Domingo, 13 de Abril de 2014
Economistas apocalípticos y el temible futuro que nos auguran
El último libro de Tyler Cowen anticipa una sociedad sin medias tintas, en las que o la población pertenece a una clase alta o adinerada o bien pertenecer a una clase baja con escasos recursos
Robert Gordon avisa de que las innovaciones que surgen hoy día no constituyen más que meros aparatos de entretenimiento, que no generan ni de lejos la misma capacidad de crecimiento económico que las innovaciones de la Segunda Revolución Industrial
Kenneth Bouldign solía decir: “Quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”
Eduardo Serna
Ya en el siglo XIX el ensayista británico Thomas Carlyle definió a la economía como "la ciencia lúgubre" después de leer la obra Ensayo sobre la población de Thomas Malthus.
El clérigo anglicano vaticinó una inminente crisis poblacional debido
al desajuste entre el elevado crecimiento del número de habitantes en
relación al ritmo de aumento de los recursos alimentarios disponibles.
Las previsiones de Malthus no se cumplieron gracias a las mejoras en la
productividad y a los avances científicos y tecnológicos.
Los augurios fatalistas sobre la economía han sido una moda
constante a lo largo de la historia y en los periodos de crisis
económica tienden a aflorar con más fuerza. Si bien muchos relatos
apocalípticos que actualmente son difundidos se sustentan más en el
efectismo que en un análisis riguroso, existen economistas de apariencia
tan seria y rigurosa y análisis tan convincentes que se han ganado su
eco dentro del mundo académico. Son los ‘profetas del apocalipsis’ cuyas
predicciones desatan más temores al presumírseles una mayor
verosimilitud.
La ‘contrarrevolución industrial’
Aunque cada uno de estos expertos pone el énfasis en un factor
distinto, hay un común denominador que consiste en negar que
las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) han
supuesto una nueva revolución industrial si atendemos a su impacto en la
economía. La llamada revolución de las TIC no crea, por el momento,
nuevos empleos.
La suma de puestos de trabajo totales creados por las grandes
empresas de Internet (Microsoft, Google, Apple, etc.) en EE.UU no supera
las 300.000 personas, frente a las decenas de millones que generaron
las revoluciones previas de la máquina de vapor, el motor de combustión,
la electricidad o la química sintética. De manera que a medida que han
ido madurando las tecnologías previas y han frenado su ritmo de creación
de renta y empleo, las nuevas empresas de las TIC no han rellenado ni
una ínfima parte del enorme vacío creado.
Tyler Cowen es uno de los llamados economistas
catastrofistas con cierto prestigio y fama que recogen este argumento en
su libro publicado en 2011 The Great Stagnation (El Gran Estancamiento).
En este relato el autor señala que las dos burbujas -la financiera y la
inmobiliaria- están teniendo una fuerza y una duración tan desmedidas
porque cabalgan sobre una tendencia recesiva mucho mayor que éstas
ocultan.
Se trata de una reducción persistente y acumulativa de las tasas del
crecimiento tecnológico que se está acentuando progresivamente desde la
década de los años setenta (cuando las TIC empezaron su desarrollo a
gran escala). Y que origina una reducción progresiva en las tasas de
crecimiento económico occidental, desde el 3% habitual de los años
setenta hasta el anémico 1% al que aspiran alcanzar los países de la
OCDE y en especial Europa.
El pasado año, Tyler Cowen publico la segunda parte del anterior libro a la que títuló Average is Over en la que señalaba como iba a ser la economía americana posterior al Gran Estancamiento.
Una sociedad sin medias tintas, en las que o la población pertenece a
una clase alta o adinerada o bien pertenecer a una clase baja con
escasos recursos. La revolución tecnológica de las TIC no solo disminuye
el crecimiento de la renta y el empleo, sino que genera una creciente
disparidad entre las remuneraciones de los escasos empleos que crea. En
consecuencia, la diferencia en renta y riqueza entre el 10% más rico de
la población, constituido por quienes trabajen con las máquinas
informáticas más sofisticadas, y el 90% restante será al menos el doble
que la actual. Una vez más, esta obra de Cowen tuvo una rápida difusión,
ya que vino a dar una explicación argumentada de un fenómeno que se
está viendo actualmente: el incremento de la desigualdad dentro de los
países y la desaparición de la llamada clase media.
¿El fin del crecimiento?
Otro de los economistas apocalípticos que han causado gran revuelo es Robert Gordon a partir de un trabajo en
el cual señala que la productividad generada por todas estas
innovaciones ha sido un hecho excepcional. Es decir, hemos inventado el
avión, la calefacción y la electricidad, el agua corriente..., pero no
hemos vuelto a inventar nada de semejante trascendencia. Las
innovaciones que surgen hoy día no constituyen más que meros aparatos de
entretenimiento, que no generan ni de lejos la misma capacidad de
crecimiento económico que las innovaciones de la Segunda Revolución
Industrial. Así, la evolución de la renta per cápita estaría efectuando
un descenso que nos llevaría al punto donde estábamos al principio de la
Revolución Industrial, según Gordon.
Este economista muestra ciertas influencias de una corriente del
pensamiento económico, también en cierta forma algo agorera, llamada la
“economía del decrecimiento”, en la que se enmarcan economistas de
prestigio como Serge Latouche o el ya fallecido Kenneth Bouldign,
quien solía decir: “Quien crea que el crecimiento exponencial puede
durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”.
Malas noticias para Europa
Entre las últimas aportaciones de los economistas agoreros destaca la
reciente traducción al inglés de la obra del economista francés Thomas Piketty titulada El Capital en el siglo XXI,
en donde recoge una serie de investigaciones consideradas bastante
convincentes en el mundo académico en las que pone de manifiesto que la
causa del incremento de la desigualdad actual no es solo coyuntural,
generado por la sustitución de empleo por capital de las nuevas
tecnologías, sino estructural: está incrustado, forma parte esencial de
la dinámica capitalista.
Así pues, este experto señala que, en contra de lo que oficialmente
se dice (que el crecimiento económico inicialmente genera una
desigualdad social que luego corrige, aumentando la convergencia de las
rentas de capital y trabajo), el crecimiento económico reducido ha
venido para quedarse. Y sobre todo en el caso de la eurozona nos
encaminamos hacia una situación de creciente desigualdad y de
cronificación del paro.
Este economista además hace otro augurio sombrío centrándose en
Europa, continente según él que inició su inexorable decadencia cuando
estalló la Primera Guerra Mundial. En el año previo a esa contienda,
1913, el Viejo Continente suponía el 47% de total de la producción
planetaria, para a partir de entonces ir reduciendo su peso hasta el
25%, casi la mitad que antaño.
Piketty va más allá y añade que sin recursos energéticos, con una base
industrial que incorpora con dificultad las nuevas tecnologías -porque
sus científicos y empresarios son menos dinámicos-, y una población
envejecida -cada vez menos productiva y más costosa-, Europa declina con
la globalización, con lo que en las próximas décadas el peso de Europa
seguirá bajando de ese 25% hasta alcanzar un 15%.
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