Antes de nada, muchas gracias a todos por su generosidad para con este blog, seguramente inmerecida. En justa reciprocidad, hoy, como llevo ya mucho tiempo sin hablar de mi tema matraca (concretamente, desde este post),
voy a volver sobre el cambio climático. “¿Cómo que del cambio
climático? ¿Y ese título sobre las reservas de petróleo?”, se preguntará
usted. Pues se lo voy a explicar en pocas palabras: si queremos hacer
que la temperatura global crezca “sólo” una cantidad razonable, no
podemos quemar todo el petróleo (y demás combustibles fósiles) que nos
queda. Así que, como decía hace años Celtas Cortos, “tranquilo, majete“,
y a olvidarse de todos los que vienen con el rollo de que el petróleo
se acaba, ¡qué “pesaos”! ¿Tranquilo? ¿Sí? ¿Seguro? Pues siento chafarle
el relax. Siga leyendo y verá que al final tendrá que estar usted más
preocupado todavía que cuando pensaba que se iba a quedar sin gasolina
para el coche…
Efectivamente, este post es catastrofista y pesimista, pero como
verá, no es para menos. Antes de nada, un recordatorio para saber dónde
estamos: 2014 ha sido el año más caluroso desde que hay registros.
En este estado de cosas, a principios de enero aparecía este trabajo en la revista Nature: The geographical distribution of fossil fuels unused when limiting global warming to 2ºC (La distribución geográfica de combustibles fósiles sin usar si se limita el calentamiento global a 2ºC), de Christophe McGlade y Paul Ekins, ambos en University College London.
El artículo presenta resultados de gran importancia sobre qué parte
vamos a poder consumir de los combustibles fósiles y qué parte no, y lo
que es más interesante, dónde. Vayamos por partes, porque me gustaría
que quedara muy clarito todo.
En primer lugar: no hay que preocuparse de que se nos agoten los combustibles fósiles. Voy a tomar prestada una figura de un comentario que aparece en el mismo número de Nature
hablando del trabajo que nos ocupa y que ilustra perfectamente el
problema. En el artículo que aquí discuto, los autores estiman la
cantidad de CO2 que se emitiría a la atmósfera si se quemase todo el
combustible fósil que sabemos que queda en el subsuelo, y que resulta
ser más de 11 000 gigatoneladas (11 000 000 000 000 toneladas). Eso está
representado en la figura con el círculo morado colocado debajo de la
superficie. Por otro lado, las estimaciones del IPCC nos informan de que
si queremos que en 2050 la temperatura no haya aumentado más de 2ºC con
respecto al promedio previo al calentamiento, podemos emitir entre 870 y
1240 gigatoneladas de CO2 (representado en el círculo azul colocado en
la atmósfera). Creo que no hay que ser un lince para darse cuenta de que
eso nos obliga a dejar sin quemar una buena parte de los combustibles
fósiles disponibles. Así que por lo menos hasta 2050 hay petróleo,
carbón y gas más que de sobra. Mucho más.
A partir de aquí, los autores del estudio entran a estudiar el
problema en detalle. Hay que comenzar por distinguir entre “reservas” y
“recursos”. Los recursos son las cantidades de petróleo, gas y carbón
que se puede recuperar ahora o en el futuro, sin tener en cuenta
condicionantes económicos. Las reservas son la parte de los recursos que
se pueden explotar dada la situación económica actual y que tienen una
cierta probabilidad de ser efectivamente recuperados. La siguiente
figura muestra las emisiones de CO2 que producirían los recursos (en
claro) y las reservas (en oscuro) de los grandes grupos de combustibles
fósiles (petróleo, gas, carbón duro y lignito), y muestra claramente que
la distribución no es simplemente proporcional. Más todavía, ni
restrigiéndonos a las reservas mantendríamos el objetivo de aumentar la
temperatura menos de 2º C, porque la comparación con la barra verde, las
emisiones permisibles en ese caso, muestra que simplemente las reservas
de carbón duro ya causarían más emisiones.
Bueno,
pues ya está. Tenemos que limitar la cantidad de combustibles fósiles
que vamos a quemar, y eso no es trivial, porque además de la cantidad
total hay que tener en cuenta la distribución geográfica de los
diferentes tipos y subtipos y su diferente contribución a las emisiones
de CO2. Para estimar las reservas y recursos que se deben dejar sin
consumir en las distintas zonas geográficas, los autores usan un modelo
propio, TIAM-UCL,
que alimentan con numerosas estimaciones producidas por muchos otros
modelos de los distintos patrones de consumo de combustibles fósiles que
permiten mantener el aumento de temperatura por debajo de 2ºC (usan 379
escenarios, así como otros centenares para los casos de 3ºC y 5ºC). Los
resultados aparecen en la figura siguiente.
Las
gráficas de la izquierda comparan la predicción de TIAM-UCL (la línea
verde) de producción de los distintos tipos de combustible con todos los
escenarios del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change)
compatibles con el objetivo de 2ºC (las zonas sombreadas corresponden a
los percentiles 33 a 66, más oscura, y 5 a 95, más clara). Vemos así
que las predicciones del modelo son razonables en el contexto del
conocimiento disponible en el IPCC. Lo bueno del modelo de este trabajo
es que permite desagregar la producción por subtipos, y eso es lo que
aparece en los gráficos de la derecha. Es interesante observar que el
modelo predice que habrá que producir cosas que ahora no están en las
reservas y que por tanto eso obliga a no extraer todas las reservas,
porque con el tiempo hay recursos que pueden volverse rentables al
cambiar las condiciones económicas. Y así llegamos al meollo de la
cuestión: ahora hay que distribuir geográficamente la producción,
distribución que aparece en la tabla siguiente.
Los
porcentajes que aparecen son las reservas que NO se podrán consumir
antes de 2050 en las distintas zonas geográficas, divividas en petróleo,
gas y carbón. Le hago notar, amigo lector, que esta tabla muestra un
escenario favorable en el que hay captura y almacenamiento de carbono (carbon capture and storage,
CCS); sin esta tecnología, habría que dejar sin quemar aún más
reservas. Los números, como puede verse, son tremendos. Así, el 38% de
las reservas de petróleo de Oriente Medio no se podrán quemar, así como
el 74% de las de Canadá. Los porcentajes de reservas de carbón que no
podremos quemar son todos enormes, mientras que el gas ronda el 50% en
casi todas las zonas. Por otra parte, sí se utiliza el gas no
convencional (shale gas, el obtenido por fracking) en buena medida, pero hay sitios como China que no podrá usar el 80% de sus reservas de este combustible.
Como avispado que es, amigo lector, creo que empieza usted a colegir
cuál es el problema aquí: Si esta es la situación, ¿cómo convencemos
ahora a cada país o grupo de países para que respete la cuota de
producción de combustibles fósiles que le toque? Fíjese que da un poco
igual que sea este reparto u otro. Éste tiene un análisis detallado
detrás, pero supóngase que se propone otro reparto por el criterio que
sea. Estamos otra vez con el protocolo de Kyoto
y las emisiones, que nadie cumplió nunca. Los distintos estadios de
desarrollo de los países implicados en el reparto, al igual que con las
emisiones, tampoco ayudarán a que se acepte un reparto, salvo si viniera
acompañado de mucho dinero por parte de los países desarrollados o que
ya han explotado sus reservas. En definitiva, no parece que vaya a ser
ni mucho menos fácil conseguir que no se queme más de lo que se debe…
Por no hablar, además de lo absurdo que es dedicarse a buscar más
reservas de combustibles fósiles, como ha ocurrido recientemente en
Canarias con las prospecciones de Repsol, o a una escala mucho mayor, con el debate sobre las reservas del Ártico.
No tiene ningún sentido gastar un euro más en buscar nuevos
combustibles. Pero claro, dígaselo usted a las compañías petroleras, que
siempre han confiado en vendernos hasta la última gota de oro negro del
planeta…
En fin, que como ve, amigo lector, al final hemos sustituido el
problema de que se acabe el petróleo (y demás combustibles) por el de
discutir cuál vamos a quemar y cuál no, y no creo que hayamos ganado con
el cambio. Y en todo caso está claro que hay que hacer algo ya, pero
ya, ya. Recuerde, simplemente, que si quemásemos todos los recursos
conocidos entre ahora y 2050 la temperatura del planeta subiría con
seguridad más de 5ºC. Sólo pensar en el verano en Madrid se me quitan
las ganas de discutir la subida del nivel del mar que conllevaría
semejante alteración. ¿Entendido? No. Ahí está el problema de verdad.
Ahí tenemos a nuestros gobiernos y gobernantes, “tranquilos, majetes”
ellos, haciendo nada o peor aún, apoyando los combustibles fósiles y
luchando contra las renovables (ejemplo).
Pero es que nosotros también estamos haciendo el “tranquilo, majete”,
me temo. A la hora de votar, ¿nos preguntamos qué política energética
tiene cada partido? ¿Hacemos alguna presión para que se luche contra el
cambio climático? ¿Exigimos a los elegidos que cumplan lo que han dicho?
No, amigo lector, me temo que no. Que no tenemos interiorizado que hay
que hacer algo antes de ayer… Pero no se preocupe. En no tardando mucho,
ya nos daremos cuenta, ya. Eso sí, entonces estaré escribiendo posts de
como no pasar de un aumento de 5ºC, o de cómo adaptarse a vivir a esas
temperaturas…
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