John Ralston Saul, intelectual antiglobalización
Tengo 66 años. Soy canadiense y vivo en aviones. Soy escritor y filósofo. Estoy casado, con hijastros y nietos. ¿Política? Busco alternativas a la ideología hegemónica, globalizadora. Prefiero no hablar de religión. Presido el PEN Internacional, asociación mundial de escritores
Qué tiene contra la globalización?
Que nos ha traído esta crisis.
¿Así lo ve?
Encopetados profetas de la economía se han pasado años cacareando las bondades globalizadoras. ¡Aquí tienen el resultado!
¿En quién piensa?
En todas las escuelas de economía y finanzas del mundo. Reproducen esta ideología hegemónica, sin cuestionarse nada. Y la han pifiado. ¡Y aun así, no rectifican!
Recuerdo la “mundialización” de Felipe González. Diga usted otro nombre.
Alan Greenspan, que sobre esta crisis confiesa: “Todavía no entiendo del todo por qué ha ocurrido”. ¡El hombre todopoderoso! Presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos… Era dios: hoy es un payaso, un idiota.
Al menos él ha admitido su ignorancia.
Pero la ideología globalizadora persiste. Greenspan no puede entender qué ha sucedido porque sigue abducido por esa ideología aberrante. Como tantos economistas.
¿Qué predica esta ideología?
Que globalización equivale a internacionalización. ¡Engañoso reduccionismo!
¿A qué equivale globalización, pues?
A anteponer la macroeconomía a las personas. Anteponerla al bien común, la creatividad, la paz, la democracia. ¿Resultado? 55% de desempleo entre los jóvenes españoles.
¿No incurre usted en reduccionismo?
Nos prometieron más crecimiento, competitividad, prosperidad, estabilidad, fin de los nacionalismos… ¿Resultado? Mayor abismo entre ricos y pobres, inestabilidad, nacionalismos… ¡Y nadie entona el mea culpa!
¿Por qué?
Los que mandan están convencidos de que las cosas no pueden hacerse de otro modo. Prefieren no arriesgarse a perder la silla.
¿Y hay alternativas viables?
¡Siempre las hay!
Proponga algo usted.
Eso le pidieron al sabio Solón de Atenas, y propuso: “leyes justas” y “romper cadenas”. Parecía imposible, ¡pero pudo hacerse! Propongo ahora exactamente lo mismo.
Aclárelo.
Leyes justas, es decir, transparencia económica y fiscalidad distributiva. Y romper cadenas, es decir, condonar la deuda.
¿Y todo arreglado?
Sí, pues eso devolvería bienestar a la gente. En Tradúzcalo vez de inyectar para dinero el Gobierno en bancos español. calamitosos, para que ¡que amorticen lo transfiera sus hipotecas! a los hipotecados,
¿Seguro?
Así nadie perdería su techo, lo que insuflaría seguridad a la sociedad, lo que sería tonificante para la economía. Y los bancos recuperarían sus préstamos. Y los trabajadores, ya libres de su hipoteca, se reactivarían.
No puede ser tan sencillo…
Sí lo es: lo cuento en muchas escuelas de negocios… ¡y nadie me rebate con argumentos convincentes! En verdad es muy simple.
¿Nadie le rebate, seguro?
No, no osan cuestionar sus propios dogmas, su teoría económica: ¡ahora toca austeridad! Un resabio de un cristianismo tosco.
¿Cristianismo tosco?
Sí, ese del “¡arrepentíos, pecadores!” Por eso nos dicen que hemos pecado y que nos toca hacer penitencia, pagar las culpas.
Pagar la deuda. Interesante teoría…
Y nos lo dicen personas sin sentido humanista ni ético, economistas que no leen, que ni han leído a su propio icono Adam Smith.
¿Por qué dice eso?
En su Teoría de los sentimientos morales, Adam Smith se preguntaba “¿cómo podemos convivir en sociedad?”, y concluía que con imaginación ética: siendo capaz de ponernos en la piel del otro. O sea, con empatía. Y eso debía traducirse en una regulación del mercado para evitar los abusos.
¿Adam Smith no sería hoy neoliberal?
Si levantase la cabeza, se horrorizaría y fustigaría a los neoliberales. ¡Era un humanista que perseguía el bienestar de las personas!, no como estos ignaros gurús economicistas.
La tiene tomada con los economistas…
No les interesa el sufrimiento de la gente, la exclusión, los oligopolios y monopolios, que Adam Smith repudiaba… Se obsesionan sólo con el crecimiento. ¡Qué aberración!
¿Tiene algo de malo crecer?
Hemos enfermado de obesidad… ¡y nos recetan comer más! ¿No es grotesco?
Visto así…
Esta crisis ha sido por exceso de producción. ¡No necesitamos tantas cosas!: crecer por crecer es un sinsentido. Burlémonos ya de estos economistas que hablan con tanta pompa y solemnidad… ¡y son ridículos!
¿No lo dirá porque es usted es escritor, no economista?
Toca revalorizar las humanidades, que abren la mente, ¡mientras los economistas la cierran, la encierran en una teoría! Por eso los escritores somos una amenaza…
¿Y se sienten atacados?
Ahora hay en el mundo 800 escritores encarcelados ¡y ni un solo economista! Sospechoso… La libertad de expresión es la verdadera riqueza, el tónico de la civilización que economistas fanáticos están destruyendo.
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