dimarts, 27 d’agost del 2013

El Estado quitará los bienes comunales de los pueblos

Post aparegut a la web Guiarte.com


Las juntas vecinales de los pueblos cepedanos, como los de otros puntos de España, pueden perder los terrenos y propiedades comunales


Paseantes recorren la Ruta de la Batalla de Cogorderos. El bosque de Valdicadierno sería otro espacio más que perderían los pueblos

Las juntas vecinales de los pueblos cepedanos, como los de otros puntos de España, perderán las propiedades y comunales en virtud del texto de un anteproyecto de ley aprobado por el gobierno de Mariano Rajoy el 13 de julio pasado.
Montes comunales, antiguas escuelas, derechos de caza, maderas… todo lo que ha sido propiedad comunal dejará de serlo en virtud de un texto que desmantela las juntas vecinales.
Todo eso pasará a ser administrado por otros, probablemente La Junta o la propia Diputación, con lo que no se puede descartar la posibilidad de que se acabe entregando a empresas o particulares para su explotación, mediante algún tipo de acuerdos o convenios…. En definitiva, una desamortización de los núcleos rurales para la administración de los bienes por políticos, empresarios o burócratas.
De esta forma, un inmenso pedazo de España va a ser arrancado a sus propietarios, sin justificación, a la vez que se anulan instituciones con más de 2.000 años de funcionamiento, en lo que se perfila como el mayor robo del siglo XXI.
Y ese asalto a lo ajeno se ha producido casi sin escándalo público porque se lleva a cabo en los núcleos rurales, envejecidos y silentes, y a través de una legalidad con la que se quiere aparentar mayor racionalidad. Robo y esquilmación de la historia.
Los núcleos rurales del norte de España han empezado a tomar conciencia del asalto gubernamental y están empezando a realizar asambleas para informar del anteproyecto por la cual se quieren eliminar las competencias de las Juntas Vecinales.
Desde tiempos romanos pervive en estos lugares del norte una institución, el Consilium, traducida en nuestro tiempo al Concejo, que es la asamblea que se reúne periódicamente para regir los asuntos importantes del lugar. Allí se aprueban las cortas de los bosques, los derechos de pastos, de cultivo y de caza, la administración de las propiedades del lugar… es un Parlamento del pueblo, en el que cada habitante tiene un voto.
Gobierna la Junta vecinal un presidente, también elegido periódicamente por votación popular. Y esta Junta se encarga de multitud de aspectos de atención a los recursos y necesidades del vecindario. Y cuando hace falta dinero para arreglar algo o para ayudar a alguien… se establecen cuotas que todos suscriben.
Todo tiene una base de administración democrática de dos mil años, y que ha servido para defender los derechos de cada uno de los vecinos.
…Y ahora vamos a otro capítulo importante. Todos los recursos comunales pertenecen a todos y se administran por todos. Los campos se distribuyen equitativamente entre quienes quieren trabajarlos, igual que las maderas o los derechos de pasto… y se exponen anualmente todos los detalles de la explotación.
Coexiste así en el campo una explotación privada, de origen latino, con unas exploraciones públicas, de marcada influencia germánica (invasiones bárbaras) lo que da a los pueblo un elevado equilibrio social. Un campesino puede que no tenga muchos terrenos privados, pero de lo público le corresponde una parte igual que a cualquier otro. De hecho, las partes se distribuyen por una comisión, se numeran y se entregan por sorteo.
Pues este sistema milenario, democrático e igualitario de reparto de bienes se acaba por una normativa que ha propuesto el Gobierno Español este mes de julio y que –dada la mayoría existente del Partido Popular- puede ser aprobada sin modificación alguna.

Los espacios cerealistas de los montes cepedanos son en su mayoría comunales. imagen guiarte.com

A los ya menguantes lugares del campo español, les quitarán ahora las casas comunales (antiguas escuelas, sede del concejo, etc.) les quitan los campos comunales, los pastos, los derechos de caza, los bosques…. Robar al pobre para engrosar los bolsillos del rico o del burócrata.
Entre los más indignados se comenta que no es extraño que de proseguir este asalto, proliferen aún más los incendios. Mucha gente opina que hay que calcinar las tierras antes que entregarlas a los ladrones disfrazados de burócratas.
Conocedores del gravísimo problema, ante este asalto a las haciendas y a la historia desde guiarte.com/La Cepeda proponemos:

  • Difundir el robo
  • Protestar en defensa de los derechos económicos e históricos de estos lugares
  • Anunciar que no se volverá a votar jamás a los autores de esta brutal expoliación económica e histórica
  • Apoyar las movilizaciones para defensa de estos vestigios democráticos con más de 2000 años de vigencia
  • Promover y difundir allá donde estemos, este vestigios histórico que quieren borrar Promover ante la UNESCO, el reconocimiento como Patrimonio Mundial del este sistema económico antes de que el Estado lo arrase 

Crisis financiera o crisis monetaria?

Article publicat al diari Alternativas Econòmicas


SUSANA MARTíN BELMONTE

Economista y escritora

Desde hace cinco años no hacemos otra cosa que hablar de la crisis financiera, de sus causas y posibles soluciones. Una de las cuestiones que han quedado claras es que la crisis financiera se desencadenó a causa de la forma irresponsable en que las entidades financieras prestaron dinero en la época que va desde el año 2001 al 2007. Y esto se refiere tanto al perfil del inversor como al objetivo de la inversión, que fue en gran medida la especulación inmobiliaria.
No hay más que revisar los augurios de aquellos que predijeron la crisis de 2008. Todos advirtieron el peligro que había en la gran burbuja de deuda que se estaba creando. Economistas como Steve Keen, Nouriel Roubini, Dan Baker, técnicos del Banco de España o el ecologista Ramón Fernández Durán, por poner solo algunos ejemplos, están entre ellos.
También está probado que esta gran burbuja de deuda fue sobre todo una burbuja de deuda privada, salvo en algunos países como Grecia. Este es el caso de países como España, Estados Unidos, Irlanda y Reino Unido.
Por lo tanto, la cuestión estriba en qué criterios se han seguido para asignar el crédito privado, por qué son erróneos y cómo podrían mejorarse.
Cuando pensamos en el crédito, mentalmente visualizamos a un ahorrador depositando el dinero en el banco y a un inversor tomando un préstamo del banco. Aquí empieza el error. Se supone que el dinero ya existe y por eso se presta, lo cual es falso.
En general la gente no sabe cómo se crea el dinero.  Pero esta cuestión se elude, como si fuese un detalle sin importancia y, en lo relativo a la forma de prestar ese dinero cuyo origen se desconoce, se asume que se presta el dinero que ya existe, pues la lógica dicta que no se puede prestar lo que no existe.
El dinero existe porque se presta
Sin embargo, como tantas veces ocurre, la realidad es contraintuitiva: el dinero no se presta porque ya existe, sino que existe porque se presta. El sistema bancario crea la mayor parte del dinero en circulación al otorgar préstamos. Prestar es la forma de crear una gran parte del dinero en circulación: el dinero bancario. El sistema financiero forma parte del sistema monetario. Aquí radica la importancia del sistema monetario. Los aspectos esenciales respecto a cómo se presta el dinero no se cuestionan, pues desde este falso punto de partida (o sea: se presta el dinero que ya existe) es fácil dar por buena toda una justificación de cómo funciona la asignación de crédito, que es igual de falsa: el ahorro debe ser trasladado a la inversión, la función de los bancos es hacer de intermediarios entre ahorro e inversión, hay que incentivar a los ahorradores con el pago del interés para que presten su dinero... Toda esta serie de ideas que no corresponden a la realidad sirven aún de base de razonamiento para diagnosticar el problema financiero y buscar soluciones. No es sorprendente que las propuestas resultantes no estén resolviendo nada.
Para poner un ejemplo de lo equivocada que es la opinión generalizada respecto a cómo funciona el sistema crediticio, citaremos, por ejemplo, a dos economistas del Fondo Monetario Internacional que han escrito, a título personal, un artículo titulado: The Chicago Plan revisited (se puede descargar siguiendo este enlace: www.stanford.edu/~kumhof/chicago.pdf), en el que proponen un nuevo sistema monetario.
En dicho artículo se describe en detalle el funcionamiento del sistema actual y se declara, citamos textualmente:
 “En el sistema monetario actual (…) los cambios en los agregados monetarios de una nación dependen de si los bancos tienen voluntad de crear depósitos. Y los bancos crean (o destruyen) depósitos cuando crean (o destruyen) préstamos bancarios.”
 “La función fundamental de los bancos en las economías modernas no es la, bastante accesoria, de hacer de intermediarios entre depositantes y prestatarios, sino su función central como creadores y destructores de dinero”.
"La recomendación tan escuchada, de que para generar los adecuados niveles de inversión la economía tiene que generar suficiente ahorro, está fundamentalmente equivocada, porque el sistema crediticio creará el ahorro junto con la inversión [al prestar el dinero]."(Traducción de la autora).
Solucionar y prevenir las crisis financieras consiste en prestar (crear) el dinero bajo otros criterios y esos nuevos criterios son mucho más fáciles de concebir prescindiendo de los principios falsos que hemos mencionado y considerando las verdaderas posibilidades a nuestro alcance, que son mucho más amplias de lo que parece. Posibilidades que ya se están concretando en propuestas para reformar el sistema monetario, como la que acabamos de citar.
La 'R-economía'
La propuesta que yo aporto se llama R-economía. Se trata de un sistema monetario con dinero digital nominativo (anotaciones en cuenta a las que se accede por medios telemáticos), que se crea sin intereses para nutrir la economía productiva, y que permite crear una economía real no especulativa. Esta propuesta está detallada en mi libro: Nada está perdido. Un sistema monetario y financiero alternativo y sano (Icaria 2011). Más información en este enlace: www.nadaestaperdido.info
Otras iniciativas proponen la reforma monetaria por la vía de la creación de monedas paralelas o complementarias. El execonomista jefe del Deutsche Bank, Thomas Mayer, propuso en 2012 la creación de un sistema monetario paralelo para solventar los problemas de los países periféricos de la Unión Europea. Su propuesta para Grecia, concretamente, es una moneda paralela denominada GEURO. Más información en este documento (página 65). Descargar siguiendo este enlace: www.itk.ntnu.no/ansatte/Andresen_Trond/articles/sammelpublikation_parallelw%C3%A4hrung.pdf
 Junto con Thomas Mayer, otros economistas han firmado una declaración en la que defienden la creación de monedas paralelas o complementarias como solución a los problemas de las economías en dificultades de la zona euro (descargar la declaración en este enlace: www.inmaxxa.nl/resources/site1/General/erklaerung_declaration_parallel%20currencies)
Pero esta tendencia no es solo el resultado de los problemas monetario de la zona euro. Las monedas alternativas han sido tradicionalmente la solución en momentos de escasez monetaria. En Suiza hay una moneda complementaria llamada Wir que está en funcionamiento desde 1934, cuando un grupo de empresarios suizos la pusieron en marcha para combatir la Gran Depresión. Hoy la usan más de 60.000 pequeñas y medianas empresas locales. Hay estudios que atribuyen a esta moneda la estabilidad de la economía productiva suiza (más información en: www.youtube.com/watch?v=VMy8zmWSrFA)
En Brasil, el banco central ha decidido apoyar la creación de monedas complementarias, después de comprobar los beneficiosos efectos que tuvo la creación de una moneda social en la zona de Fortaleza por parte de una asociación, una institución que después se ha denominado Banco Palmas: (más información siguiendo este enlace: www.economiasolidaria.org/noticias/brasil_banco_central_reconoce_a_51_monedas_sociales)
En la ciudad de Bristol en UK se ha puesto en marcha una moneda paralela (Bristol Pound). El alcalde de dicha ciudad ha decidido cobrar el 100% de su sueldo en dicha moneda. Más información siguiendo este enlace: http://www.guardian.co.uk/uk/2012/nov/20/mayor-salary-bristol-pounds?CMP=twt_gu
Las cripto-monedas
Junto a esta tendencia, más bien social, cuyo objetivo es encontrar soluciones monetarias en el marco de la recesión, también existen otras soluciones monetarias innovadoras que merecen una categoría aparte. La más destacada serían las denominadas cripto-monedas, como el bitcoin, que se crean desencriptando código informático. Son monedas P2P que tiene la capacidad de escapar al control de los gobiernos, en las cuales el componente social se reduce a aceptar formar parte de la comunidad que las usa. Más información en este enlace: yanisvaroufakis.eu/2013/04/22/bitcoin-and-the-dangerous-fantasy-of-apolitical-money/
Y no podemos olvidar las monedas corporativas que ante todo buscan el beneficio de las empresas que las crean. Amazon ha creado el Amazon Coin para consumir aplicaciones y servicios en entorno del kindle fire. Facebook y el entorno virtual Second Life, también crearon sus propias monedas en el pasado. Las millas aéreas y los programas de afiliación que permiten ganar puntos canjeables por una serie de productos con el consumo de productos o servicios de una determinada marca no dejan de ser sistemas monetarios paralelos, y la tendencia es que sigan creciendo. Más información en: http://www.redusers.com/noticias/amazon-lanza-amazon-coin-su-moneda-virtual/
A pesar de que la falta de liquidez es el motivo que más suele inspirar el uso de monedas alternativas, el verdadero reto no es tapar el agujero de liquidez que sufre actualmente la economía real. Argentina, en la época del corralito, generó numerosos esquemas de intercambio con unidades de cuenta complementarias. Pocos de ellos sobreviven, por desgracia, y la fórmula para asignar el crédito, en la mayor parte del mundo, sigue siendo esencialmente la misma. Una fórmula que, como se ha demostrado, ha sido la causa de la Gran Recesión en la que estamos. El verdadero reto es la reforma monetaria, crear un sistema monetario y financiero que, además de ser un parche de liquidez en la situación actual, pase de lo coyuntural a lo estructural, y constituya una forma diferente de asignar el crédito, una forma diferente de crear el dinero que no provoque crisis financieras, recesiones ni todos los demás problemas que genera el sistema monetario actual, que van mucho más allá de lo descrito en este artículo.

dilluns, 26 d’agost del 2013

Dios y la bauxita en Niyamgiri

Post publicat a la web La Jornada  UNAM

Joan Martínez Alier*


Este es un caso que parece estar acercándose a un desenlace exitoso, que será provisional porque el capitalismo extractivista es un monstruo grande que pisa fuerte y es casi imparable.
De momento, tras 10 años de pelea, está siendo ganado un caso de características especiales en Odisha (un estado del este de la India, llamado antes Orissa). El estado es proveedor de carbón, mineral de hierro, bauxita, hidroelectricidad. También tiene un porcentaje relativamente alto de población tribal. Entre estos grupos están los dongria kondh, en Rayagada y Kalahandi.
Las luchas rurales populares en Orissa desde hace más de 30 años contra la minería de bauxita realizada por empresas estatales o privadas han sido espléndidamente documentadas en libros y videos de Felix Padel y Samarendra Das.
Los dongria kondh viven en la montaña llamada Niyamgiri y en otras vecinas. El mineral de bauxita está en la parte más alta de esas montañas que tienen algo más de mil metros de altura. Allí cae y se recoge naturalmente la lluvia, no es buena idea hacer enormes excavaciones para la minería a tajo abierto.
En diciembre de 2006 yo mismo subí a esta montaña, eso era aun al principio de la lucha. Otros muchos académicos, periodistas, activistas y ecoturistas han visitado el lugar, es ya un conflicto típicamente glocal (es decir, a la vez local y global). Amnistía Internacional y Survival han difundido el problema y han participado en las manifestaciones en Londres (donde la compañía minera, Vedanta Ltd, tiene su sede). Una vez al año los activistas visitan en Londres a los accionistas que se reúnen en su asamblea general para conocer la distribución del dividendo y los planes de inversión. Los activistas acuden con sus bocinas y panfletos.
Tras largos procesos administrativos y judiciales, el 10 de agosto de 2010, el Ministerio de Bosques y Medio Ambiente suspendió la licencia para sacar bauxita que había conseguido Vedanta Ltd. La Niyamgiri Hill da su sustento a varias aldeas de los dongria kondh. Además es una montaña sagrada. Más que eso, la montaña es una divinidad, un dios del panteón local. Es además un lugar hermoso, con árboles llamados sal (shorea robusta), de gran biodiversidad.
Hay mucha bauxita en esa montaña. Vedanta Ltd construyó ya hace seis años una refinería en Lanjigarh, a los pies de la montana, para fabricar aluminio. El residuo es lo que se llama barro rojo, muy tóxico. Vedanta Ltd cometió algunas infracciones a la legislación forestal que le salieron caras. Esa fábrica, de un millón de toneladas anuales, ha funcionado intermitentemente con bauxita de otros lugares bastante lejanos traída por tren y carretera. Eso es caro y además muy contaminante. Construir la fábrica tenía sentido si podía disponer pronto de bauxita cercana. Vedanta Ltd eliminó algunos pequeños poblados e invirtió mucho dinero.
Vedanta Ltd dice: ¿Cómo se va a desperdiciar tamaña inversión en una economía hambrienta de aluminio como la de India? ¿Cómo se atreven ustedes a afirmar que la colina de dónde procedería la bauxita por cinta transportadora, es nada menos que Dios?
La decisión del Ministerio de 2010 no se basó en la sacralidad sino en infracciones administrativas a la especial legislación forestal para grupos tribales (adivasis, en la India), protegidos también en la Constitución. La larga lucha judicial culminó de momento en abril de 2013 cuando la Corte Suprema dictaminó que la mina sólo podía ir adelante si los propios dongria kondh daban su acuerdo en asambleas. En julio y agosto de 2013 se está siguiendo este procedimiento. Para finales de julio, las ocho primeras aldeas consultadas (con 10, 20 familias cada aldea) han rechazado la minería ante los funcionarios judiciales y administrativos, periodistas y activistas. Esa es la tónica general. Ellos hablan su idioma, kui. En esas asambleas se está hablando también oriya (el idioma de Odisha), hindi y sin duda un poco de inglés.
En las discusiones locales, nacionales y globales se esgrimen en este y otros conflictos, en muchos idiomas, los diversos lenguajes de valoración: el dinero y las compensaciones materiales que las empresas darían; las obligaciones legales, los derechos territoriales indígenas, los derechos humanos, hasta los derechos de la naturaleza; el sustento de los humanos en el mercado o fuera del mercado, el valor para la vida del agua, la madera, las plantas medicinales, los alimentos silvestres o cultivados; los valores ecológicos, las especies protegidas.
Intervienen también políticos logicamente interesados en conseguir votos, incluyendo a Rahul Gandhi, que ha defendido a los dongria kondh. Con toda la complejidad geológica, técnica, económica, biólogica, socio política del caso, por no hablar de la importancia de los dioses (¿como el cerro Wirikuta en México?), podemos concluir que por esta vez la justicia ambiental y el ecologismo de los pobres e indígenas van ganando.

*ICTA-Universitat Autónoma de Barcelona

divendres, 23 d’agost del 2013

La tercera era del carbono

Por Michael T. Klare


El inmenso incremento del consumo de petróleo ha producido el correspondiente aumento de las emisiones y el calentamiento planetario (Foto: Archivo).
En todo lo referente a la energía y la economía en la era del cambio climático, nada es lo que parece. La mayoría de nosotros creemos (o queremos creer) que la segunda era del carbono, la Era del Petróleo, será pronto reemplazada por la Era de las Renovables, al igual que el petróleo lleva sustituyendo desde hace mucho tiempo la Era del Carbono. El presidente (estadounidense, Barack) Obama ofreció exactamente esta visión en un muy alabado discurso sobre el cambio climático el pasado mes de junio. Es verdad, necesitaremos de los combustibles fósiles un poco más, señalaba, pero muy pronto serán superados por energías renovables.
Muchos otros expertos comparten este punto de vista, que nos asegura que la creciente dependencia del gas natural “limpio” combinado con ampliadas inversiones en energía solar y eólica permitirá una transición suave hacia un futuro de energía verde en el que la humanidad ya no arrojará dióxido de carbón y otros gases invernadero a la atmósfera. Todo esto suena en efecto prometedor. Solo hay un pequeño inconveniente: que no es, de hecho, el camino por el que avanzamos. La industria de la energía no está invirtiendo de forma significativa en energías renovables. En cambio, está dedicando sus beneficios históricos a nuevos proyectos de combustibles fósiles que implican ante todo la explotación de las denominadas reservas “no convencionales” de gas y petróleo.
El resultado es indiscutible: la humanidad no está entrando en un período que estará dominado por las energías renovables, sino que está iniciando la tercera gran era del carbono: la Era del Petróleo y Gas No Convencionales.
Que nos estamos embarcando en una nueva era del carbono es cada vez más evidente y debería perturbarnos a todos. En cada vez más regiones de Estados Unidos (EE.UU.), y en un creciente número de otros países, se está utilizando la fracturación hidráulica –el uso de columnas de agua a alta presión para desmenuzar las formaciones subterráneas de esquisto y liberar las reservas de petróleo y gas natural atrapadas en su interior-. Mientras tanto, en Canadá, Venezuela y otros lugares se está acelerando la explotación de petróleos pesados a partir de carbón sucio y de las formaciones de arenas bituminosas.
Es cierto que cada vez se construyen más variedades de parques eólicos y solares, pero aunque parezca mentira se espera que en las próximas décadas la inversión en extracción y distribución de combustibles fósiles no convencionales supere, y mucho, al gasto en renovables, al menos en una ratio de tres a uno.
Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), una organización intergubernamental dedicada a la investigación, que tiene su sede en París, la inversión acumulada en el mundo en extracción y procesamiento de nuevos combustibles fósiles alcanzará un total de alrededor de 22 mil 870 billones de dólares entre 2012 y 2035, mientras que la inversión en renovables, energía hidráulica y energía nuclear supondrá una cifra de unos 7 mil 320 billones de dólares. Para esos años, se espera que solo las inversiones en petróleo, estimadas en 10 mil 320 billones de dólares, superen el gasto dedicado a la energía eólica, solar, geotérmica, biocombustibles, hidráulica, nuclear y cualquier otra forma de energía renovable combinadas.
Además, como explica la IEA, una parte cada vez mayor de esa asombrosa inversión en combustibles fósiles se dedicará a formas no convencionales de petróleo y gas: arenas bituminosas canadienses, crudo extrapesado venezolano, petróleo y gas de esquistos bituminosos, depósitos energéticos situados en el Ártico y en las profundidades oceánicas, y otros hidrocarburos derivados de reservas energéticas anteriormente inaccesibles. La explicación de lo anterior es bastante simple. Los suministros mundiales de petróleo y gas convencional –combustibles derivados de reservas de fácil acceso que requieren de un procesamiento mínimo- están desapareciendo rápidamente. Como se espera que la demanda mundial de combustibles fósiles aumente en un 26 por ciento de aquí a 2035, los combustibles no convencionales tendrán que proporcionar una gran parte de la energía mundial.
En un mundo así, una cosa es segura: las emisiones globales de carbono se dispararán más allá de nuestras más desfavorables previsiones, lo que significa que las intensas oleadas de calor serán habituales y que las escasas zonas vírgenes que nos quedan quedarán aniquiladas. El planeta Tierra será un lugar mucho más duro y abrasador –posiblemente a niveles inimaginables-. Desde esta perspectiva, merece la pena explorar con más profundidad cómo es que hemos acabado en este atolladero, en otra era del carbono.
La primera era del carbono
La primera era del carbono empezó a finales del siglo XVIII, con la introducción de la máquina de vapor alimentada con carbón y su aplicación generalizada a toda clase de empresas industriales. El carbón, inicialmente utilizado para las fábricas textiles y las plantas industriales, se empleó también para el transporte (barcos y ferrocarriles de vapor), la minería y la producción de hierro a gran escala. En efecto, lo que llamamos ahora Revolución Industrial se vio en gran medida posibilitada por la creciente aplicación del carbón y la máquina de vapor a las actividades productivas. Finalmente, el carbón se utilizaría para generar también electricidad, un campo en el que sigue siendo dominante en la actualidad.
Esa fue la época en la que enormes ejércitos de infortunados trabajadores construyeron los ferrocarriles continentales y enormes fábricas textiles mientras proliferaban y crecían las grandes ciudades industriales. Fue la era, sobre todo, de la expansión del Imperio Británico. Durante un tiempo, Gran Bretaña fue el mayor productor y consumidor de carbón, el principal fabricante del mundo, su primer innovador industrial y la potencia dominante, y todos esos atributos estaban inextricablemente conectados. A través del dominio de la tecnología del carbón, una pequeña isla frente a las costas de Europa pudo acumular inmensas riquezas, desarrollar el armamento más avanzado del mundo y controlar las rutas marítimas del planeta.
La misma tecnología del carbón que dio a los británicos esas ventajas globales también provocó a su paso una miseria inmensa. Como señalaba el analista de la energía Paul Roberts en su obra The End of Oil , el carbón que se consumía entonces en Inglaterra era de la variedad lignito pardo “plagado de azufre y otras impurezas”. Cuando se quemaba, “producía un humo acre y asfixiante que hacía que escocieran los ojos y los pulmones y ennegrecía paredes y ropas”. A finales del siglo XIX, el aire de Londres y de otras ciudades alimentadas con carbón estaba tan contaminado que “los árboles se morían, las fachadas de mármol se deshacían y las enfermedades respiratorias se hacían epidémicas”.
Para Gran Bretaña y otras primeras potencias industriales, la sustitución del carbón por el petróleo y el gas fue una bendición que permitió mejorar la calidad del aire, restaurar las ciudades y reducir las enfermedades respiratorias. Desde luego, la Era del Carbón no ha terminado en muchas partes del mundo. En China y en la India, entre otros lugares, el carbón sigue siendo la principal fuente de energía, condenando a sus ciudades y poblaciones a una versión siglo XXI del Londres y Manchester del siglo XIX.
La segunda era del carbono
La Era del Petróleo empezó en 1859 con la producción comercial iniciada en el oeste de Pensilvania, pero solo despegó tras la II Guerra Mundial con el explosivo crecimiento de la propiedad del automóvil. Antes de 1940, el petróleo jugaba un papel importante en la iluminación y lubricación, entre otras aplicaciones, pero seguía estando subordinado al carbón; después de la guerra, el petróleo se convirtió en la principal fuente de energía del mundo. De 10 millones de barriles al día en 1950, el consumo global se disparó a 77 millones en 2000, una bacanal de medio siglo quemando combustibles fósiles.
Un elemento fundamental en el predominio mundial del petróleo era su estrecha asociación con el motor de combustión interna (MCI). Debido a la superior portabilidad del petróleo y a su intensidad energética (es decir, la cantidad de energía que libera por unidad de volumen), lo convierte en el combustible ideal para MCI versátiles. Al igual que el carbón alcanzó su importancia al alimentar los motores de vapor, lo mismo sucedió con el petróleo al alimentar las crecientes flotas de coches, camiones, aviones, trenes y buques del mundo. Actualmente, el petróleo proporciona el 97 por ciento de toda la energía utilizada en el transporte mundial.
La prominencia del petróleo se aseguró también por su creciente utilización en la agricultura y en la guerra. En un período relativamente corto de tiempo, los tractores alimentados con petróleo y otras maquinarias agrícolas sustituyeron a los animales como fuente energética fundamental en las granjas de todo el mundo. Una transición parecida se produjo en el moderno campo de batalla , con tanques y aviones accionados con petróleo sustituyendo a la caballería como principal fuente de potencia ofensiva.
Esos fueron los años de la propiedad masiva de automóviles, autopistas continentales, suburbios interminables, centros comerciales gigantes, vuelos baratos, agricultura mecanizada, fibras artificiales y –por encima de todo- de la expansión global del poder estadounidense. Como EE.UU. poseía reservas inmensas de petróleo, fue el primero en dominar la tecnología de la extracción y refinamiento del petróleo y el que más éxito tuvo a la hora de utilizar el petróleo en el transporte, la industria manufacturera, la agricultura y la guerra, destacando como el país más rico y más poderoso del siglo XXI, una saga contada con gran deleite por el historiador energético Daniel Yergin en The Prize . Gracias a la tecnología del petróleo, EE.UU. pudo acumular niveles asombrosos de riquezas, desplegar ejércitos y bases militares por todos los continentes y controlar las rutas marítimas y aéreas del mundo, extendiendo su poder a cada rincón del planeta.
Sin embargo, al igual que Gran Bretaña experimentó las consecuencias negativas de su excesiva dependencia del carbón, igualmente EE.UU. –y el resto del mundo- ha sufrido ya de diversas formas su dependencia del petróleo. Para garantizar la seguridad de sus fuentes de suministro en el exterior, Washington ha establecido tortuosas relaciones con proveedores extranjeros de petróleo y ha combatido varias costosas y debilitantes guerras en la región del Golfo Pérsico, una sórdida historia que expongo en Blood and Oil. La exagerada dependencia de los vehículos de motor para el transporte personal y comercial ha dejado el país mal equipado para lidiar con las periódicas interrupciones de suministros y los repuntes en los precios. Pero, sobre todo, el inmenso incremento del consumo de petróleo –aquí y en todas partes- ha producido el correspondiente aumento de las emisiones de dióxido de carbono, acelerando el calentamiento planetario (un proceso que empezó durante la primera era del carbón) y exponiendo al país a los cada vez más devastadores efectos del cambio climático.
La Edad del Petróleo y Gas No Convencionales
El crecimiento explosivo de la automoción y los viajes en avión, la suburbanización de partes importantes del planeta, la mecanización de la agricultura y la guerra, la supremacía global de EE.UU. y el comienzo del cambio climático: estos han sido los distintivos de la explotación del petróleo convencional. En el momento presente, la mayor parte del petróleo del mundo se produce aún en unos pocos cientos de gigantescos campos petrolíferos en Irán, Iraq, Kuwait, Rusia, Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, EE.UU. y Venezuela, entre otros países; algún petróleo más se obtiene aún en campos alejados de la costa en el Mar del Norte, el Golfo de Guinea y el Golfo de México. Este petróleo sale del suelo en forma líquida y necesita relativamente de escaso procesamiento antes de refinarlo para convertirlo en combustibles comerciales.
Pero ese petróleo convencional está desapareciendo. Según la IEA, los principales campos que actualmente proporcionan la parte del león del petróleo mundial perderán las dos terceras partes de su producción en los próximos veinticinco años, con un resultado neto que se hunde desde 68 millones de barriles al día en 2009 a solo 26 millones de barriles en 2035. La IEA nos asegura que el nuevo petróleo que se encuentre sustituirá esa pérdida de suministros, pero que la mayor parte provendrá de fuentes no convencionales. En las próximas décadas, los petróleos no convencionales representarán una porción creciente de las existencias de petróleo mundial, convirtiéndose finalmente en nuestra principal fuente de suministros.
Lo mismo sucede con el gas natural, la segunda fuente más importante de energía del mundo. La oferta global de gas convencional, al igual que la de petróleo convencional, está reduciéndose y cada vez dependemos más de fuentes no convencionales de energía, especialmente de la proveniente del Ártico, los profundos océanos y las rocas de esquisto, obtenidos mediante la fracturación hidráulica.
En cierto modo, los hidrocarburos no convencionales son similares a los combustibles convencionales. Ambos están en gran medida compuestos de hidrógeno y carbono, y al quemarse producen gran calor y energía. Pero, a la larga, las diferencias entre ellos supondrán para nosotros diferencias cada vez mayores. Los combustibles no convencionales –especialmente los petróleos pesados y las arenas bituminosas - tienden a tener una proporción más alta de carbono e hidrógeno que el petróleo convencional, y por eso liberan más dióxido de carbono cuando se queman. El petróleo del Ártico y de las profundidades del mar necesita mayor energía para su extracción y, en consecuencia, provoca emisiones de carbono más altas en su propia producción.
“Muchas de las nuevas variedades de combustibles derivados del petróleo no se parecen en absoluto al petróleo convencional”, escribió en 2012 Deborah Gordon , especialista en el tema en el Carnegie Endowment for International Peace. “Los petróleos no convencionales tienen a ser pesados, complejos, cargados de carbono y están encerrados en lo más profundo de la tierra, estrechamente atrapados o unidos a la arena, el alquitrán y las rocas”.
Con mucho, la consecuencia más preocupante de la naturaleza distintiva de los combustibles no convencionales es su extremado impacto en el medio ambiente. Como a menudo se caracterizan por ratios más altas de carbono y de hidrógeno, y por lo general necesitan mucha más energía para poder extraerlos y convertirlos en materiales utilizables, producen más emisiones de dióxido de carbono por unidad de energía liberada. Además, muchos científicos creen que el proceso que produce gas de esquisto, saludado como combustible fósil “limpio”, causa amplias liberaciones de metano, un gas invernadero especialmente potente.
Todo esto significa que mientras siga creciendo el consumo de combustibles fósiles, se estarán arrojando a la atmósfera grandes cantidades de C02 y metano que, en vez de reducir, acelerarán el calentamiento global.
Y hay otro problema asociado con la tercera era del carbono: la producción de petróleo y gas no convencional requiere de inmensas cantidades de agua para las operaciones de fracturación, a fin de extraer las arenas bituminosas y los petróleos muy pesados y para facilitar el transporte y refinamiento de esos combustibles. Esto provoca una creciente amenaza de contaminación del agua , especialmente en las zonas de producción con intensas fracturaciones y arenas bituminosas, además de una alta competitividad y lucha por el acceso a los suministros de agua entre perforadores, campesinos, autoridades municipales y otros. Cuando el cambio climático se intensifique, la sequía será la norma en muchas áreas y, por ello, la competición cada vez más feroz.
Junto con estos y otros impactos medioambientales, la transición de los combustibles convencionales a los no convencionales tendrá consecuencias económicas y geopolíticas difíciles de valorar en este momento. Para empezar, la explotación de las reservas de petróleo y gas no convencionales en regiones anteriormente inaccesibles implica la introducción de tecnologías productivas de última generación, incluyendo las perforaciones en el Ártico y en mares profundos, la fracturación hidráulica (hydro-fracking) y el tratamiento de arenas bituminosas. Una de las consecuencias es que alterará la industria global energética al hacer aparecer compañías innovadoras que posean las tecnologías y determinación para explotar los nuevos recursos no convencionales; al igual que sucedió durante los primeros años de la era del petróleo cuando surgieron nuevas compañías para explotar las reservas petrolíferas del mundo.
Esto ha quedado muy evidenciado en el desarrollo del gas y esquisto bituminoso. En muchos casos, firmas más pequeñas y arriesgadas, como Cabot Oil and Gas, Devon Energy Corporation, Mitchell Energy y Development Corporation, concibieron y desarrollaron rompedoras tecnologías. Estas y otras compañías similares fueron pioneras en el uso de la fracturación hidráulica para extraer petróleo y gas de formaciones de esquisto en Arkansas, Dakota del Norte, Pensilvania y Texas, desatando después una estampida de las compañías energéticas más grandes para hacerse también con su propio trozo del pastel en esas zonas. Para aumentar su participación, las firmas gigantes están devorando a las de tamaño pequeño y mediano. Entre las absorciones más destacadas tenemos la compra por ExxonMovil en 2009 de XTO por 41 mil millones de dólares.
Esa transacciones ponen de manifiesto un rasgo especialmente preocupante de esta nueva era: el despliegue de fondos masivos por parte de las grandes de la energía y sus patrocinadores financieros para adquirir participaciones en la producción de formas no convencionales de petróleo y gas, con sumas que exceden enormemente las de inversiones comparables, tanto en el campo de los hidrocarburos como en el de las energías renovables. Para estas compañías está claro que la energía no convencional es el próximo boom y, al igual que las firmas más rentables de la historia, están dispuestas a gastar sumas astronómicas para asegurar que continúan siendo rentables. Si esto significa empezar a pensar que invertir en energías renovables es un timo, amén. “Sin un esfuerzo que diseñe políticas concertadas” que favorezcan el desarrollo de las renovables, advierte Gordon en el Carnegie, las inversiones futuras en el campo energético “probablemente seguirán fluyendo de forma desproporcionada hacia el petróleo no convencional”.
Es decir, habrá una preferencia institucional cada vez más pronunciada entre las empresas energéticas, los bancos, las agencias crediticias y los gobiernos por la producción de combustibles fósiles de próxima generación, lo que aumentará la dificultad para establecer frenos nacionales e internacionales a las emisiones de carbono. Esto se hace evidente, por ejemplo, en el constante apoyo de la administración Obama a las perforaciones en mares profundos y al desarrollo del gas pizarra, a pesar de su pretendido compromiso con la reducción de las emisiones de carbono. Es igualmente evidente en el creciente interés internacional por el desarrollo de las reservas de petróleos pesados y esquistos bituminosos mientras van recortándose las inversiones en energías renovables.
Al igual que en los campos económico y medioambiental, la transición del petróleo y gas convencional al no convencional tendrá un impacto considerable, en gran medida todavía sin definir, en los asuntos políticos y militares.
Las compañías estadounidenses y canadienses están jugando un papel decisivo en el desarrollo de muchas de las nuevas tecnologías a aplicar a los combustibles no convencionales; además, algunas de las reservas de gas y petróleo no convencionales del mundo están situadas en América del Norte.
Todo esto sirve para reforzar el poder global de EE.UU. a expensas de otros productores energéticos mundiales como Rusia y Venezuela, que se enfrentan a la creciente competición de las compañías norteamericanas y de estados importadores de energía como China y la India, que carecen de recursos y tecnología para producir combustibles no convencionales.
Al mismo tiempo, Washington parece inclinarse más por contrarrestar el ascenso de China a través del dominio sobre las rutas marítimas globales y de reforzar sus lazos militares con aliados regionales como Australia, India, Japón, Filipinas y Corea del Sur. Muchos factores son los que están contribuyendo a este cambio estratégico, pero, por sus declaraciones, está bastante claro que los altos funcionarios estadounidenses lo consideran en gran medida una consecuencia de la creciente autosuficiencia de EE.UU. en la producción energética y su precoz dominio de las tecnologías de última generación.
“La nueva postura energética de EE.UU. nos permite enfrentar [el mundo] desde una posición de mayor fortaleza”, afirmó el asesor de seguridad nacional Tom Donilon en un discurso pronunciado en abril en la Universidad de Columbia. “Aumentar los suministros de energía estadounidense sirve de amortiguador para reducir nuestra vulnerabilidad ante las interrupciones del suministro global y nos permite presentar un pulso más firme en la búsqueda e implementación de nuestros objetivos internacionales de seguridad”.
Mientras tanto, los dirigentes de EE.UU. pueden permitirse alardear de su “pulso más firme” en los asuntos mundiales porque ningún otro país posee las capacidades para explotar recursos no convencionales a tan gran escala. Sin embargo, al tratar de obtener beneficios geopolíticos de la creciente dependencia mundial de esos combustibles, Washington está invitando inevitablemente a que los demás contraataquen de diversas formas. Las potencias rivales, temerosas y resentidas por su asertividad geopolítica, incrementarán sus capacidades para resistir frente al poder estadounidense; una tendencia ya evidente en la acelerada construcción naval y de misiles de China.
Al mismo tiempo, otros Estados tratarán de desarrollar su propia capacidad para explotar recursos no convencionales mediante lo que podría considerarse una versión de la carrera armamentística en el terreno de los combustibles fósiles. Esto necesitará de considerables esfuerzos, pero esos recursos están ampliamente distribuidos por el planeta y, con el tiempo, aparecerán seguro otros productores importantes de combustibles no convencionales que desafiarán la ventaja de EE.UU. en este campo (incluso aumentando la resistencia y destructividad global de la tercera era del carbono). Tarde o temprano, gran parte de las relaciones internacionales girarán alrededor de estas cuestiones.
Sobreviviendo a la tercera era del carbono
A menos que se produzcan cambios inesperados en las políticas y conductas globales, el mundo va a depender cada vez más de la explotación de energías no convencionales. Esto, a su vez, implica el incremento en la acumulación de gases invernadero y muy pocas posibilidades de evitar el comienzo de catastróficos efectos climáticos. Sí, también seremos testigos del progreso en el desarrollo e instalación de formas renovables de energía, pero estás jugarán un papel subordinado frente al desarrollo del petróleo y gas no convencionales.
La vida no va a ser muy satisfactoria en la tercera era del carbono. Quienes confían en los combustibles fósiles para el transporte, la calefacción y usos similares quizá puedan consolarse con el hecho de que el petróleo y el gas natural no se van a agotar pronto, como muchos analistas de la energía predijeron en los primeros años de este siglo. Los bancos, las corporaciones de la energía y otros intereses económicos amasarán sin duda asombrosos beneficios de la explosiva expansión de las empresas dedicadas al petróleo no convencional y de los aumentos globales en el consumo de esos combustibles. Pero la mayoría de nosotros no vamos a sentir recompensa alguna. Bien al contrario. Tendremos que experimentar el malestar y sufrimiento que acompañan al calentamiento del planeta, la escasez de los disputados suministros del agua en muchas regiones y el destripamiento del paisaje natural.
¿Qué puede hacerse para acortar la tercera era del carbono y evitar lo peor de sus consecuencias? Exigir mayores inversiones en energía renovable es esencial pero insuficiente en un momento en que las potencias mundiales actuales están haciendo hincapié en el desarrollo de los combustibles no convencionales. Hacer campaña para frenar las emisiones de carbono es necesario, pero será indudablemente problemático, dada la inclinación cada vez más profunda de las instituciones hacia la energía no convencional.
Además de esos esfuerzos, es necesario impulsar la divulgación de las peculiaridades y peligros de la energía no convencional y demonizar a quienes deciden invertir en esos combustibles en vez de en energías alternativas. En ese sentido, ya están en marcha diversos esfuerzos, incluidas las campañas iniciadas por los estudiantes para persuadir u obligar a los administradores universitarios a que desinviertan cualquier aportación a las empresas de combustibles fósiles. Sin embargo, esos esfuerzos son muy poca cosa aún para identificar y resistir frente a los responsables de nuestra creciente dependencia de los combustibles no convencionales.
A pesar de toda la charla del Presidente Obama sobre la revolución de la tecnología verde, seguimos profundamente atrincherados en un mundo dominado por los combustibles fósiles, y la única revolución verdadera que hay ahora en marcha implica el cambio de un tipo de esos combustibles fósiles a otro. Sin duda que es la fórmula ideal para la catástrofe global. Para poder sobrevivir a esta era, la humanidad debe ser muy consciente de las implicaciones de este nuevo tipo de energía y después dar los pasos necesarios para comprimir la tercera era del carbono y acelerar la Era de las Renovables antes de que nos extingamos a nosotros mismos de este planeta.
Michael T. Klare es profesor de estudios por la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College y colaborador habitual de TomDispatch.com. Es autor de “ The Race for What's Left: The Global Scramble for the World's Last Resources” (Metropolitan Books) y en edición de bolsillo (Picador).

Fuente original: http://www.tomdispatch.com/post/175734/tomgram%3A_michael_klare%2C_how_to_fry_a_planet/#more

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

dijous, 22 d’agost del 2013

Serge Latouche: “Hay que trabajar menos horas para trabajar todos”

Article publicat al diari El país Internacional

VOCES ALTERNATIVAS | SERGE LATOUCHE

Serge Latouche, el precursor de la teoría del decrecimiento, aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos


Latouche en París hace un mes. / DANIEL MORDZINSKI
Corría el año 2001 cuando al economista Serge Latouche le tocó moderar un debate organizado por la Unesco. En la mesa, a su izquierda, recuerda, estaba sentado el activista antiglobalización José Bové; y más allá, el pensador austriaco Ivan Illich. Por aquel entonces, Latouche ya había podido comprobar sobre el terreno, en el continente africano, los efectos que la occidentalización producía sobre el llamado Tercer Mundo.
Lo que estaba de moda en aquellos años era hablar de desarrollo sostenible. Pero para los que disentían de este concepto, lo que conseguía el desarrollo era de todo menos sostenibilidad.
Fue en ese coloquio cuando empezó a tomar vuelo la teoría del decrecimiento, concepto que un grupo de mentes con inquietudes ecológicas rescataron del título de una colección de ensayos del matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen.
Se escogió la palabra decrecimiento para provocar. Para despertar conciencias. “Había que salir de la religión del crecimiento”, evoca el profesor Latouche en su estudio parisiense, ubicado cerca del mítico Boulevard Saint Germain. “En un mundo dominado por los medios”, explica, “no se puede uno limitar a construir una teoría sólida, seria y racional; hay que tener un eslogan, hay que lanzar una teoría como se lanza un nuevo lavavajillas”.
Así nació esta línea de pensamiento, de la que este profesor emérito de la Universidad París-Sur es uno de los más activos precursores. Un movimiento que se podría encuadrar dentro de un cierto tipo de ecosocialismo, y en el que confluyen la crítica ecológica y la crítica de la sociedad de consumo para clamar contra la cultura de usar y tirar, la obsolescencia programada, el crédito sin ton ni son y los atropellos que amenazan el futuro del planeta.
El viejo profesor Latouche, nacido en 1940 en la localidad bretona de Vannes, aparece por la esquina del Boulevard Saint Germain con su gorra negra y un bastón de madera para ayudarse a caminar. Hace calor.
La cita es en un café, pero unos ruidosos turistas norteamericanos propician que nos lleve a su estudio de trabajo, un espacio minúsculo en el que caben, apelotonadas, su silla, su mesa de trabajo, una butaca y montañas de libros, que son los auténticos dueños de este lugar luminoso y muy silencioso.
Pregunta. Estamos inmersos en plena crisis, ¿hacia dónde cree usted que se dirige el mundo?
Respuesta. La crisis que estamos viviendo actualmente se viene a sumar a muchas otras, y todas se mezclan. Ya no se trata solo de una crisis económica y financiera, sino que es una crisis ecológica, social, cultural… o sea, una crisis de civilización. Algunos hablan de crisis antropológica…
“La oligarquía financiera tiene a su servicio a toda una serie de funcionarios: los jefes de Estado”
P. ¿Es una crisis del capitalismo?
R. Sí, bueno, el capitalismo siempre ha estado en crisis. Es un sistema cuyo equilibrio es como el del ciclista, que nunca puede dejar de pelear porque si no se cae al suelo. El capitalismo siempre debe estar en crecimiento, si no es la catástrofe. Desde hace treinta años no hay crecimiento, desde la primera crisis del petróleo; desde entonces hemos pedaleado en el vacío. No ha habido un crecimiento real, sino un crecimiento de la especulación inmobiliaria, bursátil. Y ahora ese crecimiento también está en crisis.
Latouche aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos. Sostiene que es la única manera de frenar el deterioro del medioambiente, que amenaza seriamente el futuro de la humanidad. “Es necesaria una revolución. Pero eso no quiere decir que haya que masacrar y colgar a gente. Hace falta un cambio radical de orientación”. En su último libro, La sociedad de la abundancia frugal, editado por Icaria, explica que hay que aspirar a una mejor calidad de vida y no a un crecimiento ilimitado del producto interior bruto. No se trata de abogar por el crecimiento negativo, sino por un reordenamiento de prioridades. La apuesta por el decrecimiento es la apuesta por la salida de la sociedad de consumo.
P. ¿Y cómo sería un Estado que apostase por el decrecimiento?
R. El decrecimiento no es una alternativa, sino una matriz de alternativa. No es un programa. Y sería muy distinto cómo construir la sociedad en Texas o en Chiapas.
P. Pero usted explica en su libro algunas medidas concretas, como los impuestos sobre los consumos excesivos o la limitación de los créditos que se conceden. También dice que hay que trabajar menos, ¿hay que trabajar menos?
“Es necesaria una revolución. No hay que colgar a nadie, sino que hace falta un cambio radical de orientación”
R. Hay que trabajar menos para ganar más, porque cuanto más se trabaja, menos se gana. Es la ley del mercado. Si trabajas más, incrementas la oferta de trabajo, y como la demanda no aumenta, los salarios bajan. Cuanto más se trabaja más se hace descender los salarios. Hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero, sobre todo, trabajar menos para vivir mejor. Esto es más importante y más subversivo. Nos hemos convertido en enfermos, toxicodependientes del trabajo. ¿Y qué hace la gente cuando le reducen el tiempo de trabajo? Ver la tele. La tele es el veneno por excelencia, el vehículo para la colonización del imaginario.
P. ¿Trabajar menos ayudaría a reducir el paro?
R. Por supuesto. Hay que reducir los horarios de trabajo y hay que relocalizar. Es preciso hacer una reconversión ecológica de la agricultura, por ejemplo. Hay que pasar de la agricultura productivista a la agricultura ecológica campesina.
P. Le dirán que eso significaría una vuelta atrás en la Historia…

¿Una voz alternativa que debería ser escuchada? Recomienda la línea de pensamiento de Ivan Illich, humanista y pensador austriaco. “Es un hombre que, en un nivel muy profundo, pone de manifiesto las aberraciones del sistema en el que vivimos.
¿Una idea o medida concreta para un mundo mejor? Argumenta que sus ideas y medidas concretas “están todas unidas las unas a las otras”, por lo que no quiere escoger una. A lo largo de la entrevista desliza varias; una de ellas: trabajar menos para trabajar todos.
¿Un libro? Prosperidad sin crecimiento. Economía para un planeta finito (editado en España por Icaria Editorial), de Tim Jackson. “Es muy próximo a mis ideas sobre el decrecimiento”.
¿Una cita? Se remite a Keneth Boulding, uno de los pocos economistas, dice, que comprendieron el problema ecológico, que dijo: “El que crea que un crecimiento exponencial es compatible con un planeta finito es un loco o un economista”.
R. Para nada. Y en cualquier caso, no tendría por qué ser obligatoriamente malo. No es una vuelta atrás, ya hay gente que hace permacultura y eso no tiene nada que ver con cómo era la agricultura antaño. Este tipo de agricultura requiere de mucha mano de obra, y justamente de eso se trata, de encontrar empleos para la gente. Hay que comer mejor, consumir productos sanos y respetar los ciclos naturales. Para todo ello es preciso un cambio de mentalidad. Si se consiguen los apoyos suficientes, se podrán tomar medidas concretas para provocar un cambio.
P. Dice usted que la teoría del decrecimiento no es tecnófoba, pero a la vez propone una moratoria de las innovaciones tecnológicas. ¿Cómo casa eso?
R. Esto ha sido mal entendido. Queremos una moratoria, una reevaluación para ver con qué innovaciones hay que proseguir y qué otras no tienen gran interés. Hoy en día se abandonan importantísimas líneas de investigación, como las de la biología del suelo, porque no tienen una salida económica. Hay que elegir. ¿Y quién elige?: las empresas multinacionales.
Latouche considera que las democracias, en la actualidad, están amenazadas por el poder de los mercados. “Ya no tenemos democracia”, proclama. Y evoca la teoría del politólogo británico Colin Crouch, que sostiene que nos hallamos en una fase de posdemocracia. Hubo una predemocracia, en la lucha contra el feudalismo y el absolutismo; una democracia máxima, como la que hemos conocido tras la Segunda Guerra Mundial, con el apogeo del Estado social; y ahora hemos llegado a la posdemocracia. “Estamos dominados por una oligarquía económica y financiera que tiene a su servicio a toda una serie de funcionarios que son los jefes de Estado de los países”. Y sostiene que la prueba más obvia está en lo que Europa ha hecho con Grecia, sometiéndola a estrictos programas de austeridad. “Yo soy europeísta convencido, había que construir una Europa, pero no así. Tendríamos que haber construido una Europa cultural y política primero, y al final, tal vez, un par de siglos más tarde, adoptar una moneda única”. Latouche sostiene que Grecia debería declararse en suspensión de pagos, como hacen las empresas. “En España, su rey Carlos V quebró dos veces y el país no murió, al contrario. Argentina lo hizo tras el hundimiento del peso. El presidente de Islandia, y esto no se ha contado suficientemente, dijo el año pasado en Davos que la solución a la crisis es fácil: se anula la deuda y luego la recuperación viene muy rápido”.
P. ¿Y esa sería también una solución para otros países como España?
R. Es la solución para todos, y se acabará haciendo, no hay otra. Se hace como que se intenta pagar la deuda, con lo que se aplasta a las poblaciones, y se dice que de este modo se liberan excedentes que permiten devolver la deuda, pero en realidad se entra en un círculo infernal en el que cada vez hay que liberar más excedentes. La oligarquía financiera intenta prologar su vida el máximo tiempo posible, es fácil de comprender, pero es en detrimento del pueblo.

divendres, 9 d’agost del 2013

Ha arribat el moment de pensar en repartir el treball !!!!

Post publicat al bloc d'Antonio Turiel  The Oil Crash

jueves, 8 de agosto de 2013

Muerto por su propia espada


Queridos lectores,

Hace unos días el Fondo Monetario Internacional (uno de los garantes del préstamo que apuntala el Reino de España, por si no lo sabían) planteó su receta para ayudar a España a crear empleo. El FMI plantea un gran acuerdo entre la patronal y los trabajadores de modo que los trabajadores aceptarían una reducción de salarios del 10% nominal y al tiempo la patronal aceptaría crear más empleo. La medida vendría acompañada de una reducción de las cotizaciones a la seguridad social del 1,7% que se compensarían con una posterior subida del IVA. Según las simulaciones del FMI, si se hacen estos cambios mientras aumenta el empleo y disminuye la inflación, el poder adquisitivo de los hogares no disminuirá.

Fíjense que no se está planteando una receta para sacar a España de la recesión ni de la crisis económica que ya dura seis años; su análisis apunta a una subida del PIB del 5% en cinco años (un magro 1% anual) y consiguiendo el milagro de aumentar la población ocupada un 7% (recuerden que en España la tasa de paro es de un escalofriante 26% de la población activa). Y digo milagro porque es conocido que en España no se ha creado empleo en las últimas décadas más que cuando el crecimiento del PIB ha sido al menos del 2% anual. El FMI parece confiar en que las reformas en marcha y las que proponen llevarán a un cambio estructural tan importante que cambiarán esa característica de nuestra economía.

Pero fijémonos en la letra no tan pequeña: de acuerdo con el escenario que se plantea el FMI los precios se tendrían que reducir un 5% en dos años. Dado que se habla de una reducción nominal del salario del 10% eso implicaría una reducción del salario en términos reales de sólo el 5%, así que esta deflación no es un detalle menor sino un aspecto clave para poder mantener el consumo y así impulsar la actividad económica (recuperar el crecimiento económico, que es la única idea que hay para poder salir de la crisis). Pero, ¿cómo podrían disminuir los precios, si justamente estamos en un escenario de restricción creciente en el acceso a nuestra principal fuente de energía, el petróleo? En realidad sólo hay una manera realmente accesible para que los precios bajen: por medio de la caída del consumo que probablemente se acabará materializando al agravarse la crisis (aunque eso no garantiza que los precios bajen). Y en el momento oportuno, después de los dos primeros años de implantación de este plan, llegaría la subida del IVA (que no se cuantifica pero se deja claro que se haría por la vía de subir el tipo reducido al general, 11 puntos nada menos, en los productos más básicos, lo cual perjudica especialmente a la población con menor nivel de renta).

Después de lo expuesto más arriba está claro lo que va a pasar: si el FMI presiona suficientemente al Gobierno español (y por lo que se ve va por buen camino) y éste acaba implementando esta reforma, se acabaría suscribiendo un gran pacto entre la patronal y los sindicatos y por lo pronto los salarios se reducirían un 10%... pero la inflación seguiría creciendo, lo cual echa al traste el resto del escenario del FMI. Las medidas propuestas agravarían aún más la situación de los trabajadores pero a cambio, al reducirse los costes salariales, darían un poco de oxígeno a las empresas... sobre el papel. Porque si algo evidencia algunas de las medidas que se están tomando en muchos países occidentales para combatir esta crisis es que hay un cierto grado de esquizofrenia corporativa, puesto que los que toman estas medidas no entienden que los trabajadores también son consumidores, y que si reduces el salario a los trabajadores estás reduciendo la renta disponible a los consumidores que tienen que comprar esos mismos productos y servicios que están produciendo. Por tanto, las empresas no mejorarían sus balances, y no contratarían más personal, mientras el consumo continuaría cayendo y la crisis agravándose. Así pues que las medidas del FMI no sólo no reducirían el paro sino que lo acabarían aumentando y acelerarían la decadencia de España dentro de esta crisis que, de todos modos, no acabará nunca.

En realidad nada de esto es nuevo: hace unos diez años el FMI propuso las mismas recetas para sacar a Argentina de su profunda crisis económica de entonces. El país andino aplicó como un buen alumno todas las recetas punto por punto y como consecuencia se sumió en la crisis más grave de las últimas décadas y una de las más graves de sus historia, de donde sólo pudo salir unos cuantos años después gracias al aumento de sus exportaciones (y por lo que parece no de manera duradera).


Con todo, a mi lo que me parece más destacable de la medida que pretende aplicar el FMI es que contiene una cierta dosis de chantaje emocional al trabajador, que creo que se usará mucho para tratar de hacer tragar esta reforma. De manera implícita se está haciendo una apelación a la solidaridad entre los trabajadores: si tú renuncias al 10% de tu sueldo y otros ocho trabajadores hacen lo mismo podríamos contratar a otro trabajador más. En suma, dado que el trabajo se ha vuelto un bien precioso y cada vez más escaso lo que se propone resuena con una idea que planea en el debate político desde hace 40 años: el reparto del trabajo. Para algunos sectores políticos de izquierda el debate sobre el reparto del trabajo puede parecer pasado de moda y hasta cierto punto reaccionario: en vez de buscar la reducción de horas de trabajo a cambio del mismo sueldo - aumentando así la retribución por hora - lo que pretende el reparto del trabajo es compartir el trabajo disponible entre los trabajadores, pero sin aumentar la retribución por hora. Se tiene que tener en cuenta que, en términos reales, los salarios en España llevan prácticamente estancados desde hace 20 años, como muestran los datos de la Comisión Europea:



Se puede argüir además que el pequeño repunte del salario medio real que rompe la tendencia al principio de la crisis (2007-2009) se debe a que la destrucción de empleo era más intensa en los sectores de menor valor añadido y de menor retribución salarial durante esos años; y ahora mismo la tendencia es a una disminución del salario, incluso sin la receta del FMI. Este fenómeno de estancamiento de los salarios no es exclusivo de España, sino que es un fenómeno generalizado en el mundo occidental, y que seguramente tiene que ver con el estancamiento relativo de la cantidad de petróleo per cápita (gráfica cortesía de Jean Laherrère, republicada por Ugo Bardi en Cassandra's legacy):

 
Serie histórica de petróleo per cápita (mundial) y posibles escenarios para su evolución a partir de 2012


A pesar de las reticencias históricas al concepto, el reparto del trabajo se vuelve una necesidad en un mundo sin crecimiento económico (pues es ya imposible) mientras se diseña un nuevo modelo económico capaz de lidiar con el no crecimiento (y el forzado decrecimiento inicial). En ese sentido el reparto del trabajo es una herramienta indispensable para conseguir estabilizar nuestro sistema, aunque no es ni puede ser la única medida a tomar (para una discusión en profundidad sobre cómo hacer la transición hacia una economía de estado estacionario y las medidas a tomar para llegar a ella, las cuales incluyen el reparto del trabajo, pueden consultar la página del Centro para el Avance de la Economía del Estado Estacionario - en inglés).


Desgraciadamente, no es ni mucho menos eso lo que nos propone el FMI: no se habla de repartir el trabajo, sino de repartir el salario trabajando lo mismo. Nadie habla de una reducción del tiempo de trabajo proporcional a la reducción de sueldo; sólo de trabajar por menos y suponer que los empresarios, al disminuir sus costes salariales, contratarán a más gente. No se ve el motivo por el que debería pasar tal cosa, puesto que como es natural sólo se contratará más si hay más trabajo para hacer, es decir, si aumenta la producción como consecuencia del aumento del consumo (lo cual, ya lo hemos dicho, es harto improbable). Así que el FMI no piensa en absoluto en impulsar un cambio estructural, sólo en favorecer la viabilidad de las empresas reduciendo sus costes.

Cuenta el Antiguo Testamento que el primer rey de Israel, Saul, se suicidó arrojándose sobre su propia espada, incapaz de soportar la vergüenza de la derrota de su ejército contra los filisteos. Lo que se les está pidiendo a los trabajadores españoles es que consumen su suicidio como clase media arrojándose sobre una de sus armas más poderosas: la compartición del trabajo. Arma que bien usada podría sentar las bases del nuevo modelo productivo que se necesita.


Salu2,
AMT

dijous, 8 d’agost del 2013

Levantándonos contra la nueva reforma eléctrica del PP

 

 Hi ha alternatives!!! Escoltem-les de mans dels professionals


Cómo contratar electricidad verde sin tener que pagar más

post publicat en el bloc Rebelión


Desobediencia energética

Sobre las cooperativas eléctricas Con motivo de la campaña de desobediencia solar iniciada por varias cooperativas energéticas, como podéis ver en esta noticia y en esta rueda de prensa, animamos a informarse, a informar y a pasarse a las cooperativas energéticas habidas y por haber.
Actualmente, con sólo cambiar de compañía eléctrica podemos incrementar de forma inmediata la producción de electricidad verde. Y defender, de paso, otro modelo energético. En la entrevista que le hizo Jaume Barberà en el programa Singulars, Puig proponía una alternativa energética verde al alcance de todos. Tras realizar un análisis exhaustivo del actual sistema eléctrico español (oligopoly según Jordi Évole), donde explicaba el porqué el recibo de la luz no para de subir (entre 1999 y 2013 ha sufrido un incremento del 74,69%, pasando de tener una de las tarifas más bajas de la UE a la una de las más elevadas, según Eurostat), el déficit de tarifa se engrosa y, paradójicamente, las grandes corporaciones eléctricas (Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Endesa, HC y E.On) incrementan sus beneficios cada año. Puig instaba “a crear un sistema eléctrico totalmente descentralizado y al servicio del ciudadano”. Y “con un acto tan sencillo como dejar de ser clientes de los oligopolios y pasarnos a cooperativas que ya comercializan electricidad verde al 100% en España”.

¿Qué son las cooperativas de electricidad verde?

Básicamente, son empresas que comercializan (y, a veces, producen) kilovatios procedentes exclusivamente de fuentes renovables (como el sol, el viento, el agua, el calor geotérmico, las olas, las mareas o la biomasa). Aunque estas entidades pueden adquirir electricidad en el mercado general (y a los grandes oligopolios energéticos), todas avalan el origen renovable de toda la electricidad que comercializan y producen (con certificados de la Comisión Nacional de la Energía, CNE). Pero hay más. En las cooperativas, los consumidores forman parte de la empresa (son socios). El objetivo no es sólo apostar por una energía limpia y renovable sino promover un modelo energético compartido con los ciudadanos (abierto y participativo).
¿Un nuevo orden mundial de la energía? ¿O una idea antigua que vuelve a emerger?, me pregunté. ¿Se trata de un fenómeno nuevo? Pese a que hablar de cooperativas eléctricas suene moderno (y en cierto modo lo sea) su historia se remonta a casi una centuria. Las cooperativas energéticas nacieron en Europa en las primeras décadas del siglo XX, asentándose principalmente en Dinamarca, Alemania y Reino Unido, para resolver el suministro de luz en los pueblos apartados de las primeras grandes redes eléctricas. En España, antes de la Guerra Civil, se alumbraron más de 2.000 entidades. De aquellas pioneras resisten unas 20 entidades (15 de ellas en la Comunidad Valenciana): San Francisco de Asís (Crevillente), Algimia de Alfara, Catral, Biar, Callosa de Segura, Castellar, Guadassuar, Alginet, Chera, Sot de Chera, Vinalesa, Meliana, Museros, Almenara y El Serrallo (Castellón). Estas cooperativas -algunas con alto porcentaje de renovables- venden la electricidad entre un 15 y un 30% por debajo que las compañías convencionales. Y cada vez más tienden a invertir en instalaciones renovables o de cogeneración (como las cooperativas de nueva planta).
El caso más destacado es la de San Francisco de Asís (que ha derivado en el actual grupo Enercoop). ¿Por qué surgen hoy las cooperativas? Ya no se trata de hacer llegar la luz donde no hay, sino de que esa ‘luz’ sea limpia y renovable. Y de que las infraestructuras energéticas estén al servicio de la sociedad (en lugar de quedarse en manos de unos pocos). Éstos son los dos grandes retos que fomentan y persiguen las nuevas cooperativas verdes que surgen en los años 90 en diferentes países europeos. Aunque las asociaciones españolas tienen todavía un carácter casi testimonial (han asomado hace apenas tres años), siguen la estela de modelos tan afianzados en el mercado como Ecopower (Bélgica), Enercoop (Francia) o Greenpeace Energy (Alemania). Se trata de iniciativas que atizan el candente debate de la energía, en la misma línea de defensa ambiental que propuestas como Ecooo o Plataforma por un nuevo modelo energético.
Los últimos datos revelan que lo verde avanza. Las energías renovables suman ya el 44,3% de la demanda eléctrica del país, y gracias a ellas, las emisiones de CO2 del sector eléctrico han aminorado en enero de 2013 un 58,5% respecto a 2.012. ¿Conseguiremos avanzar hacia donde queremos, y necesitamos, a partir de incentivar el crecimiento de las renovables?
¿Qué cooperativas de energía verde destacan en España?

1. Grupo Enercoop. Alicante. Con sede en Crevillent (Alicante), es la firma matriz de un grupo cooperativo que procede de la Cooperativa Eléctrica Benéfica San Francisco de Asís creada en 1.925 para ofrecer electricidad a las empresas de la región, en especial del sector textil. En la actualidad, Enercoop reúne a varios socios productores, distribuidores y comercializadores de energías renovables y de cogeneración para seguir suministrando electricidad verde a la población alicantina a un precio menor. La tarifa que aplica a sus kilovatios verdes (procedentes tanto de sus minihidráulicas o su huerta fotovoltaica como del mercado mayorista) es entre un 13 y un 15% inferior a las oficiales.

2. Som Energia. Cataluña y España. 972 183 386 (o “Somos energía” en catalán). Es la primera cooperativa de producción y consumo de energía verde en España y el segundo distribuidor nacional de electricidad 100% renovable después de Gesternova (una sociedad anónima que comercializa kilovatios verdes desde 2005 procedentes de los productores de Energías Renovables, Appa). Som Energia se constituyó en 2010, a partir de una convocatoria vía email de Gijsbert Huijink, un holandés afincado en Catalunya (profesor en aquel momento de la Universitat de Girona) y de un centenar de alumnos y exalumnos. Cuenta con sus propias plantas de energía solar fotovoltaica y una central de biogás.

3. GoiEner. Pais Vasco. Aunque se presenta en 2011 en la comarca guipuzcoana del Goierri, esta cooperativa sin ánimo de lucro se registra legalmente a finales de 2012. Al entender las cooperativas como entes locales que impulsan las economías del entorno, GoiEner comercializa energía verde exclusivamente en Euskadi. Eso sí, ayuda a impulsar cooperativas de ámbito local en toda España.

4. Zencer. Andalucía y España. 902 750 736. Acaba de llegar al mercado. Creada en Fuengirola (Málaga), opera en el mercado eléctrico desde enero de 2013. Se trata de la primera cooperativa de consumidores y usuarios de energía eléctrica en Andalucía, pero está acreditada para suministrar energía verde a toda España.

¿Cómo contratar electricidad verde? Los trámites son sencillos y vía web. Hay que empezar por darse de alta como socio (abonando unos 100 euros, que son reembolsables si te das de baja, y que da derecho a cinco contratos de luz) y después rellenar el contrato de suministro adjuntado el último recibo de la luz. Nada más. Ni cambios en la instalación ni sobrecostes en el precio de la energía. En la mayoría de las cooperativas, el precio del kilovatio verde es el mismo que el regulado por el gobierno (o tarifa de último recurso, TUR). Para cotejar importes, se pueden utilizar algunos comparadores ‘on line’ (Comparatarifas.es, Eligetuenergia.com o Comparador de la CNE).
Fuente: http://tiemposdeluzyverdad.foroactivo.com/t1708-desobediencia-solar-y-como-contratar-electricidad-verde-sin-tener-que-pagar-mas