Traduït per Rafael Granero
El
decrecimiento ¿una estrategia para contrarrestar la crisis?
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La idea del decrecimiento ha sido siempre una
parte del pensamiento verde, pero ¿qué significa exactamente decrecimiento en
nuestra economía, sociedad y en relación con el planeta. ¿Puede el
decrecimiento proporcionar la respuesta a la crisis social y ecológica?
Autor
Vincent Liegey
Coautor de
“A Degrowth Project-Manifesto for an
Unconditional Autonomy Allowance”
Dada la convergencia de las diversas crisis
interconectadas, convergencia que se podría tildar de crisis antropológica, el
decrecimiento, un lema de reciente aparición en el pensamiento y en la
experimentación socioeconómica, tiene como objetivo iniciar una transición
democrática y pacífica a los nuevos modelos de sociedades sustentables y
deseables.
Esto es lo que hemos tratado de elaborar en
nuestro trabajo colectivo “A Degrowth Project-Manifesto for an Unconditional
Autonomy Allowance” ("Decrecimiento, un Proyecto-Manifiesto por una
Asignación para la Autonomía Incondicional"). Por lo tanto, sobre la base
de nuestras discusiones, debates, experiencias y propuestas, apoyamos el
establecimiento de un ingreso incondicional, emitido en derechos de giro no
monetarios disponibles a través de derechos de acceso a los servicios y
recursos públicos, conjuntamente con asignaciones monetarias en moneda local,
mejor que en Euros.
Abogar por el decrecimiento en medio de un
creciente desempleo, ¿no es indecente a la par que absurdo?
El crecimiento no asegura el pleno empleo: es un
mito. En los últimos cuarenta años, el PIB ha crecido, pero también lo ha hecho
la tasa de desempleo. Imponer la austeridad, con devastadoras consecuencias
humanas, con la esperanza de volver al crecimiento, mientras hacemos la vista
gorda ante el colapso ecológico, es sencillamente irresponsable. No podemos
crecer indefinidamente en un mundo finito.
El término decrecimiento asusta...
El decrecimiento es un término provocativo
utilizado para instigar un debate en profundidad. ¿Qué estamos produciendo?
¿Cómo? ¿Por qué? El crecimiento que nos obliga a producir más y más cosas
inútiles agotará los recursos. ¿Cómo podemos salir de ése círculo vicioso y
reinventar una sociedad que valore las relaciones humanas y que sea una
alternativa a la relación entre herramienta, producción y naturaleza? Lo que
está ocurriendo en América Latina en torno al concepto de "buen vivir” nos
interesa. El decrecimiento no propone de ninguna manera que volvamos a la Edad
de Piedra. Antes que un decrecimiento económico, debe haber un decrecimiento de
las desigualdades, de las inequidades.
¿Cómo lograr el decrecimiento?
En primer lugar, tenemos que abandonar la religión
de crecimiento económico. Debemos recuperar la autoridad para emitir dinero, cancelar
los pagos para las porciones ilegítimas de la deuda, total o parcialmente,
nacionalizar el sistema bancario, prohibir los paraísos fiscales e imponer un
impuesto a las transacciones financieras. Debemos establecer una renta máxima
aceptable (MAI, por sus siglas en inglés), en torno a cuatro veces el salario
mínimo, en contraste con la situación actual en la que el ingreso máximo es
4.000 veces mayor que el ingreso mínimo. Paralelamente, se propone una
Asignación para la Autonomía Incondicional (UAA, por sus siglas en inglés) que
permite que todos tengan acceso a una vida digna y frugal, desde el nacimiento
hasta la muerte.
¿Qué es una Asignación para la Autonomía
Incondicional (UAA)?
La idea se originó en el movimiento por el
decrecimiento a partir de conceptos como la renta básica incondicional, la
extensión de la gratuidad de servicios, el uso adecuado o inadecuado de los
recursos y experiencias alternativas. También hemos llevado a cabo discusiones
con respecto a los ingresos máximos aceptables, la crisis de la deuda, la
administración del sistema monetario en un marco democrático, y en consecuencia
el final de la religión del crecimiento económico.
Poniendo todo eso junto, y dentro de un enfoque de
transición que reubique gradualmente la economía, se nos ocurrió la idea de una
renta básica “no monetarizada”, proporcionada principalmente a través de
derechos de giro sobre los recursos y derechos de emisión en moneda local.
¿Asignación para la Autonomía Incondicional y
Renta Básica Universal?
Apoyamos una renta básica universal por
razones de justicia social, porque reduciría el sufrimiento causado por la
creciente desigualdad y la austeridad. También estamos a favor de ella porque
es una herramienta para evitar la alienación del trabajo, para superar la
centralidad del valor del trabajo, y para avanzar hacia una sociedad donde las
actividades puedan ser elegidas.
Sin embargo, debemos ser muy prudentes, porque si
tal medida se aplicara sin una comprensión de qué significa hoy producir y
consumir o el papel muy importante que juega la publicidad en nuestras
sociedades, esa renta puede conducir a algo tan preocupante como que continúe
el consumo de cosas que no son útiles. La renta básica, de acuerdo con la
versión de Milton Friedman, también podría dar lugar a la destrucción de una
serie de mínimos sociales o de los derechos laborales (nota del traductor,
Friedman entendía que la financiación de la Renta Básica debía hacerse a través
del por él llamado "Impuesto negativo al salario" en su libro Capitalism and Freedom, 1962, y lo
entendía dentro de la lógica de su propuesta de desmantelar el Estado Social,
de ahí que afirme la supuesta destrucción de mínimos derechos asociada a la
RBU).
Somos, sin embargo, totalmente favorables a una
renta básica, siempre que se englobe dentro de una nueva visión de la sociedad;
que piense en una transición hacia modelos económicos nuevos, locales y
alternativos, que tenga en cuenta la preocupación ambiental, y que medite las
preguntas claves de nuestro pensamiento: ¿Qué estamos produciendo? ¿Cómo? ¿Para
qué sirve?
¿Constituiría la renta básica un paso hacia la
UAA?
Hemos desarrollado tres escenarios de implantación.
En el primero, nos basamos en una transición ya en marcha, el conjunto de
alternativas concretas emergentes en todo el mundo (la moneda local, la
permacultura, talleres de reciclaje locales, y de los sistemas de intercambio
local). Podemos desarrollar gradualmente una nueva forma de producir, modelos
económicos alternativos y poner en marcha la UAA. Pero este paso, si bien es
necesario, no es suficiente, ya que no tiene en cuenta el problema del poder,
los conflictos de interés, y las luchas de poder.
En el segundo escenario, sin dejar de centrarse en
alternativas prácticas, nos imaginamos una reducción significativa del tiempo
de trabajo con el fin de compartir los frutos del trabajo y poner fin al
desempleo. El tiempo libre puede ser invertido para desarrollar
modelos alternativos de las economías locales y para la reapropiar las
herramientas y la producción a nivel local.
Por último, el tercer escenario implica
efectivamente establecer una renta básica incondicional. Aunque bastante fácil
de configurar técnicamente, requiere mucho coraje político. Supondría alcanzar
el poder político, re-apropiación democrática del sistema económico,
cancelación total o parcial de la deuda, y una re-apropiación de los bancos
centrales y de la capacidad de creación monetaria. Así podríamos establecer una
renta básica universal junto con una renta máxima aceptable y, poco a poco,
convertiríamos la renta prevista en euros en derechos de giro sobre recursos y
monedas locales alternativos.
¿Cómo deben ser tratadas las diferencias entre
territorios?
La UAA ofrecería más derechos a las personas que
la utilizan, que podrían organizar deliberaciones ciudadanas a nivel local, un
fortalecimiento de la democracia, y discutir sobre lo que consumimos. Podríamos
preguntarnos sobre el nivel de consumo sostenible, sobre cómo producir y
adjudicar energía, y a partir de qué nivel de consumo se debe pagar un precio
más alto.
Todo esto necesita suficiente tiempo para realizarse,
y no se debe hacer a escondidas o de manera autoritaria. Podemos empezar dando
un mínimo de consumo de gas, agua y electricidad de forma gratuita y progresiva
(aumentando los precios de acuerdo a una curva de aumento de precios a más de
diez años, por ejemplo), lo que da tiempo para que todos se adapten. Además,
esto permite que la gente asuma como propios los cambios necesarios en su
estilo de vida, de vivienda y en su relación con los demás.
Ello permite al mismo tiempo la protección de los
más pobres, al proporcionar un acceso rápido a las necesidades básicas de forma
gratuita, y funciona como una herramienta de transición que nos da margen para
pensar en la forma en que producimos y utilizamos la energía y la manera de
cambiar nuestro estilo de vida con el fin de cambiar significativamente nuestro
consumo.
¿Puede provocar un incremento en la competencia
entre los territorios?
Existe un riesgo, pero hoy en día ya existe esa
competencia, sobre todo cuando se trata del agua, y es extremadamente violenta.
El agua no se gestiona de forma democrática o de una manera que tenga en cuenta
los principales problemas ambientales, por el contrario se gestiona siguiendo
el mito delirante de la mano invisible. Con el objeto de producir lo que
necesitamos de una manera sostenible, uno de los retos de la UAA y del
movimiento por el decrecimiento en general es redefinir nuestras necesidades y
comportamientos para poder organizar a nivel local y abiertamente los
intercambios de productos y servicios.
Desde una perspectiva de transición, el objetivo
es reducir nuestra huella de carbono. Obviamente, la solidaridad tendrá que ser
impuesta. Pero el objetivo, en última instancia, es luchar por una sociedad que
sean lo más autónoma posible.
Las transferencias UAA bajo la forma de derechos
de giro y monedas locales ¿no es cierto que niegan a las personas la libertad
de consumir productos que no son locales?
No estamos contra el mantenimiento de las monedas
locales, regionales, nacionales o supranacionales. No se trata de oponer todo lo
local contra lo mundial. Se trata de encontrar el equilibrio adecuado. Las
monedas locales, además de ser herramientas económicas más justas, son
herramientas que ayudan a reapropiarse de la política y a repolitizar la
sociedad, porque la gente es inducida a cuestionar el actual consumo,
producción y usos. Esto no es en absoluto algo que se oponga a la libertad de
movimiento y de cambio de divisa, que probablemente seguirá existiendo. No
estamos a favor de la prohibición de que la gente que vaya al bosque con sus
grandes 4x4 a disfrutar de sus paseos motorizados. Sin embargo, y en relación
con el impacto ambiental que provocan, sí deberán pagar el coste real, así como
su impacto en términos de mano de obra humana y de la gasolina utilizada para
hacer que funcione.
A nivel mundial, el 20% de la población se ha apropiado
de un 87% de los recursos naturales del mundo En Europa, vivimos entre
algodones -especialmente los ricos- porque nunca vemos las externalidades
negativas que nuestro consumo está generando. Pagamos un alto precio para
mantener la ilusión de la libertad de consumir, tanto en términos de medio
ambiente como de explotación y destrucción de otras poblaciones de todo el
mundo. La lógica detrás de la re-localización de nuestra producción es romper
con esta ilusión de la libertad. Si los productos nocivos para el medio
ambiente que requieren la explotación de una gran cantidad de personas fueron
producidos localmente, nos encontraríamos cara a cara con las consecuencias de nuestras
acciones.
Hablamos de transición a largo plazo, libre de
autoritarismo, pero al mismo tiempo discutimos la imposición de un techo máximo
de ingresos y de una requisa de viviendas para trabajadores. ¿Cómo conseguir
hacer nuestra aquella parte de la población que podemos llegar a perder si le
pedimos aceptar tales propuestas?
La elección es entre el decrecimiento por elección
o recesión por necesidad. La Unión Europea ha impuesto esta última a través de
planes de austeridad brutales. La huella ecológica de Grecia ha disminuido
porque la gente no tiene nada, consumen sólo el mínimo cuando pueden, y ni
trabajan ni utilizan su coche. Las consecuencias humanas son devastadoras.
Pero también vemos que los griegos han
desarrollado modelos económicos alternativos. En particular, tenemos el ejemplo
de la revolución de la patata [ventas
directas del productor al consumidor, ed.]. Algunos imprimen dracmas, otros
establecen intercambios de tiempo (el médico desempleado ofrece sus servicios
al carpintero en paro y viceversa...) La experiencia de la recesión ha llevado
a los resultados a los que un decrecimiento elegido está apuntando. Sin
embargo, el camino recorrido hubiera sido muy diferente.
Puedes acceder a más información en: http://www.greeneuropeanjournal.eu/degrowth-counter-crisis/#sthash.IhNlosvC.7eKUEEH0.dpuf
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