dimecres, 8 de juny del 2016

La plusvalía de las máquinas

Article publicat al web de  Enrique Dans


Una entrevista a una revista suiza del ex-ministro griego de finanzas, Yanis Varoufakis, es comentada por Fast Company en Greece’s former finance minister explains why a universal basic income could save us en términos indudablemente positivos, como corresponde a un medio que en ya varias ocasiones ha hecho didáctica sobre el concepto de la renta básica universal. Varoufakis ya había comentado el tema previamente en otras entrevistas, como esta en The Economist.
El concepto de universal basic income, UBI o RBU sigue, de una u otra manera, asociándose a conceptos idealistas, a ideas de redistribución drástica de la riqueza y a ideologías de diversos tipos, desde marcadamente izquierdistas, a planteamientos conservadores o incluso feministas. Sin embargo, el concepto está siendo puesto a prueba a diversas escalas en un número creciente de países y territorios, con cada vez mayor fundamento, y proveniente de varios puntos del espectro político.
Finlandia, por ejemplo, plantea la renta básica universal como una forma de simplificar la seguridad social. Con un 10% de desempleo total y un 22,7% de desempleo juvenil, cuatro de cada cinco finlandeses están a favor del establecimiento de un sistema de este tipo. El experimento se plantea en principio a pequeña escala, seleccionando a 8.000 personas de grupos desfavorecidos para recibir cantidades variables de entre €400 y €700 mensuales con el fin de estudiar su evolución, pero no se descarta su implantación si los efectos netos resultasen ser positivos.
Islandia, un país laboratorio por naturaleza, podría evolucionar hacia un sistema de este tipo en cuanto se celebren las próximas elecciones previstas este otoño, en las que el Partido Pirata, claro partidario de este tipo de políticas, ocupa la primera posición en las encuestas de voto.
Suiza plantea desde el año 2013 una renta básica universal de 2500 francos por adulto y 625 por niño, que recientemente reunió el número de firmas necesario para que sea sometida a referendum, el próximo día 5 de junio, a pesar de la oposición gubernamental. En realidad, empiezan a existir ya numerosas experiencias, discusiones y planteamientos locales con el concepto en sitios como Canadá, Utrecht, India, Macao o Irán, y el concepto lleva ya madurando desde pensadores tan influyentes en el pensamiento político moderno como Martin Luther King.
Muchos de los obstáculos planteados a la RBU viene, precisamente, de la naturaleza local o territorial de estos experimentos: ¿cómo mantener un país como Suiza con rentas para sus familias que supondrían ser prácticamente ricos en otros países, sin generar con ello fortísimas tensiones migratorias? ¿Cómo compaginar una hipotética restricción a esos movimientos mediante políticas restrictivas, con problemas recientes surgidos, por ejemplo, al hilo de la crisis de los refugiados, en la que se entremezclan cuestiones de derechos humanos aplicables a los migrantes de tipo político o bélico con los que emigran por cuestiones puramente económicas?
El planteamiento, no obstante, debe ser revisado a la luz del desarrollo tecnológico. Como Varoufakis plantea en su entrevista, la tendencia a la sustitución de trabajadores humanos por máquinas nos lleva, de una u otra manera, a pensar en cifras de desempleo crecientes y en una distribución de la riqueza cada vez más polarizada, un escenario que no tardaría en devenir en violencia. Sin embargo, los robots fabrican pero prácticamente no consumen, o únicamente energía y mantenimiento, y nos aproximamos progresivamente a un escenario de energía barata o prácticamente infinita. Si recursos como la computación, la energía, la inteligencia artificial, el machine learning, el cloud computingla robótica o los vehículos autónomos se plantean cada vez más ubicuos, como auténticos responsables del desarrollo de ventajas competitivas sostenibles, estamos hablando de una redistribución de los costes en las cadenas de valor brutal, drástica, de una aritmética completamente desconocida.
La plusvalía, elemento central de la teoría económica marxista, tomada de la teoría del valor-trabajo de David Ricardo, expresa el valor que el trabajador crea por encima del valor de su trabajo. Cuando el trabajador es sustituido por un robot, la plusvalía se multiplica, al incrementarse el volumen la predictibilidad y la calidad del output al tiempo que disminuyen los inputs requeridos. Si esos robots que no descansan, no cobran y no se equivocan van mejorando su eficiencia, haciéndose más inteligentes y disminuyendo su precio, ¿qué ocurre con la creciente plusvalía generada? Si acompañamos ese escenario con una energía cada vez más barata, hablamos de un escenario de abundancia, que sugiere la necesidad de mecanismos de redistribución más razonables que los actuales. Más allá de la idea de que las personas, al disponer de una renta básica, abandonarían toda idea de trabajo (algo que no ha podido ser probado en ninguno de los experimentos efectuados hasta la fecha), surgen ideas que apuntan a la posibilidad de una sublimación de la creatividad, e incluso al desarrollo de nuevos modelos productivos similares a los que surgieron tras la revolución industrial. Lo que las personas abandonarían no es la idea de trabajar, sino la de hacerlo en los llamados bullshit jobs, simples maneras de mantener a la población ocupada y pagarle un salario para evitar la inestabilidad social, y que terminan haciéndoles caer en la evidencia de que su trabajo no tiene sentido. Claramente, el desempleo no es el único problema que la RBU pretende aliviar.
¿Utopía irrealizable, o lógica aplastante? El discurso de la RBU está entrando con derecho propio en la agenda política, y requiere de una discusión que vaya más allá del nivel de la conversación de barra de bar. Y la evolución del escenario tecnológico, claramente, juega un papel fundamental en esa discusión.

This article is also available in English in my Medium page, “What happens when there are no industrial jobs left?”

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