dimarts, 22 d’abril del 2014

Economistas apocalípticos y el temible futuro que nos auguran

Article publicat a Zoom News

Domingo, 13 de Abril de 2014
  • Economistas apocalípticos y el temible futuro que nos auguran

  • El último libro de Tyler Cowen anticipa una sociedad sin medias tintas, en las que o la población pertenece a una clase alta o adinerada o bien pertenecer a una clase baja con escasos recursos

  • Robert Gordon avisa de que las innovaciones que surgen hoy día no constituyen más que meros aparatos de entretenimiento, que no generan ni de lejos la misma capacidad de crecimiento económico que las innovaciones de la Segunda Revolución Industrial

  • Kenneth Bouldign solía decir: “Quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”

Imagen de la película La Carretera (The Road)Imagen de la película La Carretera (The Road)
Eduardo Serna

Ya en el siglo XIX el ensayista británico Thomas Carlyle definió a la economía como "la ciencia lúgubre" después de leer la obra Ensayo sobre la población de Thomas Malthus. El clérigo anglicano vaticinó una inminente crisis poblacional debido al desajuste entre el elevado crecimiento del número de habitantes en relación al ritmo de aumento de los recursos alimentarios disponibles. Las previsiones de Malthus no se cumplieron gracias a las mejoras en la productividad y a los avances científicos y tecnológicos.
Los augurios fatalistas sobre la economía han sido una moda constante a lo largo de la historia y en los periodos de crisis económica tienden a aflorar con más fuerza. Si bien muchos relatos apocalípticos que actualmente son difundidos se sustentan más en el efectismo que en un análisis riguroso, existen economistas de apariencia tan seria y rigurosa y análisis tan convincentes que se han ganado su eco dentro del mundo académico. Son los ‘profetas del apocalipsis’ cuyas predicciones desatan más temores al presumírseles una mayor verosimilitud.

La ‘contrarrevolución industrial’

Aunque cada uno de estos expertos pone el énfasis en un factor distinto, hay un común denominador que consiste en negar que las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) han supuesto una nueva revolución industrial si atendemos a su impacto en la economía. La llamada revolución de las TIC no crea, por el momento, nuevos empleos.


La suma de puestos de trabajo totales creados por las grandes empresas de Internet (Microsoft, Google, Apple, etc.) en EE.UU no supera las 300.000 personas, frente a las decenas de millones que generaron las revoluciones previas de la máquina de vapor, el motor de combustión, la electricidad o la química sintética. De manera que a medida que han ido madurando las tecnologías previas y han frenado su ritmo de creación de renta y empleo, las nuevas empresas de las TIC no han rellenado ni una ínfima parte del enorme vacío creado. 
Tyler Cowen es uno de los llamados economistas catastrofistas con cierto prestigio y fama que recogen este argumento en su libro publicado en 2011 The Great Stagnation (El Gran Estancamiento). En este relato el autor señala que las dos burbujas -la financiera y la inmobiliaria- están teniendo una fuerza y una duración tan desmedidas porque cabalgan sobre una tendencia recesiva mucho mayor que éstas ocultan.
Se trata de una reducción persistente y acumulativa de las tasas del crecimiento tecnológico que se está acentuando progresivamente desde la década de los años setenta (cuando las TIC empezaron su desarrollo a gran escala). Y que origina una reducción progresiva en las tasas de crecimiento económico occidental, desde el 3% habitual de los años setenta hasta el anémico 1% al que aspiran alcanzar los países de la OCDE y en especial Europa.
El pasado año, Tyler Cowen publico la segunda parte del anterior libro a la que títuló Average is Over en la que señalaba como iba a ser la economía americana posterior al Gran Estancamiento. Una sociedad sin medias tintas, en las que o la población pertenece a una clase alta o adinerada o bien pertenecer a una clase baja con escasos recursos. La revolución tecnológica de las TIC no solo disminuye el crecimiento de la renta y el empleo, sino que genera una creciente disparidad entre las remuneraciones de los escasos empleos que crea. En consecuencia, la diferencia en renta y riqueza entre el 10% más rico de la población, constituido por quienes trabajen con las máquinas informáticas más sofisticadas, y el 90% restante será al menos el doble que la actual. Una vez más, esta obra de Cowen tuvo una rápida difusión, ya que vino a dar una explicación argumentada de un fenómeno que se está viendo actualmente: el incremento de la desigualdad dentro de los países y la desaparición de la llamada clase media. 

¿El fin del crecimiento?

Otro de los economistas apocalípticos que han causado gran revuelo es Robert Gordon a partir de un trabajo en el cual señala que la productividad generada por todas estas innovaciones ha sido un hecho excepcional. Es decir, hemos inventado el avión, la calefacción y la electricidad, el agua corriente..., pero no hemos vuelto a inventar nada de semejante trascendencia. Las innovaciones que surgen hoy día no constituyen más que meros aparatos de entretenimiento, que no generan ni de lejos la misma capacidad de crecimiento económico que las innovaciones de la Segunda Revolución Industrial. Así, la evolución de la renta per cápita estaría efectuando un descenso que nos llevaría al punto donde estábamos al principio de la Revolución Industrial, según Gordon. 
Este economista muestra ciertas influencias de una corriente del pensamiento económico, también en cierta forma algo agorera, llamada la “economía del decrecimiento”, en la que se enmarcan economistas de prestigio como Serge Latouche o el ya fallecido Kenneth Bouldign, quien solía decir: “Quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista”.

Malas noticias para Europa

Entre las últimas aportaciones de los economistas agoreros destaca la reciente traducción al inglés de la obra del economista francés Thomas Piketty titulada El Capital en el siglo XXI, en donde recoge una serie de investigaciones consideradas bastante convincentes en el mundo académico en las que pone de manifiesto que la causa del incremento de la desigualdad actual no es solo coyuntural, generado por la sustitución de empleo por capital de las nuevas tecnologías, sino estructural: está incrustado, forma parte esencial de la dinámica capitalista.
Así pues, este experto señala que, en contra de lo que oficialmente se dice (que el crecimiento económico inicialmente genera una desigualdad social que luego corrige, aumentando la convergencia de las rentas de capital y trabajo), el crecimiento económico reducido ha venido para quedarse. Y sobre todo en el caso de la eurozona nos encaminamos hacia una situación de creciente desigualdad y de cronificación del paro.
Este economista además hace otro augurio sombrío centrándose en Europa, continente según él que inició su inexorable decadencia cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En el año previo a esa contienda, 1913, el Viejo Continente suponía el 47% de total de la producción planetaria, para a partir de entonces ir reduciendo su peso hasta el 25%, casi la mitad que antaño. Piketty va más allá y añade que sin recursos energéticos, con una base industrial que incorpora con dificultad las nuevas tecnologías -porque sus científicos y empresarios son menos dinámicos-, y una población envejecida -cada vez menos productiva y más costosa-, Europa declina con la globalización, con lo que en las próximas décadas el peso de Europa seguirá bajando de ese 25% hasta alcanzar un 15%.

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