Mientras esperamos al resultado del referéndum de hoy sobre el Brexit (mis deseos están cantados aquí),
me voy a ocupar de algo que también preocupa a mucha gente: la
automatización. Cada día hay más funciones que antes hacíamos las
personas y que ahora hacen programas y máquinas (quizá este blog lo
acaben escribiendo ellas). ¿Podemos
entonces achacar la caída tendencial de la participación del trabajo en
la renta que se viene observando en todo el mundo desde hace décadas a
la automatización? Una investigación reciente encuentra que solo en
parte.
Hace tiempo les conté que parece haber una tendencia mundial a la caída de la participación del trabajo en la renta −en favor del capital− de unos 5 puntos porcentuales en los últimos 35 años y que un trabajo de Loukas Karabarbounis y Brent Neiman la atribuye a la sustitución del trabajo por el capital, debida a su vez a la caída tendencial del precio de este, en especial de la maquinaria. (1)
La automatización se ha acelerado en las últimas décadas de la mano de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Esto ha desatado el temor a que las máquinas destruyan gran parte del empleo. Sin embargo, desde la primera revolución industrial ha habido progreso tecnológico y no por ello hemos tenido tasas inexorablemente crecientes de paro. La razón es que las nuevas tecnologías vuelven inviables algunos empleos (p. ej. en las empresas de diligencias de caballos) y abren oportunidades para crear otros (p. ej. en los fabricantes de coches a motor), la cuestión es atisbar cuáles serán estos últimos.
Es común pensar que las TIC perjudican más −en términos de sus empleos y salarios− a los trabajadores menos cualificados. No obstante, el asunto no es tan sencillo, porque la capacidad de las máquinas para reemplazar a los trabajadores depende en gran medida de lo rutinarias que sean sus tareas.
Como señalaron por primera vez David Autor, Frank Levy y Richard Murnane, las tareas de los trabajadores más cualificados −porque requieren pensar más y porque son especialmente productivas en combinación con las máquinas− y algunas tareas de los menos cualificados −porque requieren más contacto humano, pensemos en los cuidadores de niños o de personas mayores− son menos rutinarias. Por el contrario, pueden ser más fácilmente reemplazados por máquinas algunos trabajadores de cualificación intermedia −como los contables− que hacen tareas que pueden hacer los ordenadores. Esto no significa que los empleos para trabajadores menos cualificados no se vayan a reducir (recordemos la carrera entre la educación y la tecnología), sino que no todos desaparecerán.
Entonces, si tenemos en cuenta la división entre capital intensivo y no intensivo en TIC y entre los trabajadores que realizan principalmente tareas rutinarias (operarios, administrativos, vendedores, etc.) y no rutinarias (profesionales, gestores, técnicos, servicios personales, etc.), ¿podemos atribuir a la automatización la caída de la participación del trabajo en la renta?
Esta es la pregunta que aborda un trabajo reciente, de Maya Eden y Paul Graggl (aquí están las transparencias que lo resumen), para Estados Unidos entre 1968 y 2013, presentado la semana pasada en Madrid en una conferencia sobre "Crecimiento, productividad y desigualdad", organizada por el Banco de España y el Banco Mundial.
Resumo sus respuestas en dos gráficos y un cuadro. El primer gráfico muestra que el aumento de la participación del capital en la renta (valor añadido), de algo más de 6 puntos, se reparte casi a partes iguales entre el capital TIC (que pasa del 1.3% al 4.1%) y el no intensivo en TIC (del 35.3% al 38.8%):
(Entre paréntesis, es curioso el estancamiento de las tendencias a partir del año 2000, posiblemente debido a la burbuja inmobiliaria americana, cuyos efectos parecen corregirse hacia el final del periodo... ¿les suena familiar?).
Más llamativo resulta ver que los 6 y pico puntos de caída de la participación del trabajo se reparten entre una subida de 9 puntos de la participación de los empleos no rutinarios (del 24.8% al 33.6%) y un desplome de 15 puntos de la participación de los empleos rutinarios (del 38.6% al 23.6%):
Todo ello aparece resumido en este cuadro:
Finalmente, aplicando un modelo económico a los datos, los autores logran explicar 12 de esos 15 puntos de caída de la participación de los empleos rutinarios, de los cuales 10 puntos van a los empleos no rutinarios y solo 2 puntos van al capital TIC. Por eso, Eden y Gaggl concluyen que quizá estemos dedicando demasiada atención a la caída de la participación del trabajo y demasiado poca a la redistribución entre distintos tipos de empleos.
Estos cálculos también son posibles para España, gracias a la descomposición de capital TIC y no TIC que elabora el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Este trabajo, dirigido por Matilde Mas, Francisco Pérez y Ezequiel Uriel y elaborado con otros autores, muestra la composición del capital no residencial en España en 1964 y 2013:
El capital TIC ha crecido mucho, pero el resto del capital ha crecido más, de forma que el primero solo ha pasado del 4.2% al 4.8% del total, lo que supone un gran problema para nuestra eficiencia productiva. (Si quieren aprender más sobre el caso español, vean esta presentación de Francisco Pérez).
Sin embargo, no conviene pensar que estamos protegidos de la automatización. Como ya nos contó aquí Sara de la Rica, en España también está cayendo el empleo rutinario, situándonos en una situación intermedia en el contexto europeo en términos de la proporción de empleos en riesgo de ser computarizados, como nos mostró aquí Florentino Felgueroso.
Me temo que todos deberíamos estar pensando en qué medida afectará la automatización a nuestro empleo. Ni siquiera los más cualificados están libres de riesgo. Por ejemplo, los que nos dedicamos a la docencia de tercer ciclo (grado o postgrado) podríamos ser desplazados por las nuevas tecnologías. Hay unos magníficos cursos abiertos masivos en internet (MOOC), impartidos por excelentes profesores de universidades norteamericanas, como los de edX. Y en universidades como el MIT, por ejemplo, ponen los contenidos de los cursos en internet gratis; como este curso de economía laboral de David Autor. ¿Qué podemos hacer los simples mortales para sobrevivir? Pues, aparte de mejorar nuestra docencia e investigación, dedicarnos a lo que no pueden hacer esas estrellas: dedicar más tiempo y esfuerzo a la interacción con los estudiantes.
(1) Digo "parece" porque un trabajo reciente de Dongya Koh, Raül Santaeulàlia-Llopis y Yu Zheng afirma que en Estados Unidos la caída puede explicarse completamente por la importancia creciente de la propiedad intelectual y su forma de valoración en las cuentas nacionales.
Hace tiempo les conté que parece haber una tendencia mundial a la caída de la participación del trabajo en la renta −en favor del capital− de unos 5 puntos porcentuales en los últimos 35 años y que un trabajo de Loukas Karabarbounis y Brent Neiman la atribuye a la sustitución del trabajo por el capital, debida a su vez a la caída tendencial del precio de este, en especial de la maquinaria. (1)
La automatización se ha acelerado en las últimas décadas de la mano de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Esto ha desatado el temor a que las máquinas destruyan gran parte del empleo. Sin embargo, desde la primera revolución industrial ha habido progreso tecnológico y no por ello hemos tenido tasas inexorablemente crecientes de paro. La razón es que las nuevas tecnologías vuelven inviables algunos empleos (p. ej. en las empresas de diligencias de caballos) y abren oportunidades para crear otros (p. ej. en los fabricantes de coches a motor), la cuestión es atisbar cuáles serán estos últimos.
Es común pensar que las TIC perjudican más −en términos de sus empleos y salarios− a los trabajadores menos cualificados. No obstante, el asunto no es tan sencillo, porque la capacidad de las máquinas para reemplazar a los trabajadores depende en gran medida de lo rutinarias que sean sus tareas.
Como señalaron por primera vez David Autor, Frank Levy y Richard Murnane, las tareas de los trabajadores más cualificados −porque requieren pensar más y porque son especialmente productivas en combinación con las máquinas− y algunas tareas de los menos cualificados −porque requieren más contacto humano, pensemos en los cuidadores de niños o de personas mayores− son menos rutinarias. Por el contrario, pueden ser más fácilmente reemplazados por máquinas algunos trabajadores de cualificación intermedia −como los contables− que hacen tareas que pueden hacer los ordenadores. Esto no significa que los empleos para trabajadores menos cualificados no se vayan a reducir (recordemos la carrera entre la educación y la tecnología), sino que no todos desaparecerán.
Entonces, si tenemos en cuenta la división entre capital intensivo y no intensivo en TIC y entre los trabajadores que realizan principalmente tareas rutinarias (operarios, administrativos, vendedores, etc.) y no rutinarias (profesionales, gestores, técnicos, servicios personales, etc.), ¿podemos atribuir a la automatización la caída de la participación del trabajo en la renta?
Esta es la pregunta que aborda un trabajo reciente, de Maya Eden y Paul Graggl (aquí están las transparencias que lo resumen), para Estados Unidos entre 1968 y 2013, presentado la semana pasada en Madrid en una conferencia sobre "Crecimiento, productividad y desigualdad", organizada por el Banco de España y el Banco Mundial.
Resumo sus respuestas en dos gráficos y un cuadro. El primer gráfico muestra que el aumento de la participación del capital en la renta (valor añadido), de algo más de 6 puntos, se reparte casi a partes iguales entre el capital TIC (que pasa del 1.3% al 4.1%) y el no intensivo en TIC (del 35.3% al 38.8%):
(Entre paréntesis, es curioso el estancamiento de las tendencias a partir del año 2000, posiblemente debido a la burbuja inmobiliaria americana, cuyos efectos parecen corregirse hacia el final del periodo... ¿les suena familiar?).
Más llamativo resulta ver que los 6 y pico puntos de caída de la participación del trabajo se reparten entre una subida de 9 puntos de la participación de los empleos no rutinarios (del 24.8% al 33.6%) y un desplome de 15 puntos de la participación de los empleos rutinarios (del 38.6% al 23.6%):
Todo ello aparece resumido en este cuadro:
Finalmente, aplicando un modelo económico a los datos, los autores logran explicar 12 de esos 15 puntos de caída de la participación de los empleos rutinarios, de los cuales 10 puntos van a los empleos no rutinarios y solo 2 puntos van al capital TIC. Por eso, Eden y Gaggl concluyen que quizá estemos dedicando demasiada atención a la caída de la participación del trabajo y demasiado poca a la redistribución entre distintos tipos de empleos.
Estos cálculos también son posibles para España, gracias a la descomposición de capital TIC y no TIC que elabora el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Este trabajo, dirigido por Matilde Mas, Francisco Pérez y Ezequiel Uriel y elaborado con otros autores, muestra la composición del capital no residencial en España en 1964 y 2013:
El capital TIC ha crecido mucho, pero el resto del capital ha crecido más, de forma que el primero solo ha pasado del 4.2% al 4.8% del total, lo que supone un gran problema para nuestra eficiencia productiva. (Si quieren aprender más sobre el caso español, vean esta presentación de Francisco Pérez).
Sin embargo, no conviene pensar que estamos protegidos de la automatización. Como ya nos contó aquí Sara de la Rica, en España también está cayendo el empleo rutinario, situándonos en una situación intermedia en el contexto europeo en términos de la proporción de empleos en riesgo de ser computarizados, como nos mostró aquí Florentino Felgueroso.
Me temo que todos deberíamos estar pensando en qué medida afectará la automatización a nuestro empleo. Ni siquiera los más cualificados están libres de riesgo. Por ejemplo, los que nos dedicamos a la docencia de tercer ciclo (grado o postgrado) podríamos ser desplazados por las nuevas tecnologías. Hay unos magníficos cursos abiertos masivos en internet (MOOC), impartidos por excelentes profesores de universidades norteamericanas, como los de edX. Y en universidades como el MIT, por ejemplo, ponen los contenidos de los cursos en internet gratis; como este curso de economía laboral de David Autor. ¿Qué podemos hacer los simples mortales para sobrevivir? Pues, aparte de mejorar nuestra docencia e investigación, dedicarnos a lo que no pueden hacer esas estrellas: dedicar más tiempo y esfuerzo a la interacción con los estudiantes.
(1) Digo "parece" porque un trabajo reciente de Dongya Koh, Raül Santaeulàlia-Llopis y Yu Zheng afirma que en Estados Unidos la caída puede explicarse completamente por la importancia creciente de la propiedad intelectual y su forma de valoración en las cuentas nacionales.
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