Es urgente pensar en cómo organizar una sociedad en la que una parte de la ocupación no será necesaria para la actividad económica
Esta preocupación por el futuro del trabajo resucita polémicas conocidas en nuestras sociedades europeas sobre “el fin del trabajo”. Es lógico que haya opiniones que prevean su declive. Lo que yo creo es que, en cualquier caso, lo que debe haber es un cambio importante en el papel del trabajo en la vida personal.
El fenómeno que estamos observando se debe a la confluencia de dos factores: la sustitución del trabajo por tecnología (máquinas, ordenadores, robots…), y el desplazamiento del trabajo hacia otras áreas del planeta. Por ello es urgente que reflexionemos sobre estos dos temas. En primer lugar, ¿cuales son los efectos finales de la incorporación de tecnología a nuestras vidas, qué efectos beneficiosos supone, y que peligros tiene? Y otro más profundo, ¿cual es el papel que juega el trabajo en nuestras modernas sociedades? Analicemos si siempre ha sido el mismo, y si cambiará. No puedo profundizar en ellos en el espacio de un artículo; sólo los planteo.
1. Trabajo y tecnología. La experiencia de dos siglos avala las opiniones más optimistas. No hay ninguna duda de que el proceso que se inicia con la revolución tecnológica en Europa ha supuesto un gran incremento de la productividad, de la producción, de los salarios, del consumo, de la población ocupada, y del bienestar colectivo. Las realidades históricas muestran que en los actuales países desarrollados, a través de caminos llenos de contratiempos, sufrimientos y vaivenes, el proceso global ha sido enormemente positivo y la situación de todos ellos ha mejorado mucho en riqueza y en bienestar.
De todos modos es necesario analizar si ello puede ser siempre así. Todo esto ha ocurrido en un entorno que ha tenido, entre otras, las siguientes características: el fenómeno se ha producido en unos territorios con una población reducida respecto al conjunto del planeta; con una disponibilidad de recursos naturales aparentemente ilimitada; con unos mercados de trabajo regulados y con importante fuerza sindical; y con unas políticas fiscales que han favorecido la disminución de las desigualdades y la aparición de unas extensas clases medias con gran capacidad de consumo y con constantes aumentos de formación. En todas estas circunstancias, la tecnología no ha destruido el trabajo sino que lo ha incrementado, potenciado y mejorado.
La pregunta que estoy planteando es cómo podrían ir cambiado los efectos de la incorporación de tecnología, dadas las nuevas circunstancias que ahora tenemos: la dimensión planetaria del espacio económico, el posible agotamiento de algunos recursos, la incomprensible confianza en los mercados desregulados, y la progresiva separación entre negocio financiero y actividad económica productiva. Tengo la convicción de que la crisis no es una respuesta negativa pero sí un toque de atención sobre la necesidad de plantear seriamente la evolución de este nuevo escenario para poder preparar medidas que lo encaucen de la forma más positiva posible.
2. Trabajo productivo y retribuido. A diferencia de todas las etapas históricas anteriores, el trabajo está jugando en las sociedades modernas un triple papel: la ocupación principal de las personas, el sistema fundamental de obtención de ingresos y, consecuentemente, su forma de integración social. Se comprende por tanto el carácter dramático del paro, con sus consecuencias económicas, sociales y sicológicas. Ello ha sido así porque se ha partido de la base de que, para disponer de todos los productos y todos los servicios que la sociedad demandaba, era necesario que todos sus miembros en edad de trabajar se ocuparan en producirlos.
En tanto en cuanto la tecnología aumenta enormemente la productividad y la eficiencia en la prestación de servicios, se puede contemplar perfectamente un escenario futuro distinto. Es urgente empezar a pensar como debería organizarse una sociedad en la que una parte importante de la ocupación de las personas no sea necesaria para la actividad económica. Me parece inadecuado hablar del “fin del trabajo”. Pero urge empezar a desarrollar ideas sobre “reparto del trabajo”, “trabajo no productivo”, y “trabajo social”. Y, evidentemente, introducir paralelamente propuestas políticas sobre “reparto de rentas” y “rentas sociales”.
La tecnología y la globalización son dos fenómenos buenos, siempre que los sepamos conducir y enfocar hacia el bienestar general.
Joan Majó es ingeniero y ex ministro.
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