Publicat al web Soberania Financiera
La defunción de Emilio Botín el mes pasado causó toda una
serie de reacciones de todo signo. Junto con las serviles alabanzas de
gran parte de instituciones públicas y grandes medios de comunicación,
también se emitieron programas mucho más analíticos e interesantes. En
concreto, me refiero a esta entrega del programa Fort Apache, en el que se habló de la banca y qué hacer con ella.
En primer lugar, hay que dar la bienvenida a este tipo de debates,
tan escasos como necesarios. En este programa, incluso se mencionó el
papel de los bancos como verdaderos creadores de dinero, algo que
raramente se toca. Este debate público es paso obligado para que el
debate político tenga lugar. Un ejemplo de ello es el Reino Unido, donde
se acaba de anunciar la discusión en el parlamento sobre el proceso de creación monetaria,
en este debate está previsto revisar la ley que prohibía crear dinero a
los bancos (la ley de 1840 prohíbe a los bancos la creación de
billetes) y discutir si no sería oportuno prohibirles crear dinero
digital, que es lo que hacen en la actualidad. El debate, previsto para
el próximo día 20 de noviembre promete ser interesante.
Y es que el modelo monetario y financiero es claramente un asunto político.
Soluciones a la banca de hoy
En el debate televisivo que he mencionado se hizo bien en señalar que
la banca tiene apoyos públicos sin los cuales estaría quebrada de forma
fulminante. Mucha razón tiene Carlos Sánchez Mato al proclamar que se
retiren los apoyos públicos a la banca en manos privadas.
La otra opción sería nacionalizar la banca, poniendo en valor esos
apoyos públicos otorgados, sin los cuales no podría sobrevivir, para
procurar un mayor control político del crédito y de la gestión de las
entidades rescatadas. Ni que decir tiene que cualquier empresa privada
que hubiera inyectado tal cantidad de recursos en un sector, sería dueña
y señora de ese sector. Por una dejación de funciones en la
representación del bien común, nuestros representantes políticos no han
ejercido esa baza de poder tras usar el dinero de los ciudadanos para
salvar el sector financiero.
En la cuestión de qué hacer con la banca que tenemos hoy, estas dos
posibilidades son las que están encima de la mesa: retirar el apoyo
público al sector financiero o nacionalizar la banca, o alguna de sus
variantes intermedias, pues el apoyo público a la banca también puede
traducirse en una determinada condicionalidad: limitar sueldos de los
consejeros, imponer cuotas de crédito para distintas sectores
productivos, etc. Es curioso que la Troika imponga al gobierno
condicionalidad para darle rescates y sin embargo el gobierno no
traslade esa condicionalidad a los bancos, en quienes ha enterrado ese
rescate y las sustanciosas ayudas y avales adicionales que disfruta.
Pero también es importante señalar que no solo debe preocuparnos la
banca que tenemos hoy, sino la que podemos y debemos tener en un futuro.
Y este aspecto estuvo fuera del debate mencionado, aunque fue vagamente
enunciado con una intervención que quedó sin respuesta. El Sr.
Altozano, que en el debate hacía el papel de defensor del sistema
financiero actual, aún exhibiendo un profundo desconocimiento de los
mecanismos de creación monetaria, planteó algo que es muy real: la
exigencia de que los países compitan por el capital; y preguntó como lo
harían los demás ponentes, si estuvieran en una posición de gobierno
(minuto 41).
Las dos opciones políticas de corto plazo para la banca que acabamos
de mencionar no rozan ni de lejos esta cuestión, ni afrontan los
problemas estructurales del sistema monetario y financiero actual.
El sistema financiero del futuro
Respecto a la posible solución de nacionalizar la banca, es
importante señalar que el sector financiero actual tiene características
que lo hacen sistémicamente insostenible: La tendencia a la
concentración, la propensión a las crisis financieras recurrentes con
una celeridad cada vez mayor, o la incapacidad de los bancos centrales
para estimularlo de forma efectiva, ya sea por la vía de la política
monetaria ordinaria o la flexibilización cuantitativa son algunas
características que no parece que vayan a ser diferentes por el mero
hecho de que la banca sea de titularidad pública. Si sigue habiendo
entidades demasiado grandes para caer ¿cómo hacer que la impunidad de
los banqueros no se convierta en la impunidad de los políticos al frente
de su gestión? El ejemplo de lo ocurrido con los políticos en los
consejos de las cajas de ahorro no es un precedente muy halagüeño al
respecto. Posiblemente la nacionalización, o ejercer una
condicionalidad dura con el sector financiero, sean medidas necesarias
en el corto plazo, pero la posibilidad de que esto suponga una solución a
largo plazo es mínima. No hay ninguna medida regulatoria que nos vaya a
sacar de un modelo monetario y financiero excesivamente concentrado y
propenso a las crisis, puesto que el modelo, de por sí, tiende a la
concentración bancaria y a las crisis recurrentes.
En segundo lugar, la opción de retirar los apoyos públicos a la banca
es atractiva pero imposible: habría que estar preparado para dejar caer
la banca y no lo estamos; entre otras cosas, porque no tenemos ninguna
solución diferente al modelo financiero actual: el modelo basado en la
creación de dinero por parte del sistema bancario mediante el mecanismo
de reserva fraccionaria. ¿Cómo afrontar un pánico bancario con un sector
donde casi el 60% de los activos están colocados en 5 entidades? Sin un
modelo diferente de banca ya funcionando, parece difícil. Primero hay
que dejar crecer un modelo financiero diferente y entonces la sociedad
no necesitará rescatar ni subvencionar al que tenemos en la actualidad,
pues no dependeremos de él.
Estos graves problemas estructurales exigen solución, pero además
tenemos esta otra cuestión: Cómo competir por el capital, que es justo
la clave del problema.
Efectivamente, el actual marco institucional (en el que el sistema
monetario y financiero es una pieza esencial) nos impone la competencia
por el capital. Los países se ven así obligados a competir con otros
países para atraer actividad económica, y en esa competencia se utiliza
el dumping fiscal, o sea, cobrar menos impuestos a las empresas por
establecerse en tu territorio que la hacienda pública del país de al
lado. Esto dificulta la subida de los impuestos a las rentas altas, lo
cual deja a los gobiernos sin recursos.
Mejor no cometer los errores típicos
La obligación de competir por el capital es una realidad innegable
dentro del marco institucional actual. La postura clásica de la
izquierda ante ella ha sido 1: típicamente actúan como si la obligación
de competir por el capital no existiera y 2: no hacen nada para
liberarse de ella. Esta combinación es una receta para el fracaso y da
como resultado la izquierda testimonial y fracasada a la que, en cuanto
sube al poder, le empiezan a subir las cifras de paro, la inflación y el
déficit público. Amparados en el consuelo de que Marx no lo concibió,
siguen sin tomar en serio la profunda naturaleza disruptiva del dinero
fiat no referenciado y combinado con un recurso masivo al
dinero-crédito, del que se nutre principalmente nuestro sistema
monetario y financiero hoy día: un dinero digital, que habita en los
balances de los bancos y surge, principal, pero no únicamente, al
otorgar crédito. Un sistema monetario basado únicamente en este tipo de
dinero fue inconcebible no solo para Marx, sino también para su
principal seguidor en lo que al estudio del capital financiero se
refiere: R. Hilferding, cuyos importantes aciertos predictivos en su
obra magna “El Capital Financiero” hubieran sido mucho mayores si no
hubiese descartado por imposible el tipo de sistema monetario y
financiero que tenemos hoy.
Frente a esta postura de la izquierda clásica, está la de una
izquierda pujante que sí está funcionando: por ejemplo, la del gobierno
de Uruguay, que sigue dos estrategias complementarias : por un lado,
aceptar el reto de competir por el capital, que a corto plazo es
ineludible. Uruguay se ha esforzado en incentivar la inversión
extranjera para poder recaudar impuestos y después llevar a cabo una
redistribución de la renta. Por otro lado, está tomando medidas para
liberarse del marco institucional que le obliga a competir por el
capital, en concreto, poniendo en marcha una moneda social (el gobierno
de Uruguay lleva 3 años trabajando en este proyecto que todavía no ha
visto la luz).
Esta obligación de competir por el capital es la traducción
inevitable de la sumisión política de los gobiernos ante el capital
financiero. Una obligación derivada de aceptar, de forma implícita, un
modelo monetario y financiero en el que siempre hay más deuda que dinero
para pagarla, porque precisamente son los bancos quienes crean el
dinero como contrapartida de un reconocimiento de deuda con interés.
Desde un punto de vista democrático, esta sumisión no se sostiene. Solo
se sostiene porque se considera ineludible, como si fuera la fuerza de
la gravedad o algo parecido, mientras que la realidad es que procede del
diseño del sistema monetario: lo menos democrático que existe en
nuestro marco institucional, algo que jamás ha sido sometido a votación
popular ni a cuestionamiento alguno. Mientras no se tomen medidas para
el cambio institucional necesario que permita liberarse de esa
obligación de competir por el capital, esa situación de sometimiento al
capital financiero no cesará y los países, así como las empresas, y
todos los seres humanos en general, seguiremos viéndonos obligados a
competir por el capital para que nos salgan las cuentas.
El model de creixement insostenible i il·limitat que ens ha abocat a la crisi econòmica mundial és també la causa de la crisi ambiental en la que estem immersos. Aquest és un model antieconòmic perquè ha deixat ja de ser positiu per a nosaltres. Els beneficis que d’ell n’obtenim no superen el perjudicis que ens comporta en forma de pèrdua irreversible d’espècies i de recursos naturals, de contaminació i degradació ecològica, de costos personals i de injustícia social.
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