CADIZ, California — Al asomarse de un avión de turbohélice que sobrevolaba el principal activo de su compañía —14.000 hectáreas en el Desierto de Mojave con miles de millones de litros de agua dulce encerrados en las profundidades de la tierra salpicada de artemisas—Scott Slater pinta un retrato exuberante que ha seducido a inversionistas desde hace un cuarto de siglo. Sí, admite Slater, su compañía, Cadiz, no ha ganado dinero del agua. Y reconoce que se necesitarán al menos otros 200 millones de dólares para cavar docenas de pozos, filtrar el agua y transportarla casi 70 kilómetros a través del desierto por una nueva tubería antes de que los californianos sedientos puedan beber una gota.
Las ganancias reales podrán ser casi tan escasas como la nieve en las montañas californianas, pero Wall Street ve potencial al tiempo que California padece su peor sequía en décadas. “Invertir en la industria del agua es una de las grandes oportunidades en las décadas venideras”, dijo Matthew J. Diserio, de Water Asset Management, una firma neoyorquina que es un importante respaldo financiero de Cadiz. “El agua es un recurso escaso que definirá al siglo 21, muy parecido a como el petróleo abundante definió al siglo pasado”. Sin embargo, hasta la fecha esta auténtica “fiebre del oro” ha sido un fracaso. En el curso de la última década, Cadiz ha acumulado pérdidas por 185 millones de dólares, y los ingresos de sus huertas de limón y sus viñedos en el Mojave han sumado muy poco: 7.1 millones de dólares desde 2005.
Para desarrollar el proyecto, la compañía gasta de 10 a 20 millones de dólares al año, al sufragar una batalla en juzgados y salones de conferencias para obtener permisos y para cubrir los sueldos de sus 10 empleados a tiempo completo. Cadiz ha generado ese dinero obteniendo préstamos y emitiendo periódicamente más acciones, lo que hace que los escépticos se pregunten si, de hecho, algún día producirá agua, ni si dará ganancias. “Es un juego complicado”, señaló John Dickerson, de Summit Global Management, una firma de San Diego que invierte en compañías de infraestructura del agua, proveedores locales de agua y derechos del agua, dentro y fuera de EE.UU. “Pero ahora, la pregunta difícil para ellos es, ¿dónde está su agua realmente y cuándo podremos beberla?”, apuntó. Cerca de San Diego, Poseidon Water, una compañía privada, está a punto de concluir una planta de desalinización que construyó tras 15 años de enfrentar demandas presentadas por grupos ambientalistas y esperar la aprobación de reguladores. Luego de que la nueva planta de Poseidon empiece a producir agua desalinizada a fines de año, el recibo mensual de agua de un consumidor típico en el área de San Diego aumentará unos 5 dólares, a 80 dólares, indicó la autoridad regional del agua.
Las instalaciones, junto al Océano Pacífico, deben producir hasta 189 millones diarios de agua potable, si no es que más, incrementando en casi un 10 por ciento el suministro de agua de la región. No obstante, para Adam Scow, de Food and Water Watch, grupo ecológico sin fines de lucro que se opone al proyecto de desalinización, cualquier control privado sobre el suministro de agua es demasiado. “No puede ser administrada para beneficio de unas cuantas personas como los inversionistas de Poseidon”, dijo Scow. Los funcionarios de Poseidon rechazan esos argumentos. De hecho, pese a los temores de que Wall Street se está lucrando con la sequía, hasta la fecha los inversionistas de Poseidon han sido en gran medida los que han sufrido pérdidas.
Para los que tienen un horizonte de tiempo lo suficientemente extenso, el agua aún podría resultar ser una buena inversión. Water Asset Management supervisa más de 500 millones de dólares para planes de pensión, fondos soberanos y familias acaudaladas, y su fondo líder por lo general ha tenido mejor desempeño que los índices accionarios de referencia a nivel mundial desde sus inicios en 2006. “Pensamos en el agua como algo seguro, pero ya no está garantizado un acceso confiable”, aseveró Disque D. Deane Jr.,de Water Asset Management.
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