El informe anual por excelencia en el mundo de la energía, el World Energy Outlook (WEO) que cada año publica la Agencia Internacional de la Energía (AIE) por estas fechas, acaba de ser presentado en París este 10 de noviembre de 2015. Se trata, como siempre, de un voluminoso informe (718 páginas este año) en el que la agencia comisionada por la OCDE para que asesore a los gobiernos de los Estados miembros en materia de política energética nos detalla cuáles son los escenarios de futuro sobre la evolución de la energía y la economía durante las próximas décadas. Dadas las características del informe (numerosísimas estadísticas, previsiones no contextualizadas históricamente, poca trazabilidad del acierto o desacierto de pasadas ediciones, texto ampuloso y muy extenso, exceso de focalización en ciertos detalles poco importantes y escaso acento en otros más relevantes, uso deliberado de un lenguaje de perfil bajo y multiplicidad de escenarios para eludir responsabilidades en caso de previsiones muy erróneas) llevan a que escudriñar en los datos y previsiones de la AIE para los próximos años conlleve siempre un cierto esfuerzo. Sin embargo, dado que es un documento central en las discusiones en el ámbito político, y que los datos inventariados contenidos en el informe (otra cosa sería sus previsiones de futuro) son factualmente de buena calidad, se hace necesario tomarse un tiempo y leer el informe, rescatando algunas conclusiones en el agazapadas y a veces inquietantes, que la AIE comunica de manera pública pero no publicitada. Como en los años anteriores, expondré en las próximas líneas una revisión preliminar de los aspectos más destacados que he encontrado en una lectura rápida del WEO 2015, dejando para posts posteriores el desarrollo de algún aspecto que crea que merezca la pena destacar.
Como siempre, la AIE distingue varios escenarios. Tenemos los tres básicos: Políticas Actuales (Current Policies), Nuevas Políticas (New Policies) y 450 ppm. El escenario de Políticas Actuales describe cómo esperan que evolucionen las cosas si seguimos con las tendencias actuales, el escenario Nuevas Políticas es la evolución esperada si se implementan las políticas anunciadas por los Estados, y 450 ppm es cómo evolucionarían las cosas si el mundo se comprometiese a hacer un esfuerzo para evitar que la concentración de CO2 en la atmósfera llegue a ser de 450 partes por millón. Políticas Actuales corresponde, por tanto, al BAU, en tanto que Nuevas Políticas corresponde a lo que consideran lo más probable y es, por tanto, el escenario de referencia. 450 ppm está ahí para mostrar qué se podría hacer si quisiéramos, pero obviamente nadie cree que se vaya a implementar ni siquiera remotamente. A estos escenarios se les añaden varios subescenarios, concretamente los que se refieren a la evolución prevista del precio del petróleo (ver más abajo).
De acuerdo con el resumen ejecutivo del informe, las cuestiones más relevantes son la fuerte caída de precios del petróleo, los compromisos que están tomando las naciones a lo largo de todo el mundo para reducir las emisiones de CO2, la transición de China a una economía menos intensiva en carbono y el ascenso energético de la India. Con respecto a los precios del petróleo nos dicen que tendrían que subir en los próximos años, pero que si no lo hacen podemos tener problemas de inseguridad en el suministro. Vamos, que no tienen ni idea de lo que va a pasar, lo cual es lógico porque no entienden ni lo que está pasando ahora. En el resumen ejecutivo también nos comentan que el gas natural va a aumentar su consumo, en tanto que al carbón le esperan "turbulentos tiempos por delante". No falta en el resumen ejecutivo ciertas dosis de tecnooptimismo, de fe en las renovables y de loas a la eficiencia. Acaba con un llamamiento a esforzarse más para evitar un calentamiento del planeta de más de dos grados (la primera vez que la AIE hizo esto un conocido diario español tituló la noticia: "La AIE se convierte al credo renovable").
Una de las palabras más repetidas en este WEO: peak (pico, o máximo de producción o de demanda de algo). Lo interesante no es que esta palabra se repita mucho más que en otros WEOs, sino en el contexto en el cual se cita. Siempre refiriéndonos al escenario de referencia (Nuevas Políticas), se habla de que la UE ha llegado a su pico de demanda de gas, y también que la OCDE en su conjunto llegará a su máximo de demanda de energía hacia 2020 (sin entrar a valorar que sin energía no hay crecimiento). También se comenta que los países productores de petróleo no-OPEP llegarán a su pico antes de 2020 (una manera amable de decir que ya están allá, y que matizan diciendo "debido a la desinversión en exploración y desarrollo", como si se pudiera desconectar de la dinámica propia del peak oil). La palabra "peak" se utiliza también mucho en conjunción con la palabra "China"; por ejemplo, nos dicen que la demanda china de carbón llegará a su máximo hacia 2020, que la producción industrial de China está llegando ya su máximo (para concentrarse a partir de ahora en los servicios, de acuerdo con la AIE, en contra de toda la evidencia de recesión en el país asiático) y que su población lo hará hacia 2030, para ser superados entonces por India como el país más poblado del mundo. Con respecto a los EE.UU., el WEO reconoce que la producción de shale gas (ese maravilloso El Dorado que nos prometían hace cinco años) llegará a su pico en 2020 y en cuanto al shale oil no descartan que llegue a su máximo por las mismas fechas (asumiendo, por tanto, que el espejismo del fracking toca a su fin). También hay una provocativa frase acerca la posibilidad de que la generación fotovoltaica haya llegado a su máximo en Europa (página 359), que analizaremos más tarde. Pero la frase más demoledora que he hallado referida a máximos de demanda o producción se encuentra en la página 56, cuando se afirma que "la demanda global conjunta de petróleo y carbón llegará a su máximo en 2020 para después entrar en un claro declive, mientras el uso de gas natural lo compensará sólo hasta 2030". Teniendo en cuenta la gran dependencia china en el carbón y de todo el mundo respecto al petróleo, y que están hablando de un plazo verdaderamente breve sin que realmente se hayan producido avances sustanciales para la sustitución de ambas materias primas, nos lleva a pensar que ésta es la manera más digerible que tiene la AIE para decirnos que tenemos no el peak oil sino el peak fossil fuels encima de nuestras cabezas (en consonancia con lo que ya se apuntaba el año pasado). Como quiera que eso es demasiado alarmante, la AIE nos coloca en la 57 una bonita tabla 2.1, que a pesar de reflejar el declive del carbón y del petroleo claramente apunta a una difícil de justificar remontada hacia 2040. Y es que la aceptación de los límites es una asignatura aún pendiente para la AIE...
La definición de escenarios es la habitual; se considera que el mundo en su conjunto va a seguir creciendo a ritmos de más del 3% anual, aunque con cierta tendencia a la ralentización (del 3,8% de 2030 al 3,1% de 2040). La OCDE crecerá menos que el resto del mundo, por debajo del 2% al final del período (lo cual tiene interesantes interpretaciones en términos de creación de empleo, incluso desde una perspectiva económica clásica). El WEO hace una curiosa disquisición sobre si las economías se están descarbonizando, toda vez que se observa que en todo el mundo la intensidad energética (kw·h de energía consumida por cada dólar de PIB producido) está mejorando. Como varias veces hemos comentado en este blog, esta aproximación equivale a coger el rábano por las hojas y hacer de la necesidad virtud, puesto que en épocas de crisis como ésta las primeras actividades económicas en ser abandonadas son las menos rentables, las cuales suelen ser las de mayores costes energéticos y de otro tipo, de manera que la intensidad energética mejora relativamente, es cierto, pero es a costa de destrucción de actividad y de empleo, lo cual no parece tan buena noticia si se plantea así. La definición de escenarios acaban con las clásicas loas a los progresos tecnológicos que nos depara el destino, aunque aquí la imaginación parece haberse agotado ya que se mencionan prácticamente los mismos avances "por venir" de las últimas décadas.
Vayamos ya al análisis del escenario central de la AIE. Llaman la atención el reconocimiento del estancamiento del consumo de las dos principales fuentes de energía del mundo (petróleo y carbón), aún cuando se pretenda disfrazar de algo pretendido y buscado. Leyendo el informe nos enteramos de que la AIE prevé que el consumo de petróleo en EE.UU. y la UE caiga, en ambos, alrededor de 4 millones de barriles diarios (Mb/d), lo cual representa algo más del 20% de su consumo actual el caso del primero y alrededor del 30% en el caso del segundo. Para que se produzca tal caída sin que haya una debacle económica se está asumiendo que sobre todo el gas natural y también las renovables estarán tomando parcialmente el relevo (lástima que el pico del gas, aunque esté un poco más alejado de los probablemente ya pasados del petróleo y el carbón, no lo esté tanto: probablemente 2020). De todos modos, en realidad la AIE se está acercando, sin saberlo, a las posiciones de los defensores de economía de estado estacionario, como muestra el siguiente gráfico sobre la evolución prevista de la demanda de energía para ciertos países y regiones en función de la evolución prevista (más bien, deseada) de su PIB:
Como ven, el pronóstico de la AIE es que tanto la UE como los EE.UU. reduzcan, aunque sea paulatinamente su consumo de energía durante las próximas décadas (en el caso de los EE.UU. el consumo de energía primaria se mantendría prácticamente constante, mientras que en el caso de Europa caería de 1.760 Mtoe en 2013 a 1554 Mtoe en 2040, una caída del 12%). Para ser políticamente correcto, eso lo hacen mientras se desplazan graciosamente hacia la derecha del eje del PIB, es decir, consumen menos energía pero producen más PIB. Lamentablemente, tal fenómeno (una disminución sostenida durante los años del consumo energética acompañada de un vigoroso aumento del PIB) jamás se ha visto en este planeta y es por tanto la hipótesis extraordinaria que la AIE debería justificar. La cuestión es simple: incluso los muy retocados modelos de la AIE dan que no hay suficiente energía disponible para que en todo el mundo el consumo de energía aumente, así que han introducido una espectacular variable de mejora de la intensidad energética vía el progreso tecnológico irrefrenable para presentar unos datos políticamente digeribles. La realidad es que el futuro que se dibuja para Occidente (incluyendo Japón, para el cual la caída de consumo de energía primaria proyectada es del 10%) no es nada halagüeño, y lo será menos cuando más países productores caigan en la bancarrota petrolífera.
Aunque no es nada nuevo, la AIE identifica claramente que la producción de petróleo en los países no OPEP ha llegado a su peak oil y por tanto proyecta un declive moderado (y por tanto poco creíble) para los próximos años (ver figura más abajo). En el caso de la OPEP, prevé una substancial subida que compensaría con creces la caída de los no OPEP; de ese gráfica lo destacable es que consideran que Arabia Saudita se mantendrá prácticamente constante y si se fijan verán que esta subida reposa, una vez más, en que se cumpla por fin la siempre incumplida promesa de Irak (y eso a pesar de que en texto se reconoce que la presencia de ISIS sobre el terreno es un grave problema). Por supuesto la AIE asume que si la producción no aumenta más es por problemas con la inversión, e incluso podría ser hasta peor si, justamente, si no se hacen inversiones requeridas.
No es por tanto extraño que en otras partes del informe de insista tanto en que se tiene que reducir las subvenciones a los combustibles fósiles, "que alientan su dispendio". Echando un vistazo a la tabla 2.3 de la página 99, donde se indican algunas recientes reducciones de subsidios al consumo de combustibles fósiles, vemos que la mayoría de las reformas corresponden a países productores de petróleo. Esto deja claro a qué se refiere la AIE con la eliminación de los subsidios de los combustibles fósiles: se pretende que en los países productores se pague a precios internacionales, de modo que nosotros, los países consumidores, podamos optar también a comprar el petróleo que ahora se consume domésticamente. Un ejercicio de cinismo, se podría decir.
Del resto del capítulo sobre el petróleo, destacar la tabla 3.5 de la página 134, que me servirá para la nueva edición de "El ocaso del petróleo" (cuya comparativa con la edición de 2014 promete ser muy interesante). Destacar también la siguiente gráfica sobre la inversión en investigación y desarrollo según el tipo de compañía, que creo que refleja bien la debacle del sector que ya se intuía en el post "La ilógica financiera".
El resto del capítulo sobre el escenario de precios bajos no merece demasiado la pena: la AIE cree que en ese caso todo el mundo ajustaría sus costes (incluyendo los Estados, que tendrían que conformarse con cobrar menos impuestos), un análisis de con qué rapidez pueden responder los países productores a la necesidad de poner más petróleo en el mercado (una alambicada proposición para evitar hablar de la clásica y ahora prácticamente inexistente capacidad ociosa) y una serie de disquisiciones sobre el coste productivo del tight oil y su papel como "flexibilizador del mercado" que a mi me han parecido bastante insustanciales pero que a la AIE le sirven para salvar la cara, teniendo en cuenta lo mucho que alabó este petróleo no convencional en los anteriores WEOs; por resumir una larga discusión, la AIE considera que en promedio el tight oil es rentable a partir de los 60 dólares el barril (lejos de los 90-100$ que considera Art Bertman, por ejemplo).
El siguiente capítulo está dedicado al gas natural, a pesar de que no es la segunda fuente de energía del mundo sino la tercera. La razón es que el gas natural aún tiene capacidad de incrementar su producción, contrariamente a lo que le está pasando al petróleo y al carbón, aunque ya en el resumen del capítulo nos comentan que su producción aumenta a ritmos más moderados (probable síntoma de que el pico del gas no está tan lejano como les gustaría). Llama la atención la ausencia, en todo el capítulo, de una discusión específica de cómo los bajos precios de las materias primas pueden acabar afectando a la producción de gas natural. Para la AIE, el futuro del gas es brillante y espera un fuerte y continuo ascenso de su consumo hasta el 2040 (así debe ser, si se tiene que compensar el estancamiento secular - más bien decenso, pero eso no lo pueden reconocer - de petróleo y carbón). El capítulo discute las tendencias de las diferentes regiones, con algunos apuntes interesantes (que en Rusia el gas natural representa ya el 55% de toda la energía primaria consumida, o que en Europa no se espera que los niveles de consumo vuelvan a los valores de 2007, principalmente por la caída de la demanda de electricidad). Hay afirmaciones bastante osadas, como por ejemplo que la oferta de gas natural de Rusia no está limitada por cuestiones de producción (cuando todo apunta a que ha llegado a su peak gas) sino porque sus mercados están saturados y la demanda (sobre todo doméstica y de la UE) no aumenta. Esa visión es bastante chocante, teniendo en cuenta que, como enseñamos antes, la AIE se espera un descenso energético en Europa pero con aumento del PIB; no parecen contemplar que en caso de que Europa no consiga esas maravillosas mejoras en eficiencia tendrá que buscar alguna energía de la cual proveerse y el carbón y el petróleo no tienen recorrido; por otro lado, compartiendo Rusia una inmensa frontera con China, quien tienen un gran interés en descarbonizarse y ya ha firmado fuertes acuerdos comerciales para acceder al gas ruso, y que eventualmente la India podría tener interés en sumarse a ese mercado, se diría que o bien los analistas de la AIE tienen una visión muy sesgada del mercado ruso o bien son perfectamente conscientes de que la producción de gas ruso ha tocado techo pero tienen que buscar escusas para justificarlo. Confirma esa impresión la figura 5.5, en la cual se recurre al viejo truco de usar porcentajes de participación en la producción (en este caso, de las diversas regiones rusas) para tratar camuflar que la región actualmente más importante (Siberia Occidental) está en declive.
Destacar, por último, que se enfatiza el papel que puede desempeñar Irán en el mercado del gas en las próximas décadas, reforzando también el mensaje en el mismo sentido expresado en el capítulo sobre el petróleo.
No contentos con dedicarle un capítulo al gas natural, el WEO 2015 nos ofrece otro capítulo completo sobre las perspectivas del gas no convencional, que se presenta bajo la pregunta: "¿Revolución global o fenómeno norteamericano?". Como ya discutimos hace tiempo el petróleo explotable por fracking sólo es marginalmente rentable y con una rentabilidad decreciente con el tiempo, en tanto que la explotación del gas en rocas no porosas mediante fracking es siempre ruinosa, y que sólo se justifica por el abuso de la condición de divisa de reserva que tiene el dólar, la cual le permite a los EE.UU. importar energía embebida en las materias elaboradas compradas en el extranjero, exportando en el mismo proceso la inflación que causa las medidas de expansión cuantitiva. Insistir, como hace la AIE, en que es necesario mejorar los marcos regulatorios de los demás países para favorecer la llegada de una nueva era dorada del gas (como la denominaban hace tres años) tiene más de autoengaño que de realidad. Como quiera que sí que son conscientes de que los bajos precios del gas natural afectan, y de qué manera, a la que denominan "revolución energética americana", la AIE les dedica un análisis, que se basa en asumir que se seguirán reduciendo costes y mejorando la eficiencia de las explotaciones, asumiendo que en suma se encontrarán más "sweet spots" o localizaciones especialmente favorables (cuando en realidad éstas se están agotando en los EE.UU. y lo que va quedando es sensiblemente peor a lo ya explotado). Sigue un análisis del potencial de China (en el que les animan a explotar sus inmensos recursos), para después revisitar las siete "reglas de oro" para la explotación del gas natural. Hay también un lugar para la discusión de las preocupaciones ambientales y el riesgo de terremotos, pero como es usual la confianza está en que la tecnología todo lo va a resolver.
El capítulo dedicado al carbón lleva un epígrafe bastante revelador: "¿Hay otra China por ahí?". La figura sobre la evolución prevista para el consumo de carbón según los escenarios nos lleva a la que ya vimos el año pasado para el caso de las Nuevas Políticas; aquí, sin embargo, no nos explican el origen de ese carbón, que en el caso de las Políticas Actuales implicaría la apertura de un montón de nuevas minas no identificadas.
Resulta significativo el brutal descenso del consumo de energía proveniente del carbón en toda la OCDE: de 1470 Millones de Toneladas equivalentes a petróleo (Mtoe) en 2013 a 878 Mtoe en 2040. Dado que EE.UU y Australia, dos de los países con mayores reservas, están en la OCDE y que la producción de la OCDE en 2040 sería no mucho más grande que su consumo interno (1042 Mtoe), esta caída asume una brusca disminución del consumo de carbón en Europa, como queda claro en la Figura 7.5 (ver debajo de estas lineas). Ese escenario tiene cierto sentido, porque aunque en Europa hay todavía carbón y en condiciones de escasez de petróleo es seguro que se recurrirá a esta materia prima, también es verdad que el carbón que queda es de peor calidad (abunda el lignito) y que por tanto la energía extraíble de él no es tan grande como si estuviésemos hablando de antracitas o hullas. Destaca también el estancamiento de la demanda de China (de nuevo, confundiendo problemas de restricción de oferta como si lo fueran de demanda) y la fuerte subida de la India.
Por otro lado, la discusión sobre el precio futuro del carbón es bastante inane, puesto que se contempla como si fuera algo bastante desconectado del precio del petróleo y de la energía en general. Por ejemplo, en la discusión de la página 288 se nos informa de que un caída del precio del petróleo del 30% sólo repercute en una reducción de costes operativos de las minas de carbón de entre el 2 y el 10%. Dejando al margen que la horquilla de variación de costes en las minas es bastante amplia y que la respuesta de estos costes a los cambios en el precio del petróleo serán seguramente poco lineales, sobre todo para precios altos del petróleo, la pirueta retórica de la AIE oculta que, en la explotación del carbón, una parte muy considerable del coste del carbón está asociado a su transporte, y no sólo a los costes de operar las minas. Hay que decir, además, que la evaluación que hacen de la sensibilidad de los costes operativos del carbón al precio del petróleo la obtienen comparando la situación del primer trimestre de 2014 (con precios del petróleo a 100 dólares el barril) y la del último trimestre de 2014 (con precios a menos de 50 dólares por barril de petróleo), lo cual es bastante absurdo dado que no se trata de una situación estacionaria, las compras de petróleo típicamente se hacen a tres meses vista, la propagación de los cambios en el precio del petróleo por toda la cadena productiva lleva meses, etc.
Resulta también interesante la figura 7.11, en la cual nos muestran que la producción de carbón en los EE.UU. (país con la cuarta parte de las reservas mundiales) está en declive, según el punto de vista de la AIE por una caída en la demanda.
El resto del capítulo no aporta demasiado a las cuestiones discutidas aquí; hay una parte en la que se nos explica cómo son de abundantes las reservas de carbón (como si ésa fuera la variable realmente importante, y no la producción), una discusión sobre el papel de los diversos productores, y poco más.
Las referencias a la energía nuclear son numerosas aunque muy breves en todo este WEO 2015; sin embargo, la discusión acerca del uranio en el WEO 2015 es de una brevedad escandalosa. Es cierto que nunca la discusión de este recurso ha sido muy detallada, pero este WEO supera todos los límites razonables: aparte de una discusión sobre las reservas de India en el capítulo dedicado a este país, toda la mención al uranio se concentra en un breve párrafo de la página 80, que traduzco íntegro a continuación:
"Los recursos identificados de uranio son más que suficientes para cubrir las necesidades del mundo hasta 2040. Se estima que son suficientes para cubrir los requerimientos globales por más de 120 años a los ritmos de consumo de 2012 (NEA/IAEA, 2014)".
Esta brevísima nota contrasta con la información que nos daba el WEO del año pasado, en el que se reconocía que podía haber problemas de suministro tan pronto como 2025 y eso asumiendo que los nuevos proyectos de minas entraban en línea a tiempo. La clave está, como siempre, en que haciendo alusión a los recursos se elude hablar de lo que realmente cuenta, que es la producción, siguiendo con la vieja falacia economicista de que cualquier recurso se puede extraer económicamente al ritmo que nos dé la gana. Esta enorme omisión sobre el uranio, y en general el tono bajo que se le da en el informe a la energía nuclear, hace pensar que la actual crisis de las materias primas también está afectando al uranio, lo cual implica que las minas proyectadas se retrasarán y por tanto probablemente los problemas de escasez sobrevendrán antes de lo previsto, es decir, antes de 2025. Estén al tanto, pues con el uranio tenemos ya tres materias primas energéticas (petróleo, carbón y uranio) entrando en fase de declive o a punto de hacerlo.
El WEO dedica también todo un capítulo a la generación eléctrica. Nos deja claro que esperan un crecimiento de la capacidad instalada del 71% de aquí a 2040 (de 6.170 Gw a 10.570 Gw) , y que la mayoría de este crecimiento provendrá de las renovables. En el resumen ejecutivo se juega mucho con los cambios porcentuales (se nos dicen que el carbón pasará de ser el 41% de la generación hoy en día al 30% en 2040), y no es hasta llegar a la tabla 8.2 que nos podemos hacer una idea más clara de lo que se está hablando.
Ahí nos damos cuenta de que, si bien las renovables no hidráulicas crecen con mucha fuerza (un aumento de casi 6.000 Tw·h anuales), en realidad el consumo de todo lo demás crece también bastante: 2.200 Tw·h anuales para el carbón, 4.000 para el gas natural, 2.200 para la nuclear y 2.500 para la hidráulica. Lo cual no deja de ser curioso, pues implica un aumento considerable del consumo de carbón (considerable en volumen, teniendo en cuenta que nos va quedando el carbón de peor calidad), de uranio (muy dudoso) y un incremento en energía hidráulica al que como mínimo cabe calificar de muy optimista. Y cuando se considera que las plantas tienen un tiempo de vida útil y que por tanto para cubrir los objetivos de la AIE se tendrán que añadir muchas más plantas en las tecnologías más explotados y que por tanto tienen que reemplazar más plantas en los próximos 25 años, es cuando descubrimos que en realidad lo que más se va a instalar son centrales térmicas de gas natural:
Otro aspecto interesante de este capítulo se refiere a la discusión de las inversiones que se tendrían que realizar, por supuesto gigantescas, sobre todo en lo que se refiere a las tecnologías renovables (lo cual deja claro que tienen mayores costes iniciales que las centrales de gas, por ejemplo). Curiosamente, cuando analizan los costes de operación vemos que, de nuevo, son más elevados en el caso de las renovables, pues si bien no requieren tanto uso de combustible tiene unos costes financieros muy elevados (cosa que evidencia que su rentabilidad es bastante inferior a la que creen algunos).
El resto del capítulo corresponde a una (larga) discusión sobre las mejoras en eficiencia que, según la AIE, van a acometerse principalmente en la generación eléctrica basada en el carbón, que explicarían que pueda aumentarse la generación eléctrica sin aumentar tanto las emisiones de CO2. Esta parte me parece más una expresión de deseo que de realidad y por tanto no le veo el mayor interés.
Y llegamos por fin al capítulo dedicado a las renovables. El resumen ejecutivo hace una loa a las renovables, introduciendo cuando le conviene la hidráulica (por ejemplo, al destacar el porcentaje actualmente generado con fuentes renovables o al hablar de su rentabilidad) y sacándola de la ecuación cuando le interesa (por ejemplo, cuando habla de porcentajes de expansión futura). Todos estos trucos retóricos hacen pensar que tenemos delante el truco final, la piedra de toque requerida para que el WEO consiga la cuadratura del círculo: hacer frente al pico conjunto del carbón y el petróleo (y seguramente del uranio), conseguir la reducción de las emisiones de CO2 y finalmente garantizar el crecimiento económico. La primera parte del capítulo se dedica a darnos las proyecciones de crecimiento de las diversas tecnologías; a destacar aquí que una tecnología renovable destacada es la "bioenergía", lo que fundamentalmente se refiere a la quema de biomasa para la generación eléctrica en una central térmica.
En el aparato referido a la energía fotovoltaica, nos encontramos con malas noticias para los entusiastas de este sistema de generación en el Viejo Continente: de acuerdo con la AIE, en Europa el número anual de nuevas instalaciones decaerá durante las próximas décadas, siguiendo la tendencia de los últimos años (ver figura debajo de estas líneas). Eso no quiere decir que la cantidad de instalaciones disminuya, pero sí que el ritmo de crecimiento se ralentizará, confirmando una intuición expresada hace algunos meses por Carlos de Castro. Según la AIE esto es debido a malas políticas (en todos los países europeos, incluyendo explícitamente a Alemania) de la que espera que se saquen las "lecciones valiosas" y eviten cometer los mismos errores.
Es por tanto en la eólica donde la AIE espera que se hagan las apuestas más fuertes en el ámbito de lo que denominan "las nuevas renovables". Por supuesto, no se entra a considerar que podría haber limitaciones a la máxima cantidad de energía que se puede extraer de los vientos.
El resto del capítulo discute una serie de cuestiones sobre quiénes son los principales constructores de placas fotovoltaicas, los biocombustibles, cuánto CO2 se evita emitir gracias a las renovables, etc. Especialmente interesante es el análisis sobre la competitividad actual y futura de las renovables, donde se deja bastante claro el tecnooptimismo de la AIE.
El siguiente capítulo se dedica a discutir sobre la eficiencia en el uso de la energía. Cualquier mención a Jevons está completamente ausente. Lo único interesante de este capítulo es que también discuten sobre la llamada "eficiencia material", esto es, en el uso de materiales.
El resto del informe está dedicado a analizar las perspectivas sobre la India, con algunos datos interesantes.
A modo de conclusión, podríamos decir que éste es el WEO del reconocimiento de los cenits, pues sorprendemente la AIE reconoce que estamos ya en el máximo productivo conjunto de petróleo y carbón, aunque lo disfraza de cenit en la demanda. Especialmente grave es su previsión de que el consumo de toda la energía primaria en Europa aún se va a reducir un 12% adicional de aquí a 2040, semejante a la reducción proyectada para el Japón, mientras que los EE.UU. no incrementarán su consumo de energía. Tal cosa va a suceder, dicen, al tiempo que el PIB se va a incrementar, contradiciendo toda la experiencia de décadas sobre la relación entre el output económico y energía.
Para los lectores despistados (y también para algunos denominados "expertos") conviene hacer una aclaración. Se suele insistir en que los países occidentales han conseguido mejorar su intensidad energética, esto es, producir más PIB por unidad de energía consumida. Dejando al margen cómo se ha conseguido eso (básicamente llevando a otros países, e.g. China, la producción de bienes con mayor consumo de energía y más contaminantes, y luego importando el producto final para nuestro consumo aquí, y por tanto en realidad incrementando de esta manera el gasto energético por producto) es importante destacar que la relación entre PIB y consumo de energía es siempre creciente: los países más "eficientes" (con el truco del offshoring que acabo de explicar) producen más PIB por cada unidad de energía consumida, pero si quieren hacer crecer su PIB igualmente tienen que seguir haciendo crecer su consumo de energía. Nunca se ha visto una relación negativa entre consumo de energía y PIB, la cual sería físicamente absurda (aunque durante períodos muy breves en medio de una grave recesión pudiera dar esa impresión); de hecho, ni siquiera se ha visto una relación nula (en la que el PIB crezca sin aumentar el consumo de energía). En definitiva, lo que propone la AIE es algo que no se basa en el conocimiento empírico sino en una fe infundada en un progreso tecnológico capaz de lograr esa desmaterialización de la economía, cuando se sabe que es justo al revés.
La realidad es que los datos de la AIE nos dicen que inevitablemente vamos a atravesar un declive energético continuo durante las próximas décadas, al menos en la OCDE pero con signos de que se va a acabar extendiendo al resto del mundo (por ejemplo, China). Eso es lo que realmente les indican sus datos; la suposición de que en ese contexto el PIB va a crecer es completamente suya y no pueden justificarla en las 718 páginas de su extenso informe. La realidad es que la AIE nos está hablando de declive y de decrecimiento, pero aún no lo quieren aceptar.
Salu2,
AMT
P.Data: La aceleración del momento histórico, fruto de nuestro inevitable declive, marca la agenda con los terribles atentados de hoy en París. Mis pensamientos están con los amigos y recuerdos que dejé en esa bella ciudad; ojalá el culto y avanzado pueblo francés no se deje arrastrar por la locura de los demagogos. Aujourd'hui, plus que jamais, je suis parisien
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