Daniel Raventós · Julie Wark · · · · |
05/04/15 |
Desde
Liberia a Tokio, la Nación Cherokee y la vieja Europa, cada vez más
personas están hablando sobre la Renta Básica en todo tipo de foros. Si
las crisis económicas y ambientales que afectan al mundo han tenido
algún efecto positivo, éste sería que las personas se están
defendiendo, están resistiendo. Como ha mostrado tantas veces la
historia, las personas más necesitadas son las que mejor entienden los
derechos humanos (en su ausencia). Desde hace más de tres milenios, los
tres principios básicos de los derechos humanos —la libertad, la
justicia y la dignidad humana— se han inscrito en barro y piedra, en
pergamino y papel, generalmente después de que se haya gritado y
luchado por ellos en todos los lugares del mundo, en calles, en plazas y
en una gran variedad de campos de batalla, desde el monte Vesubio
(Espartaco) a los barcos de esclavos. No hay que enseñar estos
principios a nadie, porque todos los seres humanos los entienden como
sus derechos. En el concepto de «derechos humanos universales»,
«universal» es redundante ya que el calificativo de «humanos» se
refiere a todos los seres humanos. En cualquier caso, los derechos
«universales» que se prometieron se dividieron rápidamente más o menos
tontamente en diferentes «generaciones» de promesas rotas que flotan por
encima y lejos de las instituciones sociales y jurídicas, sin ningún
mecanismo de garantía y otorgados en partes por los líderes o, ya muy
mutilados, mediante pervertidos mecanismos de humanitarismo y caridad, a
pesar de que es obvio que la naturaleza de los derechos humanos
teóricamente los distingue de cualquier privilegio confinado a un
grupo, clase o casta en particular. En la actualidad, con la
escandalosa y creciente brecha entre ricos y pobres, cuando se estima que para el año 2016 el 1% más rico tendrá más propiedades que el resto del mundo, este principio universal es más urgente que nunca.
La Renta Básica es un ejemplo muy práctico de un derecho humano universal.
No es sólo una medida económica para erradicar la pobreza, sino un
ingreso pagado por el Estado a cada miembro o residente acreditado de
una sociedad, sin importar si él o ella desea ejercer una actividad
remunerada, si es rico o pobre, independientemente de cualquier otra
fuente de ingresos y con independencia de los acuerdos de convivencia
en el ámbito doméstico. ¡Oh, pero aclarémoslo una vez más, que el mundo
está lleno de malintencionados y demagogos! Sí, aclarémoslo: el hecho
de que todas las personas reciban una Renta Básica no significa que
todas salgan ganando puesto que los ricos pierden. La forma de
financiar una Renta Básica es tan importante como la cantidad que se
proponga, y nosotros apoyamos una reforma fiscal progresiva que
redistribuya la riqueza de los ricos hacia el resto de la población.
Precisamente al contrario de las tendencias del capitalismo
contrarreformado que empieza a forjarse ("guerra de clases desde
arriba", ¿recuerdan?) a mediados de los 70 del siglo pasado. Al
garantizar el derecho más básico de todos, el de la existencia
material, se provocarían una serie de beneficios colaterales, como
muestran algunos estudios. En el caso del trabajo remunerado, por
ejemplo, podría tener un gran impacto positivo, pero no sólo en este
aspecto, también en otras esferas. En su destacado aviso sobre el
cambio climático Esto lo cambia todo,
Naomi Klein aúna elementos de ciencia, de política, de geopolítica, de
economía, ideas como el «crecimiento estúpido» y las «estúpidas»
ganancias del capitalismo, el «extractivismo», el patriarcado, la
psicología, la ética y el activismo —inter alia— como factores que dan forma al futuro del planeta. Llega a la conclusión de que existe una necesidad urgente de valorar el trabajo que actualmente no valoramos
y menciona específicamente la Renta Básica, afirmando que «tiene que
haber una red de seguridad social más fuerte, porque cuando la gente no
tiene alternativas, van a tomar malas decisiones». Para Klein, el
carácter «universal» de la Renta Básica implica que podría ayudar a
transformar la manera en que tratamos y pensamos acerca de todo nuestro
entorno (físico y social) y de todos los que lo comparten.
Después
de años con relativamente pocos partidarios, la idea de la Renta
Básica se está extendiendo en todo el mundo. En el Reino de España
—probablemente «el lugar de la Tierra donde el debate público en torno a la Renta Básica está más avanzado»
— después de cinco años de recortes de gasto público, con una demanda
deprimida, un desempleo récord, una creciente pobreza y una deuda
pública en aumento que se sitúa actualmente alrededor del 100% del PIB,
y después de veinte años de discusión en las universidades,
movimientos de base y redes sociales, la idea de la Renta Básica
finalmente comienza a ser moneda corriente. Aunque Podemos ha retirado
temporalmente (quizás no definitivamente, veremos) su propuesta inicial
de la Renta Básica a favor del «pleno empleo» (más apropiado, tal vez,
para los estados de bienestar de los años cuarenta, cincuenta y sesenta del
siglo pasado), o de rentas condicionadas (poca audacia, poca audacia
por no decir mojigatería directamente) muchos miembros y simpatizantes
del partido son defensores de la Renta Básica. Otras organizaciones
políticas que la proponen desde hace algún tiempo son Equo, el Partido
Pirata y Bildu (en el País Vasco) y, en Galicia, Anova, mientras que
otros partidos defienden proyectos que, sin ser estrictamente una Renta
Básica, se acercan a ella.
Un reciente número de la revista de la Red Global de Renta Básica da una idea de la difusión mundial de propuestas que se parecen más o menos cercanamente a la Renta Básica. En Grecia,
el nuevo partido en el gobierno, Syriza, ha declarado su objetivo de
establecer «un vínculo más estrecho entre la contribución de pensiones e
ingresos... y proporcionar asistencia específica a los empleados entre
50 y 65 años, incluso a través de un modelo de Renta Básica
garantizada con el fin de eliminar la presión social y la política de
jubilación anticipada que carga sobre los fondos de pensiones.» En
Finlandia, el 65,5% de 1.642 candidatos para las elecciones
parlamentarias del 19 de abril (de un total de cerca de 2.000) apoyan
públicamente la propuesta. Chipre ha aprobado una nueva ley que da a las familias pobres un ingreso mínimo garantizado de 480€ al mes. En 2013, un movimiento con base en Suiza pidió una Renta Básica de 2.500 francos suizos al mes
y consiguió más de las 100.000 firmas necesarias para forzar un
referéndum sobre la propuesta. El noventa por ciento de los miembros
del partido de la izquierda-verde de Hungría, Párbeszéd Magyarországért
(Diálogo para Hungría), votaron a favor de una Renta Básica a la que
tendrían derecho todos los ciudadanos: 80€ al mes para los niños, 160€
para adultos y 240€ para las madres jóvenes. El umbral de pobreza en
Hungría se estima en unos 200€ para un adulto. En Portugal, donde la
Renta Básica es relativamente desconocida y mal entendida, el partido
político LIVRE ha incluido una Renta Básica en su proyecto de programa político
para las elecciones de otoño de este año. Al reconocer recientemente
que la desigualdad y la justicia social son también temas «verdes», el
creciente Partido Verde de Inglaterra y Gales ha anunciado que incluirán
una Renta Básica en su manifiesto.
Fuera
de Europa, la Renta Básica está logrando apoyos en otros países
industrializados, incluyendo Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva
Zelanda y Japón. Alaska
es un ejemplo destacado, ya que desde 1982 ha tenido su propia forma
particular de Renta Básica, un dividendo incondicional anual pagado de
forma individual a todas las personas que han vivido allí durante al
menos doce meses (excepto los condenados por un delito grave en el
último año). El Fondo Permanente de Alaska (FPA), que consiste en 25%
del capital obtenido por la venta o regalías de minerales (petróleo y
gas) por parte del Estado, paga la factura. El pago anual se basa en un
promedio de los ingresos del FPA de cinco años y ha variado desde los
331,29 dólares de 1984 a los 3.269 dólares en el año 2008, si bien,
dadas las particulares características de este fondo, hay años cuya
cantidad es menor que la del año precedente. A pesar de que esta «Renta
Básica» no implica una reforma fiscal (como proponemos en el Reino de España), sus beneficios son innegables. Alaska es uno de los estados con las tasas más bajas de pobreza en los Estados Unidos y uno de los menos desiguales.
En 2009, el beneficio añadió unos 900 millones al poder adquisitivo de
los habitantes de Alaska, el equivalente a 10.000 nuevos puestos de
trabajo.
La
idea de la Renta Básica ha echado raíces en los países del Sur como
una medida contra la pobreza, por ejemplo en Brasil, en Namibia y en
Sudáfrica. Brasil es el primer país del mundo que ha adoptado una ley
(2003) que pide la introducción de una Renta Básica. En Sudáfrica, los
sindicatos, algunas iglesias y muchas ONG reivindican lo mismo y, en
Namibia, la Coalición del Subsidio de la Renta Básica (dirigido por el
Consejo de Iglesias, la Unión Nacional de Trabajadores de Namibia, el
Foro de ONG de Namibia, el Consejo Nacional de la Juventud y la Red de
Namibia de Organizaciones para el Servicio frente al SIDA) llevaron a
cabo un proyecto piloto de dos años (2007-2009) en Otjivero-Omitara,
una zona rural de ingresos bajos, donde los 930 habitantes recibieron
un pago mensual de 100 dólares namibios cada uno (unos 12,4 dólares
estadounidenses). El pago era pequeño, pero los resultados fueron
sorprendentes: el número de niños con bajo peso pasó del 42% al 10%;
las tasas de abandono escolar se redujeron del 40% a casi el 0%; el
número de pequeñas empresas aumentó, al igual que el poder adquisitivo
de los habitantes, creando así un mercado para los nuevos productos. Sin
embargo, el gobierno de Namibia hasta ahora se ha resistido a
introducir una Renta Básica a escala nacional. En Ciudad de México
una pensión pagada como un derecho para todas las personas de 68 y más
años (unas 410.000) también ha logrado beneficios sociales: aumento de
la autonomía y la libertad de las personas de edad avanzada, más
respeto en el ámbito familiar, una mayor visibilidad pública, la mejora
de la autoestima, una mejor nutrición y salud, y una disminución de la
desigualdad social. En 2010, se introdujo una Renta Básica parcial en
la India como parte de un proyecto piloto apoyado por UNICEF y
desarrollado por el sindicato de mujeres Asociación de Trabajadoras
Autónomas (SEWA).
Durante un año, 6.000 personas de las zonas rurales de Madhya Pradesh
recibieron un pago incondicional, que equivalía a alrededor de 24
dólares estadounidenses al mes para una familia promedio. El proyecto
logró una mejor alimentación, salud, educación, vivienda e
infraestructura, actividad económica y, sobre todo, nivel de
instrucción.
Otras iniciativas,
relacionadas con la Renta Básica en la medida en que son «programas de
dinero gratuito», han ofrecido pagos únicos a las personas sin hogar
en Londres, a los habitantes pobres de un pueblo en el oeste de Kenia, y
a niñas y mujeres en Malawi. Todos ellos muestran correlaciones claras
entre estos pagos y menores tasas de delincuencia, un descenso de la
desigualdad, menos desnutrición, baja mortalidad infantil y menores
tasas de embarazo adolescente, menos absentismo escolar, mejores tasas
de finalización de la escuela, mayor crecimiento económico o mayores
tasas de emancipación. También tenemos el interesante caso de Cherokee, Carolina del Norte
(con una población actual de 8.000 personas), donde la Eastern Band of
the Cherokee Nation es la propietaria del casino. En 1996, el consejo
de la tribu votó para distribuir la mitad de las ganancias del casino de
manera uniforme entre sus cerca de 15.000 miembros con el fin de dar a
la comunidad una parte de la riqueza conseguida gracias al juego. Los
pagos han aumentado de 500 dólares hasta alrededor de 10.000 dólares
por persona al año. Jane Costello, un investigador de la Universidad de
Duke que ha estado estudiando
los efectos de estos pagos en 1.420 niños Cherokee del área durante
los últimos veinte años, comparando la vida de los niños pobres que
recibieron los pagos con los que no lo hicieron, encontró que, en
algunos años, los que recibieron los pagos estaban un grado por delante
en la escuela en comparación con aquellos que no lo hicieron, tenían
una mejor salud mental en general, y los problemas de conducta de este
grupo disminuyeron en un 40% y las tasas de criminalidad en un 22%.
Los
programas de Renta Básica «parciales» y las iniciativas de pago único
de «dinero gratis» son instructivos porque demuestran que estos
pequeños pagos incondicionales pueden lograr grandes cambios en la
salud social y mental. Si un pago único no universal puede lograr
efectos tan positivos, ¿qué no podría lograr una «verdadera» Renta
Básica? Pero, ¿qué es realmente una Renta Básica? Existe mucha
confusión. Dentro del Reino de España, por ejemplo, existe una «renda garantida de ciutadania»
en el Estatuto de Cataluña, mientras que en otras Comunidades
Autónomas aparece como un «salario social» o «Renta Mínima de
Inserción». Y ¡mala suerte a favor de la confusión!: en Andalucía y
Extremadura llaman Renta Básica, en sus respectivos estatutos de
autonomía, a un subsidio para pobres o de insuficiencia de renta. Quede
claro: estos subsidios son condicionados para personas por debajo de
cierto umbral de ingresos. En sus inicios Podemos propuso una Renta
Básica impecablemente definida, pero parece que ahora algunas de sus
caras más conocidas, ante el afán de ganar votos como sea (un cálculo
que puede resultar contrario al objetivo pretendido), se están
encogiendo. Otros partidos —Bildu, Anova y Equo— han propuesto un
programa de Renta Básica más cercano a la definición utilizada por la Red Renta Básica. Esta definición coincide con la que fue adoptada en noviembre de 2007 en la Declaración Universal de Derechos Humanos Emergentes,
aprobada en el Fórum Universal de las Culturas en Monterrey. La Renta
Básica se incluye como un derecho humano en el artículo 1 (3):
El
derecho a una Renta Básica o ingreso por ciudadanía universal que
garantice a todo ser humano, independientemente de la edad, género,
orientación sexual, estado civil o situación laboral, el derecho a
vivir en condiciones materiales dignas. Con este objetivo, se reconoce
como un derecho de ciudadanía de cada miembro residente en la sociedad
un pago en efectivo regular, financiado por las reformas fiscales y
cubierto por el presupuesto del Estado, suficiente para cubrir sus
necesidades básicas, cualquiera que sean sus otras fuentes de ingresos.
En
lugar de ofrecer un derecho a tener cubiertas ciertas necesidades
vitales mínimas en casos de pobreza o de alguna catástrofe, el artículo
1 (3) consagra la Renta Básica como un derecho, una
garantía permanente de cada persona de poder «vivir en condiciones
materiales dignas». Nadie debería ser excluido de participar en la vida
social y en el ejercicio de sus derechos y deberes como ciudadano por
ser pobre. La Renta Básica concibe este derecho a escala universal,
para ricos (recordemos una vez más antes que los demagogos y
malintencionados nos suelten los perros: ¡los ricos pierden con un buen sistema de financiación!) y pobres, en países desarrollados o en vías de desarrollo por igual.
Una
Renta Básica universal, por encima del umbral de pobreza y para todo
el mundo, ofrecería una base para la existencia mucho más firme y
autónoma para toda la ciudadanía. La independencia económica
proporcionada por una Renta Básica —no se paga a los hogares, sino a
los individuos— establecería una especie de «contrapoder» interno que
podría fortalecer la posición negociadora de las mujeres, especialmente
las que dependen del marido o del cabeza de familia masculino, o
aquellas con ingresos bajos por empleos no permanentes, con casos de
explotación laboral o a tiempo parcial. Muchos agricultores de los
países pobres y trabajadores en los países desarrollados están luchando
por sobrevivir. En las economías capitalistas, el desempleo es
comparable con la falta de tierras de los pequeños agricultores en las
sociedades agrarias, porque ambas economías se caracterizan por el
desposeimiento de tierras y otros medios de producción. El desposeído
debe entonces vender su fuerza de trabajo, por lo general en condiciones
semiesclavas para poder subsistir. Una de las características básicas
del funcionamiento económico actual es el gran poder del capital para
poner a la población trabajadora en cintura. Detrás
de esta capacidad disciplinaria se encuentra la existencia de una gran
parte de la población desempleada. Cuando la posibilidad de despido se
vuelve cada vez más grande, la población trabajadora debe aceptar cada
vez peores condiciones laborales impuestas por las empresas que tienen
en su poder las condiciones de la existencia material de la clase
trabajadora. En una situación cercana al pleno empleo (masculino, en
realidad), cuando existió, el poder de los empresarios se redujo. Una
Renta Básica representaría una herramienta eficaz para contrarrestar el
poder disciplinario del capital y haría que dejar el mercado laboral
fuera una opción viable. Aunque pueda parecer paradójico a primera
vista, muchos sindicatos (con honrosas excepciones) no han logrado
comprender la enorme capacidad de la Renta Básica para socavar la
disciplina que el capital impone en una situación de desempleo
generalizado.
En
los países pobres esta posibilidad de organización no vasalla de la
fuerza de trabajo podría crear redes alternativas de producción al
mismo tiempo que podría proteger las formas de vida tradicionales. Por
ejemplo, un grupo de pequeños agricultores podría comprar un tractor
para aumentar la producción de alimentos y un camión para llevar sus
productos al mercado. Esto supondría ampliar las redes productivas y
fomentar el desarrollo sostenible de la comunidad, que posteriormente
daría a los aldeanos una herramienta más eficaz para reclamar una
infraestructura básica o mejorada, por ejemplo escuelas, clínicas
médicas, carreteras y puentes. En una situación de post-conflicto
bélico, una Renta Básica también tendría efectos beneficiosos al
permitir un retorno a las formas tradicionales de producción basadas en
la comunidad y, gracias a ello, la reintegración de las personas, lo
que ayudaría a distender el potencial de violencia que estalla
periódicamente y de forma dramática, sobre todo entre los jóvenes
desarraigados que no tienen oportunidades de trabajar remuneradamente, o
porque los evidentes signos de aumento de la desigualdad social en una
sociedad traumatizada son un detonante permanente cuando existe un
sentimiento generalizado de injusticia. Con grandes desigualdades,
conocido y estudiado es, la gente no es feliz o lo es menos que en
condiciones de menores desigualdades. La seguridad alimentaria es de
vital importancia. Una cuestión tan básica como una dieta equilibrada
podría verse favorecida en gran medida, por ejemplo, si la gente
pudiera transportar verduras hacia la costa y pescado a los pueblos del
interior. Simplemente esta posibilidad podría marcar una diferencia
notable en la salud general de la población. El desarrollo económico se
logra de una forma más efectiva mediante la ruptura de lazos de
dependencia y con la promoción de iniciativas productivas sólidas,
tanto a nivel individual como grupal, proyectos que se conciben y
planifican dentro de la sociedad frente a los esquemas —a menudo
tremendamente inapropiados— que se imponen desde las agencias de ayuda
exterior.
Una Renta Básica no es difícil de financiar, tal y como ha demostrado un exhaustivo estudio reciente para Cataluña.
Otra investigación desarrollada recientemente para el conjunto del
Reino de España con una metodología muy parecida y a partir de una
muestra de casi 2.000.000 de ejemplares del Impuesto de la Renta de las
Personas Físicas, demostró que una Renta Básica
de casi 7.500€ al año (y una quinta parte para los menores de
dieciocho años) podría financiarse sin tocar ningún servicio social y,
además, se ahorraría una gran cantidad de los costes administrativos y
las prestaciones sociales con costes menores, las cuales serían
eliminadas. Más concretamente, una persona que recibe una pensión de
1.500€ al mes recibiría la misma cantidad (650€ de Renta Básica y 850€
en concepto de pensión), pero la persona que actualmente recibe una
asignación pública monetaria de 400€ recibiría 650€, más de un 60%
adicional. Estos dos estudios se basan en un sistema de redistribución
de impuestos progresivos sobre la renta donde el 20% más rico
financiaría fundamentalmente la Renta Básica, aunque también la
recibirían. ¡Los ricos reciben la Renta Básica, pero no ganan,
repetimos de nuevo! El 70% de la población con las rentas más bajas
ganaría; un giro radical de la situación actual. La introducción de una
Renta Básica no es un problema económico, sino político.
Cada
región y cada país son diferentes, pero la financiación básicamente
debería traducirse en cambios en las prioridades presupuestarias, en la
reforma de los sistemas fiscales y los impuestos especiales sobre los
productos de lujo, los vehículos, el alcohol o el tabaco, o sobre las
transacciones financieras, por ejemplo. Con ello se conseguiría una
reducción sustancial de la desigualdad de la distribución del ingreso y
una mayor sencillez y coherencia interna en los sistemas fiscales y
prestaciones sociales. La Renta Básica no es una pócima curalotodo que
resolverá todos los problemas sociales y económicos del mundo, pero
significaría una expansión de las oportunidades para que la gente
participe en las actividades productivas, un aumento de la inclusión
social dentro de comunidades más fuertes, una mayor participación
política y social, y una importante reducción de la pobreza y los
problemas con ella relacionados. La Renta Básica no es "una política
económica" sino que forma parte de una política económica y de un
proyecto global cuyo objetivo es garantizar y fortalecer la existencia
material de toda la población. Es una forma de propiedad inclusiva y
garantizada institucionalmente, que también puede ser vista como una
especie de indemnización por los errores del pasado y del presente, ya
que exige a los ciudadanos más privilegiados contribuir para lograr el
derecho de existencia para todos. Aquí reside el principal obstáculo político
para la Renta Básica. Efectivamente, garantizar la existencia material
a toda la población es algo por lo que vale la pena luchar. Aunque
tenga, o precisamente por esta razón, tintes subversivos.
(A
partir de la buena traducción realizada por David Torres, los autores
han introducido algunas modificaciones y pequeñas ampliaciones de la
versión original en inglés con la esperanza de que puedan ayudar a
aclarar algún aspecto y facilitar así la lectura).
Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de SinPermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Su último libro es ¿Qué es la Renta Básica? Preguntas (y respuestas) más frecuentes (El Viejo Topo, 2012). Julie Wark es autora del Manifiesto de derechos humanos (Barataria, 2011) y miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.
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El model de creixement insostenible i il·limitat que ens ha abocat a la crisi econòmica mundial és també la causa de la crisi ambiental en la que estem immersos. Aquest és un model antieconòmic perquè ha deixat ja de ser positiu per a nosaltres. Els beneficis que d’ell n’obtenim no superen el perjudicis que ens comporta en forma de pèrdua irreversible d’espècies i de recursos naturals, de contaminació i degradació ecològica, de costos personals i de injustícia social.
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dimarts, 14 d’abril del 2015
La idea de la Renta Básica echa raíces: ¿Dinero gratis para todos? ¡Parece mentira!
Article publicat a Sin Permiso
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