Article publicat a Diario de Sevilla
Isidoro Moreno
Catedràtic emèrit d'Antropología. Universidad de Sevilla
Membre de de Asamblea de Andalucía
13/11/2015
Aunque los publicistas del sistema repitan que la economía va cada vez
mejor (deben referirse, evidente-mente, a las cuentas de resultados de
los bancos y las empresas del Íbex 35), la realidad es que una gran
parte de la población, en Andalucía el 42,3%, permanece donde ha sido
arrojada: en situación empobrecida y con alto riesgo de exclusión
social. Con la novedad de que conseguir un empleo ha dejado de ser
garantía de no ser pobres, dados los salarios-basura, la temporalidad y
la facilidad de despido.
Aunque dicen que son para remediar el
problema, los prebostes de nuestra sociedad proponen medidas que lo
agravarían, como ha hecho el presidente de la CEOE planteando "relajar"
los ya mermados derechos que aún conservan los trabajadores fijos para
equipararlos, a la baja, con los (casi nulos) derechos de los
trabajadores temporales. Así nadie tendría "privilegios". O como ha
planteado obscenamente el multimi-llonario Carlos Slim, el amigo de
Felipe González, que trabajemos tres días a la semana, a razón de 11
horas diarias y un salario "a la china", para que haya más empleos y
podamos dedicar cuatro días a la familia.
Viniendo de quienes vienen,
sólo a los muy ingenuos podrían sorprender estas propuestas, pero sí
resulta más chocante que en personas y organizaciones (partidos y
sindicatos principalmente) que se autodefinen como de izquierdas siga
siendo el empleo (lo que de forma reduccionista llaman trabajo) el
centro único de las propuestas y el referente obligado para ayudas y
subsidios. Es esto una parte del lastre ideológico de esa izquierda que,
contra lo que afirma, nunca ha leído a Marx, o le ha entendido muy
poco, y es, en realidad,
seguidora, sin saberlo, de los filósofos y
economistas liberales que crearon la ética puritana del trabajo (hecho
equivaler a empleo asalariado) para convencer a quienes carecían de
bienes propios de que era su obligación ética (e incluso religiosa)
trabajar de forma asalariada para multiplicar el capital de los
poseedores de la tierra o de las máquinas. Lo que era, y es, una
obligación forzosa para poder subsistir fue convertida en la única vía
para conseguir la integración social y la dignidad personal. De ahí la
consideración como no-trabajos de los que se realizan para uno mismo o
en el ámbito doméstico, convirtiendo a las amas de casa en
no-trabajadoras.
Sólo desde esta filosofía es posible entender las
propuestas de los partidos autodefinidos como "de izquierdas" o
"transversales" cara a las próximas elecciones. Así, Izquierda Unida
propone en su programa un "trabajo garantizado" para todos. Se supone
que garantizado por el Estado, ya que no sé cómo se podría obligar a las
empresas a contratar a los cinco millones de parados que existen a
nivel del Estado precisa- mente porque las empresas no los necesitan, o
ganan más sin contratarlos. Además de que costaría más de
230.000
millones si se pagara la hora a diez euros, en este gigantesco PER, una
vez creados los puestos sin duda necesarios en educación, sanidad y
otros servicios públicos, ¿a qué se dedicarían los restantes millones de
nuevos empleados?
Los otros partidos abogan por subsidios de
desempleo y ayudas con diferentes nombres pero que tienen, todos ellos,
un elemento en común: son paliativos, asistenciales y, sobre todo,
condicionados a que los aspirantes a perceptores demuestren ser pobres y
no tener trabajo (en realidad empleo), comprometiéndose a aceptar el
que se les ofrezca. Llámense "renta mínima garantizada" o "de
inserción", "ingreso mínimo vital" o incluso, con el objetivo de
confundir, "renta básica", se trata de subsidios y como tales están
condicionados a tener que demostrar ser pobres. La verdadera renta
básica es otra cosa: no responde a la idea de que el trabajo asalariado
sea la única fuente para alcanzar la dignidad humana sino que esta es
consustancial a toda persona y por ello, por ser el derecho más primario
de todos el derecho a la existencia, ha de ser universal e
incondicional. Mediante una reforma del IRPF, saldría beneficiada el 80%
de la población por la transferencia, desde el otro 20%, de 35.000
millones de euros. Con esta redistribución de la renta, nadie estaría
por debajo del nivel de la pobreza y cualquier persona podría negociar
qué condiciones salariales y de empleo le resultan aceptables, sin tener
que escuchar la consabida frase de "lo tomas o lo dejas, porque otros
sí aceptarán". Como existen numerosos análisis que demuestran su
viabilidad,
incluso sin una transformación radical del sistema, ¿por
qué ningún partido lleva la renta básica universal en su programa? Son
ellos los que deberían contestar, aceptando un debate riguroso y abierto
que es hoy imprescindible.
El model de creixement insostenible i il·limitat que ens ha abocat a la crisi econòmica mundial és també la causa de la crisi ambiental en la que estem immersos. Aquest és un model antieconòmic perquè ha deixat ja de ser positiu per a nosaltres. Els beneficis que d’ell n’obtenim no superen el perjudicis que ens comporta en forma de pèrdua irreversible d’espècies i de recursos naturals, de contaminació i degradació ecològica, de costos personals i de injustícia social.
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