dimecres, 25 de març del 2015

Unión Energética: cómo cambiar todo para que no cambie nada

Post publicat a  Contador de Luz

13 de Febrero del 2015

La Unión Energética ha sido una de las grandes propuestas de Juncker desde que salió elegido presidente de la Comisión Europea. Le ha dado tanta importancia que ha llegado incluso a dedicarle una de las vicepresidencias que ha creado. Por esto el sector energético europeo esperaba con ansia las primeras propuestas de este plan. Y por fin, tenemos un primer borrador filtrado, que marca las líneas maestras de lo que va a ser su propuesta.
Un artículo de Aitor Urresti.

El reto energético en Europa

La situación energética de la Unión Europea es preocupante, tal y como lo explica el propio documento en su introducción: Importamos el 53% de nuestra energía, 400 billones €/año, el 90% del parque de viviendas es ineficiente, y el 94% del transporte dependiente de petróleo, del que se importa el 90%. Por si esto fuera poco, gastamos 110 billones €/año en subsidios a la energía, “con frecuencia sin justificar” en palabras del documento. El precio doméstico de la electricidad sigue subiendo, mientras que bajan los precios generales, y el precio de la electricidad para industria es un 40% más cara que en EEUU, y el gas de 3 a 4 veces más caro.
La Unión Europea es absolutamente dependiente de fuentes de energía que importa del exterior, con la pérdida de divisas que supone. Una energía importada que además es despilfarrada por la baja eficiencia de las viviendas, y por el sector de transporte que está desbocado. Dependemos además de los combustibles fósiles que están generando un gran impacto ambiental tanto en los lugares de consumo como en los de extracción, y que han situado a la humanidad ante uno de los grandes retos de la historia: el cambio climático.
La solución por lo tanto parecería clara: diseñar un plan para reducir el consumo de energía en la UE, adoptando medidas ambiciosas de eficiencia energética en la edificación, la industria y el transporte. Optar por energías autóctonas limpias, que generen poco impacto ambiental y no contribuyan al efecto invernadero, esto es, energías renovables. Y para terminar, replantear el modelo de consumo y producción en la UE para transitar hacia una economía baja en carbono.

La propuesta de la Comisión Europea: confundiendo prioridades

En cuanto empezamos a leer el borrador de propuestas, la decepción es automática. El primer eje de la Unión Energética es la seguridad y la confianza, que basa en diversificar las vías de entrada de gas natural y Uranio, mencionando incluso que la actividad diplomática de la UE debería estar encaminada a asegurar las vías de suministro de estos combustibles. No hace más que una mención a las energías renovables, y las liga a otros recursos como los hidrocarburos no convencionales que se extraen mediante técnicas tan nocivas como el fracking.
Propone la creación de un mercado interno a nivel europeo, con dos vías de actuación. Por un lado, renovar la red eléctrica para permitir la generación distribuida mediante renovables en manos de los usuarios, y el tendido de redes de muy alta tensión para transmitir la electricidad a largas de distancias, al tiempo que se incrementa el intercambio de electricidad en las fronteras. A nivel normativo y fiscal, propone la armonización a nivel europeo, al tiempo que se reforma el mercado de emisiones para que las tasas al carbono limiten el desarrollo de las tecnologías más sucias. Además menciona la participación de la ciudadanía en este proceso, de manera que se convierta al mismo tiempo en consumidora y productora de electricidad.
Otro de los ejes sobre los que se quiere construir esta Unión Energética es la eficiencia, poniendo especial atención en la edificación y el transporte, que son las áreas que tienen mayor potencial para el ahorro. Para el transporte propone hacer más exigentes los límites de emisiones de los vehículos, y traspasar el transporte de mercancías de las carreteras al ferrocarril o al tráfico marítimo. Para el transporte urbano, el impulso a nuevas tecnologías como los coche autónomos. Para la edificación propone buscar nuevas vías de financiación para impulsar la rehabilitación energética de los edificios, y el establecimiento de límites de consumo más estrictos para los edificios nuevos. Al mismo tiempo, propone prestar atención a la pobreza energética, analizando el impacto social de las medidas que se vayan tomando, y dar prioridad a las viviendas sociales en los planes de rehabilitación.
La descarbonización de la economía es otro de los grandes objetivos que se marca la propuesta, sobre todo mediante la reforma del mercado de emisiones. Pretende de esta forma conseguir que la UE se convierta en líder mundial en energías renovables. La propuesta destaca el papel de los biocombustibles en este proceso, como apoyo a la descarbonización del sector de transporte, además de su electrificación.
El último pilar de la Unión Energética será la investigación y el desarrollo, según esta propuesta. Una propuesta de I+D que incluye seguir financiando la investigación en energía nuclear mediante Euratom, además de los sistemas de almacenamiento de electricidad y la automatización de los hogares.

Una propuesta alternativa

Como ya adelantaba al principio, la propuesta sobre la que está trabajando la Comisión Europea resulta decepcionante. Se trata de una propuesta que carece absolutamente de visión hacia el futuro y hunde sus raíces en querer mantener en gran medida el modelo energético actual, con pequeñas modificaciones para dar cabida a las energías renovables. Sin embargo, las líneas prioritarias de una Unión Energética tendrían que ir por otras vías.
Una de las bases de esa Unión Energética tiene que ser una apuesta clara por una reducción del consumo de energía y por la eficiencia energética en la Unión Europea. Hay que promover la rehabilitación energética de edificios, como propone el borrador, pero también es hora de que la comisión europea aclare los requisitos de la normativo de Edificios de Consumo Casi Nulo, y clarifique los plazos de entrada en vigor de esta nueva normativa, además de establecer normas para que los edificios de gran superficie sean generadores netos de energía. En el sector de transporte, hay que apostar definitivamente por la movilidad compartida, el desvío de las mercancías al ferrocarril, y a nivel urbano por la movilidad no motorizada (peatonal, bicicleta), y el transporte público.
La siguiente gran apuesta que tendría que realizar la UE es por las energías renovables, puesto que son las únicas fuentes de energía que nos pueden llevar a una economía descarbonizada, limpia, segura, y que no dependa de los intereses de terceros países. Esto va a requerir inversiones en nuevas infraestructuras de distribución, en las que deberían primar las conexiones regionales e interregionales, sobre las líneas de muy alta tensión, la adecuación de la red eléctrica a la generación distribuida mediante redes inteligentes, y la I+D para rebajar aún más los precios de estas fuentes de energía y pasar los sistemas de almacenamiento de electricidad de la etapa de prototipo en la que se encuentran a producto comercial.
La puesta en marcha de estas medidas de ahorro, eficiencia y apuesta por las renovables va a suponer una disminución importante del consumo de combustibles fósiles, haciendo que la mayoría de inversiones en grandes infraestructuras propuestas en el borrador sean innecesarias. La propia Agencia Internacional de Energía advierte de que para el 2020 el 80% de las inversiones en energía deberían ser de tecnologías bajas en carbono, si queremos luchar de manera efectiva contra el cambio climático. Carece de sentido por lo tanto ligar la acción exterior de la UE a asegurar el abastecimiento de combustibles fósiles y nuclear, evitando así espectáculos tan bochornosos como la tibieza con la que se está actuando con el conflicto de Ucrania, debido a la dependencia del gas de Rusia.
Todas estas medidas tienen que ir ligadas a nuevas normas que faciliten el intercambio de energía a nivel local y regional, eliminando las trabas al autoconsumo y el balance neto, y una armonización fiscal que elimine las subvenciones a los combustibles fósiles, integre las medidas de apoyo a energías renovables a nivel europeo, y modifique el mercado de emisiones.

Europa, abanderada de un nuevo modelo energético

En resumen, este tiene que ser el objetivo real de la Unión Energética: convertir a Europa en abanderada de un nuevo modelo energético. Un modelo energético que se base en el ahorro y la eficiencia energética, y en la generación de energía mediante renovables, generadas de manera distribuida por la propia ciudadanía. Un nuevo modelo energético creado desde abajo, donde pasemos de ser consumidores a ser prosumidores: productores y consumidores al mismo tiempo. Gracias a una red inteligente interconectada que nos permita intercambiar con facilidad la electricidad que generemos, y con sistemas de almacenamiento que cubran los momentos en los que no hay fuentes renovables disponibles. Un modelo energético en el que consigamos por fin democratizar la energía, en donde cada persona pueda decidir cómo, cuándo y qué tipo de energía quiere consumir o generar, devolviendo la capacidad de decisión a la ciudadanía.

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