no se
pueden imprimir barriles de petróleo y, sin energía barata, la economía
financiera no podrá sostener todo el entramado.
También se puede argumentar que ya se han vivido situaciones de carencia
de combustibles, como durante la II Guerra Mundial o en las crisis
energéticas de los setenta, y que en ningún caso las economías llegaron a
colapsar. Pero, en las crisis de los setenta el desajuste entre oferta y
demanda fue del 5-7% y solo duró unos pocos meses. El escenario en el
que estamos es de una alta volatilidad, con picos que podrán ser
superiores a los 150 dólares/barril y un desfase entre oferta y demanda
creciente, que podrá llegar al 70-90%.
Todo ello genera un escenario en el que no habrá posibilidad de escapar al colapso de la economía fosilista.
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