Article publicat a Ecopolitica
Escrito por Herman Daly. Economista ecológico y profesor de la Universidad de Maryland. Fue economista del Banco Mundial. |
La debacle financiera actual no es
realmente una crisis “de liquidez” como a menudo se la llama
eufemísticamente. Es una crisis de crecimiento desorbitado de los
activos financieros con respecto al crecimiento de la riqueza real, algo
bastante más parecido a lo contrario de una liquidez muy reducida. Los
activos financieros han crecido una gran cantidad de veces más que la
economía real: el papel que se intercambia por papel es ahora 20 veces
más grande que los intercambios de papel por productos reales. No
debería sorprender que el valor relativo de los activos financieros
inmensamente más abundantes haya caído en términos de los activos
reales. La riqueza real es concreta; los activos financieros son
abstracciones; la riqueza real existente está gravada por la cantidad de
deuda futura. El valor de la riqueza real actual ya no es más
suficiente para servir de prenda para garantizar la deuda que crece de
forma explosiva. En consecuencia la deuda se está devaluando en términos
de la riqueza existente. Nadie está ya más ansioso por cambiar riqueza
actual por deuda, ni siquiera a tasas elevadas de interés. Esto se debe a
que la deuda vale mucho menos, no porque no haya suficiente dinero o
crédito, o porque “los bancos no están prestándose unos a otros”, como a
menudo dicen los comentaristas.
¿Puede la economía crecer
suficientemente rápido en términos reales para compensar el aumento
masivo de la deuda?. Dicho con una sola palabra, no. Como señaló en 1926
Frederick Soddy (Premio Nobel de Química y economista underground),
“uno no puede estar contraponiendo permanentemente una convención
humana absurda como la del crecimiento espontáneo de la deuda [el
interés compuesto] a la ley natural del decrecimiento espontáneo de la
riqueza [entropía]”. La población de “cerdos negativos” (deuda) puede
crecer ilimitadamente dado que no es más que un número; la población de
“cerdos positivos” [1] (riqueza real) enfrenta serias limitaciones
físicas. Lo que subyace a la crisis es haberse dado cuenta de que el
sentido común de Soddy era correcto, aunque nadie lo admita
públicamente. El problema no es poca liquidez sino demasiados cerdos
negativos engordando demasiado rápidamente, con respecto a la cantidad
de cerdos positivos cuyo crecimiento está constreñido por sus tractos
digestivos, su período de gestación y los espacios para instalar
pocilgas. También sucede que hay demasiados cerdos de dos patas en Wall
Street, pero este es otro tema.
El crecimiento de la riqueza real está
limitado por la escasez creciente de recursos naturales, tanto por el
lado de los suministros (agotamiento del petróleo) como por el de los
desperdicios (la capacidad que tiene la atmósfera de absorber CO2).
Además, el desplazamiento de la naturaleza y de los objetos viejos para
hacer sitio para los objetos nuevos resulta crecientemente oneroso a
medida que el mundo se va llenando. La creciente desigualdad de la
distribución del ingreso impide que la mayor parte de la gente compre
muchos objetos nuevos, excepto a crédito (más deuda). Los costes
marginales del crecimiento es probable que actualmente excedan los
beneficios marginales, por lo que el crecimiento físico real nos hace
más pobres, no más ricos (el coste de alimentar y cuidar los cerdos
adicionales es mayor que el beneficio extra). Para mantener la ilusión
de que el crecimiento nos está haciendo más ricos diferimos los costes
emitiendo valores financieros de manera prácticamente ilimitada,
olvidándonos convenientemente de que esos llamados valores son, para la
sociedad en conjunto, hipotecas o deudas que se deberán pagar con el
futuro crecimiento real. Ese crecimiento futuro real es muy dudoso y en
consecuencia recurrir a él sirve de poco, con independencia de la
liquidez.
¿Qué es lo que hizo posible que los
valores financieros simbólicos llegaran a estar tan desconectados de la
riqueza subyacente que simbolizan? Primero está el hecho de que nuestro
dinero son billetes sin respaldo ni garantía emitidos por un gobierno,
dinero fiduciario. A pesar de todas sus desventajas, un producto
empleado como dinero (el oro) estaba por lo menos amarrado a la realidad
por un coste real de producción. En segundo lugar, nuestro sistema
bancario de reserva fraccionario admite que al dinero fiduciario emitido
por el gobierno, se acumule de manera piramidal dinero bancario
(depósitos a la vista). Tercero, la compra de acciones y “derivados” en
margen [2] hace posible la acumulación piramidal adicional de activos
financieros sobre la cantidad de dinero ya multiplicada. Además la deuda
contraída mediante las tarjetas de crédito expande la provisión de
cuasi-dinero, como lo hacen otras “innovaciones” financieras que fueron
diseñadas para eludir la regulación de los bancos comerciales y de la
oferta de dinero, que tiene por objeto cuidar del interés público. No
estoy a favor de que se vuelva al dinero-producto, al dinero de pleno
valor, pero seguramente sí apoyaría que a los bancos se les exija tener
el 100% de reservas (que se alcanzaría gradualmente) así como que se
ponga fin a la práctica de comprar acciones en margen. Todos los bancos
deberían ser intermediarios financieros que prestaran el dinero de los
depositantes y no máquinas de crear dinero surgido de la nada y de
prestarlo con interés. Si cada dólar invertido representara un dólar
previamente ahorrado, restableceríamos el equilibrio entre inversión y
abstinencia de los economistas clásicos. Si la abstinencia tuviera que
anteceder a la inversión se tolerarían menos inversiones estúpidas o
deshonestas. Por supuesto los economistas del crecimiento proferirán
alaridos diciendo que esto disminuiría el crecimiento del PIB. Que así
sea ya que el crecimiento marginal como lo medimos en la actualidad ha
devenido antieconómico.
La agrupación de hipotecas de diferentes
calidades en conjuntos opacos y mezclados debería prohibirse. Una de
las premisas básicas de un mercado eficiente y con un precio que tenga
significado es un producto homogéneo. Por ejemplo, tenemos el mercado
del maíz número 2 y el precio correspondiente, no el mercado y el precio
de un agregado aleatorio de diversos granos. Sólo gente que no entiende
nada acerca de los mercados o que está cometiendo concientemente una
estafa pudo haber comprado o vendido estos revoltijos imprecisos. No
obstante los genios matemáticos de la agregación de Wall Street lo
hicieron y ahora parecen sorprendidos por su incapacidad para
justipreciar estos “valores” idiotas.
Y es muy importante en todo este asunto
el déficit de nuestra balanza comercial, que ha hecho posible que
consumamos como si verdaderamente estuviéramos creciendo, en lugar de
estar acumulando deuda. Hasta el momento nuestros socios comerciales con
excedente han estado dispuestos a prestarnos los dólares que obtuvieron
de nosotros comprando bonos del tesoro, es decir más deuda
“garantizada” por derechos sobre una riqueza que todavía no existe. Por
supuesto que ellos también compran valores reales y la capacidad de
obtener beneficios en el futuro. Mientras tanto, nuestros brillantes
gurús económicos continúan predicando la desregulación tanto del sector
financiero como del comercio internacional (es decir, el “libre”
comercio). Algunos hemos estado manifestando desde hace mucho tiempo que
este comportamiento era torpe, insostenible, antipatriótico y
probablemente delictivo. Quizá estábamos en lo correcto. El próximo paso
será el repudio de la deuda que no se pueda rescatar, ya sea
directamente con la bancarrota de los bancos y la confiscación o,
indirectamente, con la inflación.
Artículo publicado en enero de 2009 por el BANK INFORMATION
CENTER (www.bicusa.org), organización no gubernamental orientada a
influir en el Banco Mundial y otras instituciones financieras
internacionales para promover la justicia social y económica y la
sostenibilidad ecológica.www.bicusa.org/proxy/Document.100877.aspx Traducido por Jorge Crosa. [1] La referencia a los “cerdos” proviene de un ejemplo que da Soddy en su libro Wealth, Virtual Wealth and Debt (Riqueza, riqueza virtual y deuda), publicado en 1926. (N. del T.) [2] La compra “en margen” se caracteriza por hacerse, en parte, con un préstamo que el agente bursátil que realiza la venta hace al comprador. (N. del T.) |
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada