Recuperació de l’article de Joan Martínez Alier “Decrecimiento
sostenible” publicat a la revista “sinpermiso” el 22/02/2009
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2367
Decrecimiento sostenible
Joan Martínez
Alier
La crisis económica actual ha
puesto a John Maynard Keynes de moda porque existe capacidad industrial en las
economías occidentales que no se aprovecha. Ante el aumento del desempleo, la
receta adecuada es un mayor gasto público. Así habrá dinero para cambiar de
automóvil y comprar el exceso de viviendas que deprime la industria de la
construcción en Estados Unidos, en Reino Unido y en España. Keynes quería que
la economía saliera de la crisis de 1929. Dijo explícitamente que lo que
ocurriera a largo plazo, una vez la economía se recuperara de las dificultades,
no le importaba. Fueron economistas posteriores como Harrod y Domar los que convirtieron
el keynesianismo en una doctrina de crecimiento económico a largo plazo. Más
tarde llegaron o resucitaron los neoliberales como Hayek, quienes aseguraron
que el mercado sabía mucho más que el Estado. Ahora estamos escuchando a
banqueros que piden que nacionalicen sus bancos, por favor. Estamos viendo la
resurrección de Keynes (o su reencarnación en Krugman y Stiglitz). Pero podemos
preguntarnos, ¿un Keynes de corto plazo, para salir de la crisis, o un Keynes
también de largo plazo para seguir una senda virtuosa de crecimiento económico?
Es ahí donde entra la actual
crítica de la Economía Ecológica. El crecimiento económico se ha basado en la
energía del carbón, el petróleo y el gas natural. Parece aconsejable un
keynesianismo verde que aumente la inversión pública en conservación de
energía, en instalaciones fotovoltaicas, en transporte público urbano y
rehabilitación de viviendas, en agricultura orgánica. Pero no lo parece
continuar en la fe del crecimiento económico. En los países ricos debe darse un
ligero decrecimiento económico que sea socialmente sostenible. Debemos entrar
en una transición socio-ecológica. La economía ha de decrecer en términos de
materiales y de consumo energético. Existe ya un acuerdo social en Europa para
que las emisiones de dióxido de carbono se recorten un 20% con respecto a las
de 1990, pero lo que no se había previsto es que, de hecho, al decrecer el PIB
esas emisiones ya están disminuyendo.
Pero no sólo hay razones ecológicas para el decrecimiento. Hay psicólogos que han averiguado que la felicidad no aumenta con el aumento del PIB per cápita. Mejor dicho, sí que aumenta a niveles muy bajos, pero no después. Ahora bien, el decrecimiento económico provoca dificultades sociales que hemos de afrontar para que la propuesta antes citada pueda ser socialmente aceptada. Si la productividad del trabajo (por ejemplo, el número de automóviles que un trabajador produce al año) crece el 2% anualmente pero la economía no hace lo propio, eso llevará a un aumento del desempleo. La respuesta ha de ser doble. Los aumentos de productividad no están bien medidos. Si hay sustitución de energía humana por energía de máquinas, ¿los precios de esta energía tienen en cuenta el agotamiento de recursos, las externalidades negativas? Sabemos que no es así. Además, hay que separar el derecho a recibir una remuneración del hecho de tener empleo asalariado. Esa separación ya existe en muchos casos (niños y jóvenes, pensionistas, personas que perciben el seguro de desempleo), pero debe ampliarse más. Hay que redefinir el significado de 'empleo' -teniendo en cuenta los servicios domésticos no remunerados y el sector del voluntariado- y hay que introducir o ampliar la cobertura de la Renta de Ciudadano o Renta Básica.
Pero no sólo hay razones ecológicas para el decrecimiento. Hay psicólogos que han averiguado que la felicidad no aumenta con el aumento del PIB per cápita. Mejor dicho, sí que aumenta a niveles muy bajos, pero no después. Ahora bien, el decrecimiento económico provoca dificultades sociales que hemos de afrontar para que la propuesta antes citada pueda ser socialmente aceptada. Si la productividad del trabajo (por ejemplo, el número de automóviles que un trabajador produce al año) crece el 2% anualmente pero la economía no hace lo propio, eso llevará a un aumento del desempleo. La respuesta ha de ser doble. Los aumentos de productividad no están bien medidos. Si hay sustitución de energía humana por energía de máquinas, ¿los precios de esta energía tienen en cuenta el agotamiento de recursos, las externalidades negativas? Sabemos que no es así. Además, hay que separar el derecho a recibir una remuneración del hecho de tener empleo asalariado. Esa separación ya existe en muchos casos (niños y jóvenes, pensionistas, personas que perciben el seguro de desempleo), pero debe ampliarse más. Hay que redefinir el significado de 'empleo' -teniendo en cuenta los servicios domésticos no remunerados y el sector del voluntariado- y hay que introducir o ampliar la cobertura de la Renta de Ciudadano o Renta Básica.
Cabe plantear otra objeción. ¿Quién
pagará la montaña de créditos, las hipotecas y la deuda pública si la economía
no crece? La respuesta debe ser que nadie. No podemos forzar a la economía a
crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas. El
sistema financiero debe tener reglas distintas de las actuales. En Europa y
Estados Unidos lo que es nuevo no es, pues, el keynesianismo, ni tan sólo el
keynesianismo verde. Lo nuevo es el movimiento social por el decrecimiento
sostenible. La crisis abre expectativas para nuevas instituciones y hábitos
sociales. El objetivo en los países ricos debe ser vivir de forma óptima
dejando de lado el imperativo del crecimiento económico.
Joan Martínez Alier es catedrático del Departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona
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