Jaume Freire González.
Doctor en Economía Aplicada por la UAB. Trabaja como investigador y consultor
en áreas relacionadas con la economía ecológica y la economía ambiental, así
como la modelización económico-ambiental. Actualmente es consultor sénior en ENT
Environment and Management.
Desde diversas disciplinas se argumenta que un crecimiento
económico ilimitado resulta insostenible y choca con los límites biofísicos del
planeta. Frente a estas argumentaciones, el desarrollo del progreso tecnológico
ha sido considerado, por parte de determinados sectores, como la solución a
este problema, justificando así la perpetuación de este modelo basado en un
crecimiento continuo de la producción. Esta visión considera que el desarrollo
de nuevas tecnologías ahorradoras de recursos posibilitaría un menor uso de
recursos naturales para sostener los mismos niveles de bienestar material, ya
que mejoraría la productividad de los factores, recursos y procesos,
incrementando la eficiencia en su uso.
A pesar de que ésta es una proposición irrefutable en un
marco matemático-ingenieril, existen dudas sobre su validez a otros niveles de
análisis, como sería un nivel socioeconómico. Existe suficiente evidencia del
hecho de que, a pesar del gran desarrollo tecnológico experimentado y de que
las mejoras en eficiencia en el uso de recursos han sido constantes desde el
incipiente pre-capitalismo, el consumo global de recursos no ha parado de
crecer desde entonces.
Un destacado estudio de Fouquet y Pearson muestra la
evolución de la demanda de energía para iluminación y el progreso que ha
seguido su tecnología a lo largo de siete siglos.1 Este estudio muestra cómo
cada introducción de una nueva tecnología (candelabros medievales, lámparas de
aceite, lámparas de gas, lámparas eléctricas…) mejoraba la eficiencia
energética, pero a la vez el consumo global de energía se incrementaba de
manera espectacular. A pesar de que las luces eléctricas actuales son unas 700
veces más eficientes que las lámparas de aceite del siglo XVIII, el consumo medido
en lúmenes-hora per cápita es unas 6.500 veces mayor.
Ante la constatación de un consumo cada vez mayor de
recursos, cabe preguntarse cuál es el papel que juega el progreso tecnológico
sobre las presiones que la sociedad, mediante el consumo, ejerce sobre el medio
ambiente.
Son diversos los aspectos a considerar para entender la
inefectividad del desarrollo tecnológico para reducir el consumo de recursos. A
continuación se analizan las principales causas sugeridas por la literatura.
Las paradojas de la
tecnología y el consumo de recursos
En lo referente a las medidas tecnológicas y el consumo de
energía, los estados han implementado políticas de mejora de la eficiencia
energética para reducir su consumo e impactos, en términos de agotamiento de
recursos (o dependencia energética) y emisiones de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, el consumo energético no ha parado de crecer.
Hay que considerar diversos factores para comprender este
hecho. Éstos pueden agruparse, como mínimo, en dos paradojas: la Paradoja de la
eficiencia energética y la Paradoja de Jevons.
La Paradoja de la
eficiencia energética
Esta paradoja se refiere al hecho de que, a pesar de las
supuestas ventajas en términos económicos y ambientales de las medidas de
ahorro y la eficiencia energética, los niveles de inversión en ellas no llegan
al nivel que correspondería por los beneficios potenciales que conllevan. Es
decir, existen barreras prácticas a la extensión e introducción de muchas
medidas tecnológicas de eficiencia y ahorro energético. Linares y Labandeira
argumentan cómo las posibles causas de esta paradoja podrían estar tanto en los
fallos del mercado como en la falta de consideración de los aspectos
relacionados con el comportamiento humano y social.2 Las causas que citan son
las siguientes:
- Falta de rentabilidad por los precios: los precios de las tecnologías y energías convencionales no suelen reflejar muchos de sus costes (es el caso de las externalidades ambientales y sociales ignoradas por los mecanismos de mercado o de las infraestructuras subvencionadas estatalmente), frenando la inversión en medidas de ahorro y eficiencia por falta de rentabilidad.
- Costes de inversión más elevados de lo esperado. En este aspecto, también hay costes “ocultos” (menor nivel o calidad del servicio energético).
- Incertidumbre e irreversibilidad de las inversiones: la incertidumbre de los precios energéticos dificulta las decisiones de inversión y, además, las inversiones en eficiencia energética a menudo resultan difíciles de recuperar, si éstas finalmente resultan innecesarias o no rentables.3
- Fallos de información (incluida la información asimétrica, imperfecta o miope): la falta de información o la disponibilidad de información sesgada provoca que los consumidores no puedan tomar siempre las decisiones más racionales.
- Racionalidad limitada: incluso con la mejor información disponible, los consumidores no pueden (o no están interesados en) realizar todos los cálculos necesarios para tomar la mejor decisión.
- Lentitud de la difusión tecnológica: los procesos de difusión tecnológica son lentos, en parte debido a la incertidumbre y la heterogeneidad de los consumidores.4
- Problema del agente-principal: sucede cuando el agente que paga la inversión no recibe los beneficios derivados de ella. Por ejemplo, para las inversiones en aislamiento térmico de los hogares esto sucedería si el inversor (propietario) no es el mismo que paga la factura de electricidad (inquilino).5
- Imperfecciones de los mercados de capital: en determinados casos, y para algunos segmentos de la población, existe una dificultad de acceso a una adecuada financiación de este tipo de medidas.
- Heterogeneidad de los consumidores: algunas medidas que para determinados consumidores pueden resultar rentables no lo resultan para otros, si no hacen el mismo uso de éstas.6
- Divergencia entre las tasas sociales de descuento y las privadas: esto también sucede con otro tipo de inversiones y haría que, a pesar de que socialmente las medidas fueran muy beneficiosas, no se considerara así a nivel privado.
La Paradoja de Jevons
Esta paradoja está relacionada con la eficacia real que
tienen las medidas tecnológicas ahorradoras de recursos. Es un hecho empírico
que las nuevas tecnologías ahorradoras de energía no producen el ahorro
energético que inicialmente habían previsto los cálculos ingenieriles. Incluso,
en determinados casos, el consumo de energía una vez implementada la medida
podría resultar mayor que el consumo inicial.7
Efecto rebote es el término utilizado para describir el
conjunto de mecanismos que hacen que una mejora de la eficiencia energética no
reduzca el consumo de energía como se esperaba, o incluso acabe
incrementándolo, ya sea de manera individual o agregada.8 Esto es debido al
comportamiento de los consumidores ante el menor coste de proveer un servicio
energético que supone una mejora de la eficiencia energética. El efecto se
traduce en más horas de utilización del servicio energético, más consumidores
utilizándolo o en una mayor calidad del mismo. Cuando el consumo final de
energía resulta mayor que el inicial, se cumpliría el Postulado de
Khazzoom–Brookes8c o la Paradoja de Jevons.
Para el caso del aislamiento térmico en los hogares, una vez
instalada la medida los consumidores detectarían una reducción de la factura
energética, obteniendo el mismo confort térmico. Esto provocaría que
determinados hogares decidieran incrementar la superficie o número de
habitaciones con calefacción/refrigeración, las horas de utilización del
servicio, o acceder a un servicio de mayor calidad, al que anteriormente no
podían acceder por cuestiones económicas, compensando parte o toda la reducción
de consumo energético. El efecto sobre la demanda del propio servicio
energético es conocido como efecto rebote directo. En la tabla siguiente se
muestra el efecto rebote directo que podría producirse sobre diversos servicios
energéticos en los hogares tras la instalación de un aislamiento térmico.
Por otra parte, aunque los usuarios/as decidieran no
incrementar el uso del servicio energético mejorado, la mejora provocaría un
ahorro monetario neto, el cual se destinaría a consumir nuevos bienes y
servicios, cuya producción a su vez requeriría más consumo de energía,
incrementando de manera indirecta el consumo energético global.9 Esto es
conocido como efecto rebote indirecto. La energía utilizada en el proceso de
fabricación e implementación de las medidas (conocido como contenido energético
de las medidas) también formaría parte del efecto rebote indirecto.
Estimaciones del
efecto rebote directo por usos finales del sector doméstico en los EEUU
Respecto a estos efectos indirectos, diversos estudios
muestran, dentro de rangos dispares, un peso importante en el consumo
energético total en edificios.10 Una revisión de literatura de 60 casos de
estudio mostró que la proporción del contenido energético en el ciclo de vida
de los materiales empleados en su construcción, respecto al consumo total de
energía en edificios a lo largo de su vida útil, era de entre un 9% y un 46%
para aquellos de bajo consumo energético, y de entre un 2% y un 38% para
edificios convencionales.11 Otros estudios similares muestran datos dispares de
tiempo de recuperación de las inversiones en términos energéticos, desde
inferiores a un año12 hasta 15 años aproximadamente.13 Por otro lado, a nivel
de la UE, un estudio muestra cómo ni en 100 años de vida útil podría
recuperarse el contenido energético de las medidas aplicadas a los edificios de
bajo consumo, a partir de los ahorros energéticos operacionales obtenidos.14
Las implicaciones del
efecto rebote
Más a largo plazo, una mejora de la eficiencia energética
produciría ajustes en precios, cantidades, salarios y otras variables
macroeconómicas que llevaría a una nueva situación de equilibrio a toda la
economía, con otro consumo agregado de energía, que podría ser mayor o menor
que el inicial, en función de multitud de factores. Esto se conoce en la
literatura como economy-wide effects (efectos sobre toda la economía).
A pesar de que para este ámbito todavía hay cierta escasez
de literatura empírica, por las mayores dificultades metodológicas que supone
estimar los efectos sobre toda la economía, algunos estudios sugieren que las
mejoras podrían llevar a un incremento en el consumo de energía (a mayor
productividad de la energía, más crecimiento económico, propiciando una
economía “mayor”, y por lo tanto mayores necesidades energéticas globales).15
La existencia del efecto rebote es ampliamente aceptada por
los economistas que tratan temas de energía, y la evidencia empírica existente
así lo corrobora. La principal controversia radica en el tamaño real del mismo
y la identificación de las fuentes que lo provocan.9c,e Algunos sostienen que
el efecto rebote es menor del 100%, produciendo un ahorro neto de energía
(aunque menor del esperado), mientras que otros sostienen que es mayor del
100%, produciéndose lo que se denomina backfire y cumpliéndose la Paradoja de
Jevons, es decir, que el consumo de energía se incrementa ante una mejora de la
eficiencia energética.
A pesar de la controversia y la poca evidencia existente,
diversos estudios9c,e han concluido que, en general, el efecto rebote directo
sería más elevado para aquellos servicios energéticos que están lejos de ser
saciados, es decir, donde hay más margen de incremento de su consumo. También
lo sería para aquellos países menos industrializados y para aquellos segmentos
de población con menor renta, ya que aprovecharían la reducción del coste de
los servicios para incrementar su consumo, mejorando su bienestar personal.
En el caso español, sólo existen estimaciones del efecto
rebote producido por las mejoras de eficiencia energética en los hogares para
Cataluña. El efecto rebote directo en el caso del uso de electricidad en los
hogares se estima que sería del 36%-49%,16 mientras el efecto rebote directo e
indirecto estáticos podrían llegar al 56%-65%;17 tendría que considerarse la
posibilidad de un efecto rebote mayor en un contexto dinámico y de mayor
productividad energética a largo plazo, con la posibilidad de backfire.
Políticas de
eficiencia, crecimiento económico y desmitificación del cambio tecnológico
A pesar de que el progreso tecnológico mediante la
eficiencia energética puede contribuir a reducir el consumo de recursos
naturales y las emisiones contaminantes y a luchar contra el cambio climático,
resulta conveniente una mayor comprensión de las complejas relaciones
existentes entre el desarrollo tecnológico, los sistemas socioeconómicos y las
presiones medioambientales.
Por una parte, hay barreras a la introducción de las medidas
que mejoran la eficiencia, a las que hay que hacer frente, pero adicionalmente,
como se ha mostrado, determinadas tecnologías ahorradoras de recursos tienen
potenciales efectos adversos, en particular a causa del efecto rebote. Este
efecto rebote es raramente tenido en cuenta en los análisis oficiales sobre los
ahorros energéticos potenciales de las mejoras de la eficiencia energética y en
las decisiones políticas. Una excepción es la política del Reino Unido para
mejorar el aislamiento térmico de los hogares,18 la cual incluye un 15% de
reducción de los ahorros energéticos esperados de las medidas de aislamiento en
los edificios para contabilizar el efecto rebote directo.
No considerar el efecto rebote hace que las políticas de
mejora de eficiencia pierdan efectividad. Sería necesario, en la concepción e
implementación de la política energética, que estas fueran acompañadas de
medidas complementarias que evitaran el efecto rebote. Estas serían una mezcla
de medidas de sensibilización, normativas específicas y medidas de fiscalidad
ambiental orientadas a compensar la reducción de coste que supone la mejora de
eficiencia. Dado que el efecto rebote indirecto en los hogares supone una
propagación hacia el sistema productivo, también sería necesario actuar sobre
sus consumos energéticos. Todas estas medidas irían destinadas a la regulación
sobre los estilos de vida, un factor clave para la limitación del efecto
rebote. Finalmente, cabría preguntarse si es posible, en este contexto,
mantener un crecimiento económico ilimitado.
1. Fouquet,
R. y Pearson, P. (2006): “Seven centuries of energy service: the price and use
of light in the United Kingdom (1300–2000)”, The Energy Journal 27 (1).
2. Linares,
P. y Labandeira, X. (2010): “Energy efficiency: economics and policy”, Journal
of Economic Surveys 24 (3).
3. Metcalf,
G.E. (1994): “Economics and rational conservation policy”, Energy Policy 22.
4. Jaffe,
A.B. y Stavins, R.N. (1994): “The energy paradox and the diffusion of
conservation technology”, Resource and Energy Economics 16.
5. Según varios autores, este factor afecta a alrededor de
un tercio de la demanda residencial energética en EEUU (Murtishaw, S. y
Sathaye, J. (2006): “Quantifying the effect of the principal–agent problem on
US residential energy use”, LBNL-59773 Rev).
6. Hausman,
J.A. (1979): “Individual discount rates and the purchase and utilization of
energyusing durables”, Bell Journal of Economics 10.
7. a)
Jevons, W. S. (1865): “The coal question”, Macmillan and Co; b) Brookes, L. G.
(1979): “A low energy strategy for the UK”, en Leach, G. et al.: “A review and
reply”, Atom 269; c) Saunders, H. (1992): “The Khazzoom-Brookes Postulate and
neoclassical growth”, Energy Journal 13 (4).
8. a)
Brookes, L. G. (1978): “Energy policy, the energy price fallacy and the role of
nuclear energy in the UK”, Energy Policy 6; b) Khazzoom, J. D. (1980):
“Economic Implications of mandated efficiency standards for household
appliances”, Energy Journal 1; c) Greening, L. A. et al (2000): “Energy efficiency
and consumption - The rebound effect - A survey”, Energy Policy 28; d)
Binswanger, M. (2001): “Technological progress and sustainable development:
what about the rebound effect?”, Ecological Economics 36 (1); e) Sorrell, S.
(2007): “The rebound effect: an assessment of the evidence for economy-wide
energy savings from improved energy efficiency”. UK Energy Research
Centre, october 2007.
9. Los usuarios también podrían incrementar el consumo de
los productos que ya consumían, o ahorrar más, lo cual incrementaría el
consumo, aunque lo podría dilatar en el espacio o en el tiempo, a través de los
productos financieros.
10. La disparidad de los resultados mostrados es debida a la
diferencia de los ámbitos analizados, los materiales empleados, las
metodologías de estimación y la poca evidencia empírica existente en el área de
análisis.
11.
Sartori, I. y Hestnes, A. G. (2007): “Energy use in the life-cycle of
conventional and low-energy buildings: a review article”, Energy and Buildings
39.
12. Feist,
W. (1996): “Life-cycle energy balances compared: low energy house, passive
house, selfsufficient house”, Proceedings of the International Symposium of CIB
W67; Winther, B. N. y Hestnes, A. G.. (1999): “Solar versus Green: the analysis
of a Norwegian row house”, Solar Energy 66(6).
13. Royal
Commission on Environmental Pollution (2007): “The Urban Environment”, London.
14. Casals,
X. G. (2006): “Analysis of building energy regulation and certification in
Europe: their role, limitations and differences”, Energy and Buildings 38.
15.
Semboja, H.H.H. (1994): “The effects of an increase in energy efficiency on the
Kenyan economy”, Energy Policy March 1994; Glomsrød, S. y Taojuan, W. (2005):
“Coal cleaning: a viable strategy for reduced carbon emissions and improved
environment in China?”, Energy Policy 33; Hanley, N.D. et al (2006): “The
impact of a stimulus to energy efficiency on the economy and the environment: a
regional computable general equilibrium analysis”, Renewable Energy 31.
16.
Freire-González, J. (2010): “Empirical evidence of direct rebound effect in
Catalonia”, Energy Policy 38.
17.
Freire-González, J. (2011): “Methods to empirically estimate direct and
indirect rebound effect of energy-saving technological changes in households”,
Ecological Modelling 223.
18. Ministerio de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos
Rurales del Reino Unido (2007): “Consultation document: energy, cost and carbon
savings for the draft EEC 2008 - 11 illustrative mix”.
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