dilluns, 14 d’abril del 2014

Tenemos que despedirnos del sistema económico actual

Article aparegut a  El País


La ONU alerta de que solo un giro radical detendrá el cambio climático

El informe del panel de expertos añade presión para lograr en 2015 un recorte ambicioso de emisiones


Central térmica de Endesa en As Pontes (A Coruña). / GABRIEL TIZÓN

“Tenemos que despedirnos del sistema económico actual”. Así de radical se mostró ayer en Berlín el investigador Ottmar Edenhofer en la presentación del informe sobre cambio climático auspiciado por Naciones Unidas. Los representantes de 120 Estados tuvieron que escuchar las conclusiones de unos científicos muy críticos con las decisiones políticas impulsadas hasta ahora, pero al menos se llevaron un mensaje esperanzador: es posible evitar el desastre. Para ello habría que actuar con decisión y de forma urgente.
El grupo de trabajo III (mitigación) del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), certifica que, pese a todos los intentos de mitigar el calentamiento global, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero aumentan a un ritmo cada vez mayor: en la primera década del siglo XXI crecieron más rápidamente que en los tres decenios anteriores. Este documento servirá como base de trabajo para las negociaciones que, en 2015 deberán, alumbrar un pacto que sustituya al actual protocolo de Kioto, para entrar en vigor a partir de 2020. Este documento se añade a los dos anteriores publicados por el IPCC sobre la física del cambio climático y sobre impactos del calentamiento.
Los responsables del informe confían en que su trabajo servirá para añadir presión para alcanzar un objetivo ambicioso. La cumbre que se celebrará en París se presenta ya como una batalla entre países en vías de industrialización, que exigirán a los más ricos ayudas económicas para reducir sus emisiones, y los industrializados, que achacarán a los más pobres sus laxas regulaciones para reducir los gases de CO2.
El objetivo que se han marcado los científicos es que las temperaturas no vayan más allá de dos grados respecto al nivel previo a la industrialización. Lograrlo parece posible, pero muy difícil: los expertos del IPCC señalan que solo si en el mundo se diera a partir de ahora un cambio institucional y tecnológico importante habría más de 50% de probabilidades de que el calentamiento global no superara ese umbral.
“La ciencia nos transmite un mensaje claro: para evitar interferencias peligrosas en el sistema climático, no podemos seguir con el statu quo”, sintetiza Edenhofer, uno de los tres copresidentes del grupo de trabajo. Se puede lograr, sí, pero será caro, alertan los autores del estudio, aunque rehúsan aportar una cifra concreta
“El informe es claro. No hay plan B. Solo hay un plan A. Y como necesitamos que alguien dé el primer paso, en Europa adoptaremos un objetivo ambicioso para 2030 este año”, aseguró la comisaria europea de Acción por el Clima, Connie Hedegaard, en alusión al objetivo de reducción de emisiones del 40% respecto al nivel de 1990 que la Comisión Europea propuso el año pasado y que los líderes europeos deben confirmar este año. Sin embargo, los ecologistas consideraron ese 40% un porcentaje demasiado conservador, ya que la crisis económica ya ha hecho que las emisiones se reduzcan en los últimos años sin necesidad de ninguna política medioambiental. “La cuestión ahora es cuándo se comprometerán los grandes emisores. Cuanto más esperen, más costará y más difícil será”, añadió Hedegaard. Entre estos grandes a los que se refiere la responsable europea está EE UU. Su secretario de Estado, John Kerry, dijo que el informe de la ONU es “un llamamiento a despertar” y demuestra que el principal problema es la falta de “fuerza de voluntad global”.
El informe también ha servido para que Gobiernos como el alemán saquen pecho ante sus decisiones. Los expertos apuntan la creciente rentabilidad de algunas energías renovables, como la solar o la eólica. Y la ministra de Medio Ambiente, la socialdemócrata Barbara Hendricks, no pudo evitar la ocasión para defender la apuesta alemana por las renovables. “Podemos desempeñar un papel muy importante si damos al mundo un ejemplo práctico sobre cómo funciona la protección del clima en un país industrial”, aseguró.

diumenge, 13 d’abril del 2014

Xerrada al COAC: La crisi financera, energètica i ambiental ens duu cap al decreixement forçat?


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  Propera conferència al  Col·legi Oficial d'Arquitectes de Catalunya

 La crisi financera, energètica i ambiental ens duu cap al decreixement forçat?


dijous

24/04

17:30h

Sala d’actes del COAC, Plaça Nova 5 (Barcelona)
Acte gratuït prèvia inscripció
Parant atenció a la vessant energètica de la sostenibilitat, l’Agrupació AuS ha anat proposant un seguit de xerrades-debat sobre la crisi energètica derivada de l’esgotament de les energies fòssils. En la xerrada celebrada el 12 de juliol de 2012  “Transició energètica: són les renovables l’alternativa?” es va debatre si les renovables tenen o tindran prou capacitat per a substituir-les. I en la xerrada celebrada 9 de juliol del 2013  “Transició energètica: és el fracking (o fractura hidràulica) una alternativa a Catalunya?” es va debatre si aquest sistema d’obtenció energètica és una alternativa.
La crisi energètica l’entenem com una part de la crisi global que s’està patint. Cal incloure la crisi econòmica i financera per entendre el canvi en les regles del joc que s’estan produint en el govern de les nacions. I en el rerefons de tot plegat tenim una crisi ambiental manifesta.
S’està produint una transició energètica i una transició econòmica-política i volem saber quines poden ser les conseqüències d’aquesta transformació: Qui controlarà l’energia i com es repartirà en un futur proper? Com afectarà a la qualitat de vida de les persones? Quins seran els canvis econòmics i socials que es produiran? El poder polític assolirà a temps els reptes ambientals? Tot plegat ens portarà a un decreixement econòmic i social forçat i caòtic? Hi ha una alternativa raonable a aquest decreixement que impliqui una transició social i econòmica més equilibrada i equitativa?
Donades les repercussions econòmiques, socials i culturals que té l’ofici d’arquitecte, en aquest context de crisi global, inclosa l’ambiental, és evident que el nostre col•lectiu professional no pot mantenir-se aliè a aquesta qüestió. I és obligat preguntar-se sobre quin serà el paper que tindrà la professió d’arquitecte, tant a nivell del disseny territorial com de l’edificació.
I és per això que us convidem a participar en aquesta xerrada-debat per tal de formular correctament les preguntes i obtenir les respostes que ens permetin una millor comprensió del nou repte que se li planteja a la humanitat.
El format de l’acte i els convidats al debat són:
17:30h Núria Pedrals, presidenta de l’agrupació AuS Arquitectura i Sostenibilitat, obertura de
l’acte
17:35h Sra. Fidela Frutos, arquitecta i membre d’AUS, presentació
17:40h Sr. Santiago Niño Becerra, doctor en ciències econòmiques i
catedràtic en economia al Institut Químic de Sarrià, Universitat Ramon Llull
18:10h Sr. Antonio Turiel, científic titular del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) i membre del Oil Crash Observatory
18:40h Xoan Ramon Doldán García, professor d’economia a la
Universitat de Santiago de Compostela i presideix la Red de Economía Ecológica de
España
19:10h debat amb fila 0 i el públic
20:30h final del debat
Des d’AuS volem ajudar que la qüestió de la transició energètica i econòmica i crisi ambiental sigui entesa com a part del mateix problema i de la mateixa solució i a més, a posar-ho en les agendes públiques dels diversos àmbits de la nostra societat (col•lectiu professional, mitjans de comunicació, societat civil, etc.)
Esperem la vostra participació

La inscripció prèvia és necessària per estar informat/da de qualsevol canvi d’última hora. La inscripció a l’activitat també és necessària per motius d’aforament, ja que les places són limitades. No obstant, no és necessària confirmació per part d’AuS. En cas que l’aforament ja estigués complet, sí que s’enviaria immediatament un correu d’avís.

dijous, 10 d’abril del 2014

’2052′: integrando límites en un “mundo lleno” (2)






Como comentábamos en el post anterior ’2052′: integrando límites en un “mundo lleno”, la ciencia económica convencional ha ignorado durante los siglos XIX y XX el tema de los límites. Más exactamente, no los ha ignorado sino que ha asumido que estos límites no eran significativos, y de existir, podían ser superados por otros factores, típicamente la tecnología. Esta hipótesis, progresivamente asumida hace unos 150-200 años, y entonces justificable y por tanto correcta (la hipótesis del “mundo vacío”), ha dejado sin embargo de ser válida en nuestros días.
Y es que en cualquier ciencia aparecen problemas cuando se deja de contrastar una hipótesis y se asume como principio. La hipótesis se convierte entonces en parte estructural (= incuestionable) del paradigma.
Tras la ola de investigación en torno a la sostenibilidad de los años 70, nos encontramos actualmente ante un nuevo impulso. Mientras hace 4 décadas esta ola se debió más a un esfuerzo de anticipación y planificación, la actual, mayor en magnitud y extensión, parece deberse simplemente a la fuerza que tienen los hechos al revelarse. Es interesante comprobar como aunque se advierten avances en el terreno académico, en el político la impresión es más bien la de retroceso respecto de la Cumbre de Estocolmo (1972) o de Río (1992).
En este contexto, el informe 2052 de J. Randers retoma el tema de la sostenibilidad sistémica (recursos, desigualdad, contaminación, etc.) y por lo tanto incluye el tema de la finitud de los recursos energéticos no renovables. Éstos son integrados en un modelo mundial de forma similar (aunque también con diferencias significativas) al modelo WORLD3 del informe de los “Límites del Crecimiento” – en el que Randers también participó.
Es muy interesante ver cómo, 40 años, después, los modelos siguen apuntando a resultados similares a los obtenidos por el WORLD3 de los años 70. Aunque más interesante aún quizá es constatar cómo éste modelo, opuestamente a la “creencia popular en la academia” ha reproducido muy bien la evolución de los últimos 40 años:





(Turner 2008; 2012). Figura tomada de Scientific American: http://www.scientificamerican.com/article/apocalypse-soon-has-civilization-passed-the-environmental-point-of-no-return/
El informe 2052 prevé que será la variable climática la variable crítica en las próximas décadas, es decir que una colapso sistémico sería causado por una interrelación de variables entre las cuales la primera en superar valores críticos sería la climática. Sin embargo, llama la atención cómo, en el contexto BAU que asume Randers, no considera el alcance de un pico en el GDP mundial como una variable crítica:

                                                                          (Randers 2052)
Simplemente comenta que “la economía mundial en 2050 será mucho menor que lo que la mayoría de la gente cree” (aunque es posible que en el libro le extensión dedicada a este tema sea mayor). Las principales razones de esa saturación en el nivel de actividad económica mundial son consecuencia del efecto combinado del (1) declive de la productividad (como se viene observando en las últimas décadas), y (2) de la integración de la ley de rendimientos decrecientes en el sector energético (vía incremento de la proporción de la inversión sobre el GDP, o lo que es lo mismo, de la reducción del EROEI, como se puede ver en la figura anterior). Es muy significativo que la mayoría de modelos (y especialmente aquellos que son políticamente relevantes como el WEM de la Agencia Internacional de la Energía o aquellos que participan en el proceso del IPCC) obvian aspectos como el EROEI, y al hacerlo sus modelos son incapaces de representar estos procesos.
Otro ejemplo de modelo que integra la limitación de recursos y el EROEI es el GEMBA de M. Dale (Dale 2012). De nuevo, se obtienen techos de producción no-renovable poco antes de 2050 así como una saturación en la actividad económica asociada. Esto también coincide con el BAU del informe “Límites del Crecimiento” desde 1972. Grosso modo, parece que los modelos se ponen de acuerdo.




(Dale 2012). IZQ: Proyección de potencia energética por fuentes de energía; DCHA: Nivel de capital industrial total (EJ) representado en función del capital del sector energético (EJ).
Sin embargo, estos 3 modelos no están preparados para representar los problemas a corto y medio plazo de la energía. Es decir, su modelado asume directamente que éstos no van a existir. En las propias palabras de Randers: “Por lo tanto, no preveo un shock petrolero, ni tampoco ninguna otra crisis relacionada con los recursos en el horizonte. Tan sólo veo una transición de materiales baratos a sustitutos más caros, y con suerte, que la transición se realice a un ritmo suficiente para evitar el tipo de choques que pudieran hacer descarrilar el sistema. Pero, de nuevo, esta previsión optimista es una consecuencia de la ralentización del crecimiento económico que confío que se produzca en los próximos 40 años”.
Es decir, estos modelos nos están hablando de máximos teóricos (inalcanzables por lo tanto), no de fechas más probables. Mucha literatura ha explorado las implicaciones económicas del peakoil. En particular, Gail Tverberg escribió un post en respuesta al informe de “2052” con el franco título: “Por qué no me creo la predicción para 2052 de Randers”, en el que criticaba diversos aspectos del modelado del sector energético, su insuficiente desagregación regional (que obvia particularidades locales que podrían tener implicaciones globales) o la omisión de los precios de la energía.
Pero no debemos olvidar que el modelo perfecto a corto, y largo plazo que incluya “todo” no existe ni existirá nunca por nuestra ignorancia intrínseca y las incertidumbres asociadas, y éstos se deben de usar más bien como “herramientas de orientación” en procesos político-sociales. Algo así como rudimentarios (e imprecisos) aparatos de navegación (brújula, astrolabios) en una nave: la tripulación también debe de valorar los riesgos y participar en el diseño de la ruta más segura.
Iñigo Capellán Pérez
Referencias
(D    Dale 2012) Dale, M., S. Krumdieck, and P. Bodger. “Global Energy Modelling — A Biophysical Approach (GEMBA) Part 2: Methodology.” Ecological Economics 73 (Enero 2012): 158–67. doi:10.1016/j.ecolecon.2011.10.028.
(Turner 2008) Turner, Graham M. “A Comparison of The Limits to Growth with 30 Years of Reality.” Global Environmental Change 18, no. 3 (Agosto 2008): 397–411. doi:10.1016/j.gloenvcha.2008.05.001.
(Turner 2012) Turner, Graham M. “On the Cusp of Global Collapse? Updated Comparison of The Limits to Growth with Historical Data.” GAIA  – Ecological Perspectives for Science and Society 21, no. 2 (2012): 116–24.




dilluns, 7 d’abril del 2014

Reflexión sobre las y los refugiados climáticos

Publicat a  VIENTOSUR

INFORME PRESENTADO AL CEI DE LA IV INTERNACIONAL

Reflexión sobre las y los refugiados climáticos

PIERRE ROUSSET
Martes 1ro de abril de 2014
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[Elementos de reflexión basados en la experiencia asiática y presentados al Comité Internacional de la Cuarta Internacional el 23 de febrero de 2014]
Como en el caso de muchos otros movimientos comprometidos en la solidaridad con poblaciones víctimas de desastres humanitarios, después del tsunami que golpeó en 2004 el océano Indico hemos tenido que asumir de forma más central la amplitud de las catástrofes naturales (aunque sean de origen humano). Al año siguiente, Nueva Orleans en los Estados Unidos fue devastado por el huracán Katrina; después el norte de Pakistán y Cachemira por un temblor de tierra.
En este contexto presenté en 2006 un primer informe que pretendía introducir una reflexión sobre estas catástrofes, considerándolas ya en entonces un elemento de la situación mundial, analizando en sus fundamentos sociales las “políticas de ayuda” puestas en marcha por los poderes establecidos y abriendo la discusión sobre nuestras propias responsabilidades y tareas en este tema.
Este informe mostraba en particular que la solidaridad asegurada por las organizaciones progresistas “de campo” era eficaz, tanto en momentos de urgencia como de forma duradera. Para lo que tiene que ver con la urgencia, tomé el ejemplo de Pakistan, donde las primeras casas con materiales sólidos reconstruidas en Cachemira en una de las zonas devastadas por el terremoto lo fueron gracias a la campaña impulsada por la Labour Education Foundation y el Labour Party Pakistan. En lo que respecta a la forma duradera, me referí en concreto a la acción llevada por Areds en Tamil Nadu (India), donde “dalits” (parias) y pescadores se movilizaron juntos, por encima de las barreras de castas, y donde los barcos reconstruidos en los pueblos costeros se convirtieron en propiedad colectiva de las mujeres: la reconstrucción no debía ser “idéntica” –reproduciendo las desigualdades pasadas–, sino “mejor”, reforzando las solidaridades populares y combatiendo las dependencias.
Reconstruir “mejor” es un combate. En efecto, lejos de reducir las desigualdades sociales y las opresiones, las catástrofes humanas las acentúan porque los poseedores pretenden aprovecharse del estado de dependencia y de choque de las poblaciones siniestradas. Un ejemplo clásico es el desarrollo de complejos turísticos en el lugar donde había pueblos que fueron borrados del mapa por un tsunami. Una solidaridad internacional “de pueblo a pueblo”, de “movimiento a movimiento”, permite en cambio ayudar a los medios populares a defender mejor sus derechos en todas las etapas, de la ayuda de urgencia a la reconstrucción (viviendas, conciencias, economía...).
Han transcurrido ocho años desde ese primer informe y hay una nueva acumulación de experiencias. Las conclusiones políticas sacadas en aquel momento me parecen confirmadas. Sin embargo, es importante volver a abordar hoy desarrollos recientes y cuestiones poco o nada tratadas en el informe de 2006, en particular las reglas de la acción humanitaria.
I. Algunos desarrollos recientes
Señalemos entre los desarrollos recientes:
La extensión y agravación de los fenómenos climáticos extremos
El tifón Haiyan/Yolanda que golpeó a Filipinas en 2013 es el ciclón más violento jamás registrado a ras de tierra. Debería ser de clase 6 (clasificación internacional) o de clase 5 (clasificación filipina) –esos niveles no existían entonces, siendo la más elevada de 5 (4 en Filipinas). Es una muestra de la novedad del fenómeno.
El recalentamiento climático provoca una elevación de la temperatura media de las aguas y, por tanto, de su nivel y de la gravedad media de las inundaciones de origen marino a lo largo de las costas. La elevación del nivel de las aguas se conjugó con la potencia de los vientos (con ráfagas que superan los 300 Km/h) para provocar destrucciones de una rara amplitud en el centro de Filipinas.
Los fenómenos climáticos extremos no son exclusivos del Sur. Este invierno, Francia y Gran Bretaña han sufrido una sucesión muy poco habitual de tempestades violentas (con ráfagas por encima de los 150 Km/h), provocando destrucciones en las costas y repetidas inundaciones. Los Estados Unidos por su parte han conocido, según las regiones, una sequía y una ola de frío excepcionales (mientras que el invierno ha sido particularmente dulce en Europa occidental).
La interacción de las catástrofes “naturales” con otros desastres socio-humanitarios
Desde hace mucho tiempo se sabe que el caos climático agravará muchos conflictos, en particular por el control del agua. Citemos tres ejemplos recientes que muestran hasta qué punto las catástrofes naturales pueden provocar (o combinarse con) otros desastres sociales y humanitarios.
El ejemplo más dramático es por supuesto el Nordeste japonés, donde en 2011, con el telón de fondo de la irresponsabilidad y falta de preparación de los lobbies industriales y del gobierno, un temblor de tierra seguido de un tsunami devastador desencadenó la catástrofe nuclear de Fukushima, la más grave junto con Chernóbil.
Recordemos que muchas centrales nucleares fueron construidas junto a las costas, incluso en zonas sísmicas...
Una parte importante de Bangladesh está amenazado por inundaciones asociadas a las tempestades tropicales. Son ya numerosos los refugiados climáticos echados de sus pueblos. Los flujos migratorios, incluso transfronterizos, aumentan en un contexto de crisis social que favorece, tanto en India como en Bangladesh, intensas tensiones intercomunitarias.
En Filipinas, el tifón Hayyan/Yolanda ha afectado a millones de familias. Las zonas siniestradas se encontraban ya entre las más desheredadas del archipiélago y las poblaciones corren el riesgo de hundirse en una pobreza estructural duradera, mayor todavía. Muchos refugiados climáticos se han dirigido a la capital, a Cebu o a Mindanao, hinchando los bidonvilles. Se pide un esfuerzo suplementario a los inmigrantes filipinos que trabajan –con o sin papeles– en numerosos países y que ya antes enviaban mucho dinero a sus familias. La onda de choque social de un fenómeno climático extremo de gran amplitud amenaza con propagarse mucho más allá del territorio directamente afectado.
Los países del Norte están por lo general mejor preparados para hacer frente a las catástrofes climáticas y limitar la propagación de sus efectos sociales. Pero con el ascenso de la precariedad en esas sociedades y la reducción cada vez más drástica de los medios destinados a las políticas públicas de solidaridad, también hay que temer en este terreno una “tercermundialización” de una parte de Europa o de los Estados Unidos...
El Capital, de la inacción a la acción negativa
Frente a la crisis ecológica global, continuar como si nada ocurriera: ésta ha sido la filosofía de los lobbies capitalistas y de los gobiernos a sus órdenes. Si se ha actuado, se ha hecho de forma marginal o, a menudo, limitándose a operaciones de comunicación. Es de temer que nunca llegue el tiempo para actuar, para lo peor y no para lo mejor.
En efecto, la crisis climática puede ser la ocasión de inmensas ganancias capitalistas. Ya se ha experimentado el mecanismo a pequeña escala. Se aseguran beneficios produciendo de forma contaminante y se garantizan nuevos beneficios vendiendo sistemas de descontaminación... La geo-ingeniería pretende elevar esta lógica a escala del planeta: verter limaduras de hierro en los océanos para captar el CO2 o dispersar azufre en la atmósfera para reducir la temperatura, o incluso poner en órbita espejos espaciales gigantes para reflejar los rayos de sol...
Ya están en curso, con apoyo de inversiones públicas, Investigaciones y experimentaciones en climato-ingeniería y geo-ingeniería. Ahora bien, su puesta en marcha provocará desequilibrios en cadena en la atmósfera o en los océanos (desde la multiplicación de las lluvias ácidas a la modificación de los ecosistemas marinos) cuyas consecuencias no pueden ser previstas. Implicará también un nuevo salto adelante de la producción y de su impacto sobre el caos climático y, en general, sobre la crisis ecológica global: una espiral infernal.
Para los capitalistas la razón ecológica pesa poco frente al encanto de la geo-ingeniería: además de inmensas ganancias, promete crear nuevos oligopolios que se beneficien de una posición rentista gracias a su control de sistemas planetarios, con el contrapunto del reforzamiento de su poder político dictatorial sobre la sociedad.
Haití y la crisis del sistema de ayuda institucional
No voy a extenderme sobre esta cuestión, pero el increíble marasmo en que la ayuda institucional hundió a Haití, tras el seísmo de enero de 2010, ha tenido consecuencias muy profundas, mostrando hasta qué punto las políticas gubernamentales y la intervención de algunas ONGs podían alimentar lógicas perversas, descalificando para mucho tiempo los llamamientos a la solidaridad ante muchas personas de buena voluntad: quiebra homicida de la ONU y de los gobiernos, creación de un “mercado de la ayuda” con la competencia entre asociaciones humanitarias, abandono de la población siniestrada a su suerte...
¡No decía en 2006, ni digo ahora, que ninguna asociación humanitaria internacional no hiciera un buen trabajo! Pero hay que contribuir a crear condiciones que permitan a quienes hacen buen trabajo de solidaridad cooperar de forma más eficaz con movimientos sociales progresistas.
Conclusiones
De todo ello, saco tres conclusiones:
– Los efectos de la crisis climática se hacen sentir cada vez más. Hay que atacar la fuente del problema, oponiendo a la lógica capitalista una política pública basada en las exigencias sociales y ecológicas, para limitar primero y detener después el recalentamiento atmosférico, lo que requiere necesariamente medidas anticapitalistas radicales. Pero hay que tener plenamente en cuenta que esta crisis es un hecho presente, que tiene ya consecuencias que debemos integrar en el análisis de la situación mundial y en la definición de nuestras tareas.
– La primera de estas tareas sigue siendo el despliegue de una solidaridad independiente de los poderes establecidos. Esta era la principal conclusión del informe de 2006. No la podemos delegar en las instituciones o en los “profesionales de la ayuda”. Ha habido progresos en este terreno, aunque limitados. Y no podemos responder nosotros solos al problema planteado. Es muy importante asociar (o asociarse con) organizaciones progresistas implicadas en este campo de acción, sindicatos, movimientos campesinos, etc.
– Hay que seguir aprendiendo de la experiencia todavía reciente y llenar las lagunas del informe de 2006. Necesitamos un verdadero trabajo colectivo de reflexión en un campo de intervención de importancia creciente, aunque para nosotros sigue siendo todavía muy nuevo.
II. Lecciones recientes
Tampoco aquí reflexionamos en el vacío: debemos aprender de movimientos dedicados desde hace tiempo a las ayudas humanitarias. Aunque en algunos países, como Filipinas, nuestra propia experiencia es lo suficientemente rica para alimentar nuestra reflexión. Quiero abordar tres cuestiones poco o nada tratadas en mi informe de 2006: los principios de la ayuda humanitaria, la cuestión de los refugiados climáticos como nuevo sector social y la política de prevención, y retomar la importancia de las decisiones sobre reconstrucción.
Las reglas de la ayuda humanitaria
En 2006 insistí en el hecho innegable de que la acción humanitaria no escapa a la política. Los poseedores intentan aprovecharse de la crisis para reforzar su dominio de la sociedad y favorecer sus propios intereses. Nosotros pretendemos ayudar a los más desfavorecidos para que no sean los olvidados de la ayuda y puedan defender sus intereses hasta y durante la reconstrucción socio-económica.
Pero si nos quedamos en eso, corremos el riesgo de concluir que “todo es política”, a costa de ignorar las reglas de la acción humanitaria en tiempos de catástrofe.
Hagamos un paralelismo con la acción médica. Un grupo de médicos progresistas preferirá intervenir en medios populares mejor que en los barrios elegantes; pero allí donde ejerzan, atenderán a todo el mundo, rico o pobre. Nosotros preferimos dar apoyo prioritariamente a comunidades desfavorecidas, donde muchas veces no llega la ayuda institucional, o lo hace poco y tarde; pero la ayuda será distribuida en función de las necesidades (amplitud de las destrucciones de que son víctimas cada familia y su estado de indigencia) sin que las posiciones políticas de unos o de otros sean una condición previa.
Esta cuestión es especialmente sensible tras una catástrofe climática de gran amplitud: tales devastaciones hacen que el tejido social se desgarre y las poblaciones supervivientes queden muy traumatizadas, perdiendo su libre arbitrio. Los supervivientes, además de perder a sus seres queridos, han perdido todo lo demás: vivienda, bienes y medios de existencia (barcos de pesca, material agrícola o de transporte, cosechas o plantaciones, fuentes de empleo...); la propia economía queda devastada. Hay que volver a partir literalmente de cero. Cuanto más vasta es la zona siniestrada, más profundo es el sentimiento de abandono, el sentimiento de encontrarse sin futuro.
Por lo general, los movimientos sociales no resisten a un gran cataclismo y, en el mejor de los casos, hace falta tiempo antes de volver a encontrar capacidad de acción. Por ejemplo, en Tacloban (la principal ciudad portuaria de la isla de Leyte), tras el paso del tifón Haiyan/Yolanda, el sindicato militante de conductores de triciclos quedó atomizado. Hubo que reanudar los contactos y ocuparse de las familias hundidas en la miseria, ayudarles a encontrar comida y bebida, y después alojamiento, mucho antes de que el sindicato pudiera jugar de nuevo un papel de actor social.
Los socorros urgentes pretenden atajar lo más perentorio, pero también volver a crear condiciones indispensables para la recuperación de una actividad colectiva. Es un momento muy delicado, que las potencias establecidas (grandes familias poseedoras, partidos clientelistas, iglesias identitarias...) aprovechan para exigir una “deuda de reconocimiento” a cambio de la ayuda (más o menos real) aportada.
¿Cuál puede ser la relación entre acción humanitaria, con sus principios “apolíticos” (ofrecer una ayuda sin condiciones a poblaciones siniestradas), y compromiso político ante las capas populares en lucha por sus derechos en tiempos de crisis? Nuestros principios de autoorganización, concebidos como la condición de la autoemancipación. Los poderes establecidos intentan permanentizar el estado de dependencia de una población siniestrada, nosotros intentamos favorecer su capacidad de autoafirmación, de independencia; ésa es la diferencia.
Los refugiados climáticos: sector social, movimiento social
Una de las principales lecciones de nuestra experiencia reciente es que en los países golpeados por catástrofes climáticas recurrentes aparece un nuevo medio social, un nuevo sector social: las poblaciones “supervivientes”, los refugiados climáticos. Si los ricos tienen los recursos suficientes para recuperar rápidamente su posición en la sociedad, no ocurre lo mismo con los pobres (o con las familias brutalmente pauperizadas por la catástrofe). En ausencia de una intervención pública masiva y eficaz a su favor, están condenados a sufrir durante mucho tiempo las consecuencias de estos desastres; mientras, otros cataclismos crean nuevas poblaciones supervivientes ¡o golpean de nuevo a las víctimas del anterior!
Se puede trazar un paralelismo con los parados y precarios en la Europa de postguerra. Ayer, un parado o parada no era en general más que un asalariado entre dos empleos; hoy día, es un medio social con sus permanencias y su renovación constante. Ayer, el estatus de precario era marginal (hasta los inmigrantes solían beneficiarse de un trabajo estable); hoy día se vuelve norma. Aparecen (o reaparecen) nuevos medios sociales, lo que exige (re)pensar, percibir sus posibles formas de autoorganización, sus dinámicas.
Las situaciones de catástrofe humanitaria en Mindanao no son de hoy, sobre todo debido a los continuos conflictos militares, y nuestros camaradas tienen una larga experiencia en este terreno. No obstante, sólo recientemente se han vuelto frecuentes los ciclones de fuerte intensidad en el sur filipino (antes golpeaban sobre todo el centro o el norte del archipiélago). En diciembre de 2011, el tifón Washi/Sendong y las inundaciones devastaron regiones costeras donde nuestros camaradas están activos, en particular en Iligan, donde están implantados en barrios populares. Por primera vez, se enfrentaron directamente a los efectos devastadores, psicológicos y sociales de dichas catástrofes climáticas y a la aparición de este medio social constituido por los refugiados climáticos. Movilizaron sus redes militantes en esta provincia y en las vecinas: fue una “primera experiencia” que les permitió estar mejor preparados para actuar cuando un tifón mucho más violento, Haiyan/Yolanda, golpeó el centro del archipiélago dos años más tarde.
Nacieron movimientos de “supervivientes”, autoorganizados, animados por víctimas de la catástrofe climática. Dos años más tarde, cuando el combate por sus derechos continuó en Iligan (Mindanao), cuadros surgidos de esta experiencia estuvieron en Leyte (Visayas) para dar apoyo a las víctimas del súper tifón Hiyan/Yolanda: estos movimientos se inscriben en el tiempo, se reconocen, pueden ayudarse y tejer vínculos, afirmarse en el plano nacional y, por qué no, en el internacional.
Las poblaciones siniestradas tienen derecho a esperar ayuda y solidaridad, lo que nos toca de lleno cuando tenemos capacidad para ofrecer la una y la otra. Pero más allá de este plano, digamos, “elemental” tenemos que responder también a la emergencia de un nuevo sector social (los refugiados climáticos) que exigen formas de organización propia y ¡que pueden implicar a millones de personas! A causa de la propia profundidad del siniestro, las cuestiones clásicas a que nos enfrentamos en las movilizaciones se plantean con particular agudeza: desigualdades de clases y de estatus, opresión de género, tensiones intercomunitarias, racismos e intolerancias religiosas, castas (cuando las hay), violencias contra las mujeres, situación y necesidades específicas de los niños...
Quiero insistir sobre este punto: intervenir en un nuevo (para nosotros) sector social es complejo –hay que aprender de la experiencia– y es un reto fundamental que afecta a toda la organización. No es una responsabilidad pasajera, marginal, el tema para una comisión ad hoc y algunos “especialistas” en ayuda humanitaria, llenos de buena voluntad. El conjunto de la organización debe comprender lo que hay de nuevo en este terreno, ser capaz de movilizar sus recursos militantes, sostener una acción a largo plazo; saber reaccionar sin retraso cuando una nueva zona resulta golpeada y tomar muchas medidas: redespliegue de cuadros, colectivización de la experiencia, formación en los principios básicos de la acción de urgencia, etc.
Este campo debe estar integrado también en el programa general de la organización. Ya se han citado muchas facetas de esta cuestión y hoy sólo quiero insistir en dos de ellas: la prevención de los riesgos y la reconstrucción en interés de las capas populares.
La política de prevención de riesgos
El informe de 2006 no concedió a la política de prevención de riesgos la importancia que merece. Para los países afectados por fenómenos climáticos extremos y recurrentes (cada vez más numerosos), no se trata de un vago “principio de precaución”: dichos riesgos están comprobados y hay departamentos administrativos dedicados a prevenirlos. Si los gobiernos se muestran impotentes frente a los desastres, lo son con pleno conocimiento de causa.
Las razones de que un gobierno falle en sus responsabilidades son múltiples: indiferencia de las élites por la suerte de los pobres, corrupción, ... Estas razones pueden ser muy profundas. Por ejemplo, en Filipinas, la distribución de los fondos y la puesta en marcha de los socorros nacionales pasan por las autoridades locales, no para reforzar la democracia directa sino porque en un régimen clientelista eso favorece a todos los niveles las relaciones de patronazgo o la negociación de alianzas entre “grandes familias”. Problemas: una gran catástrofe climática vuelve impotentes a las autoridades locales y el sistema se atasca.
Más en general, la prevención no se limita a un conjunto de medidas “técnicas” (disponibilidad de medios de socorro...). No se puede, por ejemplo, prevenir los riesgos de inundación por lluvias torrenciales o por elevación del nivel de los océanos sin enfrentarse a poderosos lobbieseconómicos: minas, agro-industria, sector inmobiliario, turismo, especulación financiera... Lo cual exige que el Estado haga prevalecer el interés común sobre los intereses privados capitalistas.
En este terreno hay una relación muy estrecha entre un programa de urgencia para proteger a la población y un conjunto de “reivindicaciones transitorias” cuya legitimidad resulta evidente (¡hay que evitar desastres humanitarios!) y que implican, para ser puestas en práctica, atacar la omnipotencia del Capital.
La política de reconstrucción
Volvemos a encontrar esa relación en cuando se trata de la política de reconstrucción que defendemos tras una catástrofe climática. El informe de 2006 ya lo subrayaba. Digamos de manera muy sintética que la reconstrucción nos plantea muy directamente la cuestión de la reforma agraria en el mundo rural y de la reforma urbana en la ciudad. Se trata por una parte de exigencias dirigidas a las autoridades pero, por otra, también de lo que los movimientos de supervivientes pueden iniciar por sí mismos.
En los pueblos devastados, no basta con reconstruir las viviendas; hay que reconstruir las condiciones generales de existencia. Las autoridades deben proporcionar parcelas de terreno a las familias siniestradas para que puedan producir sin tener que esperar, por ejemplo, a que maduren los nuevos cocoteros. Además, los movimientos pueden, por propia iniciativa, revitalizar una agricultura campesina que ayude a estabilizar el tejido social, a no depender sólo de los monocultivos o de los propietarios de las tierras, asegure un entorno más sano para los niños y participe de un programa de lucha contra el recalentamiento atmosférico. Es crucial el intercambio de experiencias: campesinas y campesinos comprometidos desde hace años en una agricultura biológica en Mindanao aportaron su saber hacer a las comunidades rurales siniestradas de Leyte.
En las ciudades, la reconstrucción pilotada por las autoridades en los barrios populares puede llevar a situaciones desastrosas cuando una gran parte de los fondos concedidos acaban siendo desviados, las normas urbanísticas mínimas no son respetadas y las condiciones de existencia no son tenidas en cuenta: expulsión de los siniestrados lejos de las zonas de trabajo, de los transportes colectivos y de los servicios de salud; falta de intimidad en los inmuebles y niños dejados “al aire libre”, sin protección, cuando sus padres están ausentes; creación de guetos, zonas propensas a la criminalidad... El combate por el derecho a la vivienda y por un urbanismo concebido en interés de los pobres toma entonces un carácter particularmente vital contra la gran propiedad inmobiliaria y la especulación de los terrenos.
La lucha de los refugiados climáticos se une así a los movimientos campesinos y de pobres urbanos, favoreciendo las pasarelas, las convergencias y la formación de coaliciones territoriales o sectoriales, del nivel local al nacional.
III. La solidaridad internacional
La coalición Mi-HANDs (Mindanao) se constituyó en respuesta a las devastaciones producidas por el supertifón Haiyan/Yolanda. Ha realizado un esfuerzo considerable para llevar socorro a las comunidades siniestradas en el norte de la isla de Leyte. La campaña realizada se ha basado ante todo en su capacidad para movilizar recursos militantes, pero también al apoyo recibido a nivel internacional.
Sin tener en cuenta préstamos, Mi-HANDs ha recibido hasta ahora 32.000 euros; unos 1.000 euros vía la campaña iniciada por Europa Solidaria Sin Fronteras (ESSF). Doy las cifras para demostrar que, incluso a nuestra escala, lo que se puede hacer cuenta efectivamente. Y que este apoyo debe continuar, ahora que Mi-HANDs emprende una nueva etapa: rehabilitación y reconstrucción de pueblos devastados.
ESSF ha recibido el apoyo de muchas personas y organizaciones, algunas de las cuales están reunidas en esta sala. No obstante, sus medios siguen siendo demasiado limitados. Sólo puede iniciar una o dos campañas financieras al año, exclusivamente con destino a Asia. Las cantidades colectadas son muy insuficientes, a la vista de las necesidades. ESSF no puede apoyar a sus socios locales tanto como haría falta (grandes asociaciones de solidaridad emprenden sus programas de reconstrucción para 10 años...). Hay que ampliar la base de la solidaridad.
Topamos con una dificultad: la pérdida de las tradiciones de “solidaridad popular”, “movimiento a movimiento”. Hace tiempo ya que las organizaciones progresistas no se comprometen en este terreno, dejándoselo a asociaciones y ONGs especializadas (o a organizaciones paragubernamentales). En el mejor de los casos, un sindicato, por ejemplo, concede ayuda a su organización hermana en el país afectado por una catástrofe humanitaria. Se han realizado algunos progresos estos últimos años, por ejemplo ESSF ha colaborado en Francia con la Unión Sindical Solidarios. Además, otros movimientos defienden concepciones muy próximas a las nuestras en esta materia, como el Socorro Popular francés.
Tenemos todavía mucho que aprender, incluyendo a asociaciones que realizan acciones de solidaridad desde hace muchos años. Podemos también incitar a otros partidos y movimientos progresistas a comprometerse en este terreno y favorecer la asunción de esta cuestión en redes militantes como el Fórum Popular Asia-Europa (AEPF). Tenemos un papel que jugar, por modesto que sea, en el desarrollo de este compromiso internacionalista o en la reflexión política sobre lo que esto implica.
A la vez que continuamos las campañas de solidaridad financiera (en estos momentos hacia Filipinas).
24/03/2014
http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article31434

dissabte, 5 d’abril del 2014

El empleo en las cooperativas crece un 3,7%

Article publicat a   El País

El año 2013 se cerró con 122 nuevas sociedades

La Generalitat destina 900.000 euros a promoverlas

Las reuniones informativas semanales de la federación de cooperativas del trabajo se llenan de gente que quiere saber cómo funcionan, pros y contras… Algo inaudito hace unos años, pero un indicador informal de que la economía social despierta interés y sigue creciendo. El año pasado se cerró con más cooperativas de trabajo (122 nuevas, 3.105 en total) y un aumento de la ocupación del 3,7% (1.397 nuevos empleos, hasta 39.149 trabajadores en conjunto). El porcentaje de creación de empleo dobla el aumento de la ocupación registrado por el conjunto de sectores económicos (1,9%) después de cinco años consecutivos de caída.
Son datos de la Federación de Cooperativas de Trabajo de Cataluña, que esta semana celebra su asamblea anual. Las cooperativas de trabajo (3.105 a cierre de 2013) constituyen el grueso de las 4.808 existentes en Cataluña, que incluyen las agrarias, de educación, servicios, consumo y vivienda. El sector estima que de forma indirecta da empleo a otras 119.000 personas.
El presidente de la federación, Perfecto Alonso, celebra que un año más desde 2009 las cifras sean positivas y resalta que al contrario que en otras situaciones —las crisis de los 70 o los 90, cuando se crearon cooperativas como respuesta a la quiebra de sociedades—, “desde 2000 se crean cooperativas como opción de modelo empresarial”. Alonso recuerda que la ley concursal de 2000 “bloquea la posibilidad de que los empleados continúen la actividad de las empresas”. “La ley está pensada para momentos de bonanza y para que todo el mundo cobre”, explica, “prevé la posibilidad de comprar la unidad productiva, algo difícil por parte de los trabajadores, que cuando las empresas entran en concurso suelen llevar tiempo sin cobrar y se han comido los ahorros, de modo que si se están creando cooperativas es por convicción, no porque sea la única alternativa”.
Las cooperativas son empresas más participativas y democráticas, donde los valores están muy presentes, de ahí que su resistencia a la crisis haya sido mayor: porque las decisiones se toman de forma conjunta y son más flexibles a la hora de ajustarse a situaciones coyunturales. Pero también quiebran: en 2013 se disolvieron 77 cooperativas. La respuesta de la federación es que el saldo de creación sigue siendo holgadamente positivo y que los cierres disminuyen año tras año (en 2009 fueron 165).
Los retos de las cooperativas son, en opinión de Alonso, “que su modelo se vea como modelo empresarial. Todavía hay mucha gente que piensa que una cooperativa no es una empresa”. Otros retos son “generar confianza para atraer inversiones e introducir elementos de corresponsabilidad en la gestión, con los valores cooperativos y al mismo tiempo profesionales”. Por ejemplo, explica, “en el caso de la cooperativa de L’Aldea, el gerente no actuó correctamente y el resto de socios, que se dedicaban a lo suyo, que es el campo, no intervinieron en la gestión diaria”.
 La Federación de Cooperativas de Trabajo ha sido el principal impulsor junto a la Generalitat del programa Aracoop, en el que participan 34 entidades, las diputaciones, universidades, cámaras de comercio y colegios profesionales. El ejecutivo destinará 900.000 al programa, que busca ampliar el posicionamiento de las empresas de economía social como modelo empresarial viable, y que ganen presencia social; favorecer la creación de nuevas iniciativas y fortalecer su sostenibilidad.
El director general de Economía Social y Cooperativa, Xavier López, señala que la economía social “es un sector económico mucho más presente en nuestra sociedad de lo que imaginamos. La red logística de las farmacias, por ejemplo, es una cooperativa”, dice y sintetiza que el objetivo de Aracoop es “ponerlas en valor”.
En la misma línea de fomentar el cooperativismo, un reciente estudio sobre la poca efectividad de las políticas de empleo juvenil del Igop (el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB), dirigido por el catedrático Joan Subirats en el marco del programa RecerCaixa, apuesta por el fomento de la economía social e “incorporar cláusulas sociales en la contratación pública”. Esto es, que las administraciones públicas reservaran una parte del mercado a las empresas de economía social, lo que les garantizaría unos ingresos. Con los ingresos que obtuvieran, dice, podrían “afrontar inversiones con tranquilidad”, además de que provocarían un “impacto positivo en la sociedad y el territorio donde están implantadas”.


Emprendedoras de la economía social



Cèlia Sanz, Laura Bordera y Núria Mateu, socias del proyecto de comercio justo n'klôwô. / CARLES RIBAS

Entre los 26 y los 31 años, Cèlia Sanz, Laura Bordera y Núria Mateu, universitarias, estaban hartas de “encadenar trabajos precarios”. Hablan como una sola voz, la de la cooperativa n'klôwô, que además es un proyecto de comercio justo: importan de ropa del hogar de algodón confeccionada “en condiciones de trabajo digno” en Costa de Marfil y Burkina Faso. Lanzarán su primera colección en mayo.
El proyecto, del que responden desde el LabCoop (el vivero del grupo cooperativo Ecos), ha ganado la última edición de los premios Manuel Arroyo para Jóvenes de la Economía Cooperativa. Las creadoras defienden que si apostaron por el cooperativismo como forma jurídica es “por sus valores y por su dimensión más humana y horizontal”.


30 años y ni un despido



Frederic Torrent, presidente de Ambulancias La Pau, con el técnico José Luiz Méndez. / GIANLUCA BATTISTA

La cooperativa Ambulancias La Pau ha cumplido tres décadas y puede presumir de no haber despedido a nadie. Ni durante la crisis que ha hecho estragos en el sector. Suma 86 socios trabajadores y 330 asalariados. De éstos, 13 han sido contratados en el último año, explica el presidente, Frederic Torrent. Relata que entre 2000 y 2006 dieron un “salto cualitativo”.
“Desde entonces, salvo en 2011, cada año ha habido incorporaciones, lo cual demuestra la capacidad de supervivencia y flexibilidad de las cooperativas”. José Luiz Méndez es una de estas incorporaciones. Con 35 años nunca había trabajado en una cooperativa: “Aquí hay más formación, te escuchan más y puedes aportar más”.
  

dijous, 3 d’abril del 2014

Crisis y trabajo

Article publicat a El País

Es urgente pensar en cómo organizar una sociedad en la que una parte de la ocupación no será necesaria para la actividad económica


Esta preocupación por el futuro del trabajo resucita polémicas conocidas en nuestras sociedades europeas sobre “el fin del trabajo”. Es lógico que haya opiniones que prevean su declive. Lo que yo creo es que, en cualquier caso, lo que debe haber es un cambio importante en el papel del trabajo en la vida personal.
El fenómeno que estamos observando se debe a la confluencia de dos factores: la sustitución del trabajo por tecnología (máquinas, ordenadores, robots…), y el desplazamiento del trabajo hacia otras áreas del planeta. Por ello es urgente que reflexionemos sobre estos dos temas. En primer lugar, ¿cuales son los efectos finales de la incorporación de tecnología a nuestras vidas, qué efectos beneficiosos supone, y que peligros tiene? Y otro más profundo, ¿cual es el papel que juega el trabajo en nuestras modernas sociedades? Analicemos si siempre ha sido el mismo, y si cambiará. No puedo profundizar en ellos en el espacio de un artículo; sólo los planteo.
1. Trabajo y tecnología. La experiencia de dos siglos avala las opiniones más optimistas. No hay ninguna duda de que el proceso que se inicia con la revolución tecnológica en Europa ha supuesto un gran incremento de la productividad, de la producción, de los salarios, del consumo, de la población ocupada, y del bienestar colectivo. Las realidades históricas muestran que en los actuales países desarrollados, a través de caminos llenos de contratiempos, sufrimientos y vaivenes, el proceso global ha sido enormemente positivo y la situación de todos ellos ha mejorado mucho en riqueza y en bienestar.
De todos modos es necesario analizar si ello puede ser siempre así. Todo esto ha ocurrido en un entorno que ha tenido, entre otras, las siguientes características: el fenómeno se ha producido en unos territorios con una población reducida respecto al conjunto del planeta; con una disponibilidad de recursos naturales aparentemente ilimitada; con unos mercados de trabajo regulados y con importante fuerza sindical; y con unas políticas fiscales que han favorecido la disminución de las desigualdades y la aparición de unas extensas clases medias con gran capacidad de consumo y con constantes aumentos de formación. En todas estas circunstancias, la tecnología no ha destruido el trabajo sino que lo ha incrementado, potenciado y mejorado.
La pregunta que estoy planteando es cómo podrían ir cambiado los efectos de la incorporación de tecnología, dadas las nuevas circunstancias que ahora tenemos: la dimensión planetaria del espacio económico, el posible agotamiento de algunos recursos, la incomprensible confianza en los mercados desregulados, y la progresiva separación entre negocio financiero y actividad económica productiva. Tengo la convicción de que la crisis no es una respuesta negativa pero sí un toque de atención sobre la necesidad de plantear seriamente la evolución de este nuevo escenario para poder preparar medidas que lo encaucen de la forma más positiva posible.
2. Trabajo productivo y retribuido. A diferencia de todas las etapas históricas anteriores, el trabajo está jugando en las sociedades modernas un triple papel: la ocupación principal de las personas, el sistema fundamental de obtención de ingresos y, consecuentemente, su forma de integración social. Se comprende por tanto el carácter dramático del paro, con sus consecuencias económicas, sociales y sicológicas. Ello ha sido así porque se ha partido de la base de que, para disponer de todos los productos y todos los servicios que la sociedad demandaba, era necesario que todos sus miembros en edad de trabajar se ocuparan en producirlos.
En tanto en cuanto la tecnología aumenta enormemente la productividad y la eficiencia en la prestación de servicios, se puede contemplar perfectamente un escenario futuro distinto. Es urgente empezar a pensar como debería organizarse una sociedad en la que una parte importante de la ocupación de las personas no sea necesaria para la actividad económica. Me parece inadecuado hablar del “fin del trabajo”. Pero urge empezar a desarrollar ideas sobre “reparto del trabajo”, “trabajo no productivo”, y “trabajo social”. Y, evidentemente, introducir paralelamente propuestas políticas sobre “reparto de rentas” y “rentas sociales”.
La tecnología y la globalización son dos fenómenos buenos, siempre que los sepamos conducir y enfocar hacia el bienestar general.
Joan Majó es ingeniero y ex ministro.


dimecres, 2 d’abril del 2014

El enigma de la innovación

Article publicat a El País

Es difícil de detectar el beneficio de los descubrimientos tecnológicos del Silicon Valley en el PIB

Alrededor del mundo existe un gran entusiasmo por el tipo de innovación tecnológica que se simboliza en Silicon Valley. Según esta forma de ver las cosas, el ingenio de Estados Unidos es su verdadera ventaja comparativa, ventaja que otros se esfuerzan por imitar. Sin embargo, existe también un enigma: es difícil detectar los beneficios de esta innovación en las estadísticas del PIB.
Lo que ocurre hoy día es análogo a los avances que tuvieron lugar hace algunas décadas, a principios de la era de las computadoras personales. En el año 1987, el economista Robert Solow —galardonado con el Premio Nobel por su trabajo pionero sobre el crecimiento— se lamentaba indicando que “se puede ver la era de las computadoras en todas partes menos en las estadísticas de productividad”. Hay varias explicaciones posibles para esto.
Quizá el PIB realmente no capture las mejoras en los estándares de vida que la innovación de la era de la computadora está engendrando. O tal vez esta innovación es menos importante de lo que sus entusiastas creen. Sucede que hay algo de verdad en ambas perspectivas.
Recordemos la forma en que hace unos años, justo antes del colapso de Lehman Brothers, el sector financiero se enorgullecía de su capacidad de innovación. Debido a que las instituciones financieras habían atraído a las mejores y más brillantes mentes de todo el mundo, uno no habría esperado nada menos. No obstante, al examinar esto de manera más detenida se hizo evidente que la mayor parte de dicha innovación implicaba idear mejores formas para estafar a los demás, manipular a los mercados sin ser descubierto (al menos, no durante un largo periodo) y explotar el poder de mercado.
En este periodo, cuando los recursos fluían hacia este sector “innovador”, el crecimiento del PIB fue marcadamente menor al que se registraba anteriormente. Incluso en los momentos más propicios, el sector financiero no condujo hacia un aumento de los estándares de vida (con excepción de los estándares de vida de los banqueros), y con el tiempo condujo hacia la crisis de la cual ahora nos estamos recuperando. La contribución social neta de toda esta “innovación” fue negativa.
De manera similar, la burbuja del puntocom que precedió a este periodo se caracterizó por la innovación, existen sitios web a través de los cuales uno puede pedir en línea refrescos y comida para perros. Por lo menos este periodo dejó un legado de motores de búsqueda eficientes y una infraestructura de fibra óptica. Sin embargo, no es nada fácil evaluar cómo el ahorro de tiempo que implica las compras en línea, o el ahorro de costes que pudiese derivarse de una mayor competencia (debido a que es más fácil comparar los precios en línea), afecta a nuestros estándares de vida.
Dos cosas deben quedar en claro. En primer lugar, puede que la rentabilidad de una innovación no sea una buena medida de su contribución neta a nuestros estándares de vida. En nuestra economía actual, en la cual “el ganador se lleva todo”, un innovador que desarrolla un mejor sitio web para la compra y entrega de comida para perros puede atraer a todos los clientes alrededor del mundo que usan la red de Internet para realizar pedidos de comida para perros, obteniendo dicho innovador grandes ganancias en el proceso. Pero sin el servicio de entrega, gran parte de las mencionadas ganancias simplemente hubiesen sido percibidas por otros. La contribución neta del sitio web al crecimiento económico puede que sea, en los hechos, una contribución relativamente pequeña.
Es más, si una innovación, como por ejemplo los cajeros automáticos en la banca, conduce a un aumento en el desempleo, ninguno de los costes sociales —ni el sufrimiento de aquellos que son despedidos, ni el aumento en los costes fiscales por tener que pagar a estas personas las prestaciones por desempleo— se refleja en la rentabilidad de las empresas. Del mismo modo, nuestra métrica del PIB no refleja el coste del aumento de la inseguridad que las personas puedan llegar a sentir cuando aumenta el riesgo de pérdida de un puesto de trabajo. Es de igual importancia el hecho de que con frecuencia la métrica del PIB no refleja de manera precisa la mejora en el bienestar de la sociedad que se deriva de la innovación.
En un mundo más simple, en el cual la innovación significaba simplemente la reducción del coste de la producción de, digamos como ejemplo, un automóvil, era fácil evaluar el valor de una innovación. Sin embargo, cuando la innovación afecta a la calidad de un automóvil, la tarea se torna mucho más difícil. Y esto se hace aún más evidente en otros ámbitos: ¿cómo evaluamos con precisión el hecho de que, debido a los avances médicos, la cirugía cardiaca tiene ahora mayor probabilidad de éxito que en el pasado, lo que a su vez conduce a un aumento significativo en la esperanza y calidad de vida de las personas?
No obstante, uno no puede evitar la incómoda sensación de que, cuando todo está dicho y hecho, la contribución de las más recientes innovaciones tecnológicas al crecimiento a largo plazo, en lo que se refiere a los estándares de vida, puede ser sustancialmente menor a la que los entusiastas afirman que es. Se ha dedicado una gran cantidad de esfuerzo intelectual a la elaboración de mejores maneras de maximizar los presupuestos de publicidad y marketing, dirigiéndose dichos esfuerzos específicamente hacia determinados clientes, en especial hacia clientes ricos, quienes realmente pueden comprar el producto. Sin embargo, es posible que los estándares de vida se hubiesen elevado aún más si todo ese talento innovador se hubiese asignado a investigaciones fundamentales, o incluso a investigaciones más aplicadas que pudiesen haber dado lugar a nuevos productos.
Sí es verdad, estar mejor conectados unos con otros, a través de Facebook o Twitter, es realmente valioso. Pero ¿cómo podemos comparar estas innovaciones con otras como el láser, el transistor, la máquina de Turing y el mapa del genoma humano, cada una de las cuales ha dado lugar a una avalancha de productos que a su vez conducen a transformaciones?
Por supuesto, tenemos motivos para soltar un suspiro de alivio. Si bien puede que no sepamos cuánto están contribuyendo a nuestro bienestar las recientes innovaciones tecnológicas, al menos sabemos que, a diferencia de lo que ocurrió con la ola de innovaciones financieras que caracterizaron a la economía mundial precrisis, el efecto de las más recientes innovaciones es positivo.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro más reciente es El precio de la desigualdad: El 1% de la población tiene lo que el 99% necesita.
© Project Syndicate, 2014.  
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.