Un grupo de personas buscan en bolsas de basura alimentos a las puertas
de un centro comercial en la calle Alberto Aguilera, en Madrid, en una
imagen de archivo. / Luis Magán
El
aumento de la desigualdad se debe sobre todo en la creciente brecha
de los sueldos -y esta, al ritmo escopeteado de los salarios más
altos- y no tanto al hecho de que las rentas del trabajo pierdan peso
frente al capital. Y las diferencias de los ingresos se reducen
cuanto mayor es el poder de los sindicatos, cuanto más formada está
la población y cuanto más fuerte es el Estado del Bienestar. Estas
son las conclusiones de un informe elaborado por técnicos del Fondo
Monetario Internacional (FMI)
y que la institución acaba de premiar esta semana.i
La
brecha social en el mundo, tanto en países emergentes como en
desarrollados, se ha colocado en el centro del debate de la política
económica después de una
Gran Recesión que ha polarizado la riqueza y
un modelo de recuperación que también reparte los progresos de
forma poco equilibrada. El trabajo premiado, La
distribución de los ingresos y su papel en la explicación de la
desigualdad (elaborado
por Carlos Mulas, miembro del departamento fiscal del FMI y profesor
de la Universidad Complutense de Madrid, junto a Maura Francese) usa
una combinación de datos macroeconómicos y encuestas de ingresos
familiares entre 1970 y 2013 medido por el índice Gini.
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información
Por cada 10% que
aumenta la brecha salarial, la desigualdad medida por el coeficiente
Gini (el sistema más extendido) sube un 9%, según el estudio. Eso
no implica que el mayor peso del capital en el total de la riqueza no
haya influido en la tendencia, pero sin ser lo decisivo. Si la
participación de los sueldos en la renta nacional en los países del
G7 ha bajado un 12% en las tres últimas décadas, la desigualdad lo
ha hecho un 25% en tres décadas.
“El
factor más determinante de la desigualdad no es la proporción de
riqueza que va al trabajo o al capital, sino la dispersión de los
salarios, que se ha incrementado notablemente en el pasado como
resultado del crecimiento de los salarios de la parte alta”,
concluye el informe. Y esta dispersión tiene sus motivos: mientras
“una mayor globalización financiera y desempleo se asocian a una
mayor diferencias de salarios”, apunta el documento, “la mayor
sindicalización en la industria, la mayor formación de los
trabajadores y el mayor gasto del Estado” ayudan a reducir la
distancia entre los sueldos más altos y bajos.
Si se toman los
países con mayor y menor brecha del G7 en los últimos 30 años, el
aumento de la desigualdad en los ingresos disponibles ha alcanzado el
25% en Estados Unidos y el 35% en Reino Unido, frente al 10% en
Alemania. En cambio, en Francia la desigualdad es menor que en los 70
y mediados de los 80, y ha sido bastante estable desde los 90 con un
repunte en los últimos años. En un ejercicio de descomposición de
esta brecha, los autores concluyen que la dispersión de los ingresos
explica el 75% del aumento de la desigualdad en Alemania y más del
90% y 95% en EE UU y Reino Unido, respectivamente, así como el 100%
de la variación en Francia.
Una caída del 10%
de la participación del trabajo en la riqueza, en cambio, solo
conduce a un aumento de la desigualdad del 0,9%, y esto tiene peso
sobre todo en las economías emergentes, frente a los países
desarrollados, donde los salarios son cruciales.
El informe
concluye que si los gobiernos quieren evitar aumentos de la brecha
social deberán atender a la evolución de los sueldos, lo que
incluye la influencia que puedan tener los cambios en los diferentes
marcos laborales o en las instituciones. También las políticas
públicas dirigidas a mejorar la formación resultan vitales así
como las medidas de política fiscal que corrigen la desigualdad.
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