Article publicat al diari Público.es
Florent Marcellesi
Portavoz de EQUO – Primavera Europea en el Parlamento Europeo
Rosa Martínez y Juantxo López de Uralde
Coportavoces de EQUO
“La ciencia demuestra con una seguridad del 95% que la actividad
humana es la causa dominante del calentamiento observado desde mediados
del siglo XX”. Así comienza el Informe 2014 del Grupo Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés)
que acaba de publicarse. Es la acción humana la causante y la única
capaz de frenar el calentamiento global.
Este documento, que debería ser lectura de cabecera de los líderes
políticos mundiales, es probable que acabe en el despacho de algún
técnico de segunda o tercera línea. Es también probable que tenga poco o
nulo impacto en las políticas nacionales y europeas, tal y como ha
venido sucediendo en anteriores ocasiones, en una inercia irresponsable
de quienes gobiernan a golpe de portada, tarjeta y pelotazo.
Como señala el IPCC en este informe, de forma todavía si cabe más
contundente que en anteriores ocasiones, es imprescindible actuar contra
el cambio climático hoy. Y en vista de que gobiernos, instituciones
internacionales y poderes financieros siguen relegando la lucha contra
el cambio climático a un segundo plano, la única opción de la ciudadanía
es alzar la voz y sumar poder hasta que este tema sea una prioridad en
todas las agendas sociales y políticas.
Hace un mes, en la marcha de Nueva York contra el calentamiento
global, centenares de miles de personas guardaron un minuto de silencio
por las víctimas del cambio climático. El cambio climático es, además de
un asunto ecológico clave y una cuestión de supervivencia civilizada de
nuestra especie, una cuestión de justicia social.
Sequías, desertificación, pérdidas de cosechas, subida de precios de
alimentos básicos… son algunas de las consecuencias directas de un
cambio climático que se están cobrando ya hoy cientos de miles de vidas
por todo el planeta, y está reduciendo drásticamente el bienestar de
decenas de millones. Aunque no sea portada de ningún periódico, hoy
sabemos que el cambio climático ya es la primera causa de los
movimientos migratorios mundiales. Son, y serán, las personas que menos
tienen, las que se vean obligados a abandonar su tierra y su modo de
vida. Y lo que es todavía más grave, como bien lo explica el presidente
del IPCC, “muchas de las personas más vulnerables al cambio climático
apenas han contribuido y contribuyen a las emisiones de gases de efecto
invernadero”.
Es cierto que cada vez hay más personas conscientes del cambio
climático y de la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero. Personas que contribuyen individualmente con cambios en su
vida doméstica a reducir las emisiones, utilizando una movilidad más
sostenible, a través del consumo responsable, contratando energía verde,
o reduciendo el consumo de carne en su dieta, entre otras. Estas buenas
prácticas, siendo imprescindibles, no son suficientes para afrontar el
reto que hemos de enfrentar en estos momentos.
Necesitamos un cambio político y de políticas
Se avecinan tiempos de cambios, una nueva generación política se abre
paso sobre los escombros de un pacto social roto por la miseria moral
de las élites que han gobernado durante los últimos 30 años. Estamos a
las puertas de un gran vuelco en el panorama político español y es el
momento de conseguir que el cambio climático esté en el centro de la
agenda, con compromisos concretos.
Es el momento de implementar una política profundamente transformadora, que parta de tres ejes:
1) Cambiar el modelo energético, de uno basado en la barra libre de
combustibles fósiles a otro basado en el ahorro, la eficiencia y las
renovables.
2) Pasar de un modelo productivista, especulativo, e intensivo en el
uso de los recursos a otro que apueste por sectores bajos en consumo
energético y materias primas, que genere tejido económico local y que
priorice la satisfacción de las necesidades socioambientales de la
mayoría.
3) Terminar con las puertas giratorias y la corrupción, es decir, con
la connivencia y los conflictos de intereses entre élites políticas y
económicas que sólo benefician a una minoría pudiente.
La paradoja es que estas políticas, además de reducir el impacto de
la actividad humana en el medio ambiente, ayudarían a superar la crisis
económica, social y ética en la que nos encontramos. Eso es, crearían
millones empleos de calidad, no deslocalizables y mejorarían la calidad
de vida de las personas reduciendo los niveles de contaminación. Sin
embargo, a pesar de estas razones de sentido y bien común, la mayoría de
los gobiernos giran la cabeza y prefieren mirar para otro lado. Están
secuestrados por los intereses de las grandes multinacionales del
petróleo o el gas y los grandes grupos financieros.
Pero cuando los conflictos y la pobreza en España, en Europa y en el
mundo aumenten de forma exponencial por el cambio climático ¿se seguirán
escudando en otras urgencias? ¿Nos dirán que hemos contaminado por
encima de nuestras posibilidades? ¿Estaremos a tiempo de mandar al
banquillo a los responsables de este expolio de la vida del planeta?
Gobiernos y administraciones a todos los niveles han de sentir
nuestra presión y nuestro aliento: el cambio climático no se frena con
promesas. Es el momento de la acción social y política responsable con
el planeta que habitamos. Al igual que la Marea Blanca ha conseguido
paralizar la privatización de la Sanidad en Madrid y las protestas
feministas han logrado tumbar la reforma de la ley del aborto, es la
hora de una marea ciudadana y política contra la inacción ante lo
evidente.
Luchar contra el cambio climático está profundamente vinculado con
prioridades de la sociedad como el empleo, los derechos sociales o la
corrupción. Luchar contra el cambio climático es dejar atrás la vieja
política. Por eso, implica cambiar el modelo energético, productivo e
institucional. El cambio político que venga sólo será mejor que este que
se resiste a morir, si es más democrático, justo y sostenible.
El model de creixement insostenible i il·limitat que ens ha abocat a la crisi econòmica mundial és també la causa de la crisi ambiental en la que estem immersos. Aquest és un model antieconòmic perquè ha deixat ja de ser positiu per a nosaltres. Els beneficis que d’ell n’obtenim no superen el perjudicis que ens comporta en forma de pèrdua irreversible d’espècies i de recursos naturals, de contaminació i degradació ecològica, de costos personals i de injustícia social.
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