El historiador israelí, autor de 'Sapiens', pinta un negro futuro para la humanidad en su nuevo libro, 'Homo deus'
FERRAN SENDRA Yuval Noah Harari, en Barcelona.
Lunes, 10 de octubre del 2016
Con libros como ‘Sapiens. Breve historia de la humanidad’, el joven historiador israelí Yuval Noah Harari (1976) ha sido leído y recomendado por lectores como Barack Obama o Mark Zuckerberg. La élite de la élite que puede hacer realidad, o no, los negros presagios sobre el futuro de nuestro género que plantea en ‘Homo Deus. Una breve historia del mañana’ (Debate / Edicions 62), el libro sobre el que este martes debatirá con Jorge Wagensberg en el ciclo Converses a la Pedrera (19 horas, entradas agotadas). En él expone que en el último siglo la humanidad ha reducido drásticamente el hambre, ha retrasado la muerte y acotado las guerras. Ese proceso puede seguir progresando para conseguir más felicidad (pero gracias a la bioquímica) y más longevidad (para unos pocos) hasta llegar a crear una nueva figura, el ‘Homo deus’, con capacidades que nuestros ancestros reservaban a los seres divinos. Pero ese planteamiento aparentemente optimista es un ‘macguffin’, y la historia puede ir por otros derroteros, mucho más funestos. Y es que uno de los méritos de Harari es su habilidad para utilizar recursos narrativos…
Así que de optimismo nada, ¿no?
El primer capítulo del libro es una historia simple, la que nos suelen
explicar científicos y futurólogos sobre lo que sucederá en los próximos
100 años. Una simple proyección del presente sin grandes cambios. En el
pasado conseguimos superar el cólera, el tifus y la tuberculosis y
ahora venceremos el cáncer y el alzhéimer y encontraremos la manera de
rejuvenecer el cuerpo. Pero en la mayor parte del libro lo que hago en
realidad es complicar la historia. No solo porque vaya a haber
imprevistos sino porque los ideales fundamentales que nos impulsaron en
esta dirección están en peligro, pueden colapsar. En el próximo siglo
encararemos no solo cambios tecnológicos sino también ideológicos. Y la
idea de que podemos mantener los valores humanísticos que han sido
predominantes durante el siglo XX, solo que con una mejor tecnología
para hacer realidad estos ideales, es muy naïf.
¿Así, la libertad, la democracia, los derechos humanos, cree que son valores que corren peligro? Sí, por supuesto. Las ideas fundamentales de las democracias liberales con las que estamos familiarizados, como ‘un hombre un voto’, en un mundo con castas biológicas, ciborgs e inteligencia artificial pueden quedar completamente obsoletas. Los superricos podrán conseguir para sí mismos o para sus hijos capacidades que les harán superiores a la población media, que no podrá competir, y la brecha se hará cada vez mayor. Hoy no, y por eso el hijo de un pobre aún tiene alguna oportunidad. Cuando haya estas diferencias biológicas no tendrá ninguna.
Quedémonos
de momento dentro de esta narración que dice que viviremos más y
nuestra especie mejorará. Toda la humanidad no se convertirá en ‘homo
deus’. Solo unos pocos. ¿Y los demás? Durante el siglo XX la
igualdad fue quizás el valor más importante de la humanidad. En gran
parte, la historia del siglo XX es una historia de victorias,
incompletas por supuesto, sobre la desigualdad. El mundo es ahora mucho
más igualitario entre razas, entre clases, entre géneros, incluso entre
padres e hijos. Esto ahora quizá va a invertirse. Veremos mayores
desigualdades que en cualquier otro momento de la historia. Podremos ver
a una pequeñísima minoría de personas que monopolice el poder económico
y político, los algoritmos y la tecnología, y utilice este enorme poder
para empezar a mejorar biológicamente y crear clases biológicas. Esto
es abstracto, así que podemos poner un ejemplo: pensemos por ejemplo en
los coches con pilotaje autónomo. Serán casi inevitables en los próximos
10 o 20 años. Hoy, millones de personas comparten las decisiones sobre
la movilidad. Taxistas, conductores, profesores de autoescuelas,
guardias de tráfico… Dentro de 20 años todos los vehículos estarán
conectados a una única red que estará controlada por un único algoritmo.
¿Y quién será el propietario? Quizá una corporación como Google
controlará toda la red de transporte de Barcelona. Ese es el tipo de
monopolización del poder que puede venir.
Usted
dice que en esa sociedad la clase mayoritaria pasaría a ser la de los
innecesarios. El momento más inquietante del libro es cuando usted
plantea que ya hay un modelo de cómo sería esa relación entre
superhombres y homo sapiens: la forma como hoy nosotros tratamos a los
animales. Bueno, me parece que no se los comerán, no creo que
lleguemos a eso. No creo que la gente vaya a ser criada en granjas como
en ‘Matrix’, eso no es realista… las máquinas no necesitan comer
personas. Lo que quiero dar a entender es que en el siglo XX las mejoras
en la vida del humano medio se produjeron sobre todo debido a que los
gobiernos, en todo el mundo, establecieron sistemas masivos de
educación, salud y del estado del bienestar. Hasta Hitler necesitaba que
millones de alemanes estuvieran en condiciones de servir en la
Wehrmacht y trabajar en las fábricas. Tenía sentido invertir en su
bienestar. En el siglo XXI las élites perderán sus incentivos para
invertir en la salud, la educación y el bienestar de la mayoría porque
la mayor parte de la gente será innecesaria. Esto no significa que los
vayan a exterminar de forma activa, solo que los gobiernos invertirán
cada vez menos en ellos. Y esto ya está sucediendo ahora en el todo el
mundo.
¿El futuro se parecerá a esas sociedades del pasado en que el 20% de la población podía morir de hambre sin que se inmutaran en el palacio real? Podría ser algo así. Tenemos que ser muy realistas: durante la mayor parte de la historia, la mayor parte de la gente ha sido insignificante para las élites y los centros de poder. Hemos vivido en una sociedad muy especial, en la que solo durante los siglos XIX y XX las masas han sido vitales para la economía y por lo tanto han tenido derechos. Que ya no sean necesarias por razones económicas o militares tendrá consecuencias desastrosas sobre las personas.
Hubo otra razón: leyeron a Marx, creyeron en la amenaza de una clase obrera organizada y reaccionaron preventivamente. Tienes el argumento ético, que debería ser suficiente, pero me temo que no lo es. Marx escribía en el siglo XIX bajo la idea de que el proletariado era el elemento imprescindible para la economía. Y que la huelga general era su arma irresistible. Pero ahora es irrelevante. La mayoría de las personas serán económicamente innecesarias. ¿A quién le importa que hagan huelga los mendigos? ¡Los algoritmos no van a la huelga!
¿Hay hoy alguna amenaza que disuada al poder de dejar a la mayoría de población a la intemperie? No lo sabemos. Cuanto más globalizada y automatizada es la economía, menor es el poder de la clase obrera. Creo que esta es una de las razones por las que la gente vota a Donald Trump en EEUU, por el Brexit en el Reino Unido o por los nuevos partidos en España, Grecia e Italia. La gente se da cuenta de que está perdiendo su poder e intenta desesperadamente demostrar al sistema que aún lo tiene votando todo tipo de políticas antiestablishment. Pero temo que es un gesto. No consigo adivinar cuál puede ser la amenaza que pueda invertir esa concentración de recursos que hace que las 60 personas más poderosas tengan más riqueza que el 50% de la población mundial, 3.500 millones de personas.
Le pone nombre a ese futuro amenazante. Dataísmo. ¿Cómo lo define?
Para dar una definición breve: dataísmo es la situación en la que, con
suficientes datos biométricos sobre mí y suficiente poder computacional,
un algoritmo externo puede entenderme mejor de lo que yo me entiendo a
mí mismo. Y una vez existe este algoritmo, el poder pasa de mí, como
individuo, a ese algoritmo, que puede tomar mejores decisiones que yo.
Esto empieza con cosas simples, como el algoritmo de Amazon que te
propone libros, o los sistemas de navegación que nos dicen qué camino
tomar. Eran decisiones que tomábamos basándonos en nuestros instintos y
conocimientos. Ahora la gente cada vez confía más en aplicaciones y
sigue instrucciones del teléfono móvil. Y esto irá pasando también en
decisiones más importantes, cómo en qué universidad estudiar, a quién
votar… Iremos cediendo poder de decisión, y no porque lo decida un poder
dictatorial, sino que seremos nosotros quienes querremos hacerlo. Hay
departamentos de policía de EEUU en los que es un algoritmo el que
decide dónde se debe desplegar a los patrulleros en función de los
patrones de delincuencia, no un sargento veterano como antes. Tengo un
amigo en Israel que está investigando en una inteligencia artificial que
actúe como tutor de los niños las 24 horas del día y les enseñe todo.
Por supuesto los algoritmos no acertarán en el 100% de las ocasiones…
pero no lo necesitan, solo necesitan ser mejores que un humano medio, y
eso no es tan difícil.
Dice usted que este es solo un futuro posible. ¿Qué posibilidades tenemos de hacer que no sea así? ¿Hacer nuestros datos tan opacos como sea posible? ¿Confiar en nuestras propias habilidades? Aún tenemos mucho margen para elegir cuánta autoridad ceder a nuestro móvil. Pero hay un campo en el que será muy difícil resistir a esta evolución, el de la medicina. En 20 o 30 años, el tipo de cuidados médicos que podrás recibir si renuncias a tu intimidad será tan, tan superior al que tenemos ahora que muy poca gente elegirá preservar su privacidad. Si un Googledoctor puede monitorizarte 24 horas al día, todo lo que sucede en tu cuerpo, y puede reconocer el inicio de una gripe, de un cáncer o un alzhéimer cuando sea tratable, y has de elegir entre intimidad y salud, el 99% de la gente elegirá salud y le dará permiso al Googledoctor. Tomemos otro ejemplo: la gente dice que el futuro de la moneda es bitcoin, que eso será irresistible. Pero una economía basada en el bitcoin hará perder a los gobiernos cualquier capacidad de política monetaria y de garantizar el pago de los impuestos. No creo que sea inevitable. Aún tenemos la posibilidad de tomar otras decisiones políticas: por ejemplo desarrollar una divisa electrónica controlada por los gobiernos, con sus ventajas pero sin anonimato. Aquí podemos elegir entre dos futuros muy distintos.
Usted
dice que en su libro expone una “predicción histórica”. Parece una
contradicción entre términos. Y muchos historiadores no estarán de
acuerdo con usted en que su trabajo sea el de especular con escenarios
alternativos, ni en el pasado ni mucho menos en el futuro. ¿Cómo
entiende usted la labor del historiador? Creo que el papel del
historiador es el de plantear diferentes posibilidades. La mayoría de la
gente, cuando observa el mundo, cree que lo que ve es natural,
inevitable. Los historiadores somos importantes porque reconstruimos el
proceso por el cual el mundo ha llegado a ser como es, cómo el
capitalismo y el Estado Nación son las formas de organización dominantes
hoy, y entendemos las fuerzas que nos han llevado hasta aquí y también
los accidentes que han ocurrido durante este proceso y las alternativas
que podrían haberse hecho realidad. Porque los historiadores no ven el
presente como algo natural y eterno. Debemos utilizar este conocimiento
para mirar hacia el futuro con una perspectiva más abierta, para darnos
cuenta de que hay alternativas a los sistemas políticos, económicos y
sociales que dominan el mundo hoy. Y esto es lo que intento hacer. No
predecir el futuro, algo que es imposible, sino abrir mentes y pensar de
una forma más creativa sobre el futuro.
Habla de las guerras y el hambre en África como problemas a corto plazo, y del cambio climático como una preocupación a medio plazo, pero parece que le da menos importancia que a las amenazas a largo plazo de esa sociedad de la inteligencia artificial. ¿Pero llegará, si finalmente el agua nos llega literalmente al cuello? Mi temor es que el cambio climático puede destruir la mayoría de sistemas ecológicos, la mayoría de los animales y plantas, la mayoría de la gente, pero que la ciencia y la tecnología serán capaces de salvar a las élites. Así que el el calentamiento global puede acelerar ese proceso del que estábamos hablando. El peligro es que la élite política y económica, ni que sea de forma inconsciente, siente que podrá escapar de ese desastre ecológico.
Con libros como ‘Sapiens. Breve historia de la humanidad’, el joven historiador israelí Yuval Noah Harari (1976) ha sido leído y recomendado por lectores como Barack Obama o Mark Zuckerberg. La élite de la élite que puede hacer realidad, o no, los negros presagios sobre el futuro de nuestro género que plantea en ‘Homo Deus. Una breve historia del mañana’ (Debate / Edicions 62), el libro sobre el que este martes debatirá con Jorge Wagensberg en el ciclo Converses a la Pedrera (19 horas, entradas agotadas). En él expone que en el último siglo la humanidad ha reducido drásticamente el hambre, ha retrasado la muerte y acotado las guerras. Ese proceso puede seguir progresando para conseguir más felicidad (pero gracias a la bioquímica) y más longevidad (para unos pocos) hasta llegar a crear una nueva figura, el ‘Homo deus’, con capacidades que nuestros ancestros reservaban a los seres divinos. Pero ese planteamiento aparentemente optimista es un ‘macguffin’, y la historia puede ir por otros derroteros, mucho más funestos. Y es que uno de los méritos de Harari es su habilidad para utilizar recursos narrativos…
"En un mundo con castas biológicas, las ideas fundamentales de la democracia pueden quedar obsoletas"
¿Así, la libertad, la democracia, los derechos humanos, cree que son valores que corren peligro? Sí, por supuesto. Las ideas fundamentales de las democracias liberales con las que estamos familiarizados, como ‘un hombre un voto’, en un mundo con castas biológicas, ciborgs e inteligencia artificial pueden quedar completamente obsoletas. Los superricos podrán conseguir para sí mismos o para sus hijos capacidades que les harán superiores a la población media, que no podrá competir, y la brecha se hará cada vez mayor. Hoy no, y por eso el hijo de un pobre aún tiene alguna oportunidad. Cuando haya estas diferencias biológicas no tendrá ninguna.
"Debemos ser realistas: durante la mayor parte de la historia, la gente ha sido insignificamente para las élites"
"No creo que las personas vayan a ser criadas en granjas como en 'Matrix'... las máquinas no necesitan comer personas"
¿El futuro se parecerá a esas sociedades del pasado en que el 20% de la población podía morir de hambre sin que se inmutaran en el palacio real? Podría ser algo así. Tenemos que ser muy realistas: durante la mayor parte de la historia, la mayor parte de la gente ha sido insignificante para las élites y los centros de poder. Hemos vivido en una sociedad muy especial, en la que solo durante los siglos XIX y XX las masas han sido vitales para la economía y por lo tanto han tenido derechos. Que ya no sean necesarias por razones económicas o militares tendrá consecuencias desastrosas sobre las personas.
Hubo otra razón: leyeron a Marx, creyeron en la amenaza de una clase obrera organizada y reaccionaron preventivamente. Tienes el argumento ético, que debería ser suficiente, pero me temo que no lo es. Marx escribía en el siglo XIX bajo la idea de que el proletariado era el elemento imprescindible para la economía. Y que la huelga general era su arma irresistible. Pero ahora es irrelevante. La mayoría de las personas serán económicamente innecesarias. ¿A quién le importa que hagan huelga los mendigos? ¡Los algoritmos no van a la huelga!
¿Hay hoy alguna amenaza que disuada al poder de dejar a la mayoría de población a la intemperie? No lo sabemos. Cuanto más globalizada y automatizada es la economía, menor es el poder de la clase obrera. Creo que esta es una de las razones por las que la gente vota a Donald Trump en EEUU, por el Brexit en el Reino Unido o por los nuevos partidos en España, Grecia e Italia. La gente se da cuenta de que está perdiendo su poder e intenta desesperadamente demostrar al sistema que aún lo tiene votando todo tipo de políticas antiestablishment. Pero temo que es un gesto. No consigo adivinar cuál puede ser la amenaza que pueda invertir esa concentración de recursos que hace que las 60 personas más poderosas tengan más riqueza que el 50% de la población mundial, 3.500 millones de personas.
"Iremos cediendo poder de decisión pero no porque lo imponga un poder dictatorial, sino que lo haremos voluntariamente"
Dice usted que este es solo un futuro posible. ¿Qué posibilidades tenemos de hacer que no sea así? ¿Hacer nuestros datos tan opacos como sea posible? ¿Confiar en nuestras propias habilidades? Aún tenemos mucho margen para elegir cuánta autoridad ceder a nuestro móvil. Pero hay un campo en el que será muy difícil resistir a esta evolución, el de la medicina. En 20 o 30 años, el tipo de cuidados médicos que podrás recibir si renuncias a tu intimidad será tan, tan superior al que tenemos ahora que muy poca gente elegirá preservar su privacidad. Si un Googledoctor puede monitorizarte 24 horas al día, todo lo que sucede en tu cuerpo, y puede reconocer el inicio de una gripe, de un cáncer o un alzhéimer cuando sea tratable, y has de elegir entre intimidad y salud, el 99% de la gente elegirá salud y le dará permiso al Googledoctor. Tomemos otro ejemplo: la gente dice que el futuro de la moneda es bitcoin, que eso será irresistible. Pero una economía basada en el bitcoin hará perder a los gobiernos cualquier capacidad de política monetaria y de garantizar el pago de los impuestos. No creo que sea inevitable. Aún tenemos la posibilidad de tomar otras decisiones políticas: por ejemplo desarrollar una divisa electrónica controlada por los gobiernos, con sus ventajas pero sin anonimato. Aquí podemos elegir entre dos futuros muy distintos.
"Mi temor es que el cambio climático será una catástrofe ecológica de la que las élites saben que se podrán salvar"
Habla de las guerras y el hambre en África como problemas a corto plazo, y del cambio climático como una preocupación a medio plazo, pero parece que le da menos importancia que a las amenazas a largo plazo de esa sociedad de la inteligencia artificial. ¿Pero llegará, si finalmente el agua nos llega literalmente al cuello? Mi temor es que el cambio climático puede destruir la mayoría de sistemas ecológicos, la mayoría de los animales y plantas, la mayoría de la gente, pero que la ciencia y la tecnología serán capaces de salvar a las élites. Así que el el calentamiento global puede acelerar ese proceso del que estábamos hablando. El peligro es que la élite política y económica, ni que sea de forma inconsciente, siente que podrá escapar de ese desastre ecológico.
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