"Animamos a todos ciudadanos, los políticos y los medios de comunicación, a no tomar las proyecciones optimistas de la AIE al pie de la letra, sino más bien a analizarlas de manera más profunda" David Hughes.
Tarde o temprano vamos a asignar cuotas de combustibles fósiles producidos a través de negociaciones con los estados, con los ciudadanos, sobre bases de reparto per cápita.
En este momento los enviados a París como negociadores políticos del cambio climático están intentando llegar a un acuerdo que sea firmado en diciembre. Discuten medidas políticas, impuestos al carbono, participación de cuotas, problemas de abastecimiento futuro... En el trasfondo de las negociaciones presiona la recomendación de una comunidad científica consensuada y que advierte: "o dejamos en el subsuelo los hidrocarburos que quedan, o una sexta extinción será inevitable", así de crudo y contundente lo presentan.
Pero hay unas decisiones que serán mucho más difíciles de tomar por escurridizas. De ellas no llega el eco de su gestión, y son precisamente las más importantes: ¿hay que limitar las emisiones de dióxido de carbono? ¿Vamos a dejar de consumir combustibles fósiles para no avocarnos a una extinción masiva ya consensuada por la práctica totalidad de la comunidad científica? ¿Con un panorama de calentamiento global (figura 1) acentuado con las alarmantes cifras de cada mes, la acidificación de los océanos sin precedentes, una acumulación de energía en los primeros centenares de metros oceánicos (figura 2) cuyo impacto en los patrones climáticos es un rompecabezas económico y social, vamos a permitir la extracción controlada de combustibles fósiles? ¿Cómo se deberían asignar las cantidades de producción a cada país, comunidad, etc.? Una idea bastante prometedora que ha tenido muy poca proyección y ha sido objeto de prácticamente nula atención es el uso del inevitable racionamiento que vendrá, a través de cuotas negociables de energía.
Nuestro dilema climático es muy grave, los datos nos muestran que además el problema empeora mes a mes. Año tras año batimos un nuevo récord de "el año más caluroso de la historia". No tenemos tiempo para discutir si sí, o si no..., si es inminente o si se podrían quemar combustibles a la par que gastamos la poca energía fósil accesible que nos queda en atrapar CO2. Debemos hacer las cosas de un modo más simple, deberemos ser más directos y divulgar el problema económico de las bajas Tasas de Retorno Energético (TRE) actuales y su impacto ineconómico, renunciar a una porción anual cada vez mayor de la producción de combustibles fósiles ya no es la única opción, porque ni siquiera es opción, es imposición.
Tarde o temprano vamos a asignar cuotas de combustibles fósiles producidos a través de negociaciones con los estados, con los ciudadanos, sobre bases de reparto per cápita. El resto podría ser subastado para la industria, una industria tejida con empresas responsables en preservar la vida sobre el planeta, cuyo motor se fundamentará (por pura necesidad) en otra mentalidad que ya no podrá ser la exclusivamente mercantil, pues se nos va la vida en ello, el planeta, la especie humana..., tal y como los conocemos están en serio peligro ahora mismo. No es un reto para dentro de una década.
Para realizar la inevitable transición hacia las energías renovables se impondrán una serie de facilidades a nivel mundial, no cabe la menor duda, ya sean subvencionadas directamente o con descuentos en la energía fósil que utilizan para electrificar toda actividad humana (que sea posible electrificar, claro) y apostar por la eficiencia, la sostenibilidad y el ahorro como botes salvavidas, así como asumir y ayudar a comprender el radical cambio en la percepción del mundo y la sociedad que se imponen. Todo ello derivará en la creación de un compromiso y un fondo internacional que haga cumplir a rajatabla unas cuotas de producción y consumo razonables acordes con la magnitud de los problemas ambientales, alimenticios, sociales..., que se están desarrollando, y articular así todos los esfuerzos posibles para que los ciudadanos quieran comprender (por necesidad) el porqué de una última maniobra consensuada a nivel mundial.
Además, para el alivio de los cada vez más intensos desastres naturales relacionados con el clima y que van a golpear nuestras ciudades, costas, comunidades, se deberán consensuar fondos económicos y reservas energéticas que faciliten la rápida actuación, así como adecuar a las comunidades en la resiliencia física y cultural...
Además, para el alivio de los cada vez más intensos desastres naturales relacionados con el clima y que van a golpear nuestras ciudades, costas, comunidades, se deberán consensuar fondos económicos y reservas energéticas que faciliten la rápida actuación, así como adecuar a las comunidades en la resiliencia física y cultural...
Parte de esos fondos irán destinados a ayudar a los países pobres hacia políticas de desarrollo sin carbono, yendo directamente y a la par en su desarrollo hacia las energías renovables con la tecnología intermedia. El fomento de la agricultura, ganadería, industria, cercanas, así como la recuperación de suelos y reforestación deberán beneficiarse ante el reto futuro de seguir viviendo en un planeta habitable o permitir que éste se degrade aún más y los flujos migratorios se hagan insoportables, finalmente inútiles, y las guerras por los pocos recursos que queden empeoren una situación que hace décadas ya era insostenible y que hoy vemos cómo colapsa.
El futuro de nuestra civilización está determinado en gran medida por las suposiciones y expectativas que tenemos hoy en día del suministro energético (en especial de hidrocarburos) y que nos dicen desde la Agencia Internacional de la Energía (AIE) con un optimismo infundado, podría continuar siendo un grifo infinito. Como la energía juega el papel de apuntalar completamente nuestra economía, el medio ambiente y las personas, la importancia de hacer y comunicar las cosas de manera realista y adecuada en el ámbito de la energía no puede ser exagerada, camuflada o maquillada, según intereses corporativos o concepciones políticas o filosóficas del mundo, el ser humano y la evolución de las sociedades están por encima de la ideología, hoy hace falta echar mano de la lógica para desenmascarar el autoengaño, la manipulación, o la voluntad de esconder ciertos intereses sectoriales.
El homo tecnologicus fue posible con el devenir de los tiempos gracias a la disponibilidad de recursos geológicos que proporcionaban energías baratas y accesibles (en especial los hidrocarburos, sobre todo el nunca mejor denominado "oro negro"), con ello la complejidad de organización, expansión, dificultad constructiva de su hábitat, llegó a niveles nunca antes vistos en la historia; con ello también la noción de dominio del medio y de riesgo sufrieron un cambio paralelo en complejidad, siendo inicialmente ambas cuestiones concretas y sencillas, con el tiempo se convirtieron en difusas y complejas. El ser humano llegó a un punto en el que creyó que este flujo de riqueza que venía de la Tierra iba a estar apuntalando nuestra civilización (también como parte del planeta) para siempre. Pero todo tiene un límite. El riesgo hoy se percibe preferentemente en términos económicos, no antropológicos.
Como nota final, las sabias palabras del geólogo David Hughes del Post Carbon Institute respecto de la importancia de decir la verdad con respecto a la energía fósil y su papel de apuntalado de nuestra economía, y por lo tanto de nuestra sociedad, son una clara advertencia del error de seguir por un camino que no lleva nada más que a enfatizar el problema: "Animamos a todos ciudadanos, los políticos y los medios de comunicación, a no tomar las proyecciones optimistas de la AIE al pie de la letra, sino más bien a analizarlas de manera más profunda".
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