Volume 84, December
2012, Pages 172–180
Elsevier
Traducció N.C.
La Economía del
Decrecimiento
Giorgos Kallis a, Christian Kerschner b, Joan Martinez-Alier c
a ICREA and Institut de Ciència i Tecnologia
Ambientals (ICTA), Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona, Spain
b Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals,
Universitat Autònoma de Barcelona, 08193 Bellaterra, Spain
c Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals
(ICTA), Universitat Autònoma de Barcelona, Barcelona, Spain
Resumen
El
decrecimiento económico es ecológicamente deseable, y posiblemente inevitable,
pero ¿en qué condiciones puede ser socialmente sostenible? ¿Cómo podemos
conseguir el pleno empleo y la estabilidad económica sin crecimiento? ¿Qué ocurriría
con el gasto y la deuda pública? ¿Cómo se debería organizar la producción en una economía en decrecimiento?
Y bajo qué condiciones socio-políticas plausibles podrían darse estos grandes cambios?
Las teorías estándar y los modelos económicos
ignoran estas cuestiones. Para ellos, el crecimiento económico es una necesidad
axiomática. Este artículo revisa las contribuciones recientes de la economía
del decrecimiento e identifica vías de investigación para los economistas ecológicos.
1. Introducción
Nos
guste o no, Occidente puede haber entrado en un período de recesión prolongada.
Es difícil saber si se trata de una situación temporal o de un nuevo estado permanente. Los
límites ecológicos, el agotamiento de los mercados de inversión en las economías maduras, la carga de la deuda y
los cambios de inflexión geoeconómica apuntan hacia una crisis
estructural (Kallis et al, 2009;. Wallerstein, 2010): Estas no son malas
noticias para el medio ambiente (Martínez-Alier, 2009): menos crecimiento
significa menos consumo material, menos
emisiones de CO2 y menor destrucción de hábitats, la última oportunidad de
permanecer dentro de los límites de seguridad de los ecosistemas mundiales (Rockström et al.,
2009), pero socialmente puede ser una catástrofe. Las economías del crecimiento
no saben cómo decrecer. Se colapsan.
El
crecimiento por encima de un nivel que satisfaga las necesidades básicas no
mejora el bienestar psicológico (Easterlin
et al., 2010) y conlleva más costos que
beneficios, especialmente ambientales (Daly, 1996). Por otro lado, la falta de crecimiento
conduce a una espiral de deuda, al
desempleo y al deterioro del bienestar social. La cuestión central de la
economía del siglo XXI ya no es cómo las naciones se enriquecen, sino cómo
"gestionan sin crecimiento "(Victor, 2008), es decir, ¿cómo puede el
decrecimiento estabilizarse y ser próspero
(Jackson, 2009)? Tanto la corriente principal de los economistas como la más
heterodoxa ignoran esta cuestión ya que
para ellos el crecimiento es una necesidad axiomática (Georgescu-Roegen, 1977).
La
reciente crisis es percibida como una crisis común, periódica del capitalismo
y las recetas debatidas -"austeridad" frente a "expansión
keynesiana"-son las mismas que las de la década de 1930. Las políticas de
austeridad están fracasando en el sur de Europa, son contraproducentes. Sin
embargo, invertir grandes cantidades de dinero público para fomentar el consumo puede no funcionar en las economías
maduras con un espacio ecológico para el crecimiento limitado. Además, lo que
ha ocurrido en Japón desde la década de 1990, su creciente deuda pública y sus inversiones
nucleares fallidas, debería haber sido
otra de las razones para reflexionar des de mucho tiempo atrás, sobre
"como gestionar sin crecimiento". Se necesita renovación del pensamiento económico.
La economía ecológica está bien posicionada
para liderar la discusión sobre un decrecimiento
próspero. Las contribuciones fundamentales sobre los límites del crecimiento y
las vías alternativas hacia el bienestar
han venido de la mano de los economistas
ecológicos (Daly, 1973, 1996, Georgescu-Roegen, 1971; Norgaard, 1994; Odum y
Odum, 2001; Victor, 2008). La crisis ha reactivado el debate sobre el crecimiento y la
macroeconomía ecológica (Daly, 2010; Jackson, 2009; Kallis, 2011; Kallis et al,
2009). Kerschner, 2010; Martínez-Alier, 2009; van den Bergh, 2011; van den
Bergh y Kallis, de próxima aparición, Victor, 2010). Este número especial
recoge algunas de las mejores aportaciones de la económica ecológica de la segunda
Conferencia Internacional de la Económica del Decrecimiento (Barcelona, 26 a
29 mayo, 2010) 1. Las contribuciones versan sobre tres temas interrelacionados: La Economía estacionaria
(EE) (Daly, 1996), la nueva economía (NE) de la prosperidad (Jackson, 2009,
NEF, 2009; Schor, 2011), y El decrecimiento (DC) (Latouche, 2009; Martinez-Alier
et al., 2010). Agrupamos las contribuciones en las que fortalecen la conveniencia y viabilidad de una transición
decrecentista (Sección 2); Las que aportan instrumentos de evaluación de políticas para
la transición (Sección 3), y las que
debaten su dinámica socio-política (Sección
4). Concluimos en la Sección 5 con las
principales áreas de investigación para la economía del decrecimiento.
2. El tema del decrecimiento
2.1.
Las causas de la crisis
¿Cómo
y por qué las economías occidentales implosionan después de 2008? Todos los autores que
escriben des de la perspectiva de EE, NE o DC,
convergen en tres puntos principales:
Primero, que esta no es sólo una crisis económica
(o financiera). Es una crisis multidimensional democrática, sociológica y medioambiental
(Speth, 2012-en este número).
Segundo,
que la causa fundamental que hay detrás
de estas distintas crisis es la fijación en el crecimiento económico (Speth,
2012-este número). La desregulación del sector financiero y la oferta de dinero
fácil que condujo a la crisis de endeudamiento público y privado no eran
"errores", sino opciones políticas deliberadas destinadas a mantener el crecimiento (Jackson,
2009). En nombre de la eficiencia económica, los Estados dejaron importantes
decisiones nacionales (Por ejemplo, la oferta de dinero) en manos de los
mercados y de organismos independientes (por ejemplo, bancos centrales),
dejándolas fuera del reino de la decisión democrática. La cultura de la codicia
proliferó tanto en el sector público como el privado, así como la desenfrenada búsqueda del propio
interés cortoplacista, legitimada por sus supuestos beneficios económicos. El
crecimiento requiere también la continua contabilización y valoración de los
"bienes” y servicios no monetarizados - medio ambiente, cuidados,
relacionales- y su integración en el
mercado. Esta cultura ha desplazado a los sistemas alternativos de valores que
regulaban esos 'bienes' degradando su esencia y sometiéndolos a la lógica de la ganancia (Brown et al,
2009). Hirsch, 1976).
Tercero,
reanudar el crecimiento económico haría
más fácil el pago de las deudas acumuladas, pero esta no es la respuesta
a la crisis. Significaría acelerar el
cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la extracción de recursos así como
el abandono de los residuos en las "fronteras de las mercancías "
que, no por casualidad, son las últimas zonas de reserva ambiental del mundo,
donde a menudo residen los grupos indígenas (Martínez-Alier et al., 2010).
¿De
que manera los factores ecológicos contribuyen a la crisis económica? De
acuerdo con la teoría de Frederick Soddy (1926), la economía tiene tres
niveles: el financiero, el llamado "productivo", y el ecológico. La
deudas, aumentan exponencialmente y se pueden
pagar a través del crecimiento
económico, de la inflación o bien
estrujando a los deudores durante un tiempo. Pero el crecimiento económico de
la economía productiva depende de la energía y los materiales y de la
disponibilidad de sumideros para los
residuos, tales como el dióxido de carbono. Consideramos a la industria de la
construcción o a la fabricación de automóviles como parte de la economía “ productiva"
pero estas dependen de los recursos agotables. "La ley de la entropía y el
proceso económico " de Georgescu-Roegen (1971) insistía en el hecho
de que la energía no puede ser reciclada y que los materiales se reciclan sólo
hasta cierto punto. Se necesitan nuevos suministros y esto es problemático cuando nos basamos en combustibles fósiles no renovables y en materiales que son cada vez más difíciles de obtener
en las fronteras de las mercancías. La economía ficticia de las finanzas emite dinero
y deuda para mantener las tasas de crecimiento nominales requeridas, las cuales
no puede ser sostenidas por la economía
ecológica. Como la deuda se acumula, la crisis sobreviene y se manifiesta en forma de demandas para pagar deudas a través de la
inflación (expansión) o estrujando a los deudores (austeridad).
Douthwaite
(2012-en este número) ofrece una teoría ecológica complementaria de la crisis.
El problema del sistema financiero mundial es que el dinero se emite a través
de la deuda bancaria. La oferta de dinero aumenta cuando se obtienen nuevos préstamos
para devolver los préstamos antiguos. Hasta hace poco, esto permitió la producción de más energía a partir
de combustibles fósiles que a su vez, dieron valor a este aumento de la oferta
monetaria. Sin embargo, desde finales de 2004 los bancos comerciales aumentaron
sus préstamos (sobre todo para propiedades y acciones), mientras que el suministro de petróleo seguía siendo el mismo. Los bancos centrales no se dieron cuenta de esta tendencia y el vínculo crucial
entre energía y dinero se rompió. Elevar
la oferta de dinero con suministros no crecientes de materias primas y energía, condujo a un
aumento del precio de estas. Cada vez
mas ingresos salían de los países
consumidores hacia los países productores de petróleo y de materias primas, regresando como capital prestado.
Estos préstamos permitieron a los países consumidores continuar comprando petróleo y materias primas, pero
sólo mediante un mayor el aumento de su deuda y del déficit de su cuenta
corriente. La carga de la deuda creció sobre todo en los países ricos con sectores
manufactureros estables o en decrecimiento, en los que se utilizó una gran
cantidad de ese "dinero nuevo" para
hinchar de la burbuja
inmobiliaria. Finalmente, los prestatarios más débiles (hipotecas de alto
riesgo en la EE.UU.) ya no pudieron permitirse el lujo de pagar los precios cada
vez más altos de energía y de materias primas más los intereses de sus
préstamos. La burbuja inmobiliaria
explotó y se acumuló deuda mala cuando la economía entró en recesión.
¿Hay
evidencia de estas teorías? ¿Se ha producido una disociación entre petróleo y oferta de dinero y ha sido esta la causa de la crisis? Hay
indicios de que el suministro de petróleo no se ha incrementado durante la década del 2000, pero se discute si ello es
debido a limitaciones geológicas (el pico
del petróleo está cerca) (Chanel, 2012, Lewis, 2010, Murphy y Balogh, 2009;
Theramus, 2009) y a una decreciente tasa
de retorno energético (TRE) (Hall y Klitgaard, 2011) o bien a una deliberada (y
equivocada) falta de inversión de los países árabes para aumentar la capacidad
de bombeo de petróleo (Smith, 2009). El
alza del precio del petróleo de 2008 y la subida de los precios en toda la
década de 2000 podría ser un indicio de la escasez del suministro, pero también
podrían ser el resultado de un crecimiento de la demanda agregada mundial,
aumento de la demanda de petróleo per se (tal vez relacionado con las
preocupaciones sobre futuras restricciones), la especulación o los flujos de
capital en el mercado de futuros (Hamilton, 2009; Kilian, 2007; Smith, 2009).
Caballero, et al. (2008) ofrecen una teoría diferente:
Después
de la crisis asiática, el exceso de
ahorro en Asia y el mundo árabe encontraron su salida en los mercados
financieros estadounidenses más
desarrollados, con bajas tasas de
interés y alimentando la burbuja inmobiliaria. Con el estallido de esta, el
capital fluyó hacia los mercados de materias primas, que (temporalmente) no obstante, se
derrumbaron con la recesión mundial de 2009. La coincidencia de los cambios en el déficit de cuenta
corriente de los EE.UU. y los precios del petróleo y el hecho de que no sólo el
petróleo sino todas las materias primas sufrieran un pico en los precios en 2008 da argumentos a favor de una
maniobra de " flujo de capitales”.
A diferencia de la teoría de Douthwaite, aquí la fuente de dinero fácil no es
el exceso de préstamos o flexibilización monetaria deliberada, sino el exceso
de ahorro en el resto del mundo. Independientemente de las causas de la subida
de los precios del petróleo (oferta, demanda o flujos de capital), Hamilton (2009) muestra
que sin ese aumento, los EE.UU. no habrían entrado en recesión en 2007-8. El
aumento de los precios del petróleo incrementó el coste de los desplazamientos
por trabajo y de las ejecuciones hipotecaria en las zonas suburbanas, la reducción del gasto de los consumidores y de
la compra de coches, precipitando la recesión (Hamilton, 2009;. Kaufmann et al,
2010).
2.2.
¿Es posible un decrecimiento próspero?
El
decrecimiento económico puede ser inestable. Puede conducir al desempleo i, por
lo tanto, a una falta de demanda efectiva, lo que conlleva mas aumento de
desempleo, más gasto público para sufragar el subsidio de desempleo y un crisis
en la fiscalidad pública (Jackson, 2009). Sin embargo, nadie en la literatura del
decrecimiento DC predica un decrecimiento
eterno. Como Kerschner (2010) ha demostrado, el debate entre el DC y los
defensores de la economía estacionaria EE (que se remonta a las excesivas
críticas de Georgescu-Roegen contra
Herman Daly) es falso: el Decrecimiento es el camino de la transición hacia una economía estacionaria menor. Pero ¿la EE debería
ser menor que la economía de la actualidad o podría ser viable con un crecimiento
cero a los niveles actuales? Jackson
(2009) aboga por una prosperidad
"sin" crecimiento, pero su propia "aritmética del
crecimiento", demuestra que salvo un milagro tecnológico, el decrecimiento
es inevitable. Con las actuales tasas de crecimiento, alcanzar el objetivo de
la estabilización del clima en 450 ppm en 2050 requeriría mejoras en la eficiencia de
carbono (C / $) de una magnitud 10 veces superior a la velocidad anual que llevamos actualmente. Jackson (2009) sostiene que 'El crecimiento como de costumbre "
(growth as usual) no es realista, ya que requeriría un nivel sin precedentes del
ritmo del progreso tecnológico. Y todavía,
considerando una economía “sin
crecimiento” sería necesario un nivel de mejora en la eficiencia 8 veces más
rápido que el actual, lo cual es también increíblemente alto. De ello se deduce que,
por tanto, es necesaria una combinación
de decrecimiento y de mejora en la eficiencia.
Algunas
objeciones: La primera es que el decrecimiento y la eficiencia no son
independientes. El decrecimiento puede reducir la eficiencia del carbono en la
economía mediante la disminución de las inversiones en energías renovables. El
decrecimiento también puede crear desempleo,
reducir los gastos de Estado y mermar el
bienestar social (Van den Bergh, 2011). D'Alessandro y col. (2010) han abordado
la primera objeción con un modelo
dinámico neoclásico. Encontraron que la ventana de sostenibilidad de la economía
se hace más amplia a bajas tasas de
crecimiento del PIB, siempre que se destine una inversión
suficiente a fuentes de energía renovable y si se frene el crecimiento en el consumo (D'Alessandro et al., 2010). En este número
especial, el mismo grupo de investigación aborda la cuestión del bienestar con un modelo de crecimiento endógeno con
externalidades en el consumo, el ocio y la producción (Bilancini y
D'Alessandro, 2012-este número). Las externalidades del consumo son negativas mediante
la competencia posicional, las externalidades
del ocio son positivas a través de la formación del capital social. Bajo un
conjunto razonable de valores de ciertos
parámetros, la transición hacia una senda equilibrada se asocia con la reducción
de la escala de producción, la reducción del consumo privado y el aumento
constante del tiempo libre y del bienestar. La razón es que a medida que
aumenta la proporción de tiempo libre, también aumenta el stock de los vínculos sociales y el flujo de bienes relacionales
que, juntamente con el aumento del ocio, compensarían la pérdida de bienestar debido al menor
consumo. Teniendo en cuenta los límites de los recursos y la sostenibilidad
climática, reforzarían la posibilidad de
disociar el resultado del crecimiento y
el bienestar. El decrecimiento, por tanto, necesita no perjudicar el bienestar.
Complementando
a Bilancini y D'Alessandro, Víctor (2012-en este número) pone números a los
posibles escenarios del decrecimiento y evalúa los efectos en los gastos del
Estado y en el empleo. La base es un modelo macroeconómico dinámico que simula
diferentes escenarios futuros de crecimiento y emisión de CO2 en Canadá. El modelo muestra
que el "crecimiento selectivo", es decir, un cambio estructural de la
economía hacia productos básicos de menor intensidad, no funciona. La
producción de estos productos conlleva gastos intermedios en artículos de alta
intensidad. Victor examina también una trayectoria de decrecimiento. Se asume
que el canadiense promedio disfrutará en
el 2035 el mismo PIB que tenia en 1976, mucho menor en comparación con la tendencia
actual, pero 5 veces mayor que la requerida si las rentas mundiales tuvieran
que igualarse al nivel en el cual las
emisiones globales de CO2 permanecieran dentro del umbral planetario. Mientras
que en un escenario de crecimiento cero las emisiones de CO2 de Canadá serían
en 2035 un 22% menores que en 2005, en un escenario de decrecimiento serían un
78% menores. Sin embargo, en el escenario de decrecimiento el gasto público en
2035 sería un 25% del nivel que le correspondería bajo el escenario “business
as usual”. Y bajo la hipótesis de crecimiento cero, la media anual de las horas de trabajo tendría que disminuir en un 15% en 2035, si se
tuviera que mantener el pleno empleo,
mientras que en el escenario de decrecimiento debería reducirse un 75%. Nuestra
lectura de esta evidencia: Combatir el cambio climático equitativamente conlleva un decrecimiento sin
precedentes, con una dramática reestructuración del Estado y una
reconfiguración de trabajo.
¿A
qué podría parecerse una economía como esta? Los autores de NE proponen una reducción de las horas de trabajo (pagado) y un desarrollo
de las actividades de alto valor social y baja productividad económica (Jackson,
2009; Schor, 2011). Jackson (2009) denomina
a esta última una economía de "Cenicienta": sectores
socialmente valiosos que pasan desapercibidos y aparecen improductivos desde el
criterio de la medida estándar del PIB. Incluye las actividades de baja
productividad (por ejemplo, las del cuidado) y las inversiones ecológicas de
baja rentabilidad, pero de alta intensidad en mano de obra y con altos niveles
de satisfacción laboral y de alto valor
social añadido. Las retribuciones son bajas, pero la calidad del trabajo puede
ser elevada.2
NE
no utiliza la palabra "decrecimiento" en la descripción de su visión de
la economía, sino los términos "cero", "sin" o “más allá” del
crecimiento. Probablemente, esto se debe al temor de que la palabra "decrecimiento"
asusta al público y a los políticos. Pero a veces uno tiene la impresión de que
algunos de los nuevos economistas creen realmente que la transición a una economía
de la Cenicienta, de baja emisión de
carbono no conllevaría ningún
sacrificio material que, en cambio, el decrecimiento implica. Juliet
Schor (2011), por ejemplo, sostiene que "la vía para reducir el impacto no
requiere ponerse una camisa de pelo (hair shirt). Tampoco implica reducir la
importancia del consumo... Vivir sosteniblemente ... no quiere decir que no
puedas tener ropa fabulosa, electrodomésticos de bajo impacto, buenos alimentos
locales y un modo de viajar más pausados " 3 La visión es que la reducción dramática en el consumo de
recursos necesaria para evitar el cabio climático y otros cambios ambientales
peligrosos se pueden conseguir mientras (o
debido a que) se expande mundialmente el
estilo cómodo de vida que hoy disfruta una pequeña élite occidental concienciada ecológicamente. Tal vez esta es una visión más vendible a las clases
medias/altas occidentales y a (algunos)
políticos de élite que la que ofrece el decrecimiento. Pero ¿alguien puede estar
convencido de que esto es posible? Victor (2012-en este número) manifiesta lo
obvio: la producción de artículos de
baja intensidad - la ropa fabulosa, los aparatos inteligentes y los viajes
alternativos de Schor-consumen productos intermedios de alta intensidad (para una explicación energética de la intensidad
del mercado de servicios supuestamente ligero, ver Odum y Odum, 2001). La Aritmética
IPAT de Jackson (2009) y el modelo de Victor (2012- en el presente trabajo)
también muestran que es necesario un nivel sin precedentes de decrecimiento si
hablamos seriamente de evitar el cambio climático. ¿Será posible reducir
en un 75% el empleo (cálculos de Victor para Canadá)
y seguir llevando ropas fabulosas?
Los
defensores del DC tienen una visión diferente de la prosperidad,
basada en la reducción importante de la abundancia material y del consumo. Tienen
menos miedo a las camisas de pelo, por así decirlo. Su visión se basa en modelos
de simplicidad voluntaria (Alexander, 2011), como los proyectos de co-vivienda
(Lietaert, 2010) o comunas ecológicas (Cattaneo y Gavaldà, 2010). La propuesta es que ya que la gente que vive allí consume
mínimamente y es feliz con su vida, el resto del mundo podría hacer también lo
mismo. Hay dos problemas con este punto de vista: uno es la falsa extrapolación
y el otro, la ingenuidad política. La vida sencilla en las comunidades
periféricas hoy depende de los excedentes- productos y infraestructuras-provistos siempre por el
resto de la economía industrial. Como André Gorz (1994) sentenció, todo el sistema
industrial en su conjunto está incrustado en la radio (véase hoy el ordenador)
de una comuna. La ampliación de las experiencias de simplicidad voluntarias
existentes a nivel social puede implicar mucha más dificultad de lo que los
miembros de los distintos proyectos experimentan hoy. A algunos voluntarios de
la reducción de la marcha (downshift) no les importa tal dificultad. Pero son normalmente personas que han tenido la
opción de elegir entre la austeridad y
la riqueza sin sentido. De aquí no se deduce
que a otros, como los que nunca tuvieron la opción, o los que disfrutan de
su poder, tampoco les importe.
2.3.
Bienestar Psicológico y decrecimiento
La
literatura sobre la economía de la felicidad nos informa que: i) la felicidad a largo plazo no aumenta
con el ingreso nacional, ii) La comparaciones internacionales y entre países que han llegado a satisfacer las necesidades básicas, muestran que el nivel
de felicidad no varía con el PIB (Easterlin
et al., 2010). ¿Por qué? En primer lugar, porque la felicidad es adaptable y posicional,
si todo el mundo se hace más rico, nadie obtiene más felicidad (Hirsch, 1976). En segundo lugar, porque una
vez satisfechas las necesidades básicas, la felicidad depende de la calidad de vida, que no necesariamente se correlaciona
con la riqueza. Las implicaciones
políticas son claras: una distribución más equitativa de las rentas y una inversión en servicios públicos que
marcan la diferencia en la calidad de vida, puede tener mayores efectos sobre el
bienestar que el crecimiento generalizado. A corto plazo, sin embargo, una
crisis de pérdida repentina de ingresos
sí reduce los niveles de felicidad (Easterlin et al., 2010). Del grado inicial
de aspiraciones materiales dependerá, en gran medida, la rapidez con la que nuestras aspiraciones se
adaptan a las nuevas circunstancias y como
la percepción de la equidad ante las
pérdidas hace que sea más fácil aceptarlas (Matthey, 2010).
Si con el dinero no se compra la felicidad,
entonces ¿por qué la gente trata todavía de ser mas rica? A nivel individual
los ingresos no se correlacionan con la
felicidad: sin embargo, los ricos demuestran mayores niveles de felicidad. Esto puede ser
debido al consumo posicional (relativo respecto a los demás) o porque los
bienes que generan bienestar en las
sociedades de mercado cuestan mucho. ¿Es esto cierto siempre y en todos los
lugares? Masferrer-Dodas et al. (2012- en esta edición) estudia una muestra representativa de una población
inusual: una tribu Tsimane en la Amazonia
boliviana. Se trata de una comunidad de forrajeo-horticultura a pequeña escala
en la que se ha introducido la moneda y los bienes externos solo parcialmente. Los
datos recogidos entre 600 adultos no muestran ninguna correlación estadística
entre consumo mercantil y bienestar.
Esto sugiere que la relación entre dinero y felicidad pueden ser una característica
particular de las sociedades de mercado, tema estudiado por encuestas
anteriores. Es decir, no hay ninguna relación universal causal entre el
bienestar humano y el consumo de bienes y servicios. Esto plantea la pregunta:
Que es lo que hace diferentes a
poblaciones como los Tsimane? Tal
vez, es que tienen diferentes valores (menos énfasis en el consumo material o
en el estado posicional). Tal vez están
menos acostumbrados a los bienes de
mercado modernos y, por tanto, obtienen menos satisfacción de ellos. O tal vez,
son otras mercancías y otras relaciones
las que les proporcionan felicidad, a las cuales se accede sin dinero. Una
hipótesis interesante: Cuanto más (o menos) mercantilizada es una sociedad, más ( o menos) varía con la renta su felicidad.
2.4.
Medición del progreso
Si
el decrecimiento próspero se convirtiese en un objetivo nacional ¿cómo podríamos
saber si vamos por el buen camino? Nos podríamos preguntar también por qué algunos países, como
Japón o Cuba, mantuvieron el bienestar mientras no (o de) crecían, mientras que
otros, como Grecia, no lo hicieron. Una métrica para el decrecimiento sería útil para estos
fines. El PIB es un mal indicador del bienestar social (van den Bergh, 2009). El
decrecimiento implica la caída del PIB pero
no se reduce únicamente a ello (Kallis, 2011). Van den Bergh (2011) ha
criticado el uso incoherente e inconsistente de las diferentes variables que
tienen que decrecer de acuerdo con los
defensores del decrecimiento (Por ejemplo, el PIB, el uso de materiales, CO2,
horas trabajadas). Kallis (2011), sin embargo responde, que al igual que la libertad,
la igualdad y otros "objetivos inalcanzables"
(Kerschner, 2010) el decrecimiento expresa un deseo general y una dirección. Es un tema de investigación el definir las
medidas de decrecimiento que se adapten a diferentes propósitos.
Esta
es la tarea asumida por Dan O'Neill (2012, en este número), que construye un
sistema de indicadores a nivel nacional para capturar elementos normativos de
la EE y el DC. O'Neill propone un sistema de
"contabilidad del decrecimiento" con indicadores biofísicos y
sociales separados. Los biofísicos se
derivan de la definición de una economía estacionaria, mientras que los
indicadores sociales se basan en los objetivos
perseguidos por el movimiento del decrecimiento, incluyendo variables como equidad, satisfacción de las necesidades básicas, tiempo
libre, sentido de comunidad, democracia participativa, desempleo, esperanza de
vida y bienestar subjetivo. Los indicadores se pueden utilizar para clasificar
los países en economías de crecimiento deseable, crecimiento indeseable,
decrecimiento deseable, decrecimiento no
deseable y en una economía estacionaria.
Estos indicadores podrían ser usados como variables dependientes en los análisis econométricos con bases de datos
nacionales para evaluar los factores que conducen a una economía en decrecimiento deseable o una economía
estacionaria.
3. Opciones Institucionales y
Política
Una
sociedad decrecentista necesitará instituciones diferentes. La literatura de las EE, NE y DC
convergen, con pocas diferencias, en un conjunto similar de políticas y
de instituciones: límites a los recursos y al CO2, límites de extracción; nueva garantías sociales
de seguridad y de reparto del trabajo (reducción de horas de trabajo); Renta
Básica y límite máximo de ingresos, impuestos al consumo y a los recursos con garantías de asequibilidad , apoyo a modelos innovadores de "vida local";
zonas francas comerciales y de comercio libre, nuevas formas de dinero, requisitos
de reservas bancarias elevadas, banca ética, inversiones ecológicas; propiedades y empresas cooperativas (Jackson,
2009; Korten, 2008; Latouche, 2009; Speth, 2012 ( en este número). Las especificaciones
de estas opciones políticas son temas de investigación de los colaboradores de
este número especial.
3.1.
'Cap and Share' (limitar y repartir)
Dado
que la crisis es el resultado de la disociación entre la oferta de dinero y la
oferta de petróleo que ya ha superado su pico máximo (y con una TRE en declive),
Douthwaite (2012, en este número) propone establecer un límite máximo global anual y decreciente de toneladas de CO2 emitido por los combustibles fósiles y
asignar una parte importante de esta cantidad anual a toda la población mundial de forma
equitativa para todos los habitantes de la tierra. Los permisos tendrían que
ser más escasos que el suministro de combustible para capturar la renta de la
escasez, causa de la desestabilización producida
por los flujos de capital. Los permisos
se venderían individualmente (utilizando los ingresos como un amortiguador
frente a los crecientes costos de la energía) a una institución central de
compras que a su vez vendería los
derechos a los productores de combustibles fósiles que, a su vez, los usarían para
cubrir su producción de emisiones para el año en cuestión. Esta institución podría
tomar la forma de Fundación para el
Clima Global, instituido por la ONU /G-20, que actuaria, en esencia, como un
cartel de los consumidores de petróleo. Douthwaite argumenta que el incentivo
para los productores de combustibles para unirse a este plan es que a pesar de que
su producción se iría reduciendo cada año, el precio abonado por los usuarios aumentaría hasta mantener sus ingresos. De esta forma se
ganaría estabilidad a largo plazo a costa de los beneficios a corto plazo,
estabilizándose el precio del producto,
dependiente de los ciclos de expansión y recesión de la economía mundial. Sin embargo, nos
preguntamos por qué, si el sistema de
"cap and share ' es una solución del tipo win-win (todos ganan) no se ha
adoptado todavía. La política económica de esta reforma y los obstáculos con los
intereses de los que tendrían que soportar las pérdidas deben ser mucho más
complejos de los que Douthwaite supone
en su análisis.
3.2.
Dinero Sin Deuda y Monedas Regionales
Douthwaite
propone también la creación de dinero sin deuda. Vario comunidades han tenido
formas de dinero sin deuda en el pasado. Una autoridad monetaria independiente
podría ser la responsable de la emisión de dinero nuevo ya que los gobiernos pueden
sucumbir a las presiones políticas y emitir
demasiado. Mejor aún, estos
sistemas deben funcionar a escala regional bajo una divisa de referencia (como
el Euro en Europa). Esto permitiría devaluaciones regionales, restringir
espacialmente la circulación de riqueza, mantener suficiente liquidez y reducir
la vulnerabilidad de las regiones a los problemas monetarios de otros lugares.
Las monedas regionales no deben ser respaldadas por promesas, ya que esto implicaría deuda.
Algunos emisores pueden prometer entregar cosas reales, como energía o
electricidad que la gente puede comprar a través de bonos con su moneda regional.
Dichos bonos regionales de energía prometerían pagar al portador el precio de
un número específico de kWh el día de su vencimiento. El dinero viene de los
pagos efectuados por las personas para comprar energía a la planta que se
financia a través de los bonos. Estos
bonos no circulan como el dinero. Pero una vez que la planta de energía inicia
el suministro de la electricidad, su
Comité de Dirección podría convertir la central en una especie de banco,
emitiendo billetes de energía que los lugareños podrían utilizar para la
compra y venta de bienes, con la seguridad de que el billete tiene un valor real ya que
siempre puede ser utilizado para pagar las facturas de energía.
Douthwaite
trata también sobre las monedas complementarias
creadas por los usuarios tales como los
Sistemas de comercio e intercambio locales que ya existen (LETS) o los bancos
del tiempo. Las monedas complementarias pueden mantener una mayor proporción de
la producción económica circulando a nivel local y fortalecer las economías
locales, un aspecto clave del decrecimiento. Se pueden utilizar también, por
sus buenos efectos, en tiempos de crisis de liquidez. Hay una gran cantidad de
investigación empírica en curso sobre las ventajas y desventajas de las monedas
complementarias comunitarias (Fantacci, 2005; Norte, 2007; Seyfang, 2001) e
incluso una revista especializada sobre el tema.
3.3.
Tasas de Interés Cero
Dirk
Loehr (2012 en este número) complementa la propuesta de Douthwaite a favor del dinero libre de deuda con el
redescubrimiento de la propuesta de Silvio Gesell del "Dinero libre" de interés cero
(Gesell, 1958 [1916]). Requiere neutralizar la prima a la liquidez poniendo un
coste artificial al dinero. Mientras que las tasas de interés cero
a corto plazo pueden impulsar el crecimiento económico, a largo plazo, van a ir
de la mano de una tasa baja de ganancia de activos reales. La creciente oferta
de capital hará que no sólo la tasa de interés del dinero, sino también la tasa
de beneficios (de capital real) converja
a cero. Se disuadirán los ahorros marginales a través de
tasas de interés negativas, que detendrán la inversión o incluso provocarán la desinversión, por ejemplo, reduciendo la
escala de las operaciones de negocio. En
este estado de equilibrio de crecimiento cero, toda la producción económica se
consumirá: no habrá ninguna inversión neta o ahorro, sólo sustitución del
capital consumido. Todavía habrá ahorro individual, pero la tasa de ahorro
agregado será cero. Esto nos llevaría a la situación que Keynes (1972a [1930])
denominó "la eutanasia del rentista" y la desaparición de la
acumulación. Tal como Keynes señaló, surge el problema de que otros activos de
capital (tierra, oro) puedan tomar el papel del dinero, obstaculizando la
tendencia a rebajar a cero la tasa natural
de rendimiento de los bienes de capital. Esta es la razón por la que Gesell
entendió la circulación de dinero libre como parte de una amplia reforma del
orden económico, incluyendo la abolición de la propiedad privada sobre la tierra, reemplazándola por la posesión derechos y permitiendo el control de los monopolios
naturales por parte del Estado.
3.4.
Nuevas formas de propiedad
La
propiedad es uno de los puntos clave de la dinámica del crecimiento, afirma
Pascal Van Griethuysen (2012- en este número).
Es importante distinguir entre "Propiedad" y
"posesión". La garantía de los derechos de propiedad de las
instituciones, es decir, el uso de la propiedad como garantía, es un factor
clave en la formación de una economía virtual en la que la creación del dinero está
desvinculada a la economía ecológica real. Van Griethuysen explica cómo a
través de un proceso de las retroalimentaciones acumulativas, la capitalización de la
propiedad genera la obligatoriedad de crecimiento. Para romper este ciclo se
propone una serie de reformas institucionales, incluida la legislativa para delimitar el alcance y la temporalidad de
la propiedad y para frenar el potencial para un uso concreto y la
capitalización. La propiedad privada debería poderse limitar a través de un
conjunto de acuerdos tomados colectivamente
con unos límites sociales mínimos y unos
límites ambientales máximos. Teniendo en cuenta, sin embargo, que la propiedad
actúa como un amplificador del poder y los propietarios poderosos van a influir
en esta evolución institucional, existe la posibilidad para ciertas modalidades
institucionales de apartarse de forma
mas radical del régimen de propiedad
privada. Van Griethuysen considera la propiedad estatal y los regímenes
de propiedad comunal. Estos últimos incluyen instituciones tradicionales informales
para la gestión comunitaria de los recursos, o nuevas formas de relaciones de cooperación por parte de actores estatales
y no estatales, tales como algunas experiencias
en los servicios públicos de Latinoamérica. Este autor sostiene que la
propiedad estatal o comunal puede crear una mayor seguridad y conseguir los
objetivos eco-sociales con mayor probabilidad. Johanisova et al. (en prensa) estudia los beneficios de las empresas sin ánimo de lucro y de las cooperativas desde una perspectiva del decrecimiento, mientras que Boillat et al.
(2012) valoran positivamente las
ventajas agroecológicas de las cooperativas de agricultores de pequeña escala en Cuba. Alexander
(2011) también evalúa el posible papel de las cooperativas de trabajo en una
perspectiva del decrecimiento.
3.5.
Trabajo compartido
La
reducción de las horas de trabajo y el reparto del trabajo disponible intuitivamente
tienen sentido: a igualdad de condiciones, menos crecimiento significa menos
puestos de trabajo (Jackson, 2009, NEF, 2009). Sólo si se comparte el trabajo
disponible, el desempleo no aumentará. Las cosas, sin embargo, son más complicadas. En primer lugar, en un
mundo en que la TRE (Tasa de retorno energético) disminuye (o en que la obtención de energía
cada vez es más costosa) o de disminución de la producción y de la inversión
(el decrecimiento), la productividad ya no puede aumentar. Los aumentos en la
productividad del trabajo dependen en
gran medida del aumento de la
energía fósil disponible (y otros recursos no renovables). El aumento
de la productividad del trabajo es una anomalía histórica de la edad de los combustibles fósiles y va a cambiar
después del cenit del petróleo, a menos que otra fuentes equivalentes estén
disponibles, incluso en mayores cantidades (lo que parece poco probable). De
aquí que en el medio y largo plazo, el
desempleo va a se un problema menor para el decrecimiento. En un futuro con escasez energética es probable que tengamos que trabajar más, no menos
(Sorman y Giampietro, en prensa).
En segundo lugar, los costos fijos de los nuevos
puestos de trabajo conllevan a que el trabajo compartido aumente los costos unitarios de la mano de obra. En
igualdad de condiciones, esto reducirá la cantidad total de trabajo disponible (Hunt,
1999). De ahí que a corto plazo el
reparto de trabajo puede absorber el desempleo generado por la crisis, pero con el tiempo los beneficios
decaen y son menores que los de la visión de “cantidad fija” de empleo, según predice
Taylor (2010).
En
tercer lugar, el ocio es a menudo intensivo en consumo de recursos.
Históricamente, la disminución de las horas de trabajo en Occidente ha ido
pareja a más, no menos, consumo de recursos, y a un mayor, no menor, crecimiento
económico. Dicho esto, es incierto saber
si superado el pico de petróleo y en condiciones de disminución de
la abundancia energética este fenómeno se vaya a repetir.
Por
último, existe una tipo de empleo de
gran utilidad que no está incluido en la clasificación de las actividades (producción de subsistencia, el
cuidado, el trabajo comunal y participación en los asuntos comunes). Reducciones
en el sector del empleo remunerado (por
ejemplo, véase Victor, 2012- en este número) pueden no
ser tan malas como parecen si emergen formas alternativas de trabajo no remuneradas
que sean útiles para la vida personal (Kallis, en prensa). Nierling (2012- en este
número) argumenta que muchos personas se dedican al ”trabajo mixto", que
combina el trabajo remunerado con flexibilidad y actividades no mercantilizadas
de su elección, como el bricolaje voluntario y el trabajo familiar. Para
entender sus motivaciones y percepciones, realiza un estudio a los participantes de un Centro de Creatividad
en una gran ciudad alemana. El centro ofrece a las personas una infraestructura
y un entorno para crear (sin pago) productos para su propio uso, artesanía y
otros artículos de bricolaje. Sus resultados empíricos muestran que el trabajo
no remunerado puede jugar un papel importante en propio bienestar personal. El
reconocimiento - legal, relacionado con la realización y personal - es central
para la percepción del trabajo no remunerado de los que lo practican.
Más
allá de esta visión optimista del trabajo no remunerado, Nierling advierte que
no todos los miembros de la sociedad tienen la misma oportunidad de ejercer
esta alternativa o de disfrutar el reconocimiento personal. En relación con
este tema, la literatura del DC muestra interés en la Renta Básica Garantizada de la Ciudadanía (Alexander,
2011; Schneider et al., 2010), propuesta ausente en gran medida en NE. La Renta
Básica consiste en un ingreso mensual concedido a todos los ciudadanos de una
nación y financiado a través de impuestos (Raventós, 2007). Una renta básica
proporciona un ingreso mínimo neto y seguro para todos los ciudadanos, reduce la obligatoriedad
– i la importancia - del trabajo
remunerado (y por tanto, la angustia social que produce el desempleo) y
proporciona oportunidades para actividades de baja intensidad no remuneradas (no mercantilizadas), incluyendo la
participación política. A diferencia del salario mínimo, la Renta Básica es una
nueva y fundamental forma de redistribuir el producto nacional y el superávit.
La producción total puede disminuir y el
costo de la mano de obra aumentar, pero esto no es malo desde la perspectiva del decrecimiento si el ocio
aumenta el bienestar y compensa las pérdidas de consumo debidas a una disminución
del trabajo remunerado. (recuérdese Bilancini y D'Alessandro, 2012- e este
número). La disminución del producto nacional puede, sin embargo, poner en peligro la financiación de la Renta
Básica.
3.6.
Modelos Innovadores de la Vida Local
La
cultura económica promovida por la literatura del DC se acerca a lo que Carlsson
y Manning (2010) llaman "nowtopias" (Utopías de ahora). Se trata de
comunidades que se apartan conscientemente
de la cultura capitalista con un rechazo
concertado de su sistema de valores. Estos espacios de interés "post-capitalista"
incluyen cooperativas de alimentos entre
consumidores y productores, huertos urbanos, programadores piratas, mercados de intercambio sin monedas o bancos de tiempo
y formas variadas de compartir (co-vivienda, ocupas, couch-surfing, coches compartidos, espacios
comunitarios compartidos, herramientas para compartir). Estas prácticas a menudo se caracterizan por una oposición consciente a las instituciones
capitalistas de propiedad privada, al
trabajo asalariado y a la lógica del intercambio lucrativo. Aunque algunos también
han sido practicados por personas
necesitadas durante mucho tiempo (Huertos, trueque, llevarse sus propias sábanas o dormir
en el suelo mientras se viaja por trabajo). De hecho, el capitalismo se
ha apoyado en el trabajo reproductivo y
no remunerado del sector doméstico. Sin embargo, desde una perspectiva del decrecimiento estas prácticas son interesantes
porqué invierten la lógica de la
mercantilización. Su existencia se basa en la convivencia y tienden
a ser menos intensas en consumo de recursos que sus actividades homólogas
dentro del mercado. ¿Serán estas formas
alternativas de producción las semillas de un futuro? ¿Y hasta que punto llegan
a ser importantes hoy?
Conill
y col. (2012) proporcionan uno de los estudios sociológicos más completos de las prácticas no capitalistas hasta la fecha.
Una encuesta telefónica encargada en la ciudad de Barcelona muestra que más del
20% de la población se ha involucrado recientemente en 10 o más, de un lista de 26, prácticas no capitalistas. El 18,8% de
las personas han cultivado algunos de sus propios alimentos, el 16,9% han intercambiado
servicios sin dinero (el 21,3% ayudó a arreglar el hogar de otros) y el 34% ha
compartido equipos digitales o electro-domésticos
con personas sin parentesco familiar (17.6% comparten coche). Más allá de estas
prácticas "tradicionales" no capitalistas, es evidente que se está
formando una cultura básica del decrecimiento económico: el 9% de los encuestados son miembros de una
cooperativa de consumo, el 7% ha
participado en un huerto comunitario, el 2,3% han utilizado las monedas comunitarias y el 2% participan en bancos
éticos o en cooperativas bancarias.
4. La política del decrecimiento
4.1.
Capitalismo y Decrecimiento
Políticas
tales como tasas de interés cero, fundaciones para el Clima Global, reducción de la semana laboral, Renta Básica, o salario máximo limitado, son muy
difíciles de poner en práctica. A menudo la razón es que chocan con las
ganancias y los intereses de quienes detentan el poder
político y económico. ¿Es posible un camino
voluntario hacia el decrecimiento dentro
de la economía capitalista? ¿Hay alguna razón fundamental que haga que las economías capitalistas crezcan o se colapsen? Jackson (2009)
responde que no tienen ninguna importancia que a una sociedad sin crecimiento se les llame capitalista o de cualquier otro modo. Tal vez sea así,
pero no logra explicar cómo una economía capitalista podría funcionar sin una
tasa positiva de beneficios y una tasa
de interés o de descuento positivos.
Los
economistas, incluidos los economistas ecológicos, definen el capitalismo como
el sistema social donde domina la propiedad
privada y las transacciones de mercado (Lawn, 2011). El capital es algo que puede producir: una fábrica o un río
(capital natural). En cambio, para la política económica marxista, el capital es
un proceso: el dinero va en busca de mas dinero a través de la producción de mercancías
(Blauwhof de 2012- en este número). O
sea, el capitalismo es el sistema dominado
por el capital, es decir, un sistema estructurado en torno a la acumulación
continua. A parte de estas complicaciones
teóricas, la visión marxista es más
parecida a la manera cotidiana de entender el capitalismo como la continua búsqueda de
beneficios. La acumulación se basa en el crecimiento continuo y, si no es así, se
desploma y se devalúa para reiniciar una nueva fase de acumulación
(Harvey, 2010). De ahí que las economías
capitalistas puedan o crecer o
contraerse: nunca pueden decrecer
voluntariamente (Blauwhof de 2012- en este número; Foster et al, 2010). Klitgaard
y Krall, 2012-en este número; Smith, 2010).
Lawn
(2011), un economista de la economía estacionaria, disiente: sostiene que, primero
el gobierno tiene que establecer los límites sociales y ambientales y luego el capitalismo tiene que hacer lo que mejor
sabe hacer, es decir, asignar los recursos a las necesidades compitiendo a
través del mecanismo de precios. Los límites incluyen un límite en el flujo (de
materiales y energía) y una garantía de
empleo (véase también Alcott, en prensa). Lawn (2011) sostiene que las empresas
individualmente tienen que hacer frente a una condición estricta "tener beneficios o morir ", pero no la economía en su
conjunto. Más aún, las empresas individuales pueden continuar ganando y
creciendo aunque se reduzca la economía
de forma generalizada. Incluso en
tiempos normales, hay más empresas que cierran
que empresas que crezcan. El decrecimiento no tiene porqué significar ninguna
diferencia para el capitalismo. Tampoco
para obtener beneficios se requiere la expansión de la economía; las empresas pueden obtener ganancias de formas
distintas sin aumentar la producción. En
las economías con los recursos limitados (tope
máximo) las empresas mas
innovadoras se adaptarán, manteniendo las ganancias a través de cambios
cualitativos, renovándose hacia
producciones menos intensivas en
recursos. Los límites
(topes) máximos reducirán el uso de recursos hacia un estado de equilibrio, los
sectores y empresas "más verdes" crecerán y acumularán, y los sectores "más marrones"
y "negros" desaparecerán. Un
capitalismo verde y desmaterializado es
posible, afirma Lawn.4
Hay
tres problemas con este punto de vista. El primero es una cuestión semántica. ¿Será
este el "capitalismo estacionario" (Lawn, 2011) o como Czech y Daly
(2004) lo describen, una democracia social al estilo europeo con un extenso control gubernamental sobre de los bienes públicos? Según el lenguaje
político de EE.UU. un sistema político en el que los organismos internacionales
y los estados imponen límites (topes) a los recursos, salarios mínimos, garantizan el
pleno empleo y el control de la mayoría
de los bienes públicos se llamaría "socialismo" e Implica un estado
muy fuerte.
En
segundo lugar, si tenemos en cuenta la experiencia histórica en lugar de la posibilidad teórica, hay poca
evidencia de desmaterialización absoluta
(Jackson, 2009; Kallis, 2011; Wallerstein, 2010), aunque se podría argumentar que
no vamos a saber si es posible desmaterializar la economía hasta que no se apliquen seriamente límites máximos (topes) y impuestos
(van den Bergh, 2011). Todavía más importante, la historia del capitalismo es una dramática
consecución de altibajos. Períodos de
crecimiento sin precedentes seguidos por crisis catastróficas de destrucción de
valor (en particular por la guerra) que
preparan el terreno para una nueva época de acumulación (Harvey, 2010).
Los precios no se ajustan tanto por el mercado, como por las crisis y las devaluaciones, con el
riesgo que comportan para los sectores mas vulnerables de la población (Klitgaard y
Krall, 2012- en este número). La destrucción creativa es el rasgo distintivo
del capitalismo (Schumpeter, 2009 [1942]). El capitalismo decrece, pero no por
elección y no de forma equilibrada. Por tanto, un ajuste suave de precios causado por una limitación
impuesta externamente, tal como un límite (tope) máximo, es poco probable
(Klitgaard y Krall, 2012-este número).
En
tercer lugar, las burocracias y las políticas estatales no son exógenas, sino endógenas a la dinámica de los sistemas capitalistas.
Siguiendo la escuela de pensamiento francesa de la "regulación”, Klitgaard y Krall (2012- en este número) hablan
de "estructuras sociales de acumulación" periódicas y estables, es decir, complejos institucionales Estado-mercado que
trabajan para mantener las condiciones necesarias para la acumulación. Esto
incluye también a los sindicatos en el modelo "fordista" de
acumulación. Los cambios tecnológicos y económicos y la crisis de 1970 hicieron
obsoleto este modelo estatista de regulación que algunos denominaron modelo "corporativista"
y que sobrevivió parcialmente en la Europa central. Pero la nueva variedad de capitalismo que vino después, la era "neo-liberal", trajo la desregulación, la privatización y la expansión
de la propiedad y de las instituciones de
mercado (Harvey, 2010; Klitgaard y Krall, 2012- en la presente edición) Esta dinámica
de la historia político-económica plantea obstáculos para volver al Estado
intervencionista que reclaman los defensores de la EE, la NE o el DC. La manera en que los estados se ajustan a los requerimientos de la
acumulación es compleja. Podemos
observar la dependencia de los
partidos políticos a la financiación
privada o el papel central del crecimiento económico para hacer tolerable la desigualdad y mantener la legitimidad del Estado (Hirsch,
1976). Intereses privados poderosos se
unen y organizan políticamente para asegurarse de que no existan limitaciones tales como límites (topes) máximos o rentas
básicas que se interpongan en el camino de sus ganancias.
¿Qué
ocurre con los derechos laborales y de las mujeres, la semana laboral de 40
horas, la seguridad social o la asistencia
sanitaria gratuita? ¿No fueron en su
tiempo reformas impensables que comprometían los beneficios de poderosos
intereses creados? Blauwhof (2012- en este número) argumenta que las reformas
son posibles, pero especula que no habrá ningún tipo de "revolución"
(que no especifica) que nos lleve a ello. Hay evidencias históricas que
sustentan la reivindicación de que se necesitan programas radicales para
tomar el poder con el fin de lograr políticas reformista (por ejemplo Gorostiza et al., 2012). En
muchos casos estos programas radicales
han llegado a través de la presión electoral y social. Pero, ¿quién, por qué y
cómo deberíamos organizarnos colectivamente para exigir cambios en la
dirección del decrecimiento próspero?
4.2.
Movimientos Sociales
Esta
cuestión se ignora en gran medida en la
literatura EE o NE, que implícitamente
confía las propuestas a 'políticos
progresistas' pero carecen de un teoría que explique cómo las reformas propuestas podrán convertirse
en hegemónicas socio-políticamente. Jackson
(2009), por ejemplo, analiza de forma excelente las vías de dependencia
socio-institucional que perpetúan las políticas de crecimiento insostenibles.
Sin embargo, no habla sobre los actores sociales y políticos o los procesos que
conducirán a una sociedad sin crecimiento. Del mismo modo, Lawn (2011) o
Douthwaite (2012- en este número) no explican quien, cómo y por qué se pedirían
y establecerían límites globales o
nacionales al carbono. No está claro quién es el "sujeto político"
que va a movilizarse y a luchar social y políticamente a favor de las reformas preconizadas.
Speth
(2012- en este número) lo mejora haciendo hincapié en la importancia que tiene la
política para el cambio, en lugar de hablar de las políticas. También
es consciente de la dificultad, dado el debilitamiento del Estado en la
globalización neoliberal y su captura por fuertes intereses corporativos. Steph
afirma que trabajando dentro del sistema
no se puede conseguir el cambio, dada la actual triste situación de la política
estadounidense; lo que se necesita es una transformación del sistema en sí. Speth lamenta que el movimiento ecologista se ha convertido también en "muy
intelectualizado" y alejado de contacto real con la gente. Hace un
llamamiento a un nuevo movimiento social, un movimiento de movimientos que alíe
a todos los progresistas bajo un discurso de justicia social más allá del crecimiento. Tal
movimiento podría crear nuevas formas de representación política para
reinventar la política estadounidense y dar lugar a reformas radicales.
En Speth (2012- en este número), el sujeto
político del decrecimiento no se alinea a las convencionales categorías de clase. Se trata
de una alianza entre los marginados por el crecimiento, como los desempleados y
los subempleados 'precariado', los ecologistas y los campesinos sin tierra (Harvey,
2010), incluyendo los que luchan por la justicia ambiental en el Sur global (Martínez-Alier,
2012). ¿Podrían los indignados / movimientos de ocupación formar este movimiento de alianza transversal en el Norte (Taibo-Arias, 2011)? Algunas de
las preocupaciones de los autores del DC / NE han llegado a las asambleas de indignados,
pero no siempre han sido tratados como temas
fundamentales ni nunca ha habido una demanda para liberar el movimiento
del imaginario del crecimiento. Quizá
tengamos que mirar más allá de Occidente, como en Latinoamérica, donde los
movimientos indígenas se movilizan con éxito alrededor del tema del "buen
vivir" o "Sumaq Kawsay" (la buena vida), ideas que comparten afinidades con el decrecimiento (Thompson,
2011). En Ecuador se ha instituido un Plan Nacional del 'buen vivir' y, a pesar
de sus limitaciones y contradicciones, encarna muchas de las ideas relacionadas
con el decrecimiento.
Otros
grupos conciben una trayectoria diferente del cambio social. Para ellos, las 'Nowtopias' (utopías de ahora) se convierten
en la base para una nueva experiencia compartida de clase (Carlsson y Manning,
2010). Las personas y colectivos que participan en las prácticas económicas
alternativas se politizan cuando inevitablemente se organizan políticamente
para defender su modo de vida al irse expandiendo y entrando en conflicto con
el sistema existente (Alexander, 2011). La hipótesis que se maneja aquí es que,
a través de la práctica y el compromiso
con un nuevo modo de producción, se está forjando un nuevo sujeto político (Conill et al.,
2012). La cuestión sin embargo es si
este proceso social está a la altura de la escala y de la urgencia del desafío
al que nos enfrentamos. La propuesta Yasuní ITT en Ecuador (dejar el petróleo
en el suelo, no por el cambio climático, sino por la protección de la biodiversidad y el
respeto de los derechos de los indígenas locales) va en esta dirección (Rival, 2010).
5. Futura Investigación y
Conclusiones
Esta
revisión de la literatura ha tratado distintas cuestiones y ha abierto muchos
frentes de investigación. Ofrecemos una selección de algunos.
1.
Una teoría ecológica de la
crisis. ¿Por qué
y cómo los factores ecológicos causaron o precipitaron la crisis de 2008? ¿Cuáles fueron las vías que causaron su influencia? ¿Qué
datos apoyan tales afirmaciones? La teoría de Soddy de la deuda o la teoría de la
deuda por el petróleo esbozada por Douthwaite
son buenos puntos de partida, pero
necesitan mas especificación
dentro de un conjunto de hipótesis concretas (formales o verbales) que puedan ser probadas y comparadas con los datos para
competir en las explicaciones de la crisis.
2.
Fronteras de las mercancías. ¿Quién, dónde y cómo sufre los
impactos de la extracción y la eliminación de los materiales que alimentan el crecimiento?
¿De qué manera los valores y las prácticas no monetarizadas llegan a
mercantilizarse y quién pierde
como resultado? ¿Quién se resiste a tales mercancías y fronteras de mercantilización, cuándo esta
resistencia tiene éxito y cómo modela los patrones de crecimiento en otros lugares?
3.
El fetiche del crecimiento. Si el crecimiento económico no
aumenta el bienestar y es antieconómico y anti-ecológico, ¿qué es lo que lo
sostiene como un objetivo nacional primordial? Aunque aparentemente esta
cuestión ingenua, invita a preguntarse sobre las fuerzas estructurales- instituciones e ideologías / discursos- que
hacen del crecimiento un imperativo de las economías capitalistas. Además de la propiedad (Van Griethuysen de
2012, en este número), se puede estudiar la función de las tasas de interés, la
deuda y otras instituciones económicas, vinculándolas a las teorías del capitalismo.
También a la nivel ideológico: ¿cómo la idea / discurso del crecimiento se
convirtió en socialmente dominante y cómo reproduce su hegemonía? ¿Por qué y
cómo los economistas y la economía perpetúan el " fetiche del crecimiento
"(Hamilton, 2003)?
4.
Evaluación de las políticas.
Reparto del trabajo, Renta Básica, monedas alternativas, etc. ¿Cuáles
son las ventajas y desventajas de estas políticas y cómo sus resultados
dependen de las condiciones del contexto? ¿Bajo qué especificaciones y
contextos van a facilitar un decrecimiento próspero? y ¿bajo que circunstancias
pueden promover más acumulación y crecimiento? ¿Qué aprendemos de disciplinas
que ya han modelado o estudiado empíricamente la aplicación de estas políticas?
5.
Escenarios Económicos y
metabólicos. ¿A
que se parecería el futuro decrecimiento plausible en el ámbito
nacional, regional o local? ¿Cuantas horas
remuneradas y no remuneradas se trabajarían?, ¿Qué cantidad de
materiales, calorías de los alimentos o energía se consumiría?, ¿Qué grado de eficiencia tendrían en su producción?, ¿Cuanta población seríamos?
Este es un ejercicio de poner números a las propuestas del decrecimiento (por
ejemplo, Sorman y Giampietro, en prensa; Victor de 2012, en este número).
6.
Comparaciones entre países y la
econometría.
Mientras que varios países han
experimentado recesión o falta prolongada de crecimiento, a algunos les ha ido social y ambientalmente mejor que a
otros. ¿Por qué algunos países han entrado en crisis, mientras que otros se
mantienen estables o incluso prosperan sin crecimiento? Estas preguntas
indagatorias plantean el uso de indicadores adecuados de sostenibilidad y
decrecimiento próspero en la línea iniciada por O'Neill (2012-en este número).
7.
Historia y antropología. ¿Que sociedades del pasado se organizaron
para evitar la acumulación y el crecimiento o reducir la escala? ¿Por qué,
cuándo y cómo? ¿Qué podemos aprender de las "sociedades opulentas
originales" (como Marshall Sahlins, 1972 las llamó) que tenían empleos de
pocas horas? ¿Cuáles son las características institucionales, culturales y
ambientales de este tipo de sociedades no capitalistas?
8.
Crisis, decrecimiento y la
felicidad. Las personas
experimentan de diferentes maneras la pérdida de ingresos sufrida por la
crisis. ¿Quiénes y cómo se adaptan a la pérdida de ingresos y en qué
condiciones contextuales? ¿Por qué a algunas personas les va mejor
psicológicamente que a otras bajo las mismas tensiones? ¿De que manera las
aspiraciones a objetivos inalcanzables (Kerschner, 2010; Wrosch, 2003), las ideologías,
los estilos de vida u otras características socio-económicas afectan a la
adaptabilidad a las pérdidas de consumo?
¿El grado de igualdad, de justicia o de capital social, facilitan la adaptabilidad al deterioro de las condiciones
económicas?
9.
Nowtopias. ¿Por qué algunas personas reducen
-voluntaria o involuntariamente- la
marcha y experimentan con prácticas no capitalistas? ¿Cuales son sus
características? ¿Cómo se organizan en colectivos o redes? ¿Cuándo estas
iniciativas tienen éxito y se propagan y
cuando no? ¿Pueden ampliarse estas experiencias localizadas? ¿Se pueden
politizar los participantes a través del compromiso y constituir una experiencia compartida de clase? ¿Cómo
interactúan con el gobierno y las autoridades? ¿Cómo interactúan con los no
participantes que no necesariamente comparten los mismos valores? ¿Cómo manejan
su potencial de reasimilación por el sistema y la mercantilización de la los
nuevos valores que crean?
10.
Población. La presente edición no contiene
ningún artículo sobre crecimiento o decrecimiento de la población. Sin embargo,
sabemos que es probable que población mundial pueda alcanzar su punto máximo en
el año 2045 o 2050, hasta cerca de 9 mil millones. La fertilidad está
disminuyendo rápidamente donde todavía está por encima de 2 y se mantiene por debajo de 2 en muchos
países. Por otro lado, los seres humanos tienen vidas más larga. Se puede estar
alarmado por el crecimiento de la población que nos queda por delante, o quizás
no deberíamos comenzar a plantear nuevas preguntas. ¿Cuáles son las ventajas de
una despoblación regional para el medio ambiente y el bienestar? ¿Como se
adaptan las regiones a la despoblación y al envejecimiento? ¿Cómo puede afectar
el decrecimiento económico a la fertilidad, a la esperanza de vida, a la
inmigración y a la población en general? ¿Cómo cambian las políticas de
población en las naciones desarrolladas y en desarrollo y por qué? (Alcott,
2012)
11.
El ecofeminismo. Existe una sinergia evidente
que aún no se ha explorado entre la economía ecofeminista (con su énfasis en el
valor de trabajo no mercantilizado y en las necesidades humanas reales) y la
economía del decrecimiento (para ver algunas tentativas D'Alisa y Cattaneo, en prensa).
12.
Otros movimientos sociales. ¿Quiénes y cómo luchan por las
reformas que llevarían al decrecimiento próspero? ¿Cómo los movimientos
sociales existentes articulan la problemática del crecimiento / decrecimiento y
cual es su influencia en sus deliberaciones? ¿Cómo las ideas del decrecimiento consiguen
institucionalizarse en los planes y políticas gubernamentales, gracias al quien,
y a través de qué dinámicas socio-políticas? ¿Qué tan efectivas son estas politizaciones incipientes y que peligros soportan? ¿Hay una confluencia entre los
movimientos de decrecimiento menor (o
NE) de algunas sociedades ricas y los
grandes movimientos por la justicia y el
medioambiente de los países del Sur?
(Martínez-Alier, 2012).
La
respuesta a estas preguntas nos ayudará a entender mejor por qué el economía de
crecimiento está fallando, qué es lo que la sostiene a pesar de su fracaso, cómo
se puede salir de este punto muerto, quién lo conseguirá, en qué condiciones y en qué dirección. La
economía ecológica tiene mucho que ofrecer en este emocionante programa de
investigación incipiente hacia la
búsqueda de la prosperidad sin crecimiento.
Reconocimientos
Queremos
recordar aquí a Richard Douthwaite (1942-2011), economista, ecologista y
activista. Richard estudió ingeniería y economía en la Universidad de Leeds y
la Universidad de Essex. Era cofundador de FEASTA (Fundación para la Economía
de la Sostenibilidad). Fue profesor
visitante de numerosas universidades irlandesas y británicas y del Colegio
Schumacher. En 1992 publicó el magnífico libro La ilusión del crecimiento: cómo el crecimiento económico ha enriquecido
a unos pocos, empobrecido a muchos y ha puesto en peligro a todo el Planeta. Otro gran libro, Cortocircuito (1996) mostró muchos ejemplos sobre moneda, banca, sistemas de producción de energía
y alimentos que las comunidades pueden
aprovechar. En la Conferencia sobre Decrecimiento
en Barcelona en 2010, dio una impresionante charla, parte de la cual se incluye
en el reportaje que se presenta en esta edición.
Notas
* Dirección electrónica del autor : christian.kerschner@gmail.com (C. Kerschner).
1.
Para ver mas contribuciones mirar las actas de la Conferencia: http://www.degrowth.org/Proceedings-new.122.0.html. Dos publicaciones especiales independientes
de la Conferencia están en prensa. La primera en el Journal of Cleaner Production, y la segunda (tema democracia y
decrecimiento) en futuras revistas.
2.
Los que han leído a Morris and Wilmer (1994(1890)) quizá prefieran
llamar a a este sector de ocupaciones no estresantes y placenteras como “Noticias de ninguna parte”.
Norgard (en prensa) los llama sector amateur.
3
Hair Shirt es un objeto recurrente en el imaginario de New Economics.
Tim Jackson a menudo declara en sus presentaciones que no tenemos que vestir hair shirts para
crear un mundo próspero sin crecimiento.
4. Una cuestión relacionada es la que se refiere a la
posibilidad de un "capitalismo natural", es decir, el crecimiento de
un nuevo sector de la economía basado en los servicios del ecosistema y el
"capital natural", lo que permitiría continuar con el crecimiento
económico capitalista. este no es un tema del todo nuevo. Los bosques privados, la
minería privada y represas hidroeléctricas siempre han existido. Ahora podrían existir nuevas oportunidades para la apropiación a
gran escala de la naturaleza y de la inversión privada para la restauración
ecológica, la absorción de carbono, los mercados para los recursos genéticos,
tal como se propone, por ejemplo, en el
proyecto TEEB debatido bajo el epígrafe de Crecimiento Verde en Río +20. Algunos autores de la EE son más bien
partidarios del pago por servicios ambientales (PES). Los autores del DC, en cambio, generalmente ven el PES como un avance alarmante del "sistema
de mercado generalizado", como describe Karl Polanyi en "La gran
transformación ([1944] 2001). Estos tienden a criticar este nuevo
"fetichismo de la mercancía" y la sustitución de los valores que
rigen nuestras relaciones con la naturaleza por la lógica de la ganancia y el
mercado. El NE parece relativamente irrelevante en este tema.
Referencias
Alcott, B., 2012. Population
matters in ecological economics. Ecological Economics 80, 109–120.
Alcott, B., in press. Should
degrowth embrace the job guarantee? Journal of Cleaner Production.
Alexander, S., 2011. Property
beyond Growth. Toward a
Politics of Voluntary Simplicity. University of Melbourne, Melbourne.
Bilancini, E., D'Alessandro, S.,
2012. Long-run welfare
under externalities in consumption, leisure, and production: a case for happy
degrowth vs. unhappy growth. Ecological Economics 84, 194–205 (this issue).
Blauwhof, F.B., 2012. Overcoming accumulation: is a
capitalist steady-state economy possible? Ecological Economics 84, 254–261 (this
issue).
Boillat, S., Gerber, J.-F.,
Funes-Monzote, F.R., 2012. What economic democracy for degrowth? Some comments on the contribution
of socialist models and Cuban agroecology. Futures 44, 600–607.
Brown, M.T., Cohen, M.J.,
Sweeney, S., 2009. Predicting
national sustainability: the convergence of energetic, economic and
environmental realities. Ecological Modelling 220, 3424–3438.
Caballero, R.J., Farhi, E.,
Gourinchas, P.-O., 2008. Financial
crash, commodity prices and global imbalances. Brookings Papers on Economic Activity, pp.
1–68. Available from: http://www.nber.org/papers/w14521.pdf.
Carlsson, C., Manning, F., 2010.
Nowtopia: strategic exodus? Antipode 42, 924–953.
Cattaneo, C., Gavaldà, M., 2010. The
experience of rurban squats in Collserola, Barcelona: what kind of degrowth? Journal of Cleaner Production
18, 581–589.
Chanel, L., 2012. Greasing the
wheel: oil's role in the global crisis. In: Tverberg, G.E., Saunders, K. (Eds.), The
Oil Drum. www.theoildrum.com.
Conill, J., Cardenas, A.,
Castells, M., Servon, L., S., H., 2012. Otra vida es posible: prácticas alternativas
durante la crisis. Ediciones UOC Press, Barcelona.
Czech, B., Daly, H., 2004. The steady state economy: what it
is, entails, and connotes. Wildlife Society Bulletin 32, 598–605.
D'Alessandro, S., Luzzati, T.,
Morroni, M., 2010. Energy
transition towards economic and environmental sustainability: feasible pat
D'Alisa, G., Cattaneo, C., in
press. Household work
and energy consumption: a degrowth perspective. Catalonia's case study. Journal of Cleaner Production.
http://dx.doi.org/10.1016/j.jclepro.2011.11.058.
Daly, H.E., 1973. Towards a
steady-state economy. Freeman, San Francisco.
Daly, H.E., 1996. Beyond growth.
The economics of sustainable development. The Economy as an Isolated System.
Beacon Press, Boston.
Daly, H., 2010. From a
failed-growth economy to a steady-state economy. Solutions 1, 37–43.
Douthwaite, R., 2012. Degrowth and the supply of money in
an energy-scarce world. Ecological Economics 84, 187–193 (this issue).
Easterlin, R.A., McVey, L.A.,
Switek, M., Sawangfa, O., Zweig, J.S., 2010. The happiness– income paradox revisited.
Proceedings of the National Academy of Sciences 107, 22463–22468.
Fantacci, L., 2005. Complementary currencies: a prospect
on money from a retrospect on premodern practices. Financial History Review 12, 43–61.
Foster, J.B., Clark, B., York,
R., 2010. Capitalism and the curse of energy efficiency. The return of the
Jevons paradox, Monthly Review. 62.
Georgescu-Roegen, N., 1971. The
Entropy Law and the Economic Process. Harvard University Press, Cambridge,
Mass.
Georgescu-Roegen, N., 1977. The steady state and ecological
salvation: a thermodynamic analysis. BioScience 27, 266–270.
Gesell, S., 1958 [1916]]. The
Natural Economic Order. Peter Owen Ltd., London. Available from
http://www.silvio-gesell.de/html/the_natural_economic_order.htm.
Gorostiza, S., March, H., Sauri,
D., 2012. Servicing
customers in revolutionary times: the experience of the collectivized Barcelona
Water Company during the Spanish Civil War. Antipode, no-no.
Gorz, A., 1994. Capitalism,
Socialism. Ecology,
Verso, London. Hall, C.A.S., Klitgaard, K., 2011. Energy and the Wealth of Nations. Springer,
Heidelberg.
Hamilton, C., 2003. The Growth
Fetish. Pluto Press, London.
Hamilton, J.D., 2009. The causes
and consequences of the oil shock of 2007–2008. NBER Working Paper No. 15002.
Available from: http://www.nber.org/papers/w15002.
Harvey, D., 2010. The enigma of
capital and the crises of capitalism. Oxford University Press, Oxford.
Hirsch, F., 1976. Social limits
to growth. Harvard University Press.
Hunt, J., 1999. Has work-sharing
worked in Germany? The
Quarterly Journal of Economics 114, 117–148.
Jackson, T., 2009. Prosperity
without Growth: Economics for a Finite Planet. London, Earthscan.
Johanisova, N., Crabtree, T.,
Fraňková, E., in press. Social
enterprises and non-market capitals: a path to degrowth? Journal of Cleaner Production. http://dx.doi.org/10. 1016/j.jclepro.2012.01.004.
Kallis, G., 2011. In defence of
degrowth. Ecological Economics 70, 873–880.
Kallis, G., in press. Societal metabolism, working hours
and degrowth A comment on Sorman and Giampietro. Journal of Cleaner Production. http://dx.doi.org/10. 1016/j.jclepro.2012.06.015.
Kallis, G., Martinez-Alier, J.,
Norgaard, R., 2009. Paper assets, real debts. An ecologicaleconomic exploration of the global
economic crisis. Critical perspectives on international business 5, 14–25.
Kaufmann, R.K., Gonzalez, N.,
Nickerson, T.A., Nesbit, T.S., 2010. Do household energy expenditures affect
mortgage delinquency rates? Energy Economics 33, 188–194.
Kerschner, C., 2010. Economic
de-growth vs. steady-state economy. Journal of Cleaner Production 18, 544–551.
Keynes, J.M., 1972 [1930]]. Economic possibilities for our
grandchildren, the collected Writings of John Maynard Keynes. Vol. IX: Essays in Persuasion.
Macmillan, London/Bsingstoke.
Kilian, L., 2007. The economic
effects of energy price shocks. Available at SSRN: http://ssrn.com/abstract=1140086.
Klitgaard, K.A., Krall, L.,
2012. Ecological
economics, degrowth, and institutional change. Ecological Economics 84, 247–253 (this
issue).
Korten, D.C., 2008. Agenda for a
New Economy. Berrett-Koehler, San Francisco.
Latouche, S., 2009. Farewell to
Growth. Polity Press, Cambridge, UK.
Lawn, P., 2011. Is steady-state
capitalism viable? Ecological
Economics Reviews, Annals of the New York Academy of Sciences 1219, 1–25.
Lewis, B., 2010. Collin Campbell: peak oil man shifts
focus to peak price, demand. www. reuters.com.
Lietaert, M., 2010. Cohousing's
relevance to degrowth theories. Journal of Cleaner Production 18, 576–580.
Loehr, D., 2012. The euthanasia of the rentier—a way
toward a steady-state economy? Ecological Economics 84, 232–239 (this issue).
Martinez-Alier, J., 2009.
Socially sustainable economic de-growth. Development and Change 40, 1099–1119.
Martinez-Alier, J., 2012. Environmental justice and economic
degrowth: an alliance between two movements. Capitalism Nature Socialism 23, 51–73.
Martinez-Alier, J., Pascual, U.,
Vivien, F.-D., Zaccai, E., 2010. Sustainable de-growth: mapping the context, criticisms and future
prospects of an emergent paradigm. Ecological Economics 69, 1741–1747.
Masferrer-Dodas, E.,
Rico-Garcia, L., et al., 2012. Consumption of market goods and wellbeing in small-scale societies: an
empirical test among the Tsimane' in the Bolivian Amazon. Ecological Economics 84, 213–220
(this issue).
Matthey, A., 2010. Less is more: the influence of
aspirations and priming on well-being.Journal of Cleaner Production 18,
567–570.
Morris, W.,Wilmer, C., (1994
[1890]). News from Nowhere and Other Writings. London, Penguin Classics.
Murphy, D.J., Balogh, S., 2009. Further evidence of the influence of
energy on the U.S.economy. In: Tverberg, G.E., Saunders, K. (Eds.), The Oil
Drum. www.theoildrum.com, Denver.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada