13 de Febrero del 2015
La Unión Energética ha sido una de las grandes propuestas de Juncker desde que salió elegido presidente de la Comisión Europea. Le ha dado tanta importancia que ha llegado incluso a dedicarle una de las vicepresidencias que ha creado. Por esto el sector energético europeo esperaba con ansia las primeras propuestas de este plan. Y por fin, tenemos un primer borrador filtrado, que marca las líneas maestras de lo que va a ser su propuesta.
Un artículo de Aitor Urresti.
El reto energético en Europa
La situación energética de la Unión Europea es preocupante, tal y como lo explica el propio documento en su introducción: Importamos el 53% de nuestra energía, 400 billones €/año,
el 90% del parque de viviendas es ineficiente, y el 94% del transporte
dependiente de petróleo, del que se importa el 90%. Por si esto fuera
poco, gastamos 110 billones €/año en subsidios a la energía, “con frecuencia sin justificar” en palabras del documento. El precio doméstico de la electricidad sigue subiendo, mientras que bajan los precios generales, y el precio de la electricidad para industria es un 40% más cara que en EEUU, y el gas de 3 a 4 veces más caro.
La Unión Europea es absolutamente dependiente de fuentes de energía que importa del exterior,
con la pérdida de divisas que supone. Una energía importada que además
es despilfarrada por la baja eficiencia de las viviendas, y por el
sector de transporte que está desbocado. Dependemos además de los
combustibles fósiles que están generando un gran impacto ambiental tanto
en los lugares de consumo como en los de extracción, y que han situado a
la humanidad ante uno de los grandes retos de la historia: el cambio climático.
La solución por lo tanto parecería clara: diseñar un plan para reducir el consumo de energía en la UE, adoptando medidas ambiciosas de eficiencia energética en la edificación, la industria y el transporte. Optar por energías autóctonas limpias, que generen poco impacto ambiental y no contribuyan al efecto invernadero, esto es, energías renovables. Y para terminar, replantear el modelo de consumo y producción en la UE para transitar hacia una economía baja en carbono.
La propuesta de la Comisión Europea: confundiendo prioridades
En cuanto empezamos a leer el borrador de propuestas, la decepción es automática.
El primer eje de la Unión Energética es la seguridad y la confianza,
que basa en diversificar las vías de entrada de gas natural y Uranio,
mencionando incluso que la actividad diplomática de la UE debería estar
encaminada a asegurar las vías de suministro de estos combustibles. No
hace más que una mención a las energías renovables, y las liga a otros
recursos como los hidrocarburos no convencionales que se extraen
mediante técnicas tan nocivas como el fracking.
Propone la creación de un
mercado interno a nivel europeo, con dos vías de actuación. Por un
lado, renovar la red eléctrica para permitir la generación distribuida
mediante renovables en manos de los usuarios, y el tendido de redes de
muy alta tensión para transmitir la electricidad a largas de distancias,
al tiempo que se incrementa el intercambio de electricidad en las
fronteras. A nivel normativo y fiscal, propone la armonización a nivel
europeo, al tiempo que se reforma el mercado de emisiones para que las
tasas al carbono limiten el desarrollo de las tecnologías más sucias.
Además menciona la participación de la ciudadanía en este proceso, de
manera que se convierta al mismo tiempo en consumidora y productora de
electricidad.
Otro de los ejes sobre
los que se quiere construir esta Unión Energética es la eficiencia,
poniendo especial atención en la edificación y el transporte, que son
las áreas que tienen mayor potencial para el ahorro. Para el transporte
propone hacer más exigentes los límites de emisiones de los vehículos, y
traspasar el transporte de mercancías de las carreteras al ferrocarril o
al tráfico marítimo. Para el transporte urbano, el impulso a nuevas
tecnologías como los coche autónomos. Para la edificación propone buscar
nuevas vías de financiación para impulsar la rehabilitación energética
de los edificios, y el establecimiento de límites de consumo más
estrictos para los edificios nuevos. Al mismo tiempo, propone prestar
atención a la pobreza energética, analizando el impacto social de las
medidas que se vayan tomando, y dar prioridad a las viviendas sociales
en los planes de rehabilitación.
La descarbonización de la
economía es otro de los grandes objetivos que se marca la propuesta,
sobre todo mediante la reforma del mercado de emisiones. Pretende de
esta forma conseguir que la UE se convierta en líder mundial en energías
renovables. La propuesta destaca el papel de los biocombustibles en
este proceso, como apoyo a la descarbonización del sector de transporte,
además de su electrificación.
El último pilar de la Unión Energética será la investigación y el desarrollo, según esta propuesta. Una propuesta de I+D que incluye seguir financiando la investigación en energía nuclear mediante Euratom, además de los sistemas de almacenamiento de electricidad y la automatización de los hogares.
Una propuesta alternativa
Como ya adelantaba al
principio, la propuesta sobre la que está trabajando la Comisión Europea
resulta decepcionante. Se trata de una propuesta que carece
absolutamente de visión hacia el futuro y hunde sus raíces en querer
mantener en gran medida el modelo energético actual, con pequeñas
modificaciones para dar cabida a las energías renovables. Sin embargo, las líneas prioritarias de una Unión Energética tendrían que ir por otras vías.
Una de las bases de esa
Unión Energética tiene que ser una apuesta clara por una reducción del
consumo de energía y por la eficiencia energética en la Unión Europea.
Hay que promover la rehabilitación energética de edificios, como propone
el borrador, pero también es hora de que la comisión europea aclare los
requisitos de la normativo de Edificios de Consumo Casi Nulo, y
clarifique los plazos de entrada en vigor de esta nueva normativa,
además de establecer normas para que los edificios de gran superficie
sean generadores netos de energía. En el sector de transporte, hay que
apostar definitivamente por la movilidad compartida, el desvío de las
mercancías al ferrocarril, y a nivel urbano por la movilidad no
motorizada (peatonal, bicicleta), y el transporte público.
La siguiente gran apuesta
que tendría que realizar la UE es por las energías renovables, puesto
que son las únicas fuentes de energía que nos pueden llevar a una
economía descarbonizada, limpia, segura, y que no dependa de los
intereses de terceros países. Esto va a requerir inversiones en nuevas
infraestructuras de distribución, en las que deberían primar las
conexiones regionales e interregionales, sobre las líneas de muy alta
tensión, la adecuación de la red eléctrica a la generación distribuida
mediante redes inteligentes, y la I+D para rebajar aún más los precios
de estas fuentes de energía y pasar los sistemas de almacenamiento de
electricidad de la etapa de prototipo en la que se encuentran a producto
comercial.
La puesta en
marcha de estas medidas de ahorro, eficiencia y apuesta por las
renovables va a suponer una disminución importante del consumo de
combustibles fósiles, haciendo que la mayoría de inversiones en
grandes infraestructuras propuestas en el borrador sean innecesarias.
La propia Agencia Internacional de Energía advierte de que para el 2020
el 80% de las inversiones en energía deberían ser de tecnologías bajas
en carbono, si queremos luchar de manera efectiva contra el cambio
climático. Carece de sentido por lo tanto ligar la acción exterior de la
UE a asegurar el abastecimiento de combustibles fósiles y nuclear,
evitando así espectáculos tan bochornosos como la tibieza con la que se
está actuando con el conflicto de Ucrania, debido a la dependencia del gas de Rusia.
Todas estas medidas tienen que ir ligadas
a nuevas normas que faciliten el intercambio de energía a nivel local y
regional, eliminando las trabas al autoconsumo y el balance neto,
y una armonización fiscal que elimine las subvenciones a los
combustibles fósiles, integre las medidas de apoyo a energías renovables
a nivel europeo, y modifique el mercado de emisiones.
Europa, abanderada de un nuevo modelo energético
En resumen, este tiene que ser el objetivo real de la Unión Energética: convertir a Europa en abanderada de un nuevo modelo energético.
Un modelo energético que se base en el ahorro y la eficiencia
energética, y en la generación de energía mediante renovables, generadas
de manera distribuida por la propia ciudadanía. Un nuevo modelo
energético creado desde abajo, donde pasemos de ser consumidores a ser
prosumidores: productores y consumidores al mismo tiempo. Gracias a una
red inteligente interconectada que nos permita intercambiar con
facilidad la electricidad que generemos, y con sistemas de
almacenamiento que cubran los momentos en los que no hay fuentes
renovables disponibles. Un modelo energético en el que consigamos por
fin democratizar la energía, en donde cada persona pueda decidir cómo,
cuándo y qué tipo de energía quiere consumir o generar, devolviendo la
capacidad de decisión a la ciudadanía.
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