dijous, 17 de setembre del 2015

Amarga realidad frustra sueños de riqueza ártica

Article publicat a El País
por Steven Lee Myers y Clifford Krauss
Teriberka, Rusia. Domingo 13 de Septiembre
THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY

EL ÁRTICO EN proceso de calentamiento ya debería haber transformado a este empobrecido pueblo pesquero del Mar de Barents. El Kremlin gastó miles de millones de dólares para convertirlo en el centro neurálgico norte de Gazprom, su empresa de energía global. Fue el proyecto más ambicioso planeado en el Océano Ártico, pero hoy hay poco más que unas oficinas generales cerradas y un camino sin pavimentar en la costa. “Hay planes”, dijo Viktor A. Turchaninov, alcalde de la localidad, “pero los hechos —las realidades de la vida— sugieren lo contrario”.
El sueño de las riquezas árticas, posibles gracias al rápido calentamiento de aguas otrora atrapadas en el hielo, ha estado en el centro de las ambiciones nacionales de Rusia y de las compañías energéticas más grandes del mundo durante más de 10 años. Pero aún cuando Royal Dutch Shell empezó a perforar un pozo exploratorio este verano frente a la costa norte de Alaska, las experiencias de Rusia aquí se han vuelto una historia aleccionadora, una que ilustra los retos que enfrentan quienes imaginan que un Ártico en proceso de cambio producirá petróleo y gas en abundancia. Los cambios tectónicos en la economía energética global, una férrea oposición de los ambientalistas y tremendos obstáculos de logística han moderado el entusiasmo.

Después de años de planeación y retrasos, el proyecto de perforación de Shell en las tormentosas aguas del Mar de Chukotka es ahora observado por la industria, las autoridades, los residentes y los detractores como una prueba determinante de la viabilidad de producción en el Ártico. Shell ya ha gastado 7.000.000.000 de dólares y este verano enfrentó tribulaciones como las que agobiaron a una malograda exploración hace tres años, incluyendo tenaces protestas, clima inclemente y un accidente en julio que hizo un hoyo en uno de sus barcos tras chocar con un banco de arena desconocido en las Isla Aleutianas.
Hace apenas siete años, Shell y otras compañías —ConocoPhillips, Statoil de Noruega, Repsol de España y Eni de Italia— pagaron en conjunto 2.700.000.000 de dólares por arrendamientos de los yacimientos frente a Alaska. El precio del crudo en ese entonces subió a casi 150 dólares el barril, y la acelerada reducción del hielo que alguna vez estranguló al Océano Ártico pareció hacer más fácil la exploración. Entonces cambió el mercado. Hoy, el mundo está inundado de petróleo y gas natural, en gran parte debido a la revolución del shale (esquisto) en Estados Unidos y la llegada de la fracturación hidráulica (fracking).
Arabia Saudita y otras naciones del Golfo Pérsico están produciendo a niveles máximos y las reservas de Irán pronto podrían inundar el mercado. Tan sólo en el último año, el precio del crudo se ha desplomado de más de 90 dólares el barril a menos de 50 dólares. Por todo el Ártico, desde Rusia hasta Noruega y Canadá, los proyectos frente a la costa ya han resultado decepcionantes. Tras perforar ocho pozos exploratorios frente a Groenlandia en 2011 y 2012, Cairn Energy, una compañía escocesa, los abandonó. Chevron pospuso la exploración en aguas canadienses del Mar de Beaufort en diciembre, seguido en junio por un consorcio que incluye a ExxonMobil y BP.
Las sanciones estadounidenses impuestas después de que Rusia anexó Crimea el año pasado obligaron a ExxonMobil a retirarse de una coinversión en el Mar de Kara con el gigante petrolero paraestatal Rosneft, que ha tenido que suspender sus planes de perforación allí mientras busca nuevos socios. Las dificultades para extraer crudo y gas del Ártico son abrumadoras. Los inviernos son largos y oscuros, y los mares árticos, pese a reducciones en la placa de hielo permanente, aún están atascados con icebergs y hielo flotante, mientras que las intensificantes tormentas han amenazado a barcos o plataformas petroleras incluso durante el verano. La tundra pantanosa en la costa complica la construcción de oleoductos e instalaciones de apoyo. “Cuando la gente dice que el Ártico es la siguiente frontera y que hay un gran potencial de recursos, por supuesto que existe el riesgo de que sea una exageración”, dijo Jon Marsh Duesund, de Rystad Energy, consultoría global con sede en Noruega.
Teriberka, un pueblo de mil habitantes en el Mar de Barents, es donde las ambiciones de Gazprom frente a la costa chocaron con la dura realidad del Ártico. Era un próspero pueblo pesquero en la era soviética, con procesadoras de pescado, pero entró en decadencia en los setenta con la llegada de la pesca industrial. La población de 6.000 descendió, los muelles de madera se derrumbaron y los botes pesqueros que alguna vez trajeron bacalao fueron hundidos deliberadamente en la bahía. La villa acogió los planes de Gazprom de aprovechar un enorme yacimiento de gas, llamado el Shtokman, que fue descubierto en 1988 a unos 600 kilómetros frente a la costa. Tras forjar tratos con Total y Statoil, Gazprom inició la construcción del camino en Teriberka, donde esperaba construir terminales para procesar y enviar el gas licuado. Sin embargo, después de años de trabajo, los planes de Rusia para el proyecto se vieron abrumados por enormes retos técnicos, el cambiante mercado energético y finalmente la crisis financiera global de 2008 y 2009. Rusia, como el productor de gas natural más grande del mundo, se encontró batallando para competir frente a suministros alternos a países europeos ansiosos por reducir su dependencia del gobierno de Vladimir V. Putin aun cuando los precios caían significativamente. Statoil se retiró en 2012, dando por perdidos más de 335 millones de dólares en costos. Total renunció a 350 millones de dólares el año pasado y, de acuerdo con reportes noticiosos rusos, devolvió su participación del 25 por ciento del proyecto a Gazprom en junio. Pese a las promesas de Gazprom de reanudar las perforaciones —en 2014, luego en 2016 o 2019— los residentes de Teriberka se han resignado respecto al auge que nunca ocurrió. Los contratistas que llegaron en tropel se han marchado y el enorme terraplén donde Gazprom construyó un camino sin pavimentar termina en un acantilado rocoso. “Construyeron el camino”, señaló Igor V. Abanosimov cuando un vecino lamentó que el proyecto había efectuado pocos cambios. Abanosimov posee una serie de cabañas flotantes que renta, soñando, quizás improbablemente, en desarrollar un club de yates y otras amenidades que podrían atraer a turistas en lugar de compañías de energía. El Ártico, dijo, tiene su propia alma.

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