Isabel Serra
Miembro de la candidatura Podemos Ganar Madrid
Mario Rísquez
Miembro de econoNuestra
Un viejo chiste cuenta la historia de un borracho que volvía a su
casa de noche cuando perdió sus llaves y comenzó a buscarlas. Como no
veía nada por la oscuridad, se puso a mirar bajo una farola, lejos del
lugar en que las había perdido. Un individuo que andaba cerca y había
presenciado tal escena, le preguntó por qué las buscaba allí y no en el
sitio adecuado, a lo cual el borracho respondió que bajo la farola había
luz. Pues bien, cuando hablamos de empleo, la disparidad de fuentes, y
el volumen de datos y su tratamiento rodean al análisis de cierto
oscurantismo, y es el discurso oficial el que nos trata de poner el foco
y señalarnos donde tenemos que mirar. Bajo la luz de la farola, y a
raíz de los datos de la EPA sobre el último cuatrimestre del 2014, lo
que se nos dice es que la recuperación económica y la creación de empleo es inminente e imparable, que estamos en la buena dirección.
Se nos habla de que el paro se reduce. Sin embargo, los datos del INE nos dicen que desde el primer trimestre de 2008, el número de parados se ha multiplicado por dos veces y medio, hasta cerrar el 2014 en una cifra de 5.457.700. Desde
el último trimestre de 2011, cuando el gobierno de Rajoy alcanzó la
mayoría absoluta en las elecciones del 20 de noviembre, se han destruido
558.000 puestos de trabajo. Desde finales de 2012 vemos como
el gobierno presume de que el paro ha bajado en algo más de medio millón
de personas. Si nos quedáramos aquí, podríamos concluir que,
efectivamente, el gobierno está desarrollando las políticas adecuadas
para generar empleo de calidad; pero no es así.
En primer lugar, las cifras nos dicen que pese a la caída en el número de parados en algo más de medio millón, desde finales de 2012 solo ha crecido el número de personas ocupadas en unas 250.000 personas,
algo menos de la mitad. Lo que quiere decir que buena parte de la
reducción del número de parados no se ha debido a la generación de
puestos de trabajo, sino que aproximadamente la mitad, o bien han dejado
de buscar activamente empleo, o se han marchado del país, o pueden
también haberse jubilado. En segundo lugar, si nos atenemos al indicador
que con mayor rigurosidad nos revela si está aumentando o no la
actividad económica, es decir, la evolución del número de horas
trabajadas, este nos señala una tendencia paulatinamente descendente
desde el comienzo de la crisis, y un estancamiento desde finales de
2012. En base a este indicador podríamos decir que no se está trabajando
más horas en el agregado de la economía española.
¿Cómo es posible que los datos de la EPA hablen de creación de
puestos de trabajo y, sin embargo, el número total de horas que el
conjunto de la población ocupada trabaja no crezcan? Es sencillo: desde
que la reforma laboral del 2012 abarató el despido y fomentó las formas
de contratación precarias, el empleo a tiempo parcial y el empleo
temporal no han dejado de crecer en relación al empleo indefinido y
completo.
Desde 2008, aproximadamente 9 de cada 10 nuevos contratos firmados
han sido temporales. Y desde 2012, el porcentaje de los nuevos contratos
firmados de carácter temporal respecto de los indefinidos es del 92%
para los primeros, y tan solo un 8% para los segundos, situándose la
duración media de los contratos temporales en 2014 en torno a los 53
días. Pero la temporalidad va realmente más allá: la diferencia
entre tener un contrato temporal y uno indefinido es cada vez más
insignificante y las garantías que reportaba tener un contrato del
segundo tipo desaparecen. Resulta que la rotación en el empleo
indefinido es cada vez más alta, y que en 2014, para que se creara un
nuevo puesto de trabajo fijo hizo falta que se firmaran 1,42 contratos
indefinidos.
Además, se crean puestos de trabajo simplemente sustituyendo a trabajadores a tiempo completo por trabajadores a tiempo parcial,
de modo que el número de puestos de trabajo a tiempo indefinido se han
reducido casi un 20% desde el inicio de la crisis, mientras que el de
contratos a tiempo parcial han aumentado algo más de un 15% desde 2008.
Este “reparto” de las horas trabajadas entre un cada vez mayor número de
personas empleadas es lo que se conoce como el fenómeno del “milagro
alemán” que se derivó de las reformas laborales puestas en marcha en la
década de los 2000. En Alemania la tasa de empleo a tiempo parcial se
sitúa en un 26,7% en el año 2014, llegando hasta un 46% en el caso de
las mujeres.
Lo cierto es que la idea de “reparto del empleo” ha sido y es una
reivindicación clásica a la que muchas y muchos nos sumamos, aunque
prefiramos hablar de reparto de todos los trabajos y no sólo de los que
son hoy remunerados. El problema es, en este caso, que este
reparto de las horas trabajadas se ha convertido en un descenso de los
ingresos para las mayorías sociales debido a una fuerte contención
salarial, tanto en Alemania como aquí. Tanto, que aquí el
salario medio de una persona que tenga un empleo a tiempo parcial se
sitúa en torno a 10.000 euros anuales, mientras que el de los contratos a
tiempo completo superan los 26.000 euros al año de salario medio.
La precarización de las condiciones de empleo, ligada al aumento de
formas de contratación sin seguridad que no permiten obtener los
ingresos necesarios para llevar una vida en condiciones dignas, está
suponiendo que el fenómeno de los trabajadores pobres se convierta en
una realidad normalizada: en el año 2012 un 12,3% de personas ocupadas tenían un ingreso que les situaba por debajo del umbral de la pobreza.
No podía ser de otra manera si tenemos en cuenta el aumento de la
dispersión salarial y, por tanto, de la desigualdad. La variación en el
salario medio de los distintos deciles por nivel de ingreso nos dice que
los más bajos han disminuido – cerca de un 17%- desde 2008 mientras que
los más altos sí han aumentado – cerca de un 10% para los deciles 7 y
8-. Tal es la diferencia que en el año 2014 el salario medio pasa de 414
euros para el decil más bajo a 4574 euros en el más alto – ha aumentado
en casi un 30% la diferencia entre ambos deciles desde el inicio de la
crisis -.
Estos datos nos muestran la realidad de una situación que está muy
lejos de una recuperación para las mayorías sociales. Parece que
tendemos hacia un mercado de trabajo cada vez más similar al alemán en
muchas características fundamentales, con tasas de empleo a tiempo
parcial y temporal altísimas, y con enormes niveles de precariedad e
inseguridad, pero además, con la retirada del Estado a la hora de
asegurar derechos sociales. Y detrás de los datos, hay historias de
personas que necesitan una respuesta urgente, pero una respuesta que al
mismo tiempo pueda dar resultados estables y de mejora en el futuro para
una salida de la crisis efectiva. Necesitaremos ser más y más
quienes plantemos cara a las políticas de austeridad de la Troika contra
las que hoy Grecia está siendo la avanzadilla; las mayorías sociales precarias que tanto en el norte como en la periferia necesitamos construir otra Europa.
Hace apenas unos días, el ministro de finanzas griego, Yanis
Varoufakis, hacía la siguiente reflexión en una entrevista dirigida al
público de habla germana: “En Europa predomina la extrañísima idea de
que todas las cigarras viven en el Sur y todas las hormigas, en el
Norte. Cuando, en realidad, lo que tienes son hormigas y cigarras en
todas partes”. Al calor de la crisis se ha construido un relato
culpabilizando y enfrentando a las hormigas del Norte y del Sur,
contándoles que en el Sur solo vivían cigarras. “Así, la Unión Europa
comenzó a fragmentarse, y el alemán medio odia al griego medio, el
griego medio odia al alemán medio. No tardará el alemán medio en odiar
al alemán medio, y el griego medio en odiar al griego medio”.
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