Autor Lluís Torrens (2)
EL NUEVO AUGE DE LAS MONEDAS COMPLEMENTARIAS
En octubre de 2016, el Ayuntamiento de Barcelona, liderando un consorcio con 6 partners más, públicos y
privados, fue galardonado con una de las dieciocho primeras Urban Innovative Actions (UIA) europeas (3) .El
proyecto de Barcelona, a desarrollar en tres años bajo el nombre de B-Mincome, creará diversas pruebas
experimentales para conceder distintos tipos de renta de garantía de ingresos a individuos y familias con
ingresos por debajo del nivel de pobreza y que viven en algunos de los barrios de la ciudad de menor nivel
de renta. Los objetivos son evaluar los resultados de diferentes combinaciones de rentas y políticas en
términos de reducción de la pobreza, inclusión social y laboral y bienestar subjetivo, entre otros. Dentro
del proyecto, se pondrá a prueba el impacto de que parte de los beneficiarios cobren parte de su renta en
una moneda social propia de la ciudad así como retribuir algunas acciones de voluntariado comunitario en
esta moneda.
Actualmente Barcelona no dispone de una moneda social, aunque está anunciado que la vecina ciudad
de Santa Coloma de Gramenet va a lanzar de forma inmediata su propia moneda, la Grama, también en el
marco de un proyecto europeo, Digipay4growth. Y Viladecans, ciudad del área metropolitana barcelonesa,
también en un proyecto premiado con una UIA prevé la creación de una moneda propia, la Vilawatt para
recompensar los ahorros energéticos de sus ciudadanos. Y estas ciudades son solo la punta de un amplio
movimiento de monedas sociales que se está desarrollando en España. Inicialmente nacieron impulsadas
por comunidades alternativas como sistemas avanzados de trueque multilateral para no depender del
sistema monetario oficial. Y últimamente, con la crisis, ha habido un incremento del apoyo social y político,
ya sea de ciudadanos, comerciantes o de los ayuntamientos.
La turuta de Vilanova i la Geltrú, los ecosoles catalanes, el puma de Sevilla, el boniato de Madrid, la
moneda ossetana de San Juan de Alnazfarache, el eusko del País Vasco francés o las más de 100 monedas
bajo el sistema CES en España son ejemplos de estas monedas, pero con un uso aún muy limitado, a unos
miles de personas en conjunto.
Así, la nueva moneda de Barcelona, que iniciará su andadura durante 2017, y se espera se implante
progresivamente en la ciudad a partir del 2019, se inscribe en el amplio movimiento de monedas locales
que se están desarrollando en las últimas dos décadas en Europa y Latinoamérica,(4) aprovechando los
nuevos desarrollos tecnológicos y cuyo primer impulso fueron las crisis financieras de Argentina y Brasil
de principios de este siglo que redujeron el acceso de familias y empresas al dinero de curso legal (como
ocurrió durante el corralito argentino). Recordemos que según datos del Banco de España en octubre
de 2016 los créditos no hipotecarios a familias e instituciones sin ánimo de lucro en nuestro país están a
niveles de 2005, un 28 % por debajo de los valores del pico de 2008.
La existencia contemporánea de monedas propias, coexistiendo o complementado otras de nivel
estatal, ya tuvo un primer momento álgido durante la gran depresión de los años 30 en EEUU y Europa.
Irving Fisher, economista fundador de la teoría económica cuantitativa monetaria escribió textos sobre
cómo las monedas locales podrían ayudar a economías locales deprimidas a reactivarse, ante la escasez
de dinero de curso legal. Fisher documentó extensamente el impacto de una moneda local en el pueblo de
Wörgl en Austria en esa época. La moneda de esa ciudad funcionaba mediante un cartón calendarizado
que debía rellenarse con cupones (stamp script) y un sistema de oxidación o demurrage (pérdida continua
de su valor de cambio) que incentivaba a sus poseedores a gastar el dinero rápidamente. De esa época
también surge el sistema más importante existente en la actualidad, el sistema de la banca cooperativa
suiza WIR. Un estudio ha mostrado que el uso actual del WIR sigue siendo contracíclico: se usa más cuando
el crédito en francos suizos se restringe por la propia coyuntura económica, y por lo tanto cuando menos
riesgos de inflación hay en la economía.(5)
Tras la segunda guerra mundial y ya en nuestra época se han desarrollado miles de monedas sociales
en todo el mundo, algunas como extensiones de sistemas de trueque multilateral (que permiten intercambiar
bienes o servicios entre múltiples individuos o empresas sin necesitar de intercambios bilaterales), bancos
del tiempo (como el que explica el economista Paul Krugman sobre las horas de canguro de niños en la
cooperativa Capitol Hill en Washington DC) y otras ligadas a comunidades territoriales (como el sistema
cerrado de crédito Sardex en la isla de Cerdeña) o incluso bajo el impulso de las autoridades regionales o
locales.
Las monedas sociales de uso local han tenido un crecimiento importante entre ciudades medianas
y grandes en Europa, siendo las ciudades inglesas (Bristol o el barrio londinense de Brixton) y francesas
las más conocidas (como Toulouse o Nantes). Francia ha desarrollado una legislación específica, y las
monedas sociales han despertado el interés de las autoridades monetarias como el Banco de Inglaterra
o el Banco Central Europeo. En España la mayoría de sus monedas locales se basan en sistemas de
intercambio mutuo LETS (nos referiremos más adelante).
Las monedas sociales no tienen nada que ver con las criptomonedas o monedas virtuales (como el
Bitcoin), que se basan en criterios especulativos en donde quien emite la moneda se embolsa en moneda
legal lo que el mercado (los usuarios de la moneda) están dispuestos a pagar por ello, lo cual depende
básicamente de su capacidad para permitir transacciones con muy bajos costes y elevada opacidad (se
realizan fuera del mercado financiero tradicional, como los bancos, y escapan a cualquier control fiscal) o
para especular con ella (como cualquier otro activo financiero, pero con una volatilidad muy alta: el Bitcoin empezó a cotizar en 2009 a unos céntimos de $ por Bitcoin, alcanzó casi los 1000 $ hace tres años, cayó
hasta 231 $ el 2015 y ahora está por encima de los 770 $). No obstante, la tecnología que usan (conocida
como cadena de bloques o blockchain) despierta un creciente interés entre las entidades financieras por
su capacidad de permitir transacciones seguras a bajo coste y también existen algunos proyectos para
incorporar esta tecnología a sistemas de monedas sociales no especulativos.(6)
LOS MODELOS DE MONEDA
Existen muchos modelos de moneda social, pero las actuales y que tienen mayor potencial de
crecimiento las podemos clasificar en dos grandes grupos: las monedas basadas en circuitos cerrados de
crédito mutuo, y las monedas basadas en un soporte en la moneda de curso legal. Además, como resultado
de la evolución histórica y tecnológica, debemos distinguir entre las monedas con soporte en papel (billetes,
monedas o cupones) y las monedas más recientes con soporte electrónico o también llamadas monedas
digitales, aunque también ya existen sistemas mixtos.
Sistemas de crédito mutuo
Las monedas basadas en circuitos cerrados de crédito mutuo tienen a su vez dos grupos de usos:
los circuitos empresariales de intercambio de bienes y servicios basados inicialmente en los sistemas
de trueque multilateral o barter mencionados anteriormente y los sistemas de intercambio local o Local
Exchange Trade System – LETS- por los que los usuarios de una comunidad más o menos extensa se
generan un crédito a su favor frente al sistema de intercambio cuando venden bienes o servicios a otros
miembros y reducen ese crédito o incluso se generan un saldo negativo cuando compran bienes o servicios.
El saldo negativo está topado (nadie se puede endeudar en exceso contra el sistema, en función de su
solvencia o histórico de transacciones) y cuando se entra en el sistema se puede obtener una capacidad
inicial de endeudamiento (hasta el límite mencionado) para poder empezar a comprar antes de vender.
Tanto en los sistemas empresariales como en los sistemas más orientados a individuos, como en los
sistemas mixtos (como el sistema RES de Bélgica y de Girona que permiten a consumidores finales y a
empresas comerciar simultáneamente y permite pagar de manera combinada las transacciones en euros y
moneda local) la suma de los saldos positivos y negativos se compensa (una compraventa genera un saldo
positivo y uno negativo) bien completamente entre las empresas e individuos, bien añadiendo el crédito
abierto neto (cuando la suma de los saldos negativos supera a los positivos) por la entidad gestora a los
participantes.
En este caso la entidad gestora puede pedir garantías adicionales (como hace el sistema
WIR). La International Reciprocal Trade Association (IRTA) dispone de manuales de buenas prácticas para
sus asociados para minimizar el riesgo de caída de un sistema (recomiendan en base a su experiencia que
el saldo negativo de cada miembro no supere 2,5 a 3 veces el promedio de transacciones mensuales).
En cualquier caso hay una capacidad de endeudamiento (suma de todos los posibles saldos negativos)
implícita, que sería el equivalente a una creación monetaria similar a la que genera a gran escala el sistema
monetario actual cuando, como ha reconocido el Banco de Inglaterra, los bancos crean dinero de la nada:
concediendo un crédito a un cliente y depositándole el valor del crédito en su cuenta bancaria, de manera
que el saldo del banco sigue equilibrado). La única limitación que tiene el sistema bancario actual son las
reservas de capitalización, un porcentaje del total de activos debe ser capital (lo cual no quita que este
capital se pueda incrementar indefinidamente mediante, en el fondo, dinero también creado de la nada en
otras partes del sistema) (7) .
El sistema Sardex italiano, Trocobuy en España y algunas experiencias incipientes de la red de
economía solidaria catalana XES (todas ellas para dar cobertura a intercambios empresariales) y los diversos
sistemas CES funcionan con crédito mutuo. A nivel internacional, la asociación IRTA agrupa un centenar de
sistemas de trueque bilateral y otros sistemas de pago complementarios (la mayoría son norteamericanos
y no cuenta actualmente con ningún socio en España). Para facilitar la transparencia en los intercambios,
la moneda social o el crédito generado en el sistema se denomina en una divisa con equivalencia 1 a 1 al
euro o la moneda de curso legal del país de referencia, aunque normalmente no exista un sistema para
intercambiar saldos positivos de la moneda local en euros: es un sistema cerrado. Por lo tanto el elemento
básico para que funcione un sistema cerrado es que existan individuos o empresas dispuestos a aceptar
que otros miembros les paguen en moneda local los bienes o servicios que les entregan, con la confianza de
que ellos, a su vez, podrán gastarse su saldo comprando a otros miembros, y así sucesivamente. En tanto
estos sistemas sean cerrados, sin intercambios regulados con la moneda legal, están fuera del alcance de
la supervisión de las autoridades monetarias, ya que se trata de meros intercambios de crédito comercial,
como ocurre corrientemente con las transacciones mercantiles de bienes y servicios entre empresas. Y
obviamente todas las transacciones están sometidas a los impuestos correspondientes (IVA, etc..) que sí
deben pagarse en la moneda de curso legal.
Para incentivar la actividad de estos circuitos hay dos instrumentos principales. En primer lugar, la
ampliación de las capacidades de crédito (saldo negativo máximo que se puede tener contra el sistema)
de los miembros, con la confianza de que serán capaces de retornarlo por la vía del suministro de bienes y
servicios a otros miembros, o mediante pago en euros procedentes del circuito de tesorería convencional.
Y, en segundo lugar, la implementación de una tasa de oxidación (tasa de interés negativo sobre los saldos
positivos que se mantienen en el sistema) que incentiva a gastarse el saldo positivo para no perderlo
progresivamente. Obviamente la tasa de oxidación debe ser estimada de manera que no “asuste” a los
potenciales usuarios del sistema. Una tercera opción para darle más confianza a esta moneda sería que
la administración la aceptara como pago de impuestos o precios públicos, pero esto puede chocar con el
principio de precaución (posible desconfianza en el sistema) y sobretodo puede plantear problemas legales
(los impuestos se cobran en moneda legal, excepto en nuestro país en algunos casos excepcionales como
el impuesto de sucesiones que se puede llegar a liquidar con bienes en especie como obras de arte).
Otro elemento importante para que estos sistemas crezcan en volumen es la profesionalización de
la gestión, mediante sistemas informáticos adecuados (los más conocidos son los basados en el sistema
Cyclos de la fundación holandesa Social Trade Organisation -STRO-) y personal formado que capte usuarios
y procure que los poseedores de saldos positivos dispongan de proveedores donde gastárselos cubriendo
sus necesidades (brokers). Estas acciones se acompañan de marketplaces digitales donde se informa de
los proveedores asociados al sistema y de su oferta de bienes y servicios. También los sistemas deben
procurar que los precios de las transacciones no tengan una prima de riesgo (o al menos no sea elevada)
respecto a transaccionar en moneda de curso legal, más allá de las comisiones o costes acordados. Muchas
iniciativas de monedas complementarias no acaban desarrollando todo su potencial porque se basan en
estructuras de personal voluntario y medios precarios, lo que les genera restricciones de crecimiento o
incapacidad de gestionar los riesgos de manera adecuada.
Sistemas con respaldo en moneda de curso legal
El segundo grupo, las monedas sociales basadas en soporte en el euro u otra moneda de curso
legal (como la libra esterlina británica) son inicialmente las más adecuadas para monedas impulsadas directamente desde los ayuntamientos, por las limitaciones legales a crear endeudamiento y por el ya
citado principio de precaución al que deben someterse las administraciones locales o regionales. Es el
caso de la moneda de Santa Coloma: el ayuntamiento ha decidido iniciar sus operaciones canalizando
parte de sus gastos (salarios, compras a proveedores, subvenciones) en moneda local. Para ello se ha
de depositar una cantidad de euros en una cuenta restringida que sea equivalente a la moneda local que
emite y que transfiere a los perceptores de sus fondos (trabajadores municipales, proveedores o entidades
subvencionadas) que han aceptado voluntariamente (salarios y pagos a proveedores) u obligadamente
(subvenciones) cobrar en moneda social. A su vez el ayuntamiento puede cobrar voluntariamente precios
y tasas públicas en moneda social (que convierte inmediatamente en euros, tal como realiza Bristol con
algunos impuestos a los comerciantes locales), y los ciudadanos pueden adquirir moneda social previo
pago en euros. Ya hemos dicho que poder pagar impuestos o precios públicos incrementa la confianza en
el sistema: como decía Benjamin Franklin, en este mundo sólo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar
impuestos.
Con la moneda social en sus manos (o mejor dicho en sus smartphones porque es una moneda
digital cuyo saldo se encuentra guardado en el software de los servidores del sistema) los tenedores de
saldos positivos (en este sistema nadie tiene saldos negativos) pueden comprar bienes a los comercios
adheridos al sistema. En el caso de Santa Coloma (el más avanzado tecnológicamente hasta el día de
hoy), para favorecer la circulación de la moneda en la ciudad se ha fijado un periodo de maduración que
fija un número de días mínimos antes de los cuales el cambio del saldo de moneda social por euros tiene
una penalización (esto no ocurre en Bristol, donde el canje de Bristol Pounds por libras esterlinas se puede
hacer inmediatamente sin ninguna pérdida). Y, como ya hemos mencionado, el intercambio de euros
siempre está garantizado y no existe creación monetaria.
De esta manera el principal objetivo es que la moneda social circule en la ciudad y que los comercios
practiquen el comercio entre ellos. El objetivo derivado es que cada euro de gasto público o de los ciudadanos
de Santa Coloma multiplique su impacto sobre la economía local, en especial sobre el tejido comercial de
proximidad, generando más puestos de trabajo, en una ciudad muy acostumbrada a gastar sus euros en
los centros comerciales próximos pero ubicados fuera del municipio. Técnicamente el objetivo es doble:
por un lado incrementar la velocidad de circulación de la moneda, las veces que se usa en transacciones
(de un valor de unas 2 veces al año para un euro en promedio, hasta valores superiores a 10 veces en
monedas sociales con oxidación, como mostró el cálculo realizado para la moneda de la población alemana
de Chiemgauer) (8) y aumentar el impacto en la economía local. El impacto se puede medir por ejemplo con
el multiplicador local de tres vueltas LM3, que suma el gasto realizado con la moneda local en la cadena
de tres compradores-gastadores consecutivos y analiza cuánto se retiene en la localidad o territorio de
referencia.
Existen además modelos mixtos en donde se canjean euros a cambio de moneda local (ya sea en
papel como en Bristol o en saldo electrónico como en Santa Coloma) y a la vez se dispone de un sistema
de crédito para facilitar acceso al crédito de pymes y autónomos, con el objetivo que estos créditos o
microcréditos concedidos por la banca pública o el propio sistema se inviertan en el territorio. Los sistemas
en papel son más atractivos en imagen (por ejemplo Bristol emite billetes con diseños de artistas locales)
pero los sistemas digitales permiten implementar fácilmente políticas de marketing o de gestión imposibles
de hacer en papel. Por ejemplo, permiten penalizar con tasas de oxidación la no circulación, o penalizar
los canjes por euros, o , a la inversa, bonificar compras en comercios de determinadas zonas, tipos de
comercio o momentos del tiempo, a elección de la entidad que gestione la moneda. La entidad gestora del
sistema puede ser una entidad creada ad-hoc o se puede delegar en una entidad financiera, habitualmente de la banca cooperativa o pública. También puede haber sistemas mixtos 100 % electrónicos combinados
con tarjetas de prepago (como las tarjetas telefónicas o de regalo, que también permiten darle diseño e
imagen ligada al territorio). A nivel legal, si se producen canjes de euros por moneda social y viceversa sin
obligaciones de periodos de maduración y las redes de comercios adheridos están abiertas a cualquiera,
la legislación los considera dinero electrónico (como pueden ser las tarjetas regalos precargadas o los
cheques restaurantes) y sometidos a la legislación de las autoridades monetarias.
Una variante de estos modelos, enlazada con los modelos empresariales de crédito mutuo, son los
que también usan como garantía colateral activos distintos de los fondos líquidos en moneda de curso
legal depositados en una entidad financiera, como compromisos de pago (pagarés, certificaciones o
reconocimientos de deuda irrevocables, etc..) de una administración (bloqueados en el presupuesto) o de
una entidad solvente. Estos compromisos (I owe you-IOU- en inglés) pueden ser utilizados para avanzar
pagos por parte de las administraciones (como hizo el estado de California en 2009 cuando se declaró
en bancarrota) a sus acreedores y, a su vez y mientras no vencen sus plazos de cobro, ser utilizados
como forma de pago entre empresas. En su formato digital sería una forma moderna de endosar efectos
bancarios (con la facilidad añadida de poder ser fraccionados a voluntad) o de factoring también con el
objetivo de facilitar liquidez (sobre todo cuando el pagador originario tiene periodos de pago dilatados) y a
la vez que el gasto se concentre en el territorio.(9)
EL MODELO BARCELONA ESTÁ POR DEFINIR
¿Cuáles son los objetivos de Barcelona y qué tipo de moneda debería escoger? En el momento de escribir
estas líneas, aún se dispone de medio año para decidir el tipo de moneda que se va a implementar
en el citado proyecto piloto europeo. Las posibilidades son múltiples, pero parece claro que uno de los
objetivos es favorecer al comercio y actividad locales, en especial todo lo que impulse al pequeño comercio
de proximidad, la economía cooperativa, social y solidaria, el comercio justo, la economía circular y la
conocida como kilómetro 0, con un peso incrementado de los propios ciudadanos-consumidores.
Por ejemplo, existen numerosos estudios que han analizado en otros entornos el impacto de la
instalación de nuevas grandes superficies sobre el tejido económico local.
Las ganancias en precios más
bajos para los consumidores pueden quedar superadas por los impactos negativos en forma de destrucción
neta de puestos de trabajo (10) o desertización comercial. Estos procesos son algo que sufren los barrios
periféricos de Barcelona. Actualmente, por ejemplo, hay unos 15.000 locales comerciales vacíos en el
municipio, con una mayor incidencia en los barrios que no tienen ejes comerciales potentes o no están en
las zonas de influencia turística. Otros estudios, realizados por la New Economics Foundation británica
sobre cómo impulsar políticas de desarrollo local, sugieren la implementación de una moneda local como
un instrumento más para maximizar el impacto de las políticas públicas de apoyo a los agentes económicos
locales.(11)
Además, el pago de las ayudas monetarias que contempla el proyecto B-Mincome en moneda social
permitirá hacer un experimento muy innovador de canalización de gasto público social (12) y analizar su
impacto en el bienestar de sus perceptores y sus comerciantes próximos. La moneda social de Barcelona
puede tener múltiples aplicaciones en el fomento del cambio de modelo productivo de la ciudad, hacia un
sistema socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible, mediante aplicaciones sectoriales a cuestiones energéticas, de gestión de residuos, del uso de capacidades ociosas, de fomento de la cultura y del
voluntariado comunitario entre otras, alineando a todos los actores del ecosistema urbano. Un sistema
digital monetario local, además, permite realizar acciones que son imposibles de realizar con moneda en
papel (como modular la tasa de oxidación, o focalizar bonificaciones a la compra en determinadas zonas,
tipos de comercio u horarios, por ejemplo).
Finalmente, un sistema de moneda local se debería alinear con otros objetivos más generales para
incrementar la resiliencia de las ciudades frente a procesos incontrolables por los ciudadanos y por sus
representantes públicos e incrementar su soberanía en la toma de decisiones. Una moneda local es un bien
común que puede ser gestionado de manera co-responsable entre los ciudadanos, los agentes económicos
y la administración. Elinor Ostrom hace un cuarto de siglo ya demostró que la tragedia de los comunes
no era ineluctable. Al contrario, una moneda social y procomún tiene toda su legitimidad ante el actual
sistema monetario descontrolado y en manos del oligopolio bancario.(13)
Para ello se contará con el conocimiento experto de los diversos think tanks del proyecto, de la
comunidad de expertos del Instituto de la Moneda Social, de la propia ciudadanía y del tejido comercial
y productivo local, con el objetivo de modular su introducción y gestión futura (introduciendo formas de
co-gestión que delimiten el alcance, los parámetros del modelo y las formas de financiación para hacerlo
sostenible) con el objetivo de que sea una herramienta útil para incrementar el bienestar colectivo bajo los
principios del bien común, que es lo que ha de ser , al fin y al cabo, una moneda social.
diciembre de 2016
1 Una versión anterior, más reducida, de este artículo, apareció en la revista electrónica CTXT, n. 91, 16/11/2016.
2 Director de Planificación e Innovación. Área de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Barcelona.
3 http://www.uia-initiative.eu/sites/default/files/2016-10/Call%201%20selected%20cities%20taking%20off%20-%2018%20UIA%20projects.pdf
4 En otras zonas como Norteamérica o Japón también existen diversas experiencias con amplio recorrido.
5 www.ewp.rpi.edu/hartford/~stoddj/BE/WIR_Update.pdf
6 La web https://coinmarketcap.com/all/views/all/ muestra todas las criptomonedas existentes detectadas en el mundo (unas 700) y
una estimación de su valor de mercado. A 9 de diciembre de 2016 se les calculaba un valor agregado de 14.300 millones de $,
siendo el 86 % acaparado por Bitcoin.
7 Un caso bien conocido es la actual política monetaria de expansión cuantitativa del Banco Central Europeo. En diciembre de
2016 la previsión es que de marzo 2015 a diciembre 2017 se emitan 2,3 billones de euros (equivalentes al 22% del PIB de la zona euro) para comprar deuda pública y privada. Para una ciudad como Barcelona (65.000 millones de euros de PIB, el 0,62 %
del PIB de la zona euro) equivaldría a 14.200 millones de euros, más de 200.000 euros para cada comercio abierto en la ciudad).
8 Aquí se analizan algunas de las monedas sociales más conocidas http://www.iss.nl/fileadmin/ASSETS/iss/Research_and_
projects/Conferences/CCS_June_2013/Papers/Josep_Lluis_de_la_Rosa.pdf
9 Este sistema fue explorado como solución alternativa a la salida del euro en la crisis griega del año 2015 http://www.sinpermiso.
info/textos/la-tercera-va-para-grecia-del-grexit-al-greuro http://www.sinpermiso.info/sites/default/files/textos//11greuro.pdf
10 Diversos estudios sobre el impacto de la instalación de grandes almacenes como WalMart en Estados Unidos pueden encontrarse
en https://ilsr.org/key-studies-why-local-matters/
11 www.pluggingtheleaks.org/downloads/spanish/ptl_handbook_spanish.pdf
12 Sobre el potencial de pagar en moneda social parte de una renta básica universal, ver https://www.cairn.info/resume.php?ID_
ARTICLE=MOUV_073_0054
13 Para una explicación de cómo se puede gestionar un sistema de crédito mutuo bajo los principios del bien común de Ostrom,
ver el artículo https://ijccr.files.wordpress.com/2012/05/ijccr-vol-5-2001-4-schraven.pdf
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