Juan A. Aguilar
En conclusión, el gran problema del llamado'desarrollo sostenible' es que no nos dice nada sobre el tipo de estructuras económicas y sociales que serían 'sostenibles', ni nos da criterios operativos para intentar distinguir los distintos tipos de desarrollo, con lo cual, el desarrollo sostenible se reduce simplemente a intentar compatibilizar medio ambiente y capitalismo, regulado todo por una especie de eco-tecnocracia empresarial que mantenga la economía de mercado mundialista en funcionamiento.
La economía ambiental o ecocapitalista no asume que la crisis ecológica surge del modo de producción y consumo, es decir, de la concepción liberal misma de la sociedad y una economía caracterizada por el individualismo, el afán de lucro, el negocio fácil y rápido y la especulación. Realizar una política conservacionista dentro de los esquemas de una civilización economicista y por tanto antiecológica, es una aberración sin sentido.
¿Cómo se esta plasmando la economía ambiental? Con el reciclaje y la internalización de los costes ambientales. Ahora bien, el reciclado no supone otra cosa que una nueva y sofisticada versión del clásico 'usar y tirar', dando lugar a un nuevo y lucrativo negocio 'ambiental' cuando lo más lógico y ecológico sería no fabricar materiales desechables. Con respecto a la internalización de los costes ambientales se pretende incluir en el precio final de los productos, los gastos derivados de hacer frente a la contaminación y al deterioro ambiental. Esto es un quimera capitalista porque:
- no existen criterios objetivos para determinar los gastos ambientales ¿qué precio tiene el agua, el ozono o el calentamiento global y sus consecuencias?
- internalizar estos costes, en caso de que fuera posible determinarlos, harían no rentables la mayor parte del aparato industrial de nuestras sociedades, por lo cual, los empresarios preferirán pagar las suaves multas que imponen las administraciones antes que iniciar una reconversión ecológica de dichas industrias. - internalizar los costes ambientales es, por otro lado, una medida antisocial porque al final quien pagaría los costes ambientales sería el consumidor en el precio del producto, manteniéndose, por otro lado, la tasa de beneficio del capital.
Desarrollo frente a crecimiento
La principal conclusión política del Informe Bruntland es la siguiente: Lejos de querer que pare el crecimiento económico, reconocemos que los problemas de la pobreza y del subdesarrollo no pueden ser resueltos si no se instaura una nueva era de crecimiento en la que los países desarrollados desempeñen un papel importante y recojan grandes beneficios.
El efecto final resulta ideal para los intereses de acumuladores y explotadores: tiene que continuar el crecimiento económico y la búsqueda de beneficios en todo el planeta. Es decir, para hacer frente a la crisis, más de lo mismo.
¿Qué es lo problemático en la apuesta por el crecimiento sin más especificaciones? Al menos dos cosas:
1) El crecimiento económico per se, en las actuales estructuras socioeconómicas, no alivia la gran pobreza que sigue acentuándose en buena parte del mundo no desarrollado, donde se continúa ensanchando la enorme brecha que separa las naciones ricas de las pobres. La falacia de que hace falta crecer para repartir no es más que eso, una falacia que los ricos propagan en su propio interés: el de evitar que el conflicto político se centre en las cuestiones de equidad, justicia y redistribución. Lo cierto es que en la actualidad, existen más personas viviendo en absoluta pobreza y más personas pasando hambre que en ningún otro momento de la historia de la humanidad: el 23% de la población mundial. Para llegar a un mundo donde las necesidades básicas de todos se vean satisfechas equitativamente, el énfasis ha de ponerse mucho más en redistribuir que en crecer.
2) La segunda objeción es la siguiente: si al hacer las cuentas de crecimiento se contabilizaran, incluso de manera muy imperfecta y parcial, las externalidades de tipo social y ecológica, resultaría que en nuestraactual economía del despilfarro llevamos ya mucho tiempo menguando en lugar de creciendo. Según cálculos de la OCDE, la tasa de crecimiento económico general de los países industrializados disminuiría entre el 3% y el 5% si se restasen solamente los costes de la contaminación. Esto indica que el crecimiento actual es ya negativo en muchos de los países industrializados si empezamos a considerar algunos de los costes externos asociados con el tipo de economía actual. Por todo ello, en buena parte el 'crecimiento' actual es sólo aparente, porque hay enormes disminuciones del patrimonio natural no apuntadas en la Contabilidad Nacional.
Debemos repetir una y otra vez que no es posible el crecimiento económico indefinido dentro de una biosfera finita, y que globalmente hemos sobrepasado ya los límites del crecimiento. Lo que necesitamos es un modelo de desarrollo sin crecimiento - o, por lo menos, sin crecimiento controlado por la autoridad política- y lo que debemos preguntarnos es si es posible un modelo así dentro de una economía capitalista. Hay sólidas razones para pensar que la respuesta es NO.
En conclusión, el gran problema del llamado'desarrollo sostenible' es que no nos dice nada sobre el tipo de estructuras económicas y sociales que serían 'sostenibles', ni nos da criterios operativos para intentar distinguir los distintos tipos de desarrollo, con lo cual, el desarrollo sostenible se reduce simplemente a intentar compatibilizar medio ambiente y capitalismo, regulado todo por una especie de eco-tecnocracia empresarial que mantenga la economía de mercado mundialista en funcionamiento.
La economía ambiental o ecocapitalista no asume que la crisis ecológica surge del modo de producción y consumo, es decir, de la concepción liberal misma de la sociedad y una economía caracterizada por el individualismo, el afán de lucro, el negocio fácil y rápido y la especulación. Realizar una política conservacionista dentro de los esquemas de una civilización economicista y por tanto antiecológica, es una aberración sin sentido.
¿Cómo se esta plasmando la economía ambiental? Con el reciclaje y la internalización de los costes ambientales. Ahora bien, el reciclado no supone otra cosa que una nueva y sofisticada versión del clásico 'usar y tirar', dando lugar a un nuevo y lucrativo negocio 'ambiental' cuando lo más lógico y ecológico sería no fabricar materiales desechables. Con respecto a la internalización de los costes ambientales se pretende incluir en el precio final de los productos, los gastos derivados de hacer frente a la contaminación y al deterioro ambiental. Esto es un quimera capitalista porque:
- no existen criterios objetivos para determinar los gastos ambientales ¿qué precio tiene el agua, el ozono o el calentamiento global y sus consecuencias?
- internalizar estos costes, en caso de que fuera posible determinarlos, harían no rentables la mayor parte del aparato industrial de nuestras sociedades, por lo cual, los empresarios preferirán pagar las suaves multas que imponen las administraciones antes que iniciar una reconversión ecológica de dichas industrias. - internalizar los costes ambientales es, por otro lado, una medida antisocial porque al final quien pagaría los costes ambientales sería el consumidor en el precio del producto, manteniéndose, por otro lado, la tasa de beneficio del capital.
Desarrollo frente a crecimiento
La principal conclusión política del Informe Bruntland es la siguiente: Lejos de querer que pare el crecimiento económico, reconocemos que los problemas de la pobreza y del subdesarrollo no pueden ser resueltos si no se instaura una nueva era de crecimiento en la que los países desarrollados desempeñen un papel importante y recojan grandes beneficios.
El efecto final resulta ideal para los intereses de acumuladores y explotadores: tiene que continuar el crecimiento económico y la búsqueda de beneficios en todo el planeta. Es decir, para hacer frente a la crisis, más de lo mismo.
¿Qué es lo problemático en la apuesta por el crecimiento sin más especificaciones? Al menos dos cosas:
1) El crecimiento económico per se, en las actuales estructuras socioeconómicas, no alivia la gran pobreza que sigue acentuándose en buena parte del mundo no desarrollado, donde se continúa ensanchando la enorme brecha que separa las naciones ricas de las pobres. La falacia de que hace falta crecer para repartir no es más que eso, una falacia que los ricos propagan en su propio interés: el de evitar que el conflicto político se centre en las cuestiones de equidad, justicia y redistribución. Lo cierto es que en la actualidad, existen más personas viviendo en absoluta pobreza y más personas pasando hambre que en ningún otro momento de la historia de la humanidad: el 23% de la población mundial. Para llegar a un mundo donde las necesidades básicas de todos se vean satisfechas equitativamente, el énfasis ha de ponerse mucho más en redistribuir que en crecer.
2) La segunda objeción es la siguiente: si al hacer las cuentas de crecimiento se contabilizaran, incluso de manera muy imperfecta y parcial, las externalidades de tipo social y ecológica, resultaría que en nuestraactual economía del despilfarro llevamos ya mucho tiempo menguando en lugar de creciendo. Según cálculos de la OCDE, la tasa de crecimiento económico general de los países industrializados disminuiría entre el 3% y el 5% si se restasen solamente los costes de la contaminación. Esto indica que el crecimiento actual es ya negativo en muchos de los países industrializados si empezamos a considerar algunos de los costes externos asociados con el tipo de economía actual. Por todo ello, en buena parte el 'crecimiento' actual es sólo aparente, porque hay enormes disminuciones del patrimonio natural no apuntadas en la Contabilidad Nacional.
Debemos repetir una y otra vez que no es posible el crecimiento económico indefinido dentro de una biosfera finita, y que globalmente hemos sobrepasado ya los límites del crecimiento. Lo que necesitamos es un modelo de desarrollo sin crecimiento - o, por lo menos, sin crecimiento controlado por la autoridad política- y lo que debemos preguntarnos es si es posible un modelo así dentro de una economía capitalista. Hay sólidas razones para pensar que la respuesta es NO.
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