La producción industrial e intensiva de carne y pescado, y el consumo de carne derivado, es una de las principales causas del calentamiento global del planeta. Sin embargo, en la próxima Cumbre del Clima de París, COP21, ni siquiera se hace mención a este sector
En colaboración con Equo Derechos de los Animales, el autor, eurodiputado por esta formación, plantea soluciones y estrategias para luchar contra el cambio climático y reforzar los derechos de los animales
Florent Marcellesi Portavoz de Equo en el Parlamento europeo
Si somos lo que comemos, sin duda hoy somos cambio climático. Nuestras dietas ricas en proteínas animales, alimentadas por una producción industrial e intensiva de carne y pescado, son una de las principales causas del calentamiento global. Sin embargo, la ganadería y el consumo de carne son las hermanas pobres de las negociaciones climáticas que culminarán a principios de diciembre en la cumbre COP21 de París. Repasemos, pues, la situación actual y planteemos luego estrategias y vías de acción.
Terneros en un matadero. Foto: Igualdad Animal |
Si somos lo que comemos, sin duda hoy somos cambio climático. Nuestras dietas ricas en proteínas animales, alimentadas por una producción industrial e intensiva de carne y pescado, son una de las principales causas del calentamiento global. Sin embargo, la ganadería y el consumo de carne son las hermanas pobres de las negociaciones climáticas que culminarán a principios de diciembre en la cumbre COP21 de París. Repasemos, pues, la situación actual y planteemos luego estrategias y vías de acción.
La ganadería, campeona del cambio climático
Hoy es bien sabido que la ganadería es, según la propia Organización Mundial de la Alimentación y Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), el sector que más gases de efecto invernadero (GEI) emite, aproximadamente el 18%, después del transporte (que representa un 22% de GEI). Hablamos concretamente del 9% de las emisiones mundiales de CO2, el 37% de las de metano (¡más que las explotaciones mineras, petróleo y gas natural!) y el 65% de las de N2O, teniendo estos dos gases un efecto invernadero más elevado que el CO2.
Esto se debe principalmente a la deforestación por el cambio de uso de la tierra debido a la expansión del pastoreo y de los cultivos de forrajeo, así como al proceso digestivo de los rumiantes (metano), el almacenamiento y elaboración de estiércol (N2O) y, por último, a la elaboración y transporte de productos pecuarios. En particular, hoy en día, un 10% del terreno agrícola del planeta se destina a pastos y otro 10% se destina a la producción de cereales para alimentarlos. Y, por si fuera poco, las estimaciones oficiales parecen incluso bastante optimistas. Según expertos del Banco Mundial, si contabilizáramos todas las emisiones indirectas, el sector ganadero encabezaría el ranking climático con más de la mitad de las emisiones totales de GEI a nivel mundial.
Por último, el consumo de carne, y por tanto el nivel de emisiones, no es el mismo según donde vivamos: por ejemplo, de media al año un estadounidense consume 120 kilos de carne y emite 17,6 toneladas de CO2; un español, 97kg y 8,6tn; un ruandés, 6.5kg y 0,08tn, siendo la media mundial anual de unos 40 kilos de carne y 4tn de CO2. Mientras que para respetar los límites del planeta sería recomendable que, al año por persona, la ingesta de carne no superara los 20 kg de promedio ylas emisiones 2 tn de CO2... La carne y el cambio climático son también una cuestión de justicia social y ambiental.
… pero ausente de la cumbre climática
Con estas cifras encima de la mesa, más de uno pensaría que el sector ganadero (y la piscifactoría) fuese sin duda una prioridad de las negociaciones climáticas de París. Pues ¡en absoluto! El borrador de acuerdo para COP21 ni siquiera hace mención a este sector, ni mucho menos al consumo de carne y pescado resultante de esta producción industrial e intensiva.
Los debates sobre ganadería se han derivado a otro foro, el 'Global Agenda for Sustainable Livestock' (GASL). Allí, tanto multinacionales del agrobusiness, gobiernos como algunas ONGs y fundaciones plantean de forma totalmente voluntaria, puesto que se da fuera del marco de negociaciones oficiales de Naciones Unidas, una ganadería que permita a la vez “la seguridad alimentaria, la equidad, el crecimiento y la protección del clima”.
Más allá de que el animal sea considerado tristemente de nuevo como pura mercancía al servicio del ser humano, la agenda del GASL es una mera contradicción de partida. Pretender aumentar el crecimiento en la producción y consumo de carne, y al mismo tiempo reducir las emisiones de GEI vinculadas al sector ganadero (así como el sufrimiento y la cosificación de los seres vivos) resulta una contradicción. Querer desacoplar crecimiento y emisiones de CO2 (así como crecimiento y maltrato animal) es a toda luz un espejismo en la ganadería y piscifactoría intensivas. ¡Entre clima y crecimiento, hay que elegir!
Soluciones reales y nueva estrategia
Luchar contra el cambio climático, reforzando asimismo los derechos de los animales, pasa por un camino bien distinto: reducir el consumo de carne y pescado dentro de unos límites ecológicos aceptables y abastecerse —en caso de seguir comiendo carne de manera ocasional— únicamente de carne ecológica de ganadería extensiva y local. Además de introducir esta cuestión en las negociaciones climáticas, eso significa a su vez dos vías de acción complementarias:
- 1) A nivel del sistema productivo, construir un nuevo modelo ganadero donde transitamos de la ganadería (y piscifactoría) intensiva y globalizada hacia la ganadería extensiva y local. En vez del objetivo puramente mercantil de producir el máximo de carne en el menor tiempo posible —a costa de la naturaleza, del bienestar animal y de la salud humana—, el objetivo pasaría a producir cantidades menores y de mejor calidad. Es decir, un sistema donde al reducir la producción de carne reducimos el impacto sobre el clima además dedisminuir y desmercantilizar masivamente el uso de animales para fines alimenticios, liberar tierras para cultivo de proteínas vegetales y, frente a las grandes corporaciones, reforzar el poder del pequeño ganadero y del consumidor consciente.
- 2) A nivel de consumo, comer menos carne y sustituir las proteínas de origen animal por las de origen vegetal. Además de ser mucho mejor para la salud (como recordaba hace poco la OMS sobre carne roja y cáncer) y para la justicia global, si España apostara de nuevo por la dieta mediterránea, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la producción de alimentos bajarían ¡más de un 70%! Mientras tanto, las emisiones de CO2 de las personas vegetarianas son un 50% menores que las de quienes consumen carne a diario y las de las veganas, más de un 60%. Normal: para producir un kilo de ternera se emiten 27 kg de CO2-eq y para el mismo peso de lentejas solo 1 kg (sin hablar de la tremenda diferencia en consumo de agua, tierra e impacto en la biodiversidad).
En torno a estos dos objetivos, y retomando la propuesta de Jorge Riechmann, podríamos articular una amplia coalición política y social a favor del clima, de los animales, de una alimentación saludable y de un campo, mar y ríos vivos. En esta coalición transversal y plural, se podrían unir ecologistas, defensores de los animales, pequeños ganaderos extensivos, conservadores de razas autóctonas, activistas de la alimentación natural y consumidores conscientes. Si bien no todos tenemos exactamente los mismos enfoques y metas finales, esta alianza de objetivos concretos permitiría una mejora sustancial para la lucha contra el cambio climático, la salud humana y los derechos de los animales.
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